*a mis abuelos que a principios del siglo veinte emigraron desde Galicia a Cuba
Os llevasteis la lluvia en una maleta vacía.
El calor húmedo y el malecón, las casas viejas,
la guayaba, el colorido albo de las Mariposas.
El aire trae ecos de zafra, el olor acre de
las hojas prensadas. Fuisteis laboriosos
en vuestros humildes trabajos, una zapatería,
el oficio artesanal de los relojes. La abuela
sonríe enfundada en un vestido de encaje.
El abuelo, en la fotografía-camisa blanca,
pantalón de lino-, sostiene en la boca un puro,
luce en su dedo anular un solitario de plata.
Junto a él una pérgola y un sillón de mimbre.
De vosotros solo conozco vuestra dicha.
*Mariposa, flor nacional de Cuba
miércoles, 29 de abril de 2020
martes, 28 de abril de 2020
El revés de la belleza
Y si vuelves del revés tu miedo. Qué tradición
puso en tus pupilas un código de asombro.
Regresar a mí, en un atisbo, en la noche, cuando
un segundo de luz ilumina la frialdad de este cubil,
tan recogido, con toda la vergüenza del existir
en sus paredes. Y un rostro, el tuyo-o el mío-
que el subterfugio de la vela encendida quiere
volver monstruosidad, risa invertebrada en un pulso
de reloj que nos maldice. Descubrí la hondura
de un alma brillante, sus crines de alabastro
ocultas al viento de la vida me sorprenden,
cautivo yo de su silencio. Girar del revés
la apariencia consentida, el aplauso de una obra
trastabillada en pentagramas unánimes, y ella,
Venus, pero qué Venus y cuál edad, tiempo, siglo,
Afrodita de carnes abruptas, sílfide de tez cristalina,
esqueleto de piel en enaguas que desfilan
tras el oropel de comidillas de vieja. Fealdad
de arrugas dobles, canon mutilado, suburbios
en un clamor de ascos y purificación de espejos negros.
Mira del revés los símbolos y sus guirnaldas,
acentúa en el seno de un corazón la silaba inconexa
que muerde la estética tuya; la única que importa, la
que sabe que la belleza tiene dos caras, porque la belleza,
como la luna, no ignora el otro lado de la noche.
puso en tus pupilas un código de asombro.
Regresar a mí, en un atisbo, en la noche, cuando
un segundo de luz ilumina la frialdad de este cubil,
tan recogido, con toda la vergüenza del existir
en sus paredes. Y un rostro, el tuyo-o el mío-
que el subterfugio de la vela encendida quiere
volver monstruosidad, risa invertebrada en un pulso
de reloj que nos maldice. Descubrí la hondura
de un alma brillante, sus crines de alabastro
ocultas al viento de la vida me sorprenden,
cautivo yo de su silencio. Girar del revés
la apariencia consentida, el aplauso de una obra
trastabillada en pentagramas unánimes, y ella,
Venus, pero qué Venus y cuál edad, tiempo, siglo,
Afrodita de carnes abruptas, sílfide de tez cristalina,
esqueleto de piel en enaguas que desfilan
tras el oropel de comidillas de vieja. Fealdad
de arrugas dobles, canon mutilado, suburbios
en un clamor de ascos y purificación de espejos negros.
Mira del revés los símbolos y sus guirnaldas,
acentúa en el seno de un corazón la silaba inconexa
que muerde la estética tuya; la única que importa, la
que sabe que la belleza tiene dos caras, porque la belleza,
como la luna, no ignora el otro lado de la noche.
domingo, 26 de abril de 2020
el faro
No podrá el tiempo subyugar a la piedra.
El haz extiende su elipse
como un ojo de luz sobre la piel marina,
en la distancia barcos sin sol
se alejan hacia la bruma de un horizonte
eternamente líquido.
Alegría de gaviotas y cormoranes,
trazos oscuros en lontananza,
olas que crecen como lenguas de un dios poderoso,
lúbrico, inmortal.
Suenan los cuernos vikingos
y los trirremes agitan la sed de sus remos
hendiendo la boca del mar, galeones, galeras,
pesqueros-niños que cabecean,
las quillas alegres y el olor antiguo de la sal
en las amuras.
Infinitud de la plata, sombras de ocaso,
veleros que se izan sobre el vientre oceánico,
rubias sirenas dormidas en la transparencia,
tristes, veleidosas, sin el canto ambiguo de la seducción;
los marinos solo escuchan el murmullo de los delfines
que acompañan a la letanía del motor,
barca humilde, lágrima sobre este mar de mitos
y largos corredores que conducen a un mas allá
de sueños y conquistas.
Oscurece y la linterna se alza como un príncipe orgulloso,
llora su luz, surca su rayo la negritud de un océano
que late día y noche
desde la eternidad de los siglos.
El haz extiende su elipse
como un ojo de luz sobre la piel marina,
en la distancia barcos sin sol
se alejan hacia la bruma de un horizonte
eternamente líquido.
Alegría de gaviotas y cormoranes,
trazos oscuros en lontananza,
olas que crecen como lenguas de un dios poderoso,
lúbrico, inmortal.
Suenan los cuernos vikingos
y los trirremes agitan la sed de sus remos
hendiendo la boca del mar, galeones, galeras,
pesqueros-niños que cabecean,
las quillas alegres y el olor antiguo de la sal
en las amuras.
Infinitud de la plata, sombras de ocaso,
veleros que se izan sobre el vientre oceánico,
rubias sirenas dormidas en la transparencia,
tristes, veleidosas, sin el canto ambiguo de la seducción;
los marinos solo escuchan el murmullo de los delfines
que acompañan a la letanía del motor,
barca humilde, lágrima sobre este mar de mitos
y largos corredores que conducen a un mas allá
de sueños y conquistas.
