lunes, 31 de diciembre de 2018

Edipo o el destino inmoral

Hay un destino que llama al dolor
y un ciempiés de oídos que sufren.

Ese no es, ese no es el pasatiempo fugaz,
dibujado el signo de mis alas,
rebumbio del valor la injusticia de la lepra
que el corazón corrompe.

¿Cómo se desnuda el alma si la inocencia cuelga del talud de la desdicha
-tobillos negros, hilos de sangre-?

Bajo el olivo infantil creció el niño que fui con un sol en los hombros,
la mirada escoge los labios que susurran cantos de similitud
en juegos desvaídos.

Yo soy, ¡qué soy ahora!. Aquí la verdad del oráculo
como un jinete sobre el caballo insomne del devenir.

Me alejo hacia las tierras áridas del silencio,
en una encrucijada la noche y la niebla,
la espada que sufre el desdén como un nenúfar olvidado.

No quiero, no finjo humillación,
mi orgullo tañe al herir la luz,
rompe la envergadura de los reinos,
desviste el hogar de la infamia.

Cabalgo con la senectud de los dioses
aspirando sinrazón. Allí el monstruo hermafrodita,
guardián que forja su hambre con acertijos de palabras desmembradas.

Yo, niño, adulto, anciano en un cuerpo múltiple,
respondo a la quimera con los ojos grandes de la lucidez
-llora, esfinge, llora perro y león, llora madre y padre-
cuando sobrevive el designio y muere la virtud.

Ya llega, ya soy el dueño que no fui,
mi corona finge con los arriates del mercurio
hasta la procaz herida de la lluvia.

Claman, sí, hombres y mujeres,
los ríos de la peste esconden preguntas blancas.
Tiresias, dulce amigo, dime cómo volverá la luz,
la dicha, la paz sin lujuria.

Solo tú, hermano, padre, hijo, criatura que los dioses maldicen
volverás al sueño si desandas el dolor
y entregas el párpado, el iris, a la mácula atroz de la aguja simple.

Conoceré el destierro, junto a mi voz el arrobo de Antígona,
corazón, cielo, calidez que hunde el exilio en la ceniza.

Sé que mi muerte será flor de un destino inmoral,
frutos que Teseo rajará con la insolencia del héroe
me devolverán a la tragedia de no escoger los pasos furtivos,
solo un reflejo que la memoria del hombre descubrirá
como un arpegio en el que gemirán sin tregua
las canciones invencibles de los desahuciados.

domingo, 30 de diciembre de 2018

Al alba

He visto cómo crece la luz del día.

Muda el color de las casas, el aire se adensa

con la burbuja de la claridad. Aún duermes plegando tu sombra,

lenta la respiración de los sueños. En tu desnudez

hay playas tranquilas de dorado carmesí

que ahora callan como si el plenilunio fuera el eterno jardín del silencio.

La noche que pasó no hablamos,

la noche que pasó vivió en los cuerpos la celebración del amor.

La madrugada te escucha, la luz empieza a poblar tus senos,

con los puños aprietas mi nombre

como un tesoro que no quisieras perder.

Es un milagro tu presencia. Testigo de ti

le hablas al mundo desde la mudez,

desde la ternura que enciende tu piel

con el brillo de esta plenitud sin mañana.

sábado, 29 de diciembre de 2018

Soñando

Quisiera entregarte el sello último de una rendición,
que fuéramos oro bajo las puertas de Brandenburgo,
aurigas que no temen la muerte en un Coliseo abarrotado,
el humo de una hoguera a los pies del Himalaya.
Y acompañarte en las islas más azules y desiertas,
perdernos por la ciudad de los minaretes un julio tórrido
sin agua ni hambre, sentir tú y yo el fervor de la resistencia
en un París ocupado, besándonos en un metro sin vagones,
furtivos como animales amantes. Y escuchar juntos
el rumor de las fuentes en una mezquita blanca
bajo el aroma de los naranjos. Todo eso quiero darte,
al menos su luz, su memoria, el sueño de los iris
que al mirarnos estallan contra las olas del presente
y niegan el círculo oscuro que poco a poco nos rodea
en la penumbra de este túnel sin espejos.

jueves, 27 de diciembre de 2018

Parientes lejanos

Éramos jóvenes
-tú no tanto-.
Yo desconocía la gran ciudad
sus ruidos y sus prisas,
el tumulto del tráfico, la multitud de los rostros,
la indiferencia de existir.
Para ti, en cambio, solo era un juego,
el hábitat de la infancia, el nido donde criaste tu futuro.
Entre apuntes, en una habitación que daba a un patio abierto,
de jardines cuidados y minúsculas piscinas,
mis tardes transcurrían bajo el ritmo infantil del estudio.
Tus visitas esperadas, los jeans ajustados a la esbeltez de tus piernas
y esa voz ligeramente ronca que no desmentía tu sexo.
Nunca adivinaste mi ansia-tal vez, sí-
ni supe decir las palabras que incitaran tu deseo.
Los años pasaron como margaritas deshojadas
y hoy que, al fin hablamos, ya no podemos decirnos la verdad
sobre aquellos días habitados por la duda.

miércoles, 26 de diciembre de 2018

El amanecer

Yo creía en los dioses sin saberlo, pero los dioses no creían en mí.
Lo supe tras un despertar de lluvia y miedo,
la vida no se conforma con un cuerpo, quiere un alma, me dije.
Llovía con esa lluvia leve que se posa en los hombros
igual que un rocío de lágrimas.
Primera hora de silencios, late el camión de la basura,
gente con las solapas subidas camino del trabajo o de la nada.
Todavía el retal de la noche ahuecándose en mis tobillos
y el temor de ver mi sombra en los reflejos
que la luna dibuja en los cristales.
Solo eres tú y el eco, solo tú y un rastro.
Entre plazas, por calles húmedas de roca fósil,
hasta la esquina donde al fin me paro para mirar el cielo
como si ese dios desconocido me llamara y ángeles de espadas humeantes,
pájaros de ámbar, desnudaran el hilo de mi ser,
la blanca silueta de mi alma.
Ya la luz es un sueño y el día un rumor inaudible de mercados y coches,
de colegios y portales, de semáforos que no cesan
de parpadear y morir.

Hoy que veo tu fotografía se abren las esclusas del tiempo

Así la imagen como un tesoro limpio,
infantil, donde la risa cabe en el puño
de unos labios de fantasía
y el rubor resplandece en las pestañas azules
mientras el día es el día
y un instante conmemora la palidez donde transitan
los recuerdos.

El ayer recibe rosas en su camafeo abstracto
y tiemblan las pupilas como una veta agrietada
por el vigor telúrico de la memoria, en otro día,
en otro espectro, quizá en otro lugar
con el regreso de las palabras que han oído los apuntes del tiempo
y no perdonan la transgresión de una vida
cuyo cadáver se contempla en el espejo frontal, sesgado,
cornucopia que en sus enrevesados circuitos
de flores y penumbra, de dorados y sierpes,
de estrambóticos arabescos o rizos invisibles
parece que retratara ese devenir que ha sido
lo no especial entre los ríos de la fortuna.

No se trata de mirar la huella y recorrer el humo
de los cielos tan fríos, tan grises,
tampoco de suponer que ante los ojos solamente existe
un proyecto de trazos tan ilusorios como
improbables.

Se trata de dormir la pesada luz,
los cuerpos que no quieren reflejar el seudónimo de un anticipo,
porque su razón es leve,
delicuescencia que excita la nube diáfana en pequeñas habitaciones
inundadas por un sol inmortal, en cualquier día de cualquier estación,
en el año de los tigres o de las amapolas o de los peces
danzantes.

Me recuerda tu fotografía el penúltimo gesto de la luz
cuando la malicia es un carmín en las alas de un ángel
que muere aún en tu mirada cómplice, en tu vejez
que vuelve a ser abrazo de blancura en mi noche.

martes, 25 de diciembre de 2018

Primavera en una ciudad portuguesa

La memoria de la piedra impide tu abril.

Pisar el laberinto de la caoba pulida, llegar al pórtico
del alud y convertir el abecedario en oscuras sierpes
de bienvenida.

Es hermoso el hotel/su dibujo de nostalgia/su luz breve/
sus fotografías caducas/ sus alfombras gastadas como
un párpado cómplice.

Son días de primavera, caminos de azul, aire que brota
límpido y vertical.

En la estación, los trenes se olvidan del soliloquio
(hay murales como ejércitos de luces y sombras,
hay reyes coronados de indiferencia o naves sin futuro).

Tú caminas y yo camino, pesan los adoquines, pesa
la atmósfera que no habita el color.

Mil gatos nos seducen y en el juego tu sed se vuelve ambigua,
nos retrata, nos exhibe.

Si dividieras en cuadriculas este mar azul, si el blanco
de las sábanas te acompañara como un duende, si el grito
de una madre no hallara debajo al niño insomne,
tal vez respondería
que no quiero esta luz,
que la piedra es un corazón maltratado,
que en la calma del río
la historia navega
como falúas rotas.

Al atardecer, los puentes quiebran el estático gesto de la duda,
fluyen como metamorfosis de un oráculo incomprensible.

Todavía en mis sueños retorno a las plazas del dulzor/ tranvías que lloran
el destino amargo/cafés que dejan un verbo en las propinas/
esculturas de bronce sin amanecer ni latido/ el divertido eclipse
de las aceras que viajan.

Antes de partir

Qué humedad de lunes en los cuerpos.
Resopla el tren como un animal enfebrecido
la tarde oscura quiere el arrullo de la luz,
un abrazo de alba. Ahí estás, el cigarrillo en los labios
y la mirada azul, vestida del color de las nubes.
Viajaremos juntos y el tiempo, la distancia
serán el eco que guardará mi memoria.
Ya ves que de ti no podrá hablar el olvido.

lunes, 24 de diciembre de 2018

Incertidumbre

Fortuna, deus ex machina, sobre un fondo gris.
Desgracia, el aullido ciego sobre la sábana roja.
Flechas de oro, manantial de amor,
el ángel visita un cuerpo y besa la quietud-fortuna-.
Color de enfermedad, maledicencia que supura odio,
el viento, el océano, el aire arrastran miasmas de vida-desgracia-.
Fortuna de ojos verdes en el umbral de la luz,
desgracia que flota como un magma y pesa la bondad antes del dolor.
Incertidumbre-fortuna y desgracia- en el pálpito del día.

domingo, 23 de diciembre de 2018

El tiempo que resta

El sol muere en la raíz del agua. Solo ver el camino entre tus piernas,
lejano y múltiple como la memoria de un cíclope.
La armonía y la luz en la calle sin muros,
el sonido que alcanza al día con la lúgubre cadencia del reloj.
Yo no sé si has viajado, si interrumpen tus sueños hélices blancas,
si aún los dinosaurios te despiertan cada mañana con su paso de mariposa.
No sé nada de ti.
No sé porqué reconozco la singladura de tu sombra
y la liviandad del perfume que esparces sin un desliz.
Hablar, hablar es el signo, la convención artificial que abre la puerta
al calor de los cuerpos. Si respondes a la timidez
vuelan los pájaros en amanecida,
si tu labio roza el mío cuando la noche cuadra el éxtasis de la luna
es que una canción se hace nuestra bajo el ovillo de un farol
o en la calidez de un pub sinuoso. ¿Me conoces? ¿te conoces?
¿Cuál es tu edad si aún sientes que no has nacido?
Se escabulle el amor en el dedo grácil que recorre la hendidura de tu sexo.
Hay humedad- próxima como una elipse-
adentro en el líquido exacto que tú entregas.
Aparecerán los viajes y los films, el calor del verano y la renuncia del invierno,
la ternura y a veces la desazón de la falsedad.
Y crecerá un niño como un árbol celeste
y surcarán las nubes todos los años que esperan,
y un rumor de recuerdos táctiles poseerá nuestras noches
para así matar el olvido.
El tiempo que resta lo llevaremos como una cicatriz
o un tatuaje en las palabras que nos decimos,
basta una mirada para entender que una vida
se escribe en los silencios que se añoran.
Antes de ti fue el ocaso, después- hasta hoy-
el dulce rumor de dos ríos que, sin final, se encuentran.

viernes, 21 de diciembre de 2018

Recuperamos la verdad inútil de una campana

Qué es el artificio,
¿tu soga de perfectas uñas nacaradas?
¿el adiós que escupe en las alcantarillas su último
verso idolatrado?.

