martes, 31 de diciembre de 2024

La casa vacía

 

Ahora que el eco es el único habitante de la casa

un rumor de infancia puebla las paredes con un río de alegría

nunca enmudecido por el infausto acontecer del azar,

entra la luz como ola esparcida, manto que cubre los huecos

con sus ráfagas de polvo brillante, no se oculta a la memoria

donde habitó el sitio de las cosas, su huella ensombrece

la piel de los tabiques, un olor a tiempo detenido en los espacios vacíos,

la ausencia recogida en cajas de cartón con números, letras y nombres,

en tinta azul, con el arabesco de una caligrafía de niño, es el ritual

que en las manos tremola como rama de árbol que el aire mece,

como herida de juventud que se desnuda en temblor,

aún la sombra de los rostros en el lugar que ocuparon los espejos,

la voz que no se puede envolver con el papel de la eternidad,

los gritos del silencio que aúllan por la herencia perdida

de los recuerdos familiares, el frío de los minutos, las horas

y los días idos que no podré trasladar como si fueran

los muebles heredados tras un sin fin de generaciones,

guardan aquí su misterio, su nostalgia, su verdad que no

rescatará el tiempo por venir en otra casa, en otro lugar.

domingo, 29 de diciembre de 2024

La canción de las estirpes

 

En los eclipses de la vida la voz del ángel resuena

con timbales dulces, con la voz fingida de los cometas

palpitando en los rostros que sorprenden los hábitos de la luz

en los círculos plenos de fantasía, espadas y cánones

sin el temblor de los espejos, sin la duda del amanecer

llagado por los sentimientos estériles, aquella cicatriz

en el vientre del tiempo ronda los misterios de la crueldad,

efemérides inscritas en el cristal de las botellas vacías,

un rosal equidistante de los polos del amor,

la astucia del remordimiento en corales blancos

como susurro de algas en la invernal canción de los sueños,

espíritus que viajan por las concavidades del ser,

lágrimas de rocío en las venas, agua de abril

por el caudal oscuro de mis ejes,

la voluntad inscrita en los óvalos,

en los laberintos donde la música es arpegio de sol,

los racimos de la quietud bajo las lápidas de lapislázuli,

procesión de vástagos a través de las cornucopias

que encienden el azogue con hachones de inmensidad.


Oh! río de álgido fuego, resplandor en las acequias

de una ciudad indolente, la química vieja de los ancestros

desramada en hojas maduras, el fluir de las naves

sobre los dédalos como serpentinas de color ocre

desnudándose en las altas efigies de los capiteles púrpura,

un delirio, la voz secreta de las amapolas,

la caricia del albor que es una mano de dedos azules

que me roza como si una madre pariera la luz

en la intimidad de la semilla.


Así oh! himno de los nombres, la aventura que no se recoge en los epitafios,

la ternura del idilio entre el clavel y el rumor que llega a los acantilados de la noche,

con fe de espigas al sol, con naturaleza de fronda,

con alfiles de ensueño bajo los parpados,

con la cicatriz antigua que florece en la ceniza

como flor sin tiempo, como vereda sin fin

que surca los hemisferios de la luz

hasta el confín de la reverberación

donde las palabras se repiten en los espejos neutros,

rostros albinos, caras que seducen al edén brotado del polvo secular

que ya no es recuerdo, hilo donde se posan las palomas transparentes

que llevan en sus plumas los nombres heredados

por los solitarios ángeles que crecerán bajo las axilas de los escudos,

hombres y mujeres de una estirpe que es coro de amor

en los altares de un árbol que luce en sus cabellos

hojas un destino común que no marchitará la niebla mortal del silencio.









viernes, 27 de diciembre de 2024

Lazos de sangre

 

En las palpitaciones de la sangre hay ecos invisibles

de antepasados cuyo nombre fue herencia añeja,

el color de la tez, la familiaridad de los iris,

la memoria de un árbol con raíces que no

se extinguirán porque han germinado en vástagos

que llevan los símbolos de una generación en sus cuerpos,

las palabras comunes que no asoman a los labios

porque han sido cómplices de un acontecer secreto,

la sonrisa familiar como una cicatriz del alma

que heredaron los hermanos, una voz que se confunde

en los teléfonos ya que no es la voz que alguien cree oír,

fotos antiguas que repiten las semejanzas como si

fueran las olas de un único mar, el amor y el odio,

el resentimiento y el fraternal abrazo en una red

de relaciones ambiguas producto de una geografía

de múltiples caras, pero entrelazados y unidos, porque

son un enjambre de vida que espera durar siempre.