Oscurece y la linterna se alza como un príncipe orgulloso,
llora su luz, surca su rayo la negritud de un océano
que late día y noche
desde la eternidad de los siglos.
sábado, 25 de abril de 2020
Sin titulo
Cuando llego a ti, ya no estás.
Me recibe la sombra que dejaste.
Así persigo yo tu cuerpo
como quien rastrea en el páramo
una huella de luna
que el amanecer
borra.
Me recibe la sombra que dejaste.
Así persigo yo tu cuerpo
como quien rastrea en el páramo
una huella de luna
que el amanecer
borra.
viernes, 24 de abril de 2020
En otro tiempo, el mismo niño
Despertó el niño de ojos grandes.
La luna en el salón es un arpegio de claridad,
una prisión de lagos de cristal.
Él duerme en un refugio de caramelo,
libros sin ordenar,
el secreter alerta como una araña de caoba.
Soñó con cráteres y submarinos,
con serpentinas de azar y princesas de nieve.
En el papel pintado los héroes silban,
al pasar junto al espejo se multiplican los rostros
bajo los lunares de la opacidad
-la noche llega y no pregunta-.
Hoy escribe en otra madrugada
cuando el silencio es un latido entre las páginas de una biblioteca insomne,
escribe sobre una lámina en blanco
o sobrescribe porque sus dedos conocen el surco
que la memoria deja en el corazón
hasta confundirse con las horas, los minutos,
el tiempo inaccesible que se columpia en su espalda
como un juguete que regresa de un ayer
sin hemisferios
ni ordenanzas
ni cadáveres.
Por fin sabe que nunca ha dejado de ser niño.
La luna en el salón es un arpegio de claridad,
una prisión de lagos de cristal.
Él duerme en un refugio de caramelo,
libros sin ordenar,
el secreter alerta como una araña de caoba.
Soñó con cráteres y submarinos,
con serpentinas de azar y princesas de nieve.
En el papel pintado los héroes silban,
al pasar junto al espejo se multiplican los rostros
bajo los lunares de la opacidad
-la noche llega y no pregunta-.
Hoy escribe en otra madrugada
cuando el silencio es un latido entre las páginas de una biblioteca insomne,
escribe sobre una lámina en blanco
o sobrescribe porque sus dedos conocen el surco
que la memoria deja en el corazón
hasta confundirse con las horas, los minutos,
el tiempo inaccesible que se columpia en su espalda
como un juguete que regresa de un ayer
sin hemisferios
ni ordenanzas
ni cadáveres.
Por fin sabe que nunca ha dejado de ser niño.
Dos poemas breves de amor y confinamiento
DESPERTAR
Es la primera vez que dormimos juntos.
Me aferro a la huella de tu vientre como un náufrago.
Escucho el ritmo monótono del agua, hasta la colcha
llega un carámbano de luz. Siempre quise ser el molde
de un cuerpo vencido, pero soy el metal liquido
que se derrama en tu boca. Volverás enseguida
con el vapor aún caliente como un cúmulo. Ya no sé
si el amanecer eres tú o esa dulce claridad de los visillos.
Ven, de nuevo, al abrazo de la noche, que muera en mí tu sonrisa.
NO SE PUEDE CONFINAR EL DESEO
Azulea el dragón en la ventana.
El aire está confuso como una serpentina ciega.
La memoria de la calle me llama, igual que tú y la corola.
Si no te mueves tampoco se moverá la luz, si me muevo
seré yo la isla hacia la que nadará tu sed.
Es la primera vez que dormimos juntos.
Me aferro a la huella de tu vientre como un náufrago.
Escucho el ritmo monótono del agua, hasta la colcha
llega un carámbano de luz. Siempre quise ser el molde
de un cuerpo vencido, pero soy el metal liquido
que se derrama en tu boca. Volverás enseguida
con el vapor aún caliente como un cúmulo. Ya no sé
si el amanecer eres tú o esa dulce claridad de los visillos.
Ven, de nuevo, al abrazo de la noche, que muera en mí tu sonrisa.
NO SE PUEDE CONFINAR EL DESEO
Azulea el dragón en la ventana.
El aire está confuso como una serpentina ciega.
La memoria de la calle me llama, igual que tú y la corola.
Si no te mueves tampoco se moverá la luz, si me muevo
seré yo la isla hacia la que nadará tu sed.
miércoles, 22 de abril de 2020
Vacaciones de infancia
Todos los recuerdos han vivido y han muerto.
Surge, brota, la candidez de una bicicleta amarilla,
doblada como una interrogación,
escondida en el vientre frío de un auto.
Vacaciones de agosto,
la luz es distinta, el aire huele a espigas y a retama,
a muérdago y mies en los campos.
La aldea parece un seno ocre,
la cinta del río- el manantial cae desde la peña,
cristalino como un ópalo,
musical como un arrullo-
los altos robles cimbreándose al viento.
Abuela espera con su blusa lila,
las manos entrecruzadas
como rogando a la vida otro placer simple,
sencillo, frágil...
Aquí estoy-le digo- y ella sonríe
con la timidez infinita de sus ojos ausentes.
Yo sé que lo que busco realmente es la libertad
y que hay un misterio innombrable en el maizal,
bajo la sombra del trigo,
en las colmenas,
en los frutales siempre maduros,
en la ternura de tío Salvador
que me regala chocolatinas con estampas de fútbol.
Y juego,
y vivo en la explosión de los músculos,
enfebrecido el pedal, el manillar como una uve,
la furia indómita de los héroes subiendo cuestas interminables,
un saludo al hombre que regresa de las mallas,
el sudor caliente,
sudor de nobleza,
el agua de un cántaro moja sus labios.
Aquellos amigos que nadaban luz,
el puente de piedra
y los helechos lamiendo la ribera del río,
caminos que serpentean alrededor de los meandros,
Don Fermín pesca truchas irisadas
y mastica tabaco entre los dientes ennegrecidos.