Descubre un pétalo de sol en mi nombre,
desde tus esquinas se rompe la savia de este tronco hembra,
nace el delirio esquivo de los portales,
su horizonte mata escamas, norias de un pasadizo oscuro y terrible.

Mi amor se tiñe de algas azules, tu lluvia marca mis dedos
como un pájaro de oro y tiniebla, sudan las cruces
de aquel mundo ignorado, en el trasluz los visillos
palpan tu piel, la desnudan de azúcar y azabache,
los días, su insolencia de diminuto espejo, son como agujas
expuestas a un sol siniestro, cadáveres que llevan de la mano
un adiós silencioso, alcanfores que los vasos han proscrito.

No hay punto y aparte capaz de encender tu deseo,
ya no eres la volátil quietud de una pluma herida,
dibujas la sombra de las sombras en jardines de pánico ciego,
los años son un circulo perfecto, en él encaja tu acento de rosas,
para mi eres la musa que no ha conocido imanes, el soldado
que perdió su estigma entre idiomas de cal sedienta.

Ahora recitas silencios y tu aurora huele a murmullo de ríos estancados
¿me ama tu tenaza, me odia tu vacío de largos tentáculos de almendra?
Soy mi sombra a cada instante, regreso al acantilado dúctil,
¿lo recuerdas?, allí las palabras viajaron como viento,
tus hombros comidos por charcas fumaban bocas de nube amarga,
era azul tu hora oscura, después llegaron púlpitos de naves perdidas,
lienzos donde la espectacular mesura de los pendientes
ejecutó la pirueta de los vestíbulos cerrados.

Alambre, dudas, esa ciénaga cuyos espectros comieron semáforos impúberes.
¿Dónde está hoy la perfecta armonía de lo cúbico, aquel semblante horizontal
que atravesaba sexos, tus alas de murciélago en mi mástil de hombre?
Ajenos a los pentagramas, recuperamos la verdad inútil de una campana.

Cuando leas este poema crecerán suburbios en mis venas, pero tú
ya te habrás ido, como un espejo sin azogues, como un peldaño
sin máscara, igual que una luz que tiembla y se derrama
en su tiempo diminuto, en su segundo exacto.

martes, 18 de diciembre de 2018

La frustración del poeta

¿Cuál es el valor de la palabra? Quiero comunicar mi sed,
que llegue el manantial hasta la orilla de un corazón.

Pero no sé.

A menudo escribo símbolos, paradojas, hechos sin nombre ni fecha.

Es el miedo a sentir la piel en otra piel, la duda o el silencio,
el ansia, la ternura, el gozo, el dolor
sin entender
que lo diferente no existe en el caudal de este río común llamado vida.

Termino un poema y se ilumina la oscuridad, descubro la inquietud de una estrofa,
el orbe amargo de su redondez, coso los hilos
como si el significado fuera un tapiz que entregar al ensueño.

Busco palabras inauditas, el asombro,
la provocación de los vocablos audaces
para que el niño triste encuentre al fin el elogio de su intento,
la bienvenida a los paraísos simulados.

Mi quimera es la emoción de dos ojos
que lloran o ríen
o entienden el subterfugio al que el poema induce
como un relámpago que acaba de nacer
en las pupilas de un lector
que ignora que lo escrito le llama, le absorbe
y en un instante único
le penetra.

sábado, 15 de diciembre de 2018

Este mar que ahora veo



Qué lento y negro el mar.

Un espejo de luz su piel de agua.

Otras veces,
muchas veces
contemplé la historia bravía del oleaje,
cabalgaduras de crestas al sol,
espuma ciega contra el silencio del dique.

Una interrogación el haz del faro,
chispea buscando el rostro del hombre-pez
o la simpatía adorable de la sirena.

Hay un aullido que prorrumpe en la iconografía como un dios terrible,
es el núcleo celeste de los cirros
o la voracidad asombrosa de la borrasca
en la inclemencia del piélago.

Su lengua,
la lengua de los galeones perdidos,
de las islas no visitadas,
de los icebergs y las corrientes,
del albatros imperial,
de la gloria del transatlántico inútil,
todo un mundo que susurra al oído
el sentido de la inmortalidad del tiempo.

Delgada península de farolas mortecinas,
un aire salino puebla mis pulmones,
la vista es una torre cuadrangular,
piedra de augures y címbalos como un ejemplo de noches y luz
en la boca firme del océano.

Han partido los barcos,
renacerán los petroleros y sus yugos surcando el vientre del agua.

Al mirar en la lejanía un sueño infantil visita mi vejez,
atlántidas y nautilus,
robinsones, piratas descuidados,
buques impronunciables que amaron el hielo,
cáscaras de nuez sobre los hombros de la aventura.

El mar muere aquí y yo no sé qué decir,
ya que no conocí otra patria
que la tierra estéril.

martes, 11 de diciembre de 2018

Los juegos del amor



Hora bruja, medianoche intacta.

Suave el alcohol en la raíz, bendecida la noche
por relámpagos y estrellas de mar. Un beso y la risa,
el aroma de los geranios y dos pájaros surcando el cielo.

El humo llega hasta tu labio y se escapa como un niña alegre.

Todo el éxtasis en la sinrazón que guardo,
humedad de vientres juntos,
sudor de albas en el músculo caído.

Y tu pecho de mujer sobre el cáliz del jardín
y mi voz muda en el enjambre de los fuegos que iluminan la bahía.

Nos miran con la cabalgadura del sueño en las pestañas,
ruido y algarabía,
la cruz del deseo se vierte como un recién nacido.

¿Qué pensará el alguacil que observa desde la ventana oculta?

Palpitan a la vez los girasoles que soñamos,
la cercanía de la ola con su cadencia azul,
el aire que eleva su canción al escuchar el sonido
de nuestros cuerpos entregándose a la vida.

En mi coche crecen veranos

Trece curvas con tejados rojos
y una amapola que circula invirtiendo las agujas.

Yo ya sé lo que espero, avispas en noviembre,
flores sobre andamios o la verdad de un bolígrafo
que quiso ser pájaro.

Tarde en que el sol muda camisa,
el solsticio entra en pasillos y una voz rectangular
extiende sobre el cristal
toallas.

viernes, 7 de diciembre de 2018

Paseo nocturno con caballos, luna y gárgola

Hay un parecido de sombras entre la niebla.
Diciembre es un manto ajeno a la luz, inconcluso, roto,
casi una herida. Caminas con la ubre de la edad
en los bolsillos, pisando la noche como un oráculo
o una pregunta sin verbo. Se vacía tu ayer
en las hojas del mortecino abedul, en los cristales que reflejan
el paso de una quimera, en los ojos que esquivan
la presencia de un cuerpo. Hablar al silencio refrenando los caballos
como un jinete que necesita el impulso fiel de la madurez,
la raíz invisible del canto. Mil adioses
sobre el ataúd del reloj, la luna sin luz
te acompaña como una gárgola vieja
mientras fluye la sangre allá lejos
bajo las aguas de un crepúsculo
yacido.

martes, 4 de diciembre de 2018

El sonido de tu ausencia

Amanecí en tu perfil y no supe encontrar el adiós.

Me gustaba el ejercicio de las mariposas
al anunciar el vuelo exacto de tu nombre.

Me gustaba la lluvia como un arco iris
donde escondías la cicatriz del deseo.

Todos los atardeceres escriben palabras de lujuria
-verdes, rosas, grises como un halo sin porvenir-.

Hay diez aventuras en tu dorso
y un puñal de amapolas en la sílaba
que vas dejando en mis sueños.

Si oyes el aullido del mar calla,
si la piedra llora el agua del silencio
piensa en las fuentes que manan sin esperar la luz.

Hay ráfagas de tiempo donde somos el color.

Está aquí el sonido de tu ausencia,
ya llega, ya llega su sinfonía de libélulas,
su crisálida dulce, el misterio que envuelve la memoria
con las guirnaldas viejas de un yugo marchito
que solo ansía desandar la noche.

sábado, 1 de diciembre de 2018

Soy hombre

Algo me pesa pero no sé qué es.
Algo empujo pero no sé hacia dónde.
Un día maquilla otro día sin pudor.
Grabadas están las huellas en la ladera,
tensos los músculos, duro el cóncavo soporte:
allí habita la roca. Pisar y pisar la grava
y el esqueje, el sol en la curva del lomo,
la piel y la carne melladas, las lágrimas
en los párpados que no se doblegan.
Soy hombre sin alas, conozco la herida
y el silencio del amargor eterno, no dudo
cuando alzo mi condena hasta la altura del ser.
Ya he caído, mil veces caído, solo la razón
me encumbra en un pedestal de plantas salvajes
donde al fin entiendo la razón de mi existir:
este furor que me agota como un rayo
y eleva su grito hacia la desventura,
hacia la raíz de mi libre consciencia.

jueves, 29 de noviembre de 2018

Familia



Venid al tronco, a las ramas del olvido.
En la similitud de los rostros hay una huella de vida.
Cubre la piel morena un halo antiguo de membrillos y palmeras,
de acento meloso contra la luz que muere.
Y, después, nosotros en un lugar de lluvia
que anticipa inviernos fríos lejos de la palma y el cafetal,
del ingenio y de la zafra.
Nada conocimos de un país alegre,
allí nació padre(su fotografía de niño junto a un caballo de cartón,
en sus labios un habano y en su pelo el aroma indolente del azúcar).
Hoy vivimos en una orilla verde donde late el mar
y el viento rompe las esquinas con su canto de azufre.
Sus vástagos cruzan las calles, estudian, aman el silencio de una voz que se desviste.
Madre solo sabe reír, oculta el sinsabor bajo las pestañas
lo mismo que una nube y su hechizo.
Mis hermanas son hélices que no dejan de encumbrar el aire.
Mis hermanos fingen ser mis hermanos
porque al hablar solo se escucha un oasis interior que les nombra.
Solo queda el armazón de la casa con sus recuerdos de virginidad,
el misterio en los cristales, la caoba, el álamo de una tabla y su dibujo
carcomido por las horas que nunca han cesado de transcurrir.