miércoles, 25 de diciembre de 2024

Los corazones revolucionarios


Este mundo de ilusiones construido por manos
que se unen sin lucir oro en las falanges de sus dedos,
palabras de revolución en las tabernas
que llegan desde el sur al ártico,
indómitas como una ola de fervor universal,
el grito en las calles y la inocencia de una piel virgen
que se abraza a otra piel virgen
pues son jóvenes que solo idealizan los sueños,
torpes al enlazarse en las habitaciones de hotel,
en el asiento trasero de los autos,
veteranos de la utopía que unirá sus destinos
bajo el humo de las banderas,
en el fondo de un cajón papeles con consignas
que proclaman un futuro solidario, de obreros libres,
de paz fraternal, de igualdad y justicia, sin poderosos,
sin explotadores, sin plusvalías, sin la esclavitud del trabajo,
solo amor y armonía en un paraíso tan irreal como un unicornio feliz.

lunes, 23 de diciembre de 2024

Ciudad marina

 



Tu yunque hiende el mar como un astrágalo de fina piel,

y es un corazón de ventanas abiertas tu músculo de albor,

hay en mi calle un aire viejo, curtido por la sal y la espuma

de un océano febril, galerías donde juega la sombra circular

de los pájaros con nubes volátiles como alas de algodón, y la lluvia

transparente, molécula en los cabellos de tu noche, en el brillo

líquido de tu paz, azota el halo de prístina melancolía, la corona

que viste de cristal el desnudo azaroso de tu acento dulce,

besan las orillas de tu cintura oleajes náufragos, restos

de cuadernas sin nombre de algún olvidado bajel, obenques

y mástiles, un fanal sin luz, un espolón roto, la mercancía húmeda

de las especias, la irisada piel del gasógeno, los petroleros

que abren su vientre como enormes ballenas que derramarán

sobre la flora vital de los océanos una pez oscura, ciudad

heroica, ciudad donde tu alta lumbre ilumina los sueños marinos

del pescador, ciudad que amamanta con su leche de mar al vástago

que soy, ciudad a la que debo esta indómita pasión de morir atlante.


sábado, 21 de diciembre de 2024

Sin ti

Aunque ardan las rosas del verano, aunque el sol

muerda en mi carne y consiga que de los poros

de mi piel brote un manantial furtivo, aunque

la fogata que encendí con su lengua roja y amarilla

eleve la temperatura del espacio en que me muevo

para convertir el silencio en un cálido jardín de oxígeno mudo,

aunque, sin clemencia, un aire desértico ahogue mi respiración,

enrojezca mis párpados, calcine mi voz; el frío seguirá presente

en el iris de mis ojos, en la profunda raíz de mi alma, en el oscuro

túnel del recuerdo; porque tú ya no estás aquí, para abrazarme.

viernes, 20 de diciembre de 2024

La tímida noche

Entra la luz con sus mil cabellos extendidos,

el silencio tiene el color de un arco iris mudo,

el día sonríe a la noche, la noche se oculta

tras el portal del sueño como si fuera un tímido

gorrión que huye ante la claridad azul de tus ojos.


Noche y día en la ciudad sin alma

 

Gira el reloj con la mansedumbre de un ciclo

en la esfera omnímoda del tiempo.


Lejos el mar de la espuma vibrante y el temblor verde,

más lejos aún la lluvia pausada sobre el cristal

que sucumbe al aire con la música adormecida de las gotas

sonando en mí como una sinfonía de mecanismos viscerales.


Vendrá la flor hermana en un junco grácil de voz extendida,

oiré los juegos del niño que no crece, vislumbraré la luz

de las lámparas en el anochecer igual que faros inmóviles,.

autos que siembran de cláxones la tarde

en columnas de metal bajo el iris tricolor de los semáforos.


La ciudad soy yo, en mí la faz del neón y el murmullo anónimo de los cafés,

la aventura de hundirse en los arroyos de la multitud

sin apellidos, ni origen, ni lugar,

la distancia, las líneas rojas y azules del tren subterráneo

por donde cabalga mi cuerpo como un jinete infantil,

la pulsión púrpura de los antros en imán de nocturnidad apócrifa.


El sol prematuro del alba creciendo desde la honda tierra

como un as de oro en el jardín de la podredumbre,

y en el planeta que es mi cuarto, la quietud del espejo vacío,

la caoba y el roble de los muebles, la mullida piel de una cama antigua,

el crucifijo y el mate de la pared como una pátina

que vela el fulgor de los rayos recién nacidos del día.






miércoles, 18 de diciembre de 2024

Indiferencia

Ni un gesto, ni una palabra,

ni la risa ni el dolor,

ni el llanto,

nada.