Ya me busca la abuela porque es tarde,
su voz recorre la piel de la aldea,
el crepúsculo enrojece los sembrados,
pone en la copa de los árboles un lento beso de despedida.
No te preocupes, abuela,
sé el camino como lo saben los perros que me acompañan,
es agosto y huele a mirto,
qué cortas las horas,
qué locura de pájaros
cuando gritan al cielo su alegría.
lunes, 20 de abril de 2020
La Santa Compaña
En qué enredadera la insistencia de la noche.
No siento las pisadas
ni el fluido de un miasma gris en mis ojos
ni la oscuridad del bosque
tan ambigua.
Pesa el madero torpemente labrado,
el aire me trae el sulfuro de las ánimas.
Dónde existirá un niño,
hombre-niño que humedezca su sangre
y frote su voz imberbe en la cruz de pino.
Peregrinar bajo los castaños,
los robledales,
el humus de los viejos árboles,
caminos de greda y helechos blancos,
los pies que me siguen apenas rozan la caliza,
entretenidos con el canto y el pábilo de un cirio
que alumbra las sombras.
Por qué tantos círculos,
tantas espigas en el granito del Cruceiro.
¡Cantad sudarios fríos, campanillas voraces,
luciérnagas oscuras de los valles
en la nómada estrategia del dolor!
Ya mi piel es una lámina traslúcida sobre la pasividad del ángel,
sobre los altares ennegrecidos por la pena.
Seguidme con el humor antiguo de los espectros,
vacilantes como témpanos que sudan hormonas de agosto;
es la víspera de San Juan y los fuegos crepitan en la lejanía,
nosotros vagamos en el tiempo de nadie,
títeres negros, candelas vacías,
milenarias culebras eternamente proscritas
por el silencio infinito de los alacranes.
*La Santa Compaña es, en la mitología popular gallega, una procesión de muertos o ánimas en pena que por la noche (a partir de las doce) recorren errantes los caminos, los bosques, las cercanías de una parroquia o un pueblo. Las precede una persona viva que porta una cruz y un caldero.
sábado, 18 de abril de 2020
Los espacios olvidados
Los espacios olvidados querrían ser materia y lumbre.
Hay un azar sin memoria en las cosas, un viento triste
en los sucesos. Aunque quieras recobrarlo, el tiempo
es espuma entre las lágrimas. No se repetirá ese diálogo
que tus sueños reinventan cada noche como una cicatriz
en la ceniza. Los espacios olvidados ya no tienen nombre,
sus telarañas crecen hacia la sima oscura del silencio.
Hay un azar sin memoria en las cosas, un viento triste
en los sucesos. Aunque quieras recobrarlo, el tiempo
es espuma entre las lágrimas. No se repetirá ese diálogo
que tus sueños reinventan cada noche como una cicatriz
en la ceniza. Los espacios olvidados ya no tienen nombre,
sus telarañas crecen hacia la sima oscura del silencio.
jueves, 16 de abril de 2020
Pasión
Fiebre en el carmín, llama en un sol de lunares,
hostia de almíbar que sabe dulce, amapolas abiertas
como manzanos en flor y el licor de la locura en las venas.
Un aceite lúbrico sin sombra y la proximidad que se acopla,
molde o crisol, molde o cuenco de oro fértil, esponja de mi sed.
Bravío el gesto de la salvaje furia, el cordón tenso del ímpetu,
la rojez en tu mejilla que surge, que brota y estalla, volcán
de estrellas en el paraíso de la luna y hojas en el pelo,
inquieto cáliz, una lágrima que es un aullido de sierpes.
Baja la ondulación del vientre hasta la enhiesta majestad
de un tallo, cabalga la ternura y el bosque de tu piel
son bordados de ninfa y canción y luces de infinito eco.
Entra en mí y deja que los párpados del tiempo pasen,
caballitos de mar, alegres, sobre la cresta de los fuegos artificiales.
hostia de almíbar que sabe dulce, amapolas abiertas
como manzanos en flor y el licor de la locura en las venas.
Un aceite lúbrico sin sombra y la proximidad que se acopla,
molde o crisol, molde o cuenco de oro fértil, esponja de mi sed.
Bravío el gesto de la salvaje furia, el cordón tenso del ímpetu,
la rojez en tu mejilla que surge, que brota y estalla, volcán
de estrellas en el paraíso de la luna y hojas en el pelo,
inquieto cáliz, una lágrima que es un aullido de sierpes.
Baja la ondulación del vientre hasta la enhiesta majestad
de un tallo, cabalga la ternura y el bosque de tu piel
son bordados de ninfa y canción y luces de infinito eco.
Entra en mí y deja que los párpados del tiempo pasen,
caballitos de mar, alegres, sobre la cresta de los fuegos artificiales.
Lo que me dejas
Como si el espejo que te vio,
tu sombra herida por la luz,
el instante en que tu reflejo se diluye,
un holograma de ti en mi vaso.
Tu voz recordada, mi voz muda,
el aire compartido en la memoria de mi piel,
la palabra en tu boca inexistente,
fueran todo.
Y este vacío, esta nostalgia
de no sentir ya
tu cuerpo.
tu sombra herida por la luz,
el instante en que tu reflejo se diluye,
un holograma de ti en mi vaso.
Tu voz recordada, mi voz muda,
el aire compartido en la memoria de mi piel,
la palabra en tu boca inexistente,
fueran todo.
Y este vacío, esta nostalgia
de no sentir ya
tu cuerpo.
miércoles, 15 de abril de 2020
Siempre llevarás contigo a la ciudad oceánica
Charlamos de panoplias encendidas y lábaros en el mar,
de porqué el pigmento del naufragio no se sintetiza
en el haz del faro, de cuando la lluvia hereda los signos del amor
y cae como una golondrina en el sudeste de tu nombre.