domingo, 25 de noviembre de 2018

Cuidados intensivos(habitaciòn 19)

¿A quién le hablarás ahora que la sombra inhóspita crece?
La primera voz y el primer grito en la piel,
la luz en el iris imperfecto y las arterias que riegan el insomnio de una raíz núbil
(así describo el ayer).
Todo es un relámpago que deslumbra la insensatez
como un tren invertido que descarrila en un cielo sin alma.
Has llorado porque la caricia es un símbolo de vida
y los rompeolas fueron cruces sólitas que jalonaron las pisadas
hasta entender los misterios de la brevedad.
En el cansancio infinito descubres el orden mecánico de los calmantes,
la blancura sobada de las sábanas,
las rugosidades violentas de dibujos que imaginas en el gotelé de la pared.
A veces el silencio es un copo de nieve
y las luces de la bahía un archipiélago de fuego y sangre
donde muere una ilusión.
Y de pronto ves que en los metros cuadrados de esta habitación hay un epitafio de flores,
hay oasis que llaman al estío, que escriben agua en la sequedad del sarmiento,
que estallan en vómitos de luz al recordar historias
que no llegaron al cenit de la querencia o a la semilla nunca habitada.
Sé de las horas sin mensaje, las que siento en el ombligo,
las que atrofian la respiración de brujas fantasmales,
las que amó el súcubo que ríe antes de que también muera mi risa.
Asoma, al fin, el caballo albino hasta la claridad que antecede a la consunción
y gárgaras de tiempo y trampolines de infancia
o islas perdidas en una juventud de paraísos sin mar
lo reciben con la llave que abrió a los portales de la muerte un sonido de clarines,
un rumor de besos, una Atlántida donde aún vive el jaramago
la eternidad que sucede detrás de un sol que ya no reconoce tu candil.

jueves, 22 de noviembre de 2018

Otro lugar, otra vida

Se pega el lagrimal de la nieve a mi cazadora gris
como un perdón de agua. Es la noche del principio
cuando los alguaciles del tiempo derraman una historia negra.
No finge navidad el cristal del comercio ni villancicos amables
rozan mi sien inhóspita. Creo que el reloj marca un enero sin jardines,
una fiebre de blancos ejércitos sobre la arena de la playa
o mensajes que nadie interpreta bajo el farol del olvido.
Mañana el tiempo será ola abierta en un tren que atisba su soledad.
Otra vida surge en los bolsillos como una planta de mar
que halló su cáliz entre chumberas y acentos dulces,
más allá del verdor, en los cráteres de una isla que muere
al sentir mi desazón de hombre perdido.
Pero hay voces y cuerpos, piel y un infinito cosmos de palmeras,
hay trinos de pájaros que no conozco y parques de flores tropicales
que revientan la luz. Desde el frío no se ve la cálida sombra del futuro,
me alejo para decir que siempre se abre un ojo de esperanza,
que nadie escribe epitafios de juventud,
que en la cruz del mañana se entenderá el soliloquio que fuiste
antes de entregar al viejo Caronte tu óbolo.



lunes, 19 de noviembre de 2018

El camino inverso de los elefantes

Los recuerdos campan entre horarios vacíos
o visitan el agosto donde renace la luz.
Para mí los juegos de la escuela, para ti las calcomanías bajo el agua,
las estampas de universos en un álbum dorado.
Mil y una canicas suenan en el rubor del día,
el balón cruza relámpagos de algodón dulce.
Mira como avanza el tren eléctrico hacia la aurora,
su elipse es un don de mariposas ardientes.
Todo era música sin querer,
la navidad que irrumpía lejos de la nieve entre salmodias y pajaritos,
portales y arena, camellos ocres de ojos lánguidos.
Hay rodillas que son arpegios infinitos,
la voz que callas y los céspedes que lucen amapolas inmortales.
Al morir el deseo surge la ceniza,
en los horóscopos la tinta negra ya no escribe
cuando la aguja del reloj inclina su testuz hacia el miedo.
¿No ves la hondura de su tajo rebanar el silencio que una vez fue paraíso?
Hacia atrás caminan los elefantes cuando quieren conocer la noche.

sábado, 17 de noviembre de 2018

Nuestros viajes fueron ráfagas de tiempo



La huella del viaje es la huella de la vida.

Espada de metal en un país del sur,
de nombre como uvas en sazón,
líquenes quemados por la luz.

Pueblos de casas blancas y fruta en los márgenes de los baldíos ,
parrales polvorientos y la sed del alcornocal sangrando corteza y tiempo.

Y allí el mar de plata, el faro, las arenas calcáreas ,
la música como un aire de guirnaldas o fuego.

En otro país de nieve un río recita la verdad de sus días,
-ya te dije que los puentes son cinturones de olvido
y las agujas de los campanarios un punzón destetado y febril-.

Ciudad donde cruje la historia y sobrevive la carcajada de la guerra,
la identidad perdida por ser eje de multitud.

Pero habitamos también la calidez de las rosas
y el acento suave de los mercados.

El perfume de las flores baja como un trino de parterres encantados
hacia los peces de bronce que adornan el estuario.

Quisiste embriagarte con el eco del amor,
murmullos al borde del Sena,
una canción al pisar la magia de las calles
y la cúpula blanca del misterio igual que un tótem de mármol.

Y, al fin, el músculo del idioma en la pulcritud insomne de los autobuses rojos,
la secuencia de un castillo negro,
aquella noria sobre el vientre de las aguas como la dentellada de un dios inútil.

Son viajes dentro de ti
porque tú ya sabias que la alegría habitaba el sueño
antes de atisbar el tacto simple,
la quietud de los ojos que contemplan el frenesí de vestir por un segundo las ciudades
con la memoria que fueron y nunca han dejado de ser.

viernes, 16 de noviembre de 2018

Como un pájaro



Recordaré el mar, el mar en mí.
Y la línea última de los cipreses bajo la bruma.
A menudo la luz se refugia en tu axila.
Un tren con alas vuela incansable hacia el horizonte.
Todos los pájaros regresan del sur para regresar al sur.
Me preguntas si te quiero, si te querré siempre.
Siempre es una palabra que no conocen los pájaros.

martes, 13 de noviembre de 2018

El espejo

Otra vez estoy ante ti, pulido eje del tiempo.
Es curioso tu don de infinita verdad, fotografía que huye de sí,
cosmos que vive en el cuadrángulo o en el círculo de tu pureza.
Ayer te vi o me vi a la hora en que sucedo,
la misma hora que se columpia entre los días y camina hacia la muerte.
Tu perfil de cornucopia y la luz amarilla,
la lisura de tu cara que es un reflejo de paz,
el orden estático del encuentro
-que yo busco como un alevín de la nada-.
Han venido los años supurando arenas y mercurio,
vuelvo a tu hogar de azogue, ciego y mudo por no hablarte.
Puedes ver que aún soy yo el que finge esta mueca del pasado
ante tu oro sempiterno que jamás se apiada.
Te guardaré junto al sueño, allí donde se pose mi rostro
y serás testigo de este silencio opaco
que es solo una forma de no volver a ti,
de ausentarme para siempre del mañana.


domingo, 11 de noviembre de 2018

El abrazo de otro

Una cicatriz ríe en el misterio.
Símbolos que nunca amanecen,
latidos perpetuos que son lágrimas de invierno.
Es como sobrescribir la luz en un nombre,
la imagen de una playa inhóspita,
el fragor infinito de los suburbios.
Aquella tarde húmeda solo éramos tiempo
-un cauce verde en la tiniebla llora la juventud de los diecisiete-.
Hembra fúlgida de luna, igual que yo y mi verso amargo,
lo mismo que el arpegio de la música en las galerías del humo.
Te acercas y siento el vértigo de la quimera.
Un fluido de canciones, de desnudez y palabras
invade el pensamiento y es la ciudad un libro de sombras
bajo el crepúsculo que viene.
¿Qué canción parpadea en ti, qué lees, cómo se nombra el signo que nos une,
en qué plaza un ruiseñor existe para nosotros?
Me anticipo a ti que no sucedes
o solo en el músculo de un río a la deriva cuando escoges el ardid de la fuga.
Quizá en el relámpago de conocerse vivió la incertidumbre del futuro.
Lo comprendo, comprendo que la llama del deseo
caduca cuando el abrazo de otro finge ser el mío.
¿Qué vendrá ahora que los mundos no giran?
Solo las estaciones, el rubor de la incógnita
y los cielos invertebrados que ensombrecen el corazón de los amantes.

viernes, 9 de noviembre de 2018

El pasado huérfano

Hasta el hueso tu amor.
Diez palabras tuyas vibran en mi memoria.
El ansia bajo los párpados de no sé qué invierno.
La piel contra la piel en un hostal sin nombre.
Dos manos entrelazadas como palomas heridas.
La ciudad desconocida que muere en tu iris.
Una cicatriz que se perpetúa en los ecos.
Y tú que no recuerdas lo mismo que yo.

miércoles, 7 de noviembre de 2018

Hijo del otoño

Un vendaval de hojas caducas llega a mi corazón.
El pálpito del frío en la piel y los ojos blancos
de preguntar, inútilmente, por la luz.
El ocre y la verdad de los números, el agua arrebatada
por la escarcha indómita, un sueño de humus en el vientre.
En el sur de los otoños vive la canción de los amantes
-niebla sobre los puentes, farolas de un amarillo sin color-
les vieux amants ,quizá, al recordar el verso de un acordeón sobre el río.
Mi voluntad en noviembre es un árbol dormido en abril,
mi cartografía la floración del bosque en la frágil madurez del helecho.
Otoño en las pupilas viejas, rotundidad de frutos en el amanecer de la bruma
silencio de ramas rotas junto a un cauce que brilla hasta morir.
Abrazo el tronco de muescas invisibles, aún le debo el orgullo
de saberme gloria húmeda de un confín perdido, fuente
que en su misma savia reluce como una lágrima de miel.

lunes, 5 de noviembre de 2018

Entre recuerdos

Un hombre se mira en el espejo y ve un soliloquio mudo.
Pero él sabe qué decir porque su voz es fuente de oro
que solo necesita del silencio para manar.
Pasea por los metros cuadrados de un piso sin luz,
escucha el crujir de las tablas, la tenacidad de la carcoma,
el gorjeo de los pájaros en el alféizar.
Quisiera hablar contra el cuarzo del ventanal,
decir: hoy ríe la vida con su gong eterno.
Abre un libro por la página mil veces leída,
aún queda el aroma de los veinte años sobre el papel usado.
No enciende el televisor, la radio le enseña que no es su tiempo el que escucha,
en la rosa del tiesto la alegría es un brote de diez pétalos huérfanos.
¿Quién le dirá de la lujuria cuando pasa junto a él un ave desnuda
de pechos inabarcables? Ya solo, perdido en la quietud del atardecer,
el retorno deja babas azules, así en la hoz del crepúsculo su sueño danza
entre las olas del recuerdo, y al fin es una isla su transcurrir
donde ya no viven los años que vendrán sino únicamente los que han sido.

viernes, 2 de noviembre de 2018

Aquel grito

La mirada busca los espacios pequeños que no cambian.
Los ritos, los hábitos, la memoria siempre encendida
y tu presencia de estatua
junto a mí.
El paisaje vela los ojos
y se reconoce el alba y el crepúsculo porque son hijos del tiempo
ya vivido.
Al caminar los pasos desandan los otros pasos más ágiles,
más ausentes de sí.
Todas las palabras se acumulan como sedimento
de frases ya oídas o dichas con el énfasis de la virginidad.
Lo nuevo en mí es el recuerdo con sus metáforas dulces,
cuando te arropo en tu cama envejecida
aún veo a través de tu piel
la crisálida del ayer,
tu juventud, la ilusión desperezada
y aquel grito del fuego sobre la nieve.

miércoles, 31 de octubre de 2018

Una mancha de ginebra en tu vestido negro

Estabas formada por pájaros negros,
pájaros de insomnio en la negrura de las playas,
pájaros que vuelven al agua de una gárgola azul,
territorio de la vida que sucede.