Piedra

La talla en el óvalo de la columna, pétrea la luz

y el ojo pétreo que mira la fósil tez del granito,

de piedra el brocal del pozo, el atrio rocoso,

labrado con cincel o espátula que da forma

a la esencia, la esculpe, la bendice, la perfila

con la destreza del maestre en ángel de oración,

en demonios, en súcubos, en bestias que decoran

las arcadas, el capitel, las bóvedas sin nervadura,

la fuente de los querubines, con alas de mármol,

con piernas de caliza, con pecho de pórfido,

con rostro de cuarzo rosa, la nave, barca de piedra

con la luz que tamiza el rosetón, el vitral, el lucernario,

el haz flamígero que cruza el ábside, la música

petrificada, música de cantil, de veta, de basalto,

el pórtico y su parteluz, porosas la imágenes:

de apóstol y virgen, de santidad y arcángel.


lunes, 16 de diciembre de 2024

Introspección

 

Estrechar la armonía del mundo

para que gotee en una clepsidra.


Ir a la raíz como quien va

al núcleo inmanente del ser.


Como agua en curso,

como sangre florecida en el verbo,

como verdad única que no se dice.


Como arcano filtro que desgrana

lo útil de lo inútil,

la luz de la sombra,

lo esencial

de lo que no lo es.


Así, mi adentro.

Servicio militar en la isla

Acaricia el frío mi inocencia,

el candil de los rótulos

brilla en la luna de cristal

que me devuelve una imagen nimbada de olvido.


Mañana partirá el tren y con él la península de un pasado

que dormita en mi nombre, agujeros de palabras en la boca herida,

copos de nieve en el alma y un abrigo para este cuerpo

que no mira al norte sino a la brújula que indica las latitudes del azar.


Así yo desde mi atmósfera de quietud

voy a la isla como va el pájaro al frondoso árbol,

un cobijo para el eterno jinete de las olas,

una limosna de zafiros para el soñador

que gesticula entre el pasaje de un avión nocturno.


Hileras color caqui, acentos dulces, galope en la niebla,

música de casete con diez canciones de moda,

el galardón del títere y la doctrina del jerarca bajo un palio de estrellas.


Demasiado viva la luz, el rumor del mar en la lejanía llega como silbido viejo,

ronco latir de medusas en al atardecer, pueblos con calles de cal blanca,

flores del trópico, una sequedad de agave

y luna en la extremidad sur de la isla

como lengua de áridas papilas.


El espigón resplandeciente junto al faro de haz amarillo,

las gaviotas sobre la roca de basalto, el aliento del volcán,

híbrido de azufre y magma cae en el ficus,

en mi tez de ceniza, en las mandíbulas de la tarde,

en los laberintos de la noche.


Arenas de carnaval como pétalos que se deshacen en brizna,

lagartijas bajo un sol inclemente, de fundición y nácar,

de lava roja por la ociosidad de mis arterias,

de nave púrpura por los arrecifes del pálpito,

de clavel oscuro en el ojal de mi pecho

que calla insomnio y rumia desfiles de color en alabanza de primavera,

en ansia de lluvia que moje el cuarzo de los días,

la insolencia de la luz entre alba y alba.




sábado, 14 de diciembre de 2024

El morador

Así es mi casa, dos piernas como pilares

que caminan por los espacios que libremente elegí,

guardo en el costillar del alma los mil recuerdos

que me visten, ojos que no se abren como ventanas al olvido,

decoro con los nombres que dejaron huella en mi corazón

las estancias que nunca son eclipse sino plenitud

de árboles que crecen en espesura, en verdor,

en la fronda invisible de mis venas, son los pies

navío que transita los senderos del atardecer,

a través de mi rostro, por los tejados del tiempo,

fluye el agua de los relojes donde laten los surcos

que forman el mapa de mi edad, este hogar

morirá conmigo, ya que soy su único habitante.


jueves, 12 de diciembre de 2024

A ti que eres poeta

 

Escoge la palabra, únela a otra palabra en senda de arpegios,

haz música de la disonancia, enciende el ritmo que hay en al alma

de una frase, convoca a la magia, a la verdad, a la imaginación

o a la ternura, hila los espejos del sentido con aguja de oro,

escribe luz, mandrágora, fulgor o nieve, que quien te lee

sienta que nace en su interior un pájaro de vida, que las sílabas

se anuden como dijes de un collar único, que en el océano

de las estrofas nade la intensidad del sentimiento, que sea

tu poema un imán que atrae la luz y la extiende

por la hoja virgen como un sol de palabras.