Los dos conocemos el alma de la ciudad, nos escondimos
entre las rocas y era puntual el paso de los delfines
sobre el arco invariable de las puntiagudas crestas.
Sabíamos de calles sin árboles, calles de viento y luna ocultas,
esquinas como codos de hambre o rebeldía, látigos
bajo las marquesinas inhabitables. ¿Cómo brotó la cicatriz
de esta península, yunque de poblada frente, dique
que muere en la barba de un mar que brinca con espasmos de miércoles?
Todo estaba dentro igual que una reliquia o una canción sin letra
que formulaba sus quejidos fuera del lugar o de la historia implícita.
Hijos de un país sin nave, añorando la sierpe y el remolino de la costa,
la simbología del faro y la húmeda estrategia de su cintura,
cristales al sol y galerías blancas que se reflejan en un cielo
sin escaparates ni relámpagos. Al fin nos descubrimos
en las agujas tardías de un tren, la noche finge un abrazo de almas,
después las palabras descubren otras rodillas y agonizan los pasos al final
del último baile. Pero, sabes, aunque el presente de tu rostro sea un ángel
que recorre un nuevo hogar que le perturba, hay en tu memoria
huellas de lacre azul. Y si allí no vive el mar, tú serás mar, si la playa
añora tu cuerpo microscópicas arenas invocarán la altura
de tu nombre; y en el eco de los ríos, las estatuas, los palacios
y los mercados aún escucharás el reverbero de la ola
como una lengua bífida que lame tu oído de sirena varada.
de porqué el pigmento del naufragio no se sintetiza
en el haz del faro, de cuando la lluvia hereda los signos del amor
y cae como una golondrina en el sudeste de tu nombre.
Los dos conocemos el alma de la ciudad, nos escondimos
entre las rocas y era puntual el paso de los delfines
sobre el arco invariable de las puntiagudas crestas.
Sabíamos de calles sin árboles, calles de viento y luna ocultas,
esquinas como codos de hambre o rebeldía, látigos
bajo las marquesinas inhabitables. ¿Cómo brotó la cicatriz
de esta península, yunque de poblada frente, dique
que muere en la barba de un mar que brinca con espasmos de miércoles?
Todo estaba dentro igual que una reliquia o una canción sin letra
que formulaba sus quejidos fuera del lugar o de la historia implícita.
Hijos de un país sin nave, añorando la sierpe y el remolino de la costa,
la simbología del faro y la húmeda estrategia de su cintura,
cristales al sol y galerías blancas que se reflejan en un cielo
sin escaparates ni relámpagos. Al fin nos descubrimos
en las agujas tardías de un tren, la noche finge un abrazo de almas,
después las palabras descubren otras rodillas y agonizan los pasos al final
del último baile. Pero, sabes, aunque el presente de tu rostro sea un ángel
que recorre un nuevo hogar que le perturba, hay en tu memoria
huellas de lacre azul. Y si allí no vive el mar, tú serás mar, si la playa
añora tu cuerpo microscópicas arenas invocarán la altura
de tu nombre; y en el eco de los ríos, las estatuas, los palacios
y los mercados aún escucharás el reverbero de la ola
como una lengua bífida que lame tu oído de sirena varada.
martes, 14 de abril de 2020
El espejo de piedra
Invierto la caricia del espejo para ver la luz.
Ahora dibujo flores en un vaso de líquido virginal,
es cristalino y no hay peces, nada un cuerpo confundido,
siempre de noche, aunque busque inútilmente el amanecer.
Oigo una voz jamás oída que se parece a la mía,
inventa un poema en un papel de humo,
no hay recuerdos si es todo un rebumbio de visiones,
un huracán de tejas sin casa. Y otra vez
un reconocerse inventado sobre la misma piel,
las arrugas de seda y músculo, el color igual que un invierno
que muere al invocar el arco iris. Pero el azogue es el mismo,
la vieja cornucopia sigue fiel como un perro castrado,
nunca me habló de las hojas caídas ni de cómo a la raíz
la carcome un agua estancada. Por última vez miro el rictus,
lo anclo, fotografía de un instante, trece de abril de dos mil veinte.
Sueño con que se haga piedra el tiempo imaginario. Pronto
descubriré qué significa el olor acre de la mies marchita.
Ahora dibujo flores en un vaso de líquido virginal,
es cristalino y no hay peces, nada un cuerpo confundido,
siempre de noche, aunque busque inútilmente el amanecer.
Oigo una voz jamás oída que se parece a la mía,
inventa un poema en un papel de humo,
no hay recuerdos si es todo un rebumbio de visiones,
un huracán de tejas sin casa. Y otra vez
un reconocerse inventado sobre la misma piel,
las arrugas de seda y músculo, el color igual que un invierno
que muere al invocar el arco iris. Pero el azogue es el mismo,
la vieja cornucopia sigue fiel como un perro castrado,
nunca me habló de las hojas caídas ni de cómo a la raíz
la carcome un agua estancada. Por última vez miro el rictus,
lo anclo, fotografía de un instante, trece de abril de dos mil veinte.
Sueño con que se haga piedra el tiempo imaginario. Pronto
descubriré qué significa el olor acre de la mies marchita.
domingo, 12 de abril de 2020
La experiencia mística de un ateo
Y qué me llevo hasta allí, si no fue mirar mi lluvia entre sombras.
¿Alejarme de un sol taciturno? La desesperación es un alambre muy fino,
tiene hilos arácnidos que depositan sus huevos en la sed del primate,
en su orgullo de horas breves y gloria ambivalente.
Qué es lo que me trae hasta el monstruo de piedra,
su ceniza gris platino la acarrean los cuervos que ahora vigilan la plaza.
Iglesia o trono de biblias nacaradas, iglesia de agujas frágiles,
de musgo verdeado sobre los cálices que el invierno mancilla.