Hay símbolos entre tú y yo,
la voz del tren que llama a un río común de horas futuras,
el maniquí que nos ve al cruzar la calle que perdimos,
un perfume de águila que guardo en los bolsillos al atardecer de la lluvia.

Lo esperado no espera, un carril escribe en el viento hogueras invencibles,
tú ríes en un bar y nadie columpia tu risa de amapola.

Es viernes en un gozne que chirría pétalos indescifrables.
Aprendimos de los vasos encendidos por la ginebra
el magma dulce de la perdición.

Yo te digo: “ven a la sed”, como si la garganta
que ese neón escupe en tu aliento
comunicara a la lengua el latido de la felicidad.

Te he buscado y al buscarte regreso a mí
y en mi mapa descubro el boj de este laberinto
que no termina de abrirse.

Ahora es el futuro,
tu mano limpia dibuja un frenesí de palomas,
leños, ríos, cromatismos que mueren.

Ya somos la altura de la vejez,
en tu pelo negro, en tu sayal negro,
en tus perlas negras late la quimera de un perfil
que huye hacia el estío de las victorias perdidas,
hacia la cruz donde elegimos la dirección ágil y equívoca del misterio.

martes, 30 de octubre de 2018

Barra americana

Recorrí los espacios clandestinos de este bar de mala muerte,
para inventarte me hice lámpara,
desde la altura de un techo bajo
se ve la abrupta senda de la caricia,
no hay más que volar con las pupilas sedientas
y dejarse caer entre los pómulos
para llegar al tobogán vertiginoso
del deseo.
Y de allí salir indemne o volver amputado de otra noche
sin espacio o seguir la geometría y tomar la curva,
apretando los puñales, ¿cuántas veces asesiné allí el misterio?
el pelo lacio y los pechos como planetas vagabundos,
el universo de los metros cuadrados contiene soles de neón.
Así ella en su rotación a veces roza mi espalda y el viento
cósmico de sus manos me pide un precio de puta fina
en vaso de tubo largo con gin-tonic de pegamento.

lunes, 29 de octubre de 2018

La sombra amante

Aprenderás de mis pasos la raíz.
Carne traslúcida tu eje inmaculado.
Hilos, vértebras, goznes azules en tu interior.
Palabra que desdices sin que nadie te escuche
ajena al Olimpo del reloj, toda tú hemisferio volátil.
Hija del susurro y del imperio del sol,
nauta anquilosada en el efluvio de mi ser.
Flor del odio que vence al ancla fiel de la bruma.
Cuando llega la oscuridad tu aliento me cubre,
tu frente de gata se acaricia con mi mejilla frágil.
Somos materia y ceniza en un cuenco irreal.
Mi amiga, mi etérea imperfección que llora cuando no estoy
porque muere su luz.

sábado, 27 de octubre de 2018

El almuerzo

Podrían hablar los objetos en su guarida.

Una voz sobre otra voz en las horas de la comunión
donde no hay verdad ni palabras ciertas
ni otra simetría que el silencio.

Testigo el viejo mueble de caoba,
las fuentes en la pared de dibujos y filigranas
bajo arcaicos paisajes.

El televisor como un ombligo de paz habla a la luz,
inventa la historia simple del artificio.

Sobre la galanura de la mesa una araña de poliedros,
de lágrimas de cristal, de ribetes sin sentido
lanza su haz de lluvia hasta el oasis rectangular
del mantel orlado.

Estéril el duro invierno, el frío yace en la quietud de los cuadros,
madre es un sol de poniente que ilumina la transición dulce
de los labios carmesí.

El reloj blanco quiere ser pajarita en los cuellos del presente,
el ventanal azulea con la vespertina indolencia de los minutos .

Un aura de fantasmas dormidos puebla la similitud de un almuerzo,
la despedida se oye en el crepúsculo cuando los caballos de la noche
invitan a dispersarse como náufragos que han reconocido, al fin, su orilla.

viernes, 26 de octubre de 2018

La trayectoria omnímoda de tus ventanas

Nunca cayeron hojas en la buhardilla rota, el arlequín
de los cuerpos danza en metáforas de aluminio,
y es que el aire ya no se columpia,
cada esquina muere en su rencor y toma la carne, la acaricia
como lluvia de lágrimas, como la nada en la nada de un tiempo
inexacto.

Yo sólo escuché los estambres de un sueño, rumores
bajo un vaso de níquel, lo que sabía no lo dije, lo que tu sabías
fue nube en el sexo de las horas, los años me traen canciones de seda,
subterráneas partículas de algo que no tiene esgrima, pongo mi cuerpo
a dibujar en el signo, hoy que la membrana de un adjetivo ha calcinado el verso
te miro en la gruta como un episodio de miel, como un azar
de tres sílabas en círculo.

Te hablo, me adhiero a los vértices
de un combate de espejos, asiento como un nómada en los desiertos
de espuma, sugiero tambores que no pasarán página, ¡tantas veces
modelé el conjunto de tus miedos, tanto amé al roedor que pusiste
en mi ceniza!, no diré un nombre que dibuje en el cielo témpanos,
no simularé las tardes sin tobillos. Es una historia ciega
la que nosotros construimos,
conté portales, tracé en silencio
la trayectoria omnímoda de tus ventanas.

miércoles, 24 de octubre de 2018

Mirarnos en los espejos

Sobre mí hay un tragaluz de recuerdos.
Me iluminan con su claridad de hojas caídas.
Tu voz, tu voz es un círculo que algunas veces
dice amor. Acostados en la penumbra solo
los espejos anuncian la telaraña que tejimos.
Nos visita la luna con su calidez de anémona.
Mirarse así bajo el resplandor del hoy y del ayer
como dos ríos que no cesan de fluir y entienden
que un verso es la noche que puebla el tiempo
con un designio y una verdad que no podrá
detener el caudal omnímodo de los relojes.


lunes, 22 de octubre de 2018

De niño a hombre

Es lo que vivo o lo que viví, aún piel y sombra,
recién nacido a un jeroglífico de sangre y astucia.
El primer recuerdo: una mano junto a la mano del niño,
crepúsculo y sinrazón de la brevedad. En el transcurrir
imberbe solo hay luces -la memoria escribe sobre
renglones de felicidad- juegos en los parques, la vida
simple de la especie y sus palabras etéreas. En el confín
de la edad las preguntas regresan, todo fluye en un ejercicio
de insectos sin alas que recorren la vespertina nieve de la noche.
Mil pasos suicidan el tiempo- horas sin opúsculos,
lunas tardías en el vientre inesperado-con cangilones
diluidos como el silencio que calla. De pronto el cenit
de la verdad invertida, pámpanos que se deshojan
en la ingravidez hasta el fin de las estaciones cuando
muere la virtud y alguien descubre en un desliz
lo que no fuiste y ansiabas ser.

sábado, 20 de octubre de 2018

Lo que por ti callo

Apenas son susurros de madrugada,
la indolencia de la luz cuando atraviesa el polvo de la noche,
pasos que hieren el mosaico del silencio.
Unas letras dibujadas en papeles azules,
espejos que iluminan la virtud de los cuerpos efímeros,
epístolas sin nombre que nunca enviaré
porque duele la razón infinita de la ausencia.
Todos los secretos viven en las paredes que no miro,
todas las voces hallan una cicatriz en la memoria
de los estantes, de las cómodas o de los relojes rotos.
Quizá debiera prorrumpir en grito como si poblara un río extasiado,
en su orilla las palabras mueren de altivez o de orgullo lábil.
Siempre callaré si el sueño es la verdad de una herida,
vigilo la llama que explota en tu corazón de corolas verdes,
nadie, entonces, buscará el aliento del puñal,
la oscura sombra del candado que enmudece el resplandor de la vida clara.

jueves, 18 de octubre de 2018

Los viajes infinitos

Si antes éramos islas la piel hizo de puente.

Unión de sombras que se alzan
hacia los espacios desconocidos de la aurora.

Hay un meteoro en tu sien de pétalos rojos,
hay orillas de pupilas y candidez,
hay la pulsión del tránsito que no cesa.

Ciudades de bruma, acantilados de vértebras oscuras,
aquel río de hielo imberbe, el calor de las plazas
y un silbido que nadie escuchó salvo nosotros
al huir del miedo.

Mi voz se cubrió de ceniza bajo el eco de los tranvías,
tu voz sonaba a ausencia
después de reclamar el aullido de las estatuas.

Cada estación encendió en tu rostro mil vidas paralelas
que aún guardo en los espejos.

Trenes azules, automóviles sin heridas,
un avión que huye de su estela
como un pájaro que no reconoce la luz.

Si tú quieres te contaré el mapa infinito de los viajes que fuimos
para volver al tiempo exacto
en que todo tuvo el sentido de la edad en flor,
del corazón en éxtasis,
tal vez
de
la
locura.


lunes, 15 de octubre de 2018

Mi pluma



Es la forma dulce del pensamiento, el alfil que escribe
la noche, el día y el sueño. Se posa en el papel vacío
con la caricia de las letras amantes, suda un misterio azul
en su discurrir alegre, exhibe el rubor de la máscara y le da luz
al imposible. Admiro su lisura cuando se alza entre mis dedos,
es frío el instante del tacto para después rozar la piel
con la sonrisa de un punto y seguido que no cesa.
Es la reina del color, de la ebonita y del aliento dorado
de la espiga. Cuando la dejo reposar en mi bolsillo calla
como una niña triste pero yo la arrullo y le digo que me espere.

sábado, 13 de octubre de 2018

Pasear contigo

En mis pasos la senectud de las horas grises. No así
el cuerpo de robles encendidos ni la esgrima del sexo
anunciando la gloria de una incógnita. Visillos casi abiertos
sobre la calle amplia, el neón perdido en mensaje de alcahueta,
el violín de los pájaros cantando nubes y mar. Ya es nuestro
el candil del bolsillo, madura la sartén de los bistrós, todavía
los comercios reflejan las luces en maniquís hermafroditas
como vestidos que sufren el calor del color. Me dices: "esta noche
los vampiros ululan”, ah! sí, contesto sin un labio ni un meteoro.
Lo importante es el caudal espeso de estas horas ambiguas,
llueve a su manera-llueve sin querer-te enseño las mariposas
y el andar furtivo del ex-soldado. Te detienes al bies de un cristal
donde trepan las hormigas, los cuadros duermen su osadía
de fantasmas, abril amanece en mayo como un surtidor herido.
Aquí está la iglesia, a la tarde dejé un libro en el último sillar,
sigue ahí como un exvoto cautivo para que recites la luz,
el horóscopo y la ternura. Al verte mi espalda se aleja y lloran
los niños que no han podido dormir, las fuentes ahogan a los caballos
mientras la plata y su custodia rezan el oráculo del gran apóstol
o el sueño de las gárgolas imperiosas cuando el agua mana
de su vientre y vomitan tiempo y ceniza en mi boca abierta.
Se acaba aquí el horario que trazamos con hilos y trasluz,
queda en la lengua el sabor de un ron agridulce y la cicatriz
que los insectos van dibujando en el eclipse rojo de la luna.


miércoles, 10 de octubre de 2018

Tu semilla

Todos los perfiles te nombran. Hay un amanecer
y un jardín de flores con tu rostro. En los cristales
repica la lluvia como un verso que aúlla. Al fin verte
atravesar las acequias con los pájaros a tu lado,
sonriendo. Siempre tu cuerpo está junto a mí,
siempre un rizo tuyo se acuesta en mi labio como una línea
húmeda que sacia mi sed. A veces te crecen alas y tu vuelo
es un círculo donde la llama del deseo se columpia. A veces
te abrazo e imagino la nieve deshacerse en mis párpados
porque nace de ti la semilla de una razón hecha de carne
y de fuego. Y si te miro sé que es en mí donde siembras.

domingo, 7 de octubre de 2018

Las cavilaciones de un hombre enfermo



Debemos valorar a las personas por lo que tienen en su interior

Jack el Destripador

Otra vez, otra vez la canción del agua
en mis manos.

