martes, 24 de abril de 2012
A los señores del dinero
No podréis encerrar el aire,
ni el amor
ni los sueños.
Vosotros los que robáis la luz,
los que imponéis
el yugo del metal vacío.
Vosotros, que sois la flor de la miseria,
jamás entenderéis la vida.
sábado, 21 de abril de 2012
martes, 10 de abril de 2012
No habrá otro amanecer como éste
Tu cremallera no es la mía, tus abecedarios
no aman el sonajero secular.
Descubre el lúpulo blanco, el metal que reconforta a los pájaros,
esa línea que dibuja un pronombre en la flor o en la mentira.
Avanza el sol como una rosa imberbe y hay curiosas hélices
sobre los campos sin nombre. Es memoria que transita la tierra
como un alguacil herido.
Ven al territorio de las amapolas, allí donde los rótulos sangran,
en el ovario de una cicatriz de pinos y tiniebla, con el hojaldre del adobe
y las lunas tintadas de los muros que emancipan un adiós
entre postes de luz y geometría.
Nos lleva el sendero, arcos sin lenguaje, hilos que viajan juntos
como un suvenir inhóspito. Ahora duermes la profundidad del eco,
mientras el aljibe corona tu sombra y los rayos del neón te bendicen
como dulces de mar o golondrinas ciegas.
¿No admites acaso el descuido de la cigüeña, su horario que va y viene en la noche,
sus hogueras de alba en la rama multicolor?
Mira el alfabeto, en sus orillas late el devenir de la historia, un río,
las huellas del pórfido, una muralla de dedos infantiles y ese azul
de cataratas que resuena tan humano como un círculo o una deidad.
“Si alguien abre sus manos que sea un racimo de historia el que navegue
entre tu hoy y lo imposible”. Estas aquí, bienaventurado corazón
de lápices y ardor, para probar la callada historia del tiempo, su sonrisa
de nubes, soliloquio que devora mi luz.
no aman el sonajero secular.
Descubre el lúpulo blanco, el metal que reconforta a los pájaros,
esa línea que dibuja un pronombre en la flor o en la mentira.
Avanza el sol como una rosa imberbe y hay curiosas hélices
sobre los campos sin nombre. Es memoria que transita la tierra
como un alguacil herido.
Ven al territorio de las amapolas, allí donde los rótulos sangran,
en el ovario de una cicatriz de pinos y tiniebla, con el hojaldre del adobe
y las lunas tintadas de los muros que emancipan un adiós
entre postes de luz y geometría.
Nos lleva el sendero, arcos sin lenguaje, hilos que viajan juntos
como un suvenir inhóspito. Ahora duermes la profundidad del eco,
mientras el aljibe corona tu sombra y los rayos del neón te bendicen
como dulces de mar o golondrinas ciegas.
¿No admites acaso el descuido de la cigüeña, su horario que va y viene en la noche,
sus hogueras de alba en la rama multicolor?
Mira el alfabeto, en sus orillas late el devenir de la historia, un río,
las huellas del pórfido, una muralla de dedos infantiles y ese azul
de cataratas que resuena tan humano como un círculo o una deidad.
“Si alguien abre sus manos que sea un racimo de historia el que navegue
entre tu hoy y lo imposible”. Estas aquí, bienaventurado corazón
de lápices y ardor, para probar la callada historia del tiempo, su sonrisa
de nubes, soliloquio que devora mi luz.
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