Nunca entré en el quejido de su vientre, pero es el rayo una pregunta
y es la curiosidad una sinrazón que obliga a los músculos
a ignorar sus principios. Chapoteo grises nubes
mientras me acerco a su nuez arcada-sin microscopio
logro ver la imperturbable canción de las manos,
el bello cincelado, la oportuna sonrisa de la deidad-.
Me hablaron siendo niño de un pórtico celestial,
con sus profetas y sus fieles apóstoles como una corona
alrededor del cristo infantil. ¿Es un cuento, papá?
Me tiembla un párpado cerca de la lisura del volumen recogido,
cerca de la sombra que seduce al aire con híbridos gestos de bienvenida.
Lo primero es un olor, olor de almas, olor de púrpura,
olor que viste de mujer a las sandalias, los hábitos,
los cayados y el misterio de la pobreza que no huele más que a lumbre ciega.
Regurgita el dorado y los altos pilares rememoran el tallo virginal
que se alza hacia la luz (capiteles sobrios como una pestaña moribunda),
el mármol se acostumbró al eco de los monjes y suena a letanía triste
socavada por un destino. ¡Qué oropel y a la vez qué maderas de confesionario,
tan labradas de culpa al contraluz de la tarde! En los bancos
el rezo parece una blanca paloma, los cuernos del órgano
embisten la huella del botafumeiro como arcángeles de humo
contra la fe despoblada. Yo sé que el apóstol brilla como el espolón
de un barco que se dirige a la infinitud y veo rubís y jade,
gemas que relumbran en su desnudez, mantos recamados,
incienso febril que penetra la sonoridad de las capillas
y remoza la sonrisa de las vírgenes con el perfume vacío
de un falso sándalo. ¿Cómo llegué aquí desde mi cáliz invertido,
desde la hora del silencio y la negación, desde la ropa
empapada de sequedad, anfibia como la muerte?
Me quedaré, sí, unos minutos más y sentiré la voz sagrada
antes de que vuelva a habitar en mí el monótono latido
de los que solo saben encender sus sueños con la oración
de los bosques que, ilógicamente, pueblan sus almas.
sábado, 11 de abril de 2020
La misma lluvia
Eran tiempos de gomina y trajes oscuros,
de fajas de nailon y medias negras.
Fue en abril de mil novecientos sesenta y ocho,
mi padre llamaba a un taxi, mientras mi madre
iba al mercado con dos bolsas de hule.
En el tocadiscos sonaba Serrat con historias de payés.
La misma lluvia veo hoy en el cristal,
aunque ya no suene Serrat, ni tú te asomes al balcón
de aquella casa que derribó la excavadora.
de fajas de nailon y medias negras.
Fue en abril de mil novecientos sesenta y ocho,
mi padre llamaba a un taxi, mientras mi madre
iba al mercado con dos bolsas de hule.
En el tocadiscos sonaba Serrat con historias de payés.
La misma lluvia veo hoy en el cristal,
aunque ya no suene Serrat, ni tú te asomes al balcón
de aquella casa que derribó la excavadora.
viernes, 10 de abril de 2020
Nostalgia
Y si Dylan ya no escucha a Mr Tambourine Man
o Moustaki deja de ser le meteque?
¿Todavía sonarán las canciones de Aute a las cuatro y diez?
¿En qué lugar Silvio se negará a decir ojalá
en un óleo de mujer con sombrero?
¿Violeta conseguirá, al fin, volver a los diecisiete
o Alfonsina escuchará la voz pura de Mercedes junto al mar?
-tal vez, entonces, no se suicide-.
¿Sonará Stan Getz, con su jazz, afinado?
¿Zeca Afonso clamará de nuevo
por una fraternal Grandola, Vila Morena?
¿Y la bossa nova, tan dulce y tan triste,
humedecerá, otra vez, mis ojos?
¿Quién cantará a los poetas andaluces de ahora?
o Moustaki deja de ser le meteque?
¿Todavía sonarán las canciones de Aute a las cuatro y diez?
¿En qué lugar Silvio se negará a decir ojalá
en un óleo de mujer con sombrero?
¿Violeta conseguirá, al fin, volver a los diecisiete
o Alfonsina escuchará la voz pura de Mercedes junto al mar?
-tal vez, entonces, no se suicide-.
¿Sonará Stan Getz, con su jazz, afinado?
¿Zeca Afonso clamará de nuevo
por una fraternal Grandola, Vila Morena?
¿Y la bossa nova, tan dulce y tan triste,
humedecerá, otra vez, mis ojos?
¿Quién cantará a los poetas andaluces de ahora?
jueves, 9 de abril de 2020
Oda
Lo siento, pero no sois diferentes
Me refiero a los próceres, teatrillo de palacios,
piscinas, automóviles, dueños del mercado,
vestidos con trajes sin rubor como la mentira.
Pensaron que su escudo refractaba la voz pura de los profetas,
no se creían iguales porque defecaban en váteres de oro.
Pero ahora es el tiempo de lo humano, ahora la desnudez
es la misma para todos, y ya no valen la ambición
ni el latrocinio ni la fosa con la que ellos nos martirizan.
Ahora solo sirven la máscara, el plástico
y un miedo en que reconocerse.
piscinas, automóviles, dueños del mercado,
vestidos con trajes sin rubor como la mentira.
Pensaron que su escudo refractaba la voz pura de los profetas,
no se creían iguales porque defecaban en váteres de oro.
Pero ahora es el tiempo de lo humano, ahora la desnudez
es la misma para todos, y ya no valen la ambición
ni el latrocinio ni la fosa con la que ellos nos martirizan.
Ahora solo sirven la máscara, el plástico
y un miedo en que reconocerse.
Tus secretos
Te escribiría en una rosa,
en un viento,
en una nube.
Porque hay lluvias invisibles en los ovarios de tu luz
humedeces la quietud de los páramos
fertilizas el corazón
para que el perfil donde se recorta la ciudad
imagine columpios y floresta en el jardín de mi ventisca.