Hay risas y cabriolés
que escupen su sonido
de cascos sangrientos
hacia la duna de la conciencia.

Qué música de organillo en Whitechapel,
qué fiebre de vómitos,
qué resurgir de campanas en la medianoche
alzan el ejército de mi hoguera
hacia la pasión que dibuja un tajo febril
en el relámpago de la lujuria.

Descubro los senos encendidos,
las guirnaldas y los confetis,
el hueco ácido de la voces,
el tintineo de las monedas bajo el corazón hastiado
de la virtud.

Quema el rocío de la niebla en mis dedos
como cuchillos que trepanan la carne
y desmembran la singladura de un solsticio en las venas.

Ah! de la infamia, solo el benefactor presiente
el latido de las alcantarillas.

¿Y si llega hasta aquí
y después levita el sordo augurio de la piedad,
en qué gruta el sorprendido anhelo del perdón,
mi revés de alquimia y penitencia?

Yo busco el alma sin alma
en el vientre del lupanar,
yo el arlequín que imagina
una voraz altura en la pureza de su rito
solo quiero un manjar de muñecas con semen en la boca,
que no hablen,
que no digan cuándo,
en qué instante, aconteció su infierno.

jueves, 4 de octubre de 2018

El otoño en mí

Como la esbeltez de un tronco ante la mirada del sol.

Así la piel contra la piel,
el rubio ardor del silencio,
la metamorfosis del tiempo.

Más tarde la palabra y el refugio del vástago
mientras sudan los días espejos de alas blancas
o aventuras yacentes.

Hay hilos de costumbre en los desayunos,
un adiós sin preguntas que impacta en el cristal
como una masa gris e inhóspita.

El almohadón de la alcoba sueña
con pájaros copulando en la nube,
ausentes del misterio,
desnudos ante la noche.

¿Y, después, qué lágrima de éxtasis,
en dónde la caricia de la ola perdida?

Hablamos y tejemos la telaraña de la ayuda.

Así se revuelca el amor en su jardín de hojarasca.

Siempre es otoño en las pupilas que añoran
la cumbre de los besos encendidos,
siempre es otoño
tras la humedad infinita de la entrega.

lunes, 1 de octubre de 2018

Seis de enero

Día de reyes como cometas al aire. El tacto
y la mirada virgen ante el descubrimiento.
Presentir la nube indómita de la magia,
acurrucar al niño entre su pijama y el cosmos.
Mi fuerte de vaqueros e indios, el balón
y el coche eléctrico, un mecano de piezas
descompuestas, el pequeño proyector
de dibujos animados. En el salón
vagan la ternura y los ojos grandes
del que aún es un niño y no olvida.

sábado, 29 de septiembre de 2018

La casa en mi piel

Ya sé que vendrás, madre, con tu cabello gris
y tu voz de trino.

Amanece en esta casa de telarañas viejas,
quien ansía el fluir no escuchará el golpe del metal
sino la melancolía fugitiva de los instantes,
el azul en la tiniebla que crece.

Cada día escribe un palimpsesto
en las grietas de la caoba,
desde la esgrima de mi almohada
surcos de polvos mágicos
encienden el universo mínimo del existir.

Una ruleta dócil cuando llega el milagro
del sol con la elegancia de la noche interrumpida
y un clavel en su tierno pecho.

Se acurruca con la liviandad del auxilio
-sabe, conoce la alquimia de los duendes-
y gira o ejerce su baile de silencio
en la doctrina universal de la costumbre.

Tan fácil este cosmos de margaritas rojas,
de espejos en éxtasis,
de adornos que fingen un misterio para ser futuro.

Yo dejé una cola de episodios o secretos,
cada cuál vuelve a su memoria como un lince despierto
y mira y comprueba que hay signos de su paso,
máculas que nadie ve
en el resplandor desvaído de un nombre.


Separación

El que esperabas no era yo
-ahora lo sabes-.

Ayer de mariposas y columpios,
hoy de grietas y aguanieve,
mañana de árboles en otoño
como canciones de olvido.

Un beso de lluvia y mar

Habitar el aire, la bruma,
el frenesí del efluvio.

Una nube volátil el hoy.

Mi dios de lluvia junto al pecho,
tu labio en mí
humedad y sol.

Este resplandor de olas
que rompe en luz
y calla.



martes, 25 de septiembre de 2018

Lluvia en Santiago de Compostela



Ayer llovió y hoy llueve, media luz en que miro
el cristal desperdigado en inútiles gotas, prisma
que refleja la lisura, cúspide de un pararrayos
envejecido. Saldré con el corazón alegre, círculos
y enredaderas, botines y botas de goma blanca,
paraguas como setas invertidas en un límpido amanecer
de otoño. Pero yo camino sobre la canción de las aceras,
acosado por el silencio de los semáforos que en su mecánica
virgen penetran la sincronía del tiempo. Me acompaña la rosaleda
de espinos y árboles llorones, también la estatua
de dos viejas comadres sonriendo al espectador
como vengativos títeres del mal. Rezuma la noria
olvidada, los paseantes roban al sol el festín del día,
la tranquilidad recita la memoria de los balcones
completamente deshabitados de pájaros. Es feliz
este cuerpo que vuelve su cabeza hacia los bares,
no en misa de juventud, no en cantinela nocturna
de coro sin porvenir. Sí la voz alada de un hombre
mudo que vuelca su mirada en los soportales
resguardado de la humedad que tintinea
en las losas y acude al sonido intermitente de los pasos.
No hay un rostro que ame el brillo de la plaza,
amarillas la luces contra la oscura senda de la espadaña,
el caracoleo de las fachadas, iconos, reverberos, la altitud
del campanario, el sueño gris de los cofrades. Sé que tengo
un destino más allá de la noche acuática, como tritón,
como alga en lago de piedra, como un jardinero que suda
frenesí dejo que mi piel se adentre en la dorada quietud
de este apóstol sin voz para que nunca- nadie- vuelva a perturbar
el momento en que las orillas del tiempo se calcinan
y un solo vocabulario prorrumpe en olas de espiritualidad añeja.

sábado, 22 de septiembre de 2018

La culpa

Aquí,
aquí,
¡aquí!

Con mi noche,
mi vergüenza,
mi voz muda.

Mi silencio de aullido.

La llaga,
la llaga
y un clamor de huesos,
de garganta colmada de sangre.

Lloro, llora mi nombre,
carne de niño, carne en tiras del sueño,
lágrimas en ataúd, ojos opacos como luciérnagas de infamia.

lunes, 17 de septiembre de 2018

El café

Persiste en la memoria el aura de un bar.
Humo abandonado, palabras que dejaron
su sombra de cisne. Una mesa(pedestal sin luz)
y los rostros de perfil como monedas en los bolsillos
rotos.¿Por qué la cuadricula del mantel, el fuego
en los espejos, los ceniceros derrotados por la mentira?
Al hablar enormes criaturas se elevan sobre los labios
(podría citar tres deseos frágiles, incautos)llega el café
en la taza dorada y la espuma como una ola de ausencia.
Se cierran las puertas con su bambalina de amor.
La noche exige una pregunta que mi mudez calla.

domingo, 16 de septiembre de 2018

La seductora

Hay una fibra en mi fibra que es aliento,
soplo cálido de dragones
en el púrpura de tu visión.

Gotas azulinas sobre la frente curva,
pómulos humedecidos por el ardor invencible,
turgencia lábil como manantial
de innúmeros tactos.

Me dirás que la llama fue un ardid:
tú entre el deseo
y la fiebre de la aurora.

Amenaza el cenit con un sol despiadado,
antes del goce presumo el cáliz de un infierno sin perdón,
tu ansia que imagina la canícula
en las ingles de la virtud.

El sueño de Aracne



Escribo desde la telaraña del hogar,
ya marchito el eje de mi nombre,
acechando las olas del cansancio
en la cruz inmune de los días.

Vuelvo a la piel que inventé,
una piel sin hojas ni miedo,
un árbol a la intemperie
azotado por las caricias de este sol
que inclina su rostro hacia el cielo azul del invierno.

Han pasado los monstruos perdidos
como un girasol de máscaras en la urbe de las dormidas cicatrices.

La última vez tu palabra calló
ausente del neón,
surcada por un silbo o una metáfora que no pudo ser dicha.

La primera vez los labios sellaron tu saliva en la cúpula de los insectos
(sí, allí, cerca de la luz donde se alimenta el frío
con la llama, en el perfecto jardín de la flor celeste)

Yo no sabía que un paisaje duerme en las pestañas
ni quería otra razón que el deseo en mi cáliz de niño.

¡Qué infantil la curva que roza los dedos
y desata el nudo de los gavilanes,
ese cúmulo de pájaros que orillan
la latitud informe de los planetas!

Alminares que no busqué,
coral en los párpados,
una canción que la madrugada anota en sus vergeles
y la aurora repite con su almirez de bruja.

Antes de existir había ya rojas estelas con nombres de víboras
o alas transparentes agujereando la cúspide del silencio.

Esta vida pierde un horizonte al hablar,
aún me escucho en un soliloquio sin mapas,
sincronía de viento rubio,
líquenes en los ojos hasta el pútrido ejercicio
de, otra vez, las telarañas sobre mi frente,
en mi habitación abierta hacia el número exacto del trasluz
en que finjo ser yo y no la duda etérea del espejo.

sábado, 8 de septiembre de 2018

La pasión de los cuerpos vírgenes

Apenas el esbozo del intento.

Se filtra la luz en el cúmulo de la rodilla,
descubres el incendio de la noche,
el manantial de fuegos artificiales
que poblaron tu hondonada.

Acercarse con el latido en la sien y los dedos trémulos,
rozar ese intersticio que la dermis deja en la duda
al chispear el frenesí del rótulo azul.