La letanía de la lluvia

 

No hay sed en mi boca ni amargor en la quietud de la tarde,
el tiempo es letanía, los árboles al viento, el temblor de la lluvia
en el cristal, la canción que escucho una y otra vez como un salmo
en la iglesia de mi nombre, pájaros en el gris, tórtolas quizá
que vagan entre los racimos del agua, hilachas de humo
como cintas negras que escriben en el cielo una rúbrica
donde los ángeles amantes confirman el suicidio de los lloros
en este abril del desamor aciago, y es que caen lágrimas
en los reflejos del vidrio, en los rótulos sin encender,
en los jardines que esperan ansiosos el beso de la llovizna,
en las plazas sin balcones, ni pórticos, ni estatua, ni manantial
de náyades, ni arcos con blasón ni bandera de ningún color
ni palomas buscando el pan negro de la ceniza, ni obeliscos
como agujas de mármol alzándose con ecos de batalla
en la rugosa superficie del pilar, en la serpentina que rodea
su piel de conmemoración y vítores mudos, canta la tarde
la letanía de la lluvia, llueve, llueve, llueve, también
dentro de mí llueve, como llanto de virgen huérfana,
como espejismo de un vendaval que desagua noche.

martes, 10 de diciembre de 2024

Eres como una luz que me despierta

 

Acoso de tu luz en la córnea dormida.


Pátina de sol en la red de una pestaña

que abrocha el duermevela con hilos de negrura.


En el iris tu resplandor de neón eléctrico,

en la pupila un espejo de miel

que guarda el rostro de la noche.


Mis párpados sin ti son claveles de alquitrán,

carne de tizón, portal de ébano y sombra.


Luz que desenvaina su espada de astro vencedor,

de helios vital, de oro que fulge en el cielo azul.


Contigo la cabellera del día surca la herida del sueño.


Hasta llegar a mí para hacerse rosa de luz.

lunes, 9 de diciembre de 2024

Tu voz

Tu voz en la noche es dulce como el canto de un ángel,

blanca como el brillo de la luna en la cordillera de tu boca,

lábil y ardiente como un temblor en la piel del susurro.


Celebración del ocaso

En la inmensidad del silencio tañen las campanas

un ritual de sombras, duele el ayer como duele la respiración

cuando son de hielo las moléculas del orden

que atraviesan las conductos filiales

como espinas que se clavan en la memoria.

Sentencia del crepúsculo en las pestañas

que han llorado por los tibios eclipses del dolor,

mortecino el alfil que aún recorre los mapas

de una singladura sin álamos a la vera de ríos sin caudal,

y este atril de luz que en mi rostro de carne envejecida se vence,

esta ceniza de orgullo que tizna mis manos,

aquel reflejo de éxtasis, de luminaria en flor,

aquella imagen de pájaros bajo el azul,

la celosía a través de la cual se adivinaba

un rubor blanco de jazmín en tu piel adolescente.

Todo es piedad, carcoma en el rubí que ya no luce púrpura,

y equinoccios como una red de fantasía

que al recordar su dibujo se transforman en misterio pétreo,

en algas de un mar estéril, lago casi, estanque, pila,

vidrio que contiene una lágrima, un átomo invencible

que aguanta la plañidera canción de los relojes,

el frío del solitario en su urna de cristal, tu voz tras el lienzo,

tus pasos deslizándose como canoas de senectud

por los canales en sombra de la casa,

los espejos velados junto a los búcaros vacíos,

los libros, los candiles, el marfil y el oro,

la luz insomne, este arroyo que estrecha sus orillas

hasta que ya no fluya por su cauce más que un latido,

un pequeño latido que solo yo escucho, lentamente, morir.







sábado, 7 de diciembre de 2024

Bruma

Se posa en la piel del jardín como una membrana de agua y frío.


Veo el parteluz de la niebla que ancla ante mí su fuste algodonoso,

su atrevido látigo de lluvia, su nave de miríada fértil.


El silencio es de cristal empañado, una luz de ámbar,

un haz que baila en la espalda trepadora del cúmulo,

un farol como un ojo herido por la bruma

son los arietes de la claridad.


viernes, 6 de diciembre de 2024

La tormenta

La luz en el enjambre de la noche con su mortaja multicolor

ilumina el rincón en sombra, la sed de los espejos

donde hallo el perfil de tu rostro inmóvil

me llama desde la antigua edad de los músicos,

la balada del cantautor, el ritmo de unos pasos ocultos

por la niebla más dulce, la lluvia en el ventanal como haz de cabellos

diluyéndose por la piel del cuarzo en melodía insomne de colibrí.