El búho está alegre, la mujer que limpia el portal me ha sonreído,
la niña desdentada juega en el atrio de la casa azul
y ve amapolas
y siente un rumor de pájaros
y escucha la memoria del manantial
y revive el candor que fluye de las hojas caídas,
aún enamoradas del agua
y de los hemisferios del bosque.
Todos los silencios me acompañan
y es un ronquido de mar la pausa de esta tarde
en que lloran los puentes
y el clamor de un coro
advierte
que la paz está en tus ojos de mandorla,
en tus mejillas de primavera.
Yo quería invocar a los cuerpos
igual que el tragaluz se abre
-ojo infantil-
hacia los pámpanos del día,
como la celeste cruz que emigra
dibuja un poliedro de cigüeñas,
allá a los lejos
en la duna que sabe
de tu álgido desliz.
Tras los años ya no busco el horóscopo que miente,
me basta un diálogo de palabras frágiles,
temblorosas,
primigenias
en su capullo de mármol.
Que digan mil países mi nombre,
que inventen para mí dos rodillas paralelas,
que dibujen en mi piel
los mapas que ningún meridiano logró atravesar,
que no sean historia tus secretos
sino el lugar donde pudo nacer la raíz de todos los veranos,
la eternidad que viaja en una elipse,
impertérrita.
en un viento,
en una nube.
Porque hay lluvias invisibles en los ovarios de tu luz
humedeces la quietud de los páramos
fertilizas el corazón
para que el perfil donde se recorta la ciudad
imagine columpios y floresta en el jardín de mi ventisca.
El búho está alegre, la mujer que limpia el portal me ha sonreído,
la niña desdentada juega en el atrio de la casa azul
y ve amapolas
y siente un rumor de pájaros
y escucha la memoria del manantial
y revive el candor que fluye de las hojas caídas,
aún enamoradas del agua
y de los hemisferios del bosque.
Todos los silencios me acompañan
y es un ronquido de mar la pausa de esta tarde
en que lloran los puentes
y el clamor de un coro
advierte
que la paz está en tus ojos de mandorla,
en tus mejillas de primavera.
Yo quería invocar a los cuerpos
igual que el tragaluz se abre
-ojo infantil-
hacia los pámpanos del día,
como la celeste cruz que emigra
dibuja un poliedro de cigüeñas,
allá a los lejos
en la duna que sabe
de tu álgido desliz.
Tras los años ya no busco el horóscopo que miente,
me basta un diálogo de palabras frágiles,
temblorosas,
primigenias
en su capullo de mármol.
Que digan mil países mi nombre,
que inventen para mí dos rodillas paralelas,
que dibujen en mi piel
los mapas que ningún meridiano logró atravesar,
que no sean historia tus secretos
sino el lugar donde pudo nacer la raíz de todos los veranos,
la eternidad que viaja en una elipse,
impertérrita.
martes, 7 de abril de 2020
Poema infantil
Así es el miedo, una habitación cerrada
donde acecha el dragón.
Repite una y otra vez la letanía
-un elefante se balanceaba…-
quizá duermas al dragón
que acecha.
donde acecha el dragón.
Repite una y otra vez la letanía
-un elefante se balanceaba…-
quizá duermas al dragón
que acecha.
Es el amanecer que vuelve a besar mi casa
¿Por qué me sonreís rostros infinitos de bóvedas tristes?
En la habitación los murciélagos atisban mi soliloquio,
en las ventanas, como película inversa,
se repiten recuerdos que rebobinan mis cenizas de ámbar.
A las seis llega la luz y es un pronombre perdido,
el gallo que soñé dejó su canto en la almohada,
si buscas el perfume de las margaritas
no sé en qué lugar habrás dormido.
Vienen los ejércitos que te acompañaron
- simples sombras-
y te hablan desde la butaca vacía
o desde el espejo en que, obstinada, miras la luz.
Ahora que los pisos son un vientre oculto de voces y mar
tu color de hembra inunda los tímpanos
y grita felicidad entre las cortinas opacas,
el adiós de los insectos
que no saben
cuán azules son los destinos.
Hablo con quién fui, a través de las constelaciones
-el cielo dibuja lámparas y cuerpos-
la prisión de los labios añora la música de mil gramófonos,
el órgano que sufre y la gárgola de fauces y néctar,
lluvia herida por el canal donde muere el resplandor.
¡hola, fantasma!, ¿cuál es la sigla de tu edad?,
¡hola! hermano, hijo, esposa que dudas en mostrarte
como si solo vivieras en el ayer y nunca en el aire,
la densidad, la piel que revolotea como un verso inaudible.
Horas de humo,
un reloj que invierte sus agujas,
tormentas en la sangre
y fluidos que no fluyen tras los marcos de un ventanal
que anuncia el día.
¿Vendrá, al fin, el hada de los cuentos,
llegará un absurdo príncipe a decirnos
que la luz se esconde, sin pudor, en tus bolsillos?
Sí, juntos podemos acariciar las calles,
morir en las plazas,
ver esa película procaz,
alejarnos de los metros cuadrados de este nido
que nos acoge
y nos devora
como si en realidad ya no fuera más que una pared diamantina.
En la habitación los murciélagos atisban mi soliloquio,
en las ventanas, como película inversa,
se repiten recuerdos que rebobinan mis cenizas de ámbar.
A las seis llega la luz y es un pronombre perdido,
el gallo que soñé dejó su canto en la almohada,
si buscas el perfume de las margaritas
no sé en qué lugar habrás dormido.
Vienen los ejércitos que te acompañaron
- simples sombras-
y te hablan desde la butaca vacía
o desde el espejo en que, obstinada, miras la luz.
Ahora que los pisos son un vientre oculto de voces y mar
tu color de hembra inunda los tímpanos
y grita felicidad entre las cortinas opacas,
el adiós de los insectos
que no saben
cuán azules son los destinos.