Y acariciar los espejos ciegos con el labio imberbe
que sufre la quemazón de su candil.

Ya todo sábanas el rebumbio del ser,
cueva por traducir el aliento del perdón,
ósmosis de vientre y tactos,
de singladuras aciagas
o paraisos de virginidad.

Habrá color de sangre y pómulos rojizos,
habrá aurora en el parteluz de la ventana
y un amanecer del cuerpo hacia la vida
desde la naturaleza del sexo y sus recónditos
altares.

¿Es, tal vez, la pasión un caballo que se hunde en la niebla
como una lid en el oscuro enigma del himen?

Te recuerdo y no soy yo, solo eres tú entre mi sed y el misterio.


domingo, 2 de septiembre de 2018

Tan próxima, tan extraña

El rosal se vuelve mano y convoca a la luz.

Chispa sin futuro la fracción del encuentro,
una vez aire limpio, ciudad pétrea,
mar y aire que bendicen la piel.

Es una ilusión su faz en la terraza
que refulge como cristal
de helio azul.

Voy a entornar mis ojos
para ver de nuevo
el volátil visaje del amor.

Yo vigilo los espejos y cuando pasas tú
arrojo la sal sobre mi frente de calavera.

Sí, ya estoy junto a ti en el tren vacío,
humo poliglota, carcaj que aglutina los cuerpos
o su ansia.

Y fue labio la interrogación
y fue soledad el campo gris del atrevimiento.

En tu cercanía el aroma entreverado por la lana,
el silencio de la espiga
donde la voz sufre
el devenir exhausto de la premura.

Hay en la verdad de los juegos
rojos espinos de inconsciencia,
ya viene la ola que encontrará orillas de marfil,
de aura, de barniz
entre los párpados
míos.

jueves, 30 de agosto de 2018

Lo importante es amar



A Romy Schneider

Grita ya que la luz blanca es una boca enorme
de monstruos alados. Repite, repite je t´aime, escúpelo
hacia el lienzo de sangre. Cuesta el arbitrio del dolor
si los labios renuncian a dormirse. Una nube de aullidos,
la sinrazón en la palabra, los ojos de los reptiles, las manos
doblegándose al infierno cruel. No es la grupa tu virtud,
no existe el santuario adolescente donde la risa
es nieve. El fotógrafo templa su visor letal, clic-clic,
monótona campana de avisos indescifrables. El telón
en los párpados al mirar la linterna del ocaso, un encuentro
y una súplica, el fervor de la lágrima y las pestañas rotas
(espinos en el oasis negro). No ruegues por la herida
sin alma. Hay carne azul en tu aliento, deja que el agua
de la vida perfume el silencio como una máscara
irreal, así es la orilla que recibe el canto huérfano
de la última esperanza.


martes, 28 de agosto de 2018

Otra oportunidad

¿No habéis sentido nunca la traición de la fotografía?
Alguien me mira, vagamente se parece a mí,
tiene dieciséis años y sonríe como si un propósito
incendiara sus ojos. Descubrí la imagen
en el fondo de un cajón, sucia y ajada, entre
las cosas perdidas. ¿Alguna vez existió
la irreal figura que imagino ser yo? Si pudiera
le daría otra oportunidad, en otro cuerpo,
de nuevo joven. Para que, con los años, el mismo
hombre- ya mayor- encontrara esta fotografía
y se reconociera en sus sueños, en los sueños
que ha cumplido como se prometió hacer
cuando el instante de una cámara
fue testigo de su anhelo.

lunes, 27 de agosto de 2018

Al final de la escapada



Patricia(Jean Seberg) en “Á bout de souffle” :

“Entre la pena y la nada escojo la pena, y tú, ¿tú que escogerías?”


Un anuncio de periódico en le Champs Elysees.
Llora el pájaro, escribe el automóvil una pregunta,
acecha el rubí la caricia o el lujo de la intrepidez.
Si el juego es azogue, sombreros con cinta negra,
labios rasgados por el pulgar del destino, a qué
la confesión que suda alianzas en la luz frágil.
Si me dices aurora, yo digo infierno, si mencionas
el párpado de un ilustre las frases rompen el estigma
de la gafa ciega. No has comprendido el puñal
de las mentiras, ni por qué la aventura es azul
y el dinero un soliloquio inerme. No das razón
que anule la cruz de la fatalidad, sobre los adoquines
dibujas el misterio de los arabescos en flor. Algún día
me dirás si al final de la escapada encontraste la luz
como una sonrisa triste que se hubiera desprendido
del umbral de tus sueños.

domingo, 26 de agosto de 2018

Infancia

Mi verdadera casa se llama infancia.
La llevo en mí como un caracol
luce su sombrero de nácar. Quien
acaricia mi piel es la mano de madre,
quién me aconseja es la voz de padre.
Me riñen los dos al ver la camisa
sucia y rota. Yo sé que tendría
que vivir el presente y pensar el futuro,
pero dentro de mí hay un niño que no crece,
un Peter Pan celoso que sonríe y canta.

sábado, 25 de agosto de 2018

Canción de agosto

Es mentira que los veranos sucedan.

¿Qué recuerdo insiste en repetir su gong
como una red de imágenes sólitas
o como una extraña letanía,
tan irreal, tan difusa?

Verde la visión del niño en el valle cálido,
rumores de agua, sílabas bajo el ventanal,
bicicletas vivas que surcan los recodos de la amistad,
los vértices del juego y la algarabía.

Azul el vahído del mar en mis ojos núbiles.
Se despereza el sexo entre las toallas húmedas,
las miradas recorren la piel y buscan otra mirada
que encadene el ansia de compartir el fulgor
unívoco de la noche.

Roja la espera que ilumina el vaso de la lujuria,
las terrazas, el balbuceo de las palabras
que no dicen lo que quieren
al nombrar el dulce sueño de la luna.

Multicolor el crisol de los viajes,
contigo
que me rescatas de la piedad,
enseñándome palacios en llamas
bañados de historia,
puentes de hierro y sangre,
callejas,
gente cuyo idioma me dice al oído
quién soy y quién no soy.

Es mentira que los veranos sucedan.
Todo lo nombrado dibuja un paisaje interior
que la memoria enciende con un pábilo de ausencia.

Ahora que escribo sobre el tiempo de la luz
hay otra luz que en mí permanece.

Es la luz de agosto convertida en una voz
que no cesa de susurrarme
la olvidada canción del estío.

viernes, 24 de agosto de 2018

La esperanza

Algunas veces soy pájaro ciego
que vuela en la noche.

Otras veces soy luz que abraza el mundo
con el frenesí de la vida.

Viajo en trenes sin retorno,
confundido por el aire que impulsa mis sueños.

Cuando me despierta el murmullo del mar
imagino la última ola en mi piel,
ola que me baña, que me purifica.

Mi automóvil atraviesa el solaz del trigal,
transita colinas nevadas o bosques umbríos,
líneas de un cielo en éxtasis.

Todo eso es verdad,
pero también es verdad: el silencio de los días opacos,
la lentitud de los relojes,
la incomprensión con que se rozan los cuerpos
al mirarse.

Volar con los ojos abiertos,
ser vigilia de pájaros, una isla en la luz.

He ahí mi esperanza.

jueves, 23 de agosto de 2018

Una tarde junto al río

Rumor de crestas en la umbría, la luz
rasga las hojas de los álamos y dibuja
un tapiz de vibrantes esquirlas, un victorioso
claroscuro que la calima recorta. Se mecen
los helechos, las cañas y el musgo con el latir
del aire vespertino. Todo es sonoridad cómplice,
el trino alegre del agua, el repique lejano de la campana,
las voces que dirigen una recua con onomatopeyas
y nombres dulces. En la superficie líquida chispean
las pintas de la trucha como arco iris de piel.
Tarde de julio que humedece la cicatriz del meandro,
en un ramal se esconde la calandria, fluye
mi pensamiento igual que un átomo perdido
en la infinitud. El reloj se ausenta, la sombra
elige morir bajo la espada del sol. Yo soy este
soñar de líquenes que el río acaricia al alejarse.

lunes, 20 de agosto de 2018

Mi manos

Habéis soñado sin mí el amor. Sostenidas
como hilos de carne que dan arrullo, cada
vez más heridas por el tiempo, siempre leales
al dibujar en el aire antiguas costumbres de paso.
Abrís un libro, amasáis el pan, el sol de una caricia
en el índice suave, surcadas por ríos azules, leñosos
ya de tanta sed convertida en sangre, abiertas
al golpe del miedo, temblorosas como un recién
nacido cuando la inseguridad florece. Manos
amigas, antípodas del cenit, líneas que trazáis
una ley que es la ley del olvido, amantes sin fin,
cóncavas aceñas que acogéis en vuestro seno
el agua fiel, la paz, el fruto y la semilla.


domingo, 19 de agosto de 2018

La partida en invierno

Ayer nevó en la ciudad.

Mi vida cierra muros y abre archipiélagos.

¿Hacia dónde la mirada
que quiero limpia,
resplandeciente, pura?

El tren, animal de óxido y bielas,
rezonga su fiebre,
su cabriola bravía.

Mi sitio en el vagón es el más oscuro,
en un trozo del ventanal aún resiste el temblor de la noche,
tímida fiera que agoniza.

¿Qué sé de la isla?

Su perfil de ánade gris,
el vocablo dulce que demora el tiempo,
la altivez del volcán,
sus flores cárdenas…

Así medito bajo la luz intermitente de un neón
que duda si entregarse a mí
o apagar su aliento.

Comienza la marcha,
un impulso que reconozco,
aire sin latitud
que hiende los suburbios con su canto de metal herido.

No sé qué pájaros revolotean en la negrura
del paisaje.

Ayer nevó en la ciudad,
la playa dormía, aterida,
ausente de sí.

Mañana recibiré la luz sobre este rostro
que huye de la niñez.

Mañana será un abrazo el tibio azul del mar
en mi anhelo de futuro.

Ya se han ido los pájaros.

sábado, 18 de agosto de 2018

Eras joven pero ya eras viejo

No es verdad que los minutos se hayan detenido.

Te gustan
el engaño de la pasividad,
los relojes rotos,
las primeras horas de la mañana
de los domingos sin nadie,
los muebles mirándote desde su raíz impertérrita.

Todo te invita a volver,
a volver, sí, a la luz del recuerdo:
el hogar entre sombras,
el balón que aún guardas bajo la cama,
la música en los ojos del deseo,
los días de pereza bajo el sol tibio,
la ilusión de hallar lo improbable
en la rutina del existir.

Eras joven pero ya eras viejo,
por la no entrega a ti,
al resplandor,
a la locura.

Solo esperabas como un alevín triste
el refugio de un bosque maternal.

Tal vez equivocaste el tiempo y el lugar
pues ahora el silencio,
la monótona sucesión de los segundos,
la paz en que transcurre tu vida
son la plenitud;
cuando, entonces,
ellos mismos te vestían
sin que tú lo supieras
con su mordaza de mármol
y sus invisibles cerrojos.

viernes, 17 de agosto de 2018

Cualquier tiempo es el tiempo de vivir

Este tiempo opaco no puede empañar
la memoria del fulgor.

Nada pediste, fue la vida
quien escogió las escenas que resplandecieron en ti
como un rayo de luz.