El ojo abierto al susurro tras el visillo verde,

el perdido aliento de una nostalgia que acaba de nacer

como pétalo de rosa al azul de este cielo

que clarea en silencio de ceniza,

en brote de árbol que se abre a la luz,

en fruto de tu boca muda,

persianas que caen sobre los párpados

como una brisa de mar,

el foco en tu habitación vela la historia que sueño,

enciende la realidad con su atrofia blanca

más allá del cuadro que tras el oscuro dintel imagino.


Anémonas de verdor lacustre en orillas quietas,

vitrales de catedral ardiendo en la palidez de tu rostro,

los puentes ornados con vírgenes del medievo,

los tranvías que perdimos sin que importaran

ni su color ni su número ni a través de que línea,

de qué ciudad, en qué suburbio o esquina

o ante qué encrucijada de rótulos, arboledas, páramos

su esqueleto de metal zarpó con las astas eléctricas

clavándose en la red longilínea que cruza ríos y túneles,

cumbres y valles, plazas viejas y plazas nuevas,

estaciones y jardines de altos álamos, pinos y tejos

que sobreviven al humo y al rumor de los vehículos

que braman como pájaros mutantes de acero y plástico.


Como bestias que no se detienen ante los semáforos sin luz

ahora que los rayos de la tormenta serpentean por avenidas

de un cielo oscuro y voraz hasta caer en la luna de mis ojos

enceguecidos por el visceral delirio de la noche.

























miércoles, 4 de diciembre de 2024

El lienzo de la lluvia

Traspasa la lluvia el sol de la melancolía con su cinta de agua

rompiéndose en gotas de paz, voy de ti a mí con la flor

y el témpano en el invierno de mi juventud, voy al atrio

y al pedestal, del mundo imberbe de la infancia al confín

de la desnudez como un río perezoso que prorrumpe

en catarata bajo el cielo gris de una ciudad en sombra;

y es de lágrima y rocío el dédalo por donde el hilo del azar

me lleva a tu cubil, a tu jardín de redes azules, al lienzo

de la lluvia que cae sin el dibujo de tu perfil en la urdimbre

multicolor de un arco iris apócrifo, derramas estrellas

en el atardecer de mis ojos que no iluminan el cristal

donde tus rizos de agua son de mercurio y plata.

lunes, 2 de diciembre de 2024

Lo efímero

Sin historia el paso del ángel por el dintel abierto de mis ojos,

murmullo del aire y de la luz caída, palabras que mojan

los silencios como lluvia fértil en el vientre de la nube

mas árida, un vapor, una rosa en el cáliz de los labios,

un círculo que anuncia el abrazo de la ceniza, la voz

sin el eco de un nombre, el vago ejército de los días

que dejan en los rostros cicatrices de nieve, agua

que fluye por el manantial inhóspito de las horas

como lágrima de niña núbil, como viento de azar.

domingo, 1 de diciembre de 2024

El último baile

En coro de pífanos la gloria del baile,

allí tú en vergel de recamado traje alientas el dulzor,

la fina esmeralda en el cuello, joya de luz bajo la firme cenefa del rayo,

arqueas tu frágil navío de perlas blancas, el lunar en la faz es faro fiel,

te visten el perfume y la rosa del cutis, buscas la máscara arrebolada

que ilumine la noche de tus mejillas con seda y organdí,

ceñido el tul ante la juventud del pecho,

hombros de desnudez arcaica, promontorios de nieve bruñida

por el resplandor de las hachas, el velón y el espejo

donde el refajo contrae la sed del vientre y el carmesí de las costuras,

un amarillo procaz enciende el azufre del ribete,

tus pies en palio de esbelto cardumen, de cristal y luminaria,

danzas en minué, en rigodón, en vals azul por los salones en círculo,

con la risa del ángel y los párpados de la diosa,

sin el abanico floreado ni la cofia como cresta de ruiseñor,

amante el concertista de tu perfil rojo en los espejos, las lágrimas de la araña

lloran de éxtasis al sentir el arpegio anhelante de tu cuerpo,

en tu fluir de golondrina el azar, en tu peluca tiznada por el alhelí blanco el fulgor,

sillas de falso satén, el boudoir y la cómoda de haya, los zócalos de mayólica,

el mármol gris del piso y los cortinajes amparándote

al salir como un trasluz donde nada el eco que deja tu ausencia

en la ola impar del último baile.