Hablo con quién fui, a través de las constelaciones
-el cielo dibuja lámparas y cuerpos-
la prisión de los labios añora la música de mil gramófonos,
el órgano que sufre y la gárgola de fauces y néctar,
lluvia herida por el canal donde muere el resplandor.
¡hola, fantasma!, ¿cuál es la sigla de tu edad?,
¡hola! hermano, hijo, esposa que dudas en mostrarte
como si solo vivieras en el ayer y nunca en el aire,
la densidad, la piel que revolotea como un verso inaudible.
Horas de humo,
un reloj que invierte sus agujas,
tormentas en la sangre
y fluidos que no fluyen tras los marcos de un ventanal
que anuncia el día.
¿Vendrá, al fin, el hada de los cuentos,
llegará un absurdo príncipe a decirnos
que la luz se esconde, sin pudor, en tus bolsillos?
Sí, juntos podemos acariciar las calles,
morir en las plazas,
ver esa película procaz,
alejarnos de los metros cuadrados de este nido
que nos acoge
y nos devora
como si en realidad ya no fuera más que una pared diamantina.
lunes, 6 de abril de 2020
Dedicado a los cantautores de los 70(para Aute y otros)
domingo, 5 de abril de 2020
El pozo
Tú no sabías de la caída, solo escuchabas el eco
que una piedra deja sobre el agua.
Te divertía tocar los muros, tan húmedos,
y la oscuridad como un manto de liquen.
Arriba el brocal resplandeciente,
el cubo que tapa la luna y un ave rondando
el excremento de las ratas.
La cuerda es un hilo, broma de Ariadna
en este laberinto vertical,
agujero donde levemente caemos,
con tu cabo de vela en la testuz
que nos permite ver los jeroglíficos
que alguien escribió sobre la roca.
que una piedra deja sobre el agua.
Te divertía tocar los muros, tan húmedos,
y la oscuridad como un manto de liquen.
Arriba el brocal resplandeciente,
el cubo que tapa la luna y un ave rondando
el excremento de las ratas.
La cuerda es un hilo, broma de Ariadna
en este laberinto vertical,
agujero donde levemente caemos,
con tu cabo de vela en la testuz
que nos permite ver los jeroglíficos
que alguien escribió sobre la roca.
Biografía de un delirio
Habitan pájaros en las colinas ciegas,
el mar es un signo o una llaga en el rumor del cielo.
Morí en una isa de ceniza, carbón y verde,
banderas de azul en los olivos
y el acento de los cactus,
tan virginal, tan exhausto.
Trompetas de viento surcan las nubes,
veo los paisajes de la infancia mientras el músculo del avión
incendia los mapas, hiere a los albatros
que regresan desde la infinitud del océano.
Soy un cuerpo sin victorias, joven aún,
en este hemisferio que roza las serpentinas del hastío,
que me marca con cicatrices viejas
de huestes ambiguas o cohortes de esparto.
Y vi, la garza entre la niebla,
y sentí desde mi periscopio de plata la lenta armonía del infinito,
y fue la orilla que borbotea el eco de tus pies,
entrelazados con el abismo.
A veces los automóviles mueren de amor
y hay gnomos bajo las duchas que cantan historias de maldad
que en sus labios fulgen y se vuelven arpegios,
rosas de alcanfor en mi corazón agreste.
¿Quién eres? Niña que recorre las almenas de un ventanal,
la muralla atónita vestida de escarcha,
un campanario que sufre por su aguja triste,
la luz de una tasca que invita a la sed
y dona la alegría del sudor y la nieve.
Me soñarás cada día como el peluche que envolviste en celofán,
pensarás en los ríos y en las catedrales,
en cómo una mano dibuja tu felicidad;
y serán las estatuas la carne de tu bienvenida,
junto a mí que me desvisto bajo las hojas del antiguo roble,
ese que al pie de tu casa da sombra a los ancianos
y finge que vuelan los vencejos para que escuches
como la vida engaña a sus acólitos,
como el futuro es la cáscara que una vez dibujaste
con tu verdad de ojos azules y tu perdón
que es un galgo que corre tras el tricornio del vendaval,
el alfil con el que sueña tu huida.
viernes, 3 de abril de 2020
Y tú me preguntas
Y tú me preguntas qué es el alma.
Quizá un pensamiento furtivo
o el sentir que permanece en el corazón como un oráculo.
Tal vez el alma sea un nombre o el sesgo de la luz,
el color que brilla en la memoria al cerrar un párpado,
la palabra que recuerdas porque fue la revelación de tu destino.
El alma escribe en el aire rosas puras, el alma es un ángel
que ríe al volar desde su nube y te mira, buscándote.
La voz que te susurra aliento es el alma
como lo es paz en el jardín que sueñas.
Mi alma se parece a una sombra, me sigue, me persigue
entre los abalorios del día. Jamás he visto su perfil
ni imaginé su densidad, nunca la presentí en una oración
ni noté su huella en la vejez de mi piel rota.
Tu alma la llevo dentro, la conozco, tú me la diste,
como yo te di la mía para que una luz creciera.
Somos un alma en dos cuerpos sin fe, somos
la fe de dos cuerpos que se asombran de vivir.
Quizá un pensamiento furtivo
o el sentir que permanece en el corazón como un oráculo.
Tal vez el alma sea un nombre o el sesgo de la luz,
el color que brilla en la memoria al cerrar un párpado,
la palabra que recuerdas porque fue la revelación de tu destino.
El alma escribe en el aire rosas puras, el alma es un ángel
que ríe al volar desde su nube y te mira, buscándote.
La voz que te susurra aliento es el alma
como lo es paz en el jardín que sueñas.
Mi alma se parece a una sombra, me sigue, me persigue
entre los abalorios del día. Jamás he visto su perfil
ni imaginé su densidad, nunca la presentí en una oración
ni noté su huella en la vejez de mi piel rota.