El primer beso en la más húmeda piel,
la aventura del amor en la palidez de la noche,
el oro de la amistad
con el abrazo y la confidencia en las tazas de un café,
el frío del relámpago entre las nubes oscuras,
irisando la lluvia de gotas infinitas.

Sé que has perdido el grito de la ilusión,
ya no eres joven ni sientes el correr de las hormigas
por los poros de tu cuerpo.

Sin embargo, contempla otra vez la gracia de la luna,
su luz azulada, serena y dócil,
oye el mar, rítmico, amante
como una mano que sacude tu perfil envejecido,
siente el aire y su olor de flores en sazón,
mira las colinas o adéntrate de nuevo
en el vientre arbolado de la fraga,
la sonoridad del río está allí
sin un llanto.

Es mucho, pues, lo que sobrevive a la temida invocación de la vejez.

Solo atiende a las señales que llegan
con la calma de una caricia,
aún es el tiempo de las amapolas en la nieve,
del esplendor en los resquicios de un corazón herido,
de la esperanza como una viga que resiste
el alud de los años y la muerte.

jueves, 16 de agosto de 2018

Olvida de una vez el pasado

Comienzo a escribir este poema
en la hora antigua del amanecer.

Regresan como un aire lejano y dulce
las imágenes de otro tiempo,
un tiempo de alas e inocencia,
de plenitud y asombro.

Allí está el pasillo,
larguísimo pasillo de paredes rugosas,
ataviadas de cuadros y perchas de hierro,
en su mitad un teléfono inmóvil
como un misterio de voces por descubrir,
también de voces familiares
que intercambian risas y susurros.

Voces de hermanas en el estallido de la juventud,
celosas de una intimidad de largos silencios
y rubor en las mejillas.

Y la habitación oscura que poblé sin tedio,
decorada por mí,
un oasis de sueños y lecturas,
de enfermedad y ojos que atisban
desde una cama angosta
con la interrogación eterna del descubrimiento.

Si aquel niño, aquel joven estuviera hoy a mi lado
¿Qué pensaría de mí?
No me diría,
¡olvida de una vez
lo que perdiste!

Poco a poco se llena de luz la estancia,
miro hacia fuera, se posa el sol en las fachadas,
los automóviles desfilan
como esqueletos que huyen del azar,
en la pantalla del ordenador estas frases empiezan
a mentir como se miente siempre al recordar el pasado.

Y porque yo busco una imposible verdad acaba aquí este poema.

miércoles, 15 de agosto de 2018

Juana o la misión alucinada



“Los hombres pelean, solo Dios da la victoria
Juana de Arco

Y por qué esta hiel doliente del destino.
La palabra es un meteoro que me encumbra
hacia la luz. La infancia en el designio,
un océano de sangre y lábaros contra
el cielo rojo. Mi tierra de hondos valles,
de ríos pulcros y claros, de montañas
de blasón y dulces equinoccios perdidos.
Me invocan el sitio de las golondrinas,
el arce y las hayas, la negrura de la verdad
en los cuellos de la ignominia. Hay que existir
y hay que salvar a la nación sin madre.
Hay que celebrar con cirios de esparto
la lucha y la gloria que vendrán. Junto al
desafío revive el éxtasis de la luz, en mi interior
cabalgan fuegos fatuos y cruces de rubís
y ónice. Sembraré con mi piel en ascuas
el crepitar de una voz que sea insignia,
faro y esplendor de los siglos venideros.

martes, 14 de agosto de 2018

La gratitud

El que da
entrega una sombra de luz.

Recíbela,
dale un espacio,
mímala
hasta que encienda tu vida.

lunes, 13 de agosto de 2018

Cambio de residencia

Ausente en el vagón
te gustaría ver en el cristal el porvenir.

Hay rayos de juventud en tus axilas
y un peso que acabas de izar
lo has dejado junto al óxido de los raíles.

Imaginas el destino
-el destino en albor como un oráculo de imágenes diluidas-
la ciudad donde quieres vivir un sueño,
el lugar que esperas azul,
azul sin mar,
azul de iris,
azul de océano-mujer.

Ahora escuchas el vago repiqueteo de las traviesas,
pasan los eucaliptos cimbreándose al viento,
los pedregales aún húmedos del relente.

Y recuerdas las palabras del adiós,
las que dijiste con los labios entrecerrados
como si mascullaras el perdón de una culpa,
las razones en realidad desconocidas
que no supiste expresar.

Atrás quedan los pasos de la infancia
y el temblor adolescente
de la inquietud.

Tus ropas parecen restos de banderas vencidas,
la valija guarda los misterios que un náufrago
desearía salvar.

Te acompañan los pájaros
que, como tú, migran hacia el calor y la luz.

Mientras cae la noche el viaje persiste en su adiós tranquilo,
tus ojos solo ven un horizonte limpio
de campos como sombras que el aire acaricia.

Creo que ya has dejado de ser tú
y aún no lo sabes.

domingo, 12 de agosto de 2018

El fracaso del poema

¿Qué dice? Algo quiere decir, algo dice
en letras rotas. No nació de una idea,
no tiene alas de pensamiento. No sabe
expresar el oro de una emoción, cuando
escribe una línea se muere la luz. En cada
punto hay un eco que no llega, en cada
estrofa yace el silencio de la impotencia,
en la crueldad del hemistiquio el cuello
de las palabras se suicida. Quiere nombrar
lo innombrable como si el dolor, la locura,
la pasión o la dicha fueran trazos en la piel
de un sueño. Todo poema habla de un ayer
perdido, este poema es un pájaro que no
logra oír su voz.

viernes, 10 de agosto de 2018

Impotencia

Apenas da sombra el ciruelo. Talud inclinado,
yerba seca donde habita el grillo oscuro,
deambular de abejorros en busca de la flor.
Un poemario sin leer entre las manos, la silla
jaspeada que soporta la umbría de mi edad
y el olor del tomillo al repicar el ángelus.
Trazan los vencejos espirales de negrura
en la cortina azul del horizonte. El aire
acaricia mis pómulos de piel ajada. Y yo
que no sé cómo voy a retener lo efímero.

jueves, 9 de agosto de 2018

Canción bajo la lluvia



a Maria del Mar Bonet

La lluvia se ha vuelto ola marina.
Rumores de Atlas, rítmicos cantos
de islas perdidas, frutos al sol,
maleza y playas dulces. Así la voz
de esta mujer, trino en la infinitud,
magia en los acordes, cadencia de mar.
Llueve en los naranjos, la luz calla,
esta noche solo se escucha a la vida.

miércoles, 8 de agosto de 2018

El día que Casanova no pudo concluir sus memorias

Se acaba.
Se acaba el terrible mundo, la fidelidad.

Tantos son los espejos,
tanta la luna entre las lunas,
tanto el visor del tiempo sin medida.

Aprendí en la niñez a cortejar las lágrimas del impúber,
mi verdad reluce en la estrategia de los monasterios perdidos,
mi voz ausculta los pétalos de la nieve
como un tobogán de sombras.

La carne es un paraíso, la ciencia, el orgullo,
la idiosincrasia de la cábala, las águilas de la divisa
deslumbran en los ebrios días de la incertidumbre.

Quiero una razón que privilegie la raíz:
busco la huella del alma
en los círculos de la pasión.


Supe de mi artera lengua que no fracasó jamás,
nada en mí desconoce lo humano,
cenizas en cuencos de alabastro,
ojos que sufren el yugo del ansia,
epístolas que descubrieron los laberintos sin rigor
de las infinitas patrañas.

La pluma se agosta en la oscuridad,
entre libros innombrables mi historia no vence a la noche.

En todos los relojes el perfil del amante se desdobla,
ya los cirios escupen su idolatría,
y no soy yo quien escribe sobre mí;
sí soy el mito doloso de la oscura nostalgia
en los deseos amputados por la herida.

lunes, 6 de agosto de 2018

Sin palabras

Se volvió inútil la palabra.
La mudez del recuerdo viste colores oscuros
y aunque regrese a los mismos lugares de antaño
ya no habrá voz, ni rostro, ni boca
que me digan con qué sueñas.

domingo, 5 de agosto de 2018

No me leáis

Vosotros no ignoráis que la poesía es un juego.

La herida de un hemistiquio, la epifanía de un hiato,
el compás de la sinécdoque…
¡pero basta ya de retórica!,
en un poema hay sangre, corazón y tinieblas,
en un verso los océanos se agitan,
el latido se alza,
el espíritu regresa a su nido de flores y artificio.

La poesía gime cuando la tinta suda verdad,
escoge la consciencia
o los paraísos sin gloria de un jardín efímero.
Se buscan entre sí las palabras en la cola de la rima
o en un vergel alegre
dispersan el agua libre de la festividad.

En un poema hay una llaga y también un retrato de ti,
en un poema llora una niña
entre los suburbios
de las más oscuras tempestades.

Hay poemas sucios y otros tan blancos como la cal.
Yo escribo poemas que se me escapan de los dedos,
su mirada es la mía, su huella el hálito que dejo en el volar de la pluma.

No me leáis, poetas, si en la desnudez de una estrofa
esperáis que brote el tigre del asombro;
sed fieles a vuestro rastro de lecturas amigas,
allí no estaré yo
ni la voz que al final de este poema
se desangra.


sábado, 4 de agosto de 2018

La soledad y yo

La soledad soy yo cuando la palabra huye de mí.

Nadie me ve,
ningún perro me ladra,
los niños preguntan:
¿quién es ese hombre, mamá,
que no tiene sombra?

La soledad es un espejo trizado
donde ya no habita mi voz.

La soledad se dibuja en tu espalda al alejarte.

La soledad y yo.

viernes, 3 de agosto de 2018

Paseo bajo la lluvia

Un perro amable agita su cola blanca.

Mis pies no reconocen su huella,
deambulan entre pájaros,
plazas y sueños.

El sol no existe
bordado de nubes y aire tibio.

Estoy en fuga, soy fugaz como un reflejo en el cristal.

Huele a mar, al cobre salino de la calma.

En el tráfago hay un semen de colores y una voz muda.

Día de agosto,
agua en los márgenes de las marquesinas,
extrañeza en el corazón y la piel.

Sentarse en un banco para morir de silencio
mientras las húmedas palomas
buscan refugio en los alares.

El ferri se hunde en la niebla de un mar gris y ausente.
Cantan ya las arpías de la luz,
pero nadie me invita a escucharlas.

jueves, 2 de agosto de 2018

Una visita al Guggenheim

¡Qué plácida está la mañana!

El canal escribe en las orillas la memoria de siglos,
fachadas aúreas, balcones de madera granate,
el olor del mercado
que fluye en el otro margen del río.

Hay un latido del metal,
su faz se desdobla y es un perro que se iza,
un sueño de flores en el vientre,
la araña y sus hilos de hierro
sobre las cabezas rutinarias.

¡Venid, infantes de los ojos dormidos!
Aquí los sueños convencen a la luz,
las grupas del cristal os alzarán al manto gris del día
y veréis las imágenes infinitas
que un cerebro puede crear
desde los laberintos de la nada.

Adaptarse a la tácita sinergia de los grupos informes
-yo, el habitante solitario, soy pasillo, tubos, arcos concéntricos de quietud-.