Tu alma la llevo dentro, la conozco, tú me la diste,
como yo te di la mía para que una luz creciera.
Somos un alma en dos cuerpos sin fe, somos
la fe de dos cuerpos que se asombran de vivir.
jueves, 2 de abril de 2020
Ojos míos
Cuál fue la primera luz, ojos sin parir, pichones del alba.
Fueron islas de fulgor los años de la infancia,
el descubrimiento es un árbol de navidad siempre vivo.
Allí creció la casa, los lazos de la familia
se acurrucaron en mi iris como un palmeral en flor,
imágenes de mar y pinos frotándose bajo la cadencia del viento,
la escuela retoma su identidad en la piel de la pizarra,
el viejo profesor explica los laberintos del saber, el fruto sin hojas.
Y el misterio como un zafiro en mi hombro, y las letras,
invencibles letras en la retina, héroes y aventura,
la similitud que los nombres dejan en una raíz que nace.
Recuperad, ojos míos, los momentos del amor,
dejad que el olvido esconda bajo su seno la tristeza,
la frustración hostil que puso su marca en la noche.
Sois oscuros, ojos míos, como una pantera que duerme,
os protegen las pestañas que la vejez mengua, tan vil.
Ya solo parpadeáis para escuchar la voz amable del cariño,
ojos míos, sin sed. Pero no temáis, hay tanta luz en lo vivido,
tanto color que aún suda fuego, tantas atmósferas donde
respiro quietud, que podéis dormir en el sueño del futuro
para descubrir, una y otra vez, las mil historias del pasado.
Fueron islas de fulgor los años de la infancia,
el descubrimiento es un árbol de navidad siempre vivo.
Allí creció la casa, los lazos de la familia
se acurrucaron en mi iris como un palmeral en flor,
imágenes de mar y pinos frotándose bajo la cadencia del viento,
la escuela retoma su identidad en la piel de la pizarra,
el viejo profesor explica los laberintos del saber, el fruto sin hojas.
Y el misterio como un zafiro en mi hombro, y las letras,
invencibles letras en la retina, héroes y aventura,
la similitud que los nombres dejan en una raíz que nace.
Recuperad, ojos míos, los momentos del amor,
dejad que el olvido esconda bajo su seno la tristeza,
la frustración hostil que puso su marca en la noche.
Sois oscuros, ojos míos, como una pantera que duerme,
os protegen las pestañas que la vejez mengua, tan vil.
Ya solo parpadeáis para escuchar la voz amable del cariño,
ojos míos, sin sed. Pero no temáis, hay tanta luz en lo vivido,
tanto color que aún suda fuego, tantas atmósferas donde
respiro quietud, que podéis dormir en el sueño del futuro
para descubrir, una y otra vez, las mil historias del pasado.
miércoles, 1 de abril de 2020
Corazón amigo
Sale de ti la vida o llega a ti.
Lates con cromosomas azules
y la memoria circular de otros cuerpos en mí.
Tu rocío recorre las cavidades de la penumbra,
incendia la melancolía de los poros,
viaja tu magma hacia las islas primigenias de la densidad.
Hay en ti nautas que son algodón blanco
o rojas sirenas ateridas que surfean la corriente inaccesible del tiempo,
alud rotatorio, germen cíclico que impele la floración
y niega el miasma, que rompe en olas de éxtasis
o se amansa con la tibia placidez del niño que observa el mar callado,
el cielo tan de oro como las canicas que brillan sin futuro,
las barcas en un puerto recogido y blanco,
dulce y tembloroso, crías de un sol lánguido,
amable nimbo en el atardecer.
Pero tú bombeas historias sin regreso,
te sabes motor de las acequias que humedecen mis noches,
insistes con tu terquedad de años impares
para que mi razón te siga: segundos,
horas, siglos que vendrán bajo mis dudas.
Bendito corazón, músculo que me besa cada día,
hay en ti una locura de ángeles proscritos,
hay en tu sueño una herida que a mí me muestras sin llagas,
paciente tu serenidad si me adentro
y te busco para no sentirme solo.
Cuando dialogas con las huellas que ambos concebimos,
sin querer, al azar de una vida como cualquier otra vida;
yo te nombro porque quiero dejarme llevar por tu río
hacia la desembocadura de un crepúsculo que tú reconocerás
cuando el destino nos llame, a los dos, juntos.
Lates con cromosomas azules
y la memoria circular de otros cuerpos en mí.
Tu rocío recorre las cavidades de la penumbra,
incendia la melancolía de los poros,
viaja tu magma hacia las islas primigenias de la densidad.
Hay en ti nautas que son algodón blanco
o rojas sirenas ateridas que surfean la corriente inaccesible del tiempo,
alud rotatorio, germen cíclico que impele la floración
y niega el miasma, que rompe en olas de éxtasis
o se amansa con la tibia placidez del niño que observa el mar callado,
el cielo tan de oro como las canicas que brillan sin futuro,
las barcas en un puerto recogido y blanco,
dulce y tembloroso, crías de un sol lánguido,
amable nimbo en el atardecer.
Pero tú bombeas historias sin regreso,
te sabes motor de las acequias que humedecen mis noches,
insistes con tu terquedad de años impares
para que mi razón te siga: segundos,
horas, siglos que vendrán bajo mis dudas.
Bendito corazón, músculo que me besa cada día,
hay en ti una locura de ángeles proscritos,
hay en tu sueño una herida que a mí me muestras sin llagas,
paciente tu serenidad si me adentro
y te busco para no sentirme solo.
Cuando dialogas con las huellas que ambos concebimos,
sin querer, al azar de una vida como cualquier otra vida;
yo te nombro porque quiero dejarme llevar por tu río
hacia la desembocadura de un crepúsculo que tú reconocerás
cuando el destino nos llame, a los dos, juntos.
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