Y brota la ternura que ama la ficción,
videos de tiniebla, color y pesadumbre,
una chispa en la performance,
objetos desubicados sin raíz ni espejos.

La luz, la luz y el sordo cantar de la salmodia
que reconoce los cuadros, la penumbra en Chagall,
los animales que vuelan, la dacha,
rostros invertidos, escenas de campo y de interior,
el rojo, el amarillo y el azul…

París en cubos como triángulos de acero,
las ventanas abiertas hacia la irrealidad.

¿Qué hora es? Es la hora del agua y de los puentes,
la hora de regresar a mí sin rencor,
a mí o a mis ojos sin primavera;
a mí o al tiempo de las cruces
y los mitos,
a la recóndita ilusión donde vive ese otro yo
que no se acostumbra a ser feliz.

domingo, 29 de julio de 2018

La habitación te espera

La araña del pasillo es un sol en mi puerta.

¿Una sombra en el cristal
o el sueño que quiere el arrullo dulce,
tu voz de pájaro
en la torpeza de mi oído?

Leo los perfiles de mil historias
y soy carne desdoblada.

Los ruidos se posan en los zócalos,
navegan el océano añil de la crucería
como espuma de un mar tardío.

Y la ropa y el metal,
la rodela y el búcaro,
el pincel que dibujó un yelmo de plata,
el canesú tibio aún de tu nombre,
la cómoda entreabierta por mi mano de ayer,
la claridad que no seduce al día,
los ojos verdes de la inocencia
en mi sien.

Ya se alza el clamor de la vida.

Déjame aquí,
o ven aquí
y muramos juntos.



sábado, 28 de julio de 2018

Mare Nostrum

El ocre y la chumbera como signos de la luz.

Junto al pedregal los muros encalados,
el aroma de la jara,
el azul levemente diluido.

La brisa acentúa el espejismo de tus pómulos,
tensa los volantes del vestido,
enmarca tu cintura de niña.

El mar,
la mar
es un reflejo o un rumor de olas ardientes.

Dicen que más allá del cabo viven las sirenas.

Acércate al cantil y respira el olor antiguo de la sal.

Ahora cierra los ojos
e imagina un tropel de navíos
hendiendo las aguas
al ritmo del cómitre.

Mare nostrum:
verdor de islas,
infinitud de pájaros,
héroes y dioses concitando al destino.

Las trirremes son máculas en el sol de poniente.
Tú y yo dos cuerpos que se aman
bajo las sombras de la noche.

jueves, 26 de julio de 2018

El viaje

El olor del tamarindo y la jara.

Hacia el sur tu nombre y mi sed.

Un cambio de color en las espigas,
la fronda del alcornocal,
sandías abiertas
bajo los alpendres.

Y el mar
como una línea de azul acero
que abraza la calima.

Cerca de los acantilados
está nuestro nido,
tu piel se enciende
con la espera.

Es la flor del verano y el agua del edén,
es un tiempo de arena blanca
y labios efímeros, es el presente
en la memoria del olvido.

Don Juan desde su celda



Me están mordiendo todas las bocas que amé.
Que no muera el pábilo antes de que escriba mi yo.
Un corazón es una llama que viste de luz el verbo
de la aurora, nada en mí deja de ser piel, huesos
y hambre. Tras la celosía un murmullo de capas
heridas se envuelve en las sombras, niega el candil,
enhebra la noche. No sé si en la voz tengo un coro
de ángeles: la piel de Inés, el mar encendido de Atisba,
la gloria rusa que imaginé, el perfil dulce de una mirada
que niega el albedrío aún me conmueven, perviven
en mí. Y si dios, si un dios pregunta por qué mi voz
es infantil, le diré que las palabras no son palabras
sino jardines, laberintos, donde la incuria ríe. El futuro
nace y renace con el estallido del deseo, ellas, yo,
títeres de este teatro inmoral, espejos blandos
que no retratan la verdad, solo acentúan la locura
de la entrega sin virtud, un ejército de disímiles
faces que decoran el siniestro eclipse de la vida.

martes, 24 de julio de 2018

Mirando la calle desde mi ventana

Me atrae la luz como a una mariposa feliz.

El atardecer pasa demasiado lento
con el latido unísono de los relojes
y la costumbre altiva de los días.

Quiero el espacio libre de la ventana
y su rectángulo maternal.

Quiero la música
como felpa, crisálida o himen
donde nadar ausente.

Todo el atardecer es una ola quieta,
desde la espuma de mi mar
brilla la flor de los cuerpos,
su idolatría de navíos distantes
o el alma de los faros que liberan
de calígine la ciudad.

En la habitación de los ecos
huele a brotes de bulbos
que nadie imaginó,
la armónica cadencia de las notas
sube por las paredes taraceadas,
se refleja en el crisol del espejo,
busca el arrullo de la luz,
un cuadro donde muera la nostalgia.

Sé que tú compartes conmigo
la idolatría infantil por los sueños;
en la mirada, tras los cristales,
un río común elige la calle
como ansia o cenit
bajo el que fluya el meteoro de la juventud.

Ya no volveré al espacio en que la claridad duerme,
lejos de mí habito el lugar
en que la sombra es un arbusto
de placidez y ausencia,
la orilla resguardada
donde pueda envejecer sin pudor .

domingo, 22 de julio de 2018

La vecina

Cada día una paloma transita la tejavana.
Veo su perfil a través de los visillos, escucho
el gorjeo, el espasmódico desliz de su figura
al pasear por la cornisa, el plumaje verdinegro
irisado por el sol. No cesa de moverse hasta que
al fin se detiene y expele en el mármol un pedazo
de hez diluida. A través del retal puedo sentir sus ojos
de muñeca. Esta paloma es mi única visita, en la plaza
las demás caminan tontamente, picotean residuos
de piedra, beben en la fuente con la constancia
del tiempo detenido. He pensado que a mi casa
la considera su casa, y yo no voy a negárselo.

sábado, 21 de julio de 2018

El Corte Inglés

Accedí en el horario de las seis.

Nada en los bolsillos
solo hambre y sudor
en el naufragio de un día de julio.

Aire de nieve, besos de pingüino,
rumores de estiércol
en la camada que se adentra o sale
-planta uno-.

Ya, sí, el brillo de carnavales en jaulas de cristal,
bisutería de entretiempo, marroquinería alada,
pañuelos de grecas azules
y un ruiseñor en las espitas del altavoz blanco.

Subir al arrollo de los vestidos
-planta cuatro- cadáveres sin esqueleto
en las perchas y esponjosas muestras de lana y tul,
de fibras en arrullo o maniquís dudosos.

“Mamá, tú no lo entiendes”
-el uniformado ejemplo del tótem
advierte que lo imposible es su tarea-.
Lo sabía, lo sabía, lo sabía…

Resulta tan estrecho el símil del paraíso,
marionetas o títeres, el menaje sonríe,
los libros son granos de un abedul insomne,
la tecnología reclama
la festividad infantil de todos los sueños.

Y yo que nací deporte dibujo con mis pies la habilidad del ciclista,
la bota perdida del niño feliz
-planta siete-.

Al bajar la escalera mecánica
imagino el rumor de los espacios húmedos,
un claro de luna en el trigal donde acostarme
con las alas plegadas y una sonrisa libre
en los omoplatos.


La exposición

Me dicen que tengo que poner fecha al misterio,
al símbolo, a los botones que dan inicio al color.
Llueven ascensores mientras la llama azul come tejados,
estaciones, parques cuyas encinas mienten.

Envueltos en cristal
como astronautas del silencio,
acurrucados en la corbata gris de un idioma,
entramos a la sombra, lejos de los adoquines
y del siniestro transcurrir de las orugas.

Hay cuadros, filigranas,
fotogramas que inmortalizan el aullido
y bustos sin cromosoma, trasatlánticas mujeres
con dientes de esmeralda.

Es una exposición de ojos encendidos
y bronce en las pestañas. Yo te digo, “mira el músculo,
la armonía de ese hombre que es sólo aire
o siente en el pavor del hierro el corazón de una madre huérfana”.

Se trata de dar pasos porque la raza de los pinceles
también conoce el sosiego, mujeres que miran arañas,
trinidades en la geometría de los vasos,
papeles, periódicos, guitarras…

Y en la gran ventana hay hambre de caballos
o de máscaras que abren la niebla
con largos brazos de cometa(y un candil, y un vientre
y unos pechos rojos).

Yo busco la abstracción de los colores más simples,
la llama negra de los labios granates.

Me digo que es un museo y que no existe viento capaz
de morder el delirio. Como un profeta, como un asteroide
golpeo los imposibles trazos del sueño,
las increíbles huellas del ser.

miércoles, 18 de julio de 2018

El adiós

La casa es un vientre amable. No hay pudor, ni voces
ni ojos que transcurran. No hay densidad de pasos
ni orden ni persianas bajadas. No hay salida vertical
ni vestíbulos oscuros. Solo hay objetos que guardan
un pasado de tactos e imágenes, de memoria fluida
y cuerpos sin vestir. Mi habitación duerme, eternamente
duerme. El dibujo enmarcado vela el olvido y su rostro
se diluye entre la des-mirada y la ausencia. Hace tiempo
que le di la vuelta al espejo, hace más tiempo que no
busco en los cajones del armario mi ropa adolescente
de holgada quietud. Lo que escribí yace entre las hojas
de un cuaderno amarillo, la tinta desvaída en renglones
desiguales. La soledad ama así, añora los paraísos vacíos
y desdeña el nido que tiernamente abriga. Pronto llegará
la noche de los mirlos blancos y la vida se volverá resplandor.
Adiós infancia, adiós adolescencia, adiós juventud,
al fin sois recuerdo.

La inocencia

La voz dulce de la maestra aún me acompaña.
He visto un ángel de luz.

Juegos ante el mar,
en la deriva de los crustáceos
hay una epifanía roja.

Viene el amor con el vestido de la lluvia,
un tren es la llama de la sinrazón,
la apuesta que finge.

Lloro por el padre que no lloró por mí,
ahora tendré en mis manos la luna creciente.

Disculpo el error de no sentir la niebla,
me dirijo a las islas
como un pájaro de azufre.

Volveré a los árboles del bosque,
a tu lujuria de limo y ciénaga,
a espiar al ciervo que tanto se parece a mí
o a la inocencia.

Recorriendo calles

Salí muchas veces y nunca conté los pasos,
me daba un margen, a la izquierda los colores del mar,
a la derecha el ombligo absorbente de los bares
y siempre un eclipse acodado en mis ojos
como ventanas de antracita roja.

Nunca se piensa en los dormitorios que acechan,
tengo quince minutos de espuma en las venas
y flores en el vientre que han de ser regadas,
multiplico el desorden de un vestuario roto,
la senectud de los vaqueros,
la insolencia de una camisa rayada,
los goznes de la ausencia
forjando brillos de plata en las ingles,
y luego el acecho de los metros sin punta,
la infinitud de los portales,
la línea imperfecta de los globos de metano.

Es mi ciudad,
su boca presume de sal en los pechos
y yo soy un meteoro que surca su paciencia de niña,
empiezo el viaje por la memoria de los pulpos
cuando el amarillo escribe líneas sobre vasos de claroscuro,
los decorados del alcohol poniendo persianas en las risas,
la ruta de los despertadores marinos
que han desahuciado
tu sílaba de agu