lunes, 31 de diciembre de 2012

El Café-Concert


Está la imagen del hierro descolorida y firme.

Su puntualidad de veleta llama a la noche y ejerce
como periscopio de los invencibles sueños.

Un adorno de piedra, dos escalones sin virtud,
la atmósfera como un maquillaje que nos enseña
las inútiles trampas del verbo.

En mi copa tu luz, en mis rodillas la quieta sombra
de la ausencia. Hablar con los collares dibujados,
sentir el furor de la música en las persianas del vientre,
en la enredadera del sentimiento, en los ojos tristes
del vencido.

Llora el reloj sus hélices nocturnas, mientras el dedo
de la nostalgia prorrumpe sobre el caracol de la conciencia
y desnuda sus alas de mercurio.

Amarillean los ecos del cantautor, sobrevive la samba
en un saxo infeliz, la ola del futuro va y viene
entre mis teclas y tu voz.

Por desgracia cada vez hay más pobreza

En el extrarradio, las luces no existen, todo
es sombra y letanía.

Caminan los perros entre montañas de basura,
en las chabolas las madres crían a sus niños morenos
con nanas de insomnio.

Junto al coche desportillado, donde aún tiembla
la hojalata oxidada, un hombre fuma. Su tronco
se encorva como un árbol herido.

Quisiera alejarme de este sueño, volver a la infancia,
hablar tal vez de paraísos.

Pero estoy aquí
y sufro.

sábado, 29 de diciembre de 2012

1 de Noviembre

El cielo ha columpiado tu raíz. Estallan
los árboles en juegos de mansedumbre,
con ramas como grises panteras,
con laberintos sin sol, con la piel
que se vierte en flor y no avisa.

Hoy el desfile es un sueño de abrigos,
las palabras no dejan huella porque su cicatriz
ama el arcoíris del lamento y no existe canción
que desnude la verdad de las horas
con su latido de estertor.

Llueve en las escamas de noviembre,
los arpegios visitan la firma del yugo,
la posteridad que arrodilla el recuerdo
con la monstruosa sed de la inercia.

Entre la marea, los flujos de la bondad,
sus historias de narciso que miden las fechas
como el alguacil los tesoros del tiempo.

Regresaré al orgullo de la pasión con los
alfiles encendidos de la inmortalidad,
mientras viva el eco azul de tu ser
será mi razón la memoria dulce del frio.


jueves, 27 de diciembre de 2012

Volverás

A la hora de la hora de qué primavera amaneció.
Los lugares comunes han dejado de serlo, la rutina
que parpadea en los labios, la esperanza de los otros,
el miedo que guardo en mis bolsillos me acompañan
en esta noche azul. Por una vez soy consciente de mi
soledad como un niño que observa a su alrededor
y no ve más que un mar plano, inerme. Pero las luces
se niegan a obedecer y las palabras visten un traje
de solidaridad y dulzor. Salimos como eternos
náufragos hacia el confín de la luna. Nos sigues,
esbelta, cómplice, perdida en tus sueños de lujuria.
Te miro sin poder verte hasta que enciendes tus alas
y me cubre tu sombra. Sé que volverás como vuelve
el amanecer a su aliento porque hay sed en tu corazón
y en tus pechos ternura. Porque lo mismo que yo
te desconoces y aún esperas que sea tu cuerpo
la verdad o el fin, el éxtasis o la nada.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

viernes, 21 de diciembre de 2012

El exilio


Es un lugar donde no llueve.

Hay pasajeros sin navío, hombres abstractos,
relojes impuntuales como la verdad gris.

¿Dime el número, el jardín, la sombra
que abre los ascensores, quizá el secreto
de los lunes que azulean?

Has escondido la singladura en un patinaje o en la metáfora
del niño que golpea la puerta invisible.

Yo miro los colores, la ausencia de los tejados,
la derrota de los espejos en mi rutina de cíclope.

No pienso en el viaje- sólo hay un viaje en las venas
de la ciudad que me llama, que me elige con razones desnudas,
con ojos de bienaventuranza -.

Moriré bajo las lunas inhóspitas, mis horarios sacrifican
la piel, cabalgan en la atadura de los días anfibios.

Seis meses que roban la luz a las insignias olvidadas,
al llanto de los profetas sin nombre.





jueves, 20 de diciembre de 2012

Un poema de Juan Luis Panero

PALABRAS Y PRESAGIOS

Volver a unos versos de Cavafis, de Eliot,
como quien regresa a una casa que hace años fue nuestra.
Repetir las sílabas, iluminar los símbolos
como cerradas habitaciones, ventanas polvorientas
que ocultan un jardín perdido, árboles de la muerte.
Melancolía del regreso y miedo del vacío,
crujidos de madera, aletazos de sombras
y, de pronto, en un cuarto, perdida
como una vieja copa o un espejo empañado,
encontrar la clave de tu vida.
Palabras que te avisaron: «Un monótono día
sigue a otro igualmente monótono»,
o te advirtieron: «Nacer, copular, morir.
Eso es todo, eso es todo, eso es todo, eso es todo».
Palabras que la vejez y la noche me regalan,
presagios que no entendí, anunciadas derrotas.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Tan cerca de ti, pero tan lejos

En los girasoles del idioma el río calla.

Has sido herrumbre y sal, casi el maquillaje
de una pantera roja. Nos pueden los dragones
y el misterio barato de los eclipses.Tú buscas
el orden, la simetría del jardín o los ombligos
inútiles del destino.

Me resultaba fácil sentir la virtud en el frío de una estatua,
el párpado multicolor, la ceremonia de las mareas
cuando una letra es un sol ambiguo en tu atmósfera
de nieve.

Demasiados versos por construir, demasiada la luz
cuando las hormigas arrojan su desnuda semilla de maldad.

¿No reconoces el murmullo de los parques bajo una acuarela gris
o quizá el paraíso de los cisnes no halló al fin tu viento de luna?

Ya no regreso a lo que el hoy me oculta, tus alientos sin cáliz,
los cristales de un rojo infantil como lápices del horror.

Hubo mordaza sobre un puente de granito y mensajes
de metal en orgullosos cuadros innombrables- pero
también el hospicio o el hogar con serpentinas
en los puestos de un mercado ojeroso-.

Late el río como un dormido caparazón, en su enhiesta cruz
las golondrinas ejercen su soliloquio de almíbar.

Tú volverás al fragor de la fe, dentro de ti las amapolas
de un noviembre cernido de púas, algo así como el porvenir
naranja de un niño muerto entre tu ceniza y tu círculo.

Llagas de un frenético y dulce hospital. Las mil caricias
del picaflor cuando blande sus orificios de diadema.

Tan cerca de ti, pero tan lejos.


miércoles, 12 de diciembre de 2012

Medusa recrimina a Perseo


Yo soy la extraña, la sacerdotisa del miedo.
El gran dios viste un traje de agua, su majestuoso
falo encuentra la clámide, mi mal o mi estigma.
¿Qué miserable efigie ordena mi redención?
Volver a la cruz del destino con los ojos
de la infancia y los cabellos de la locura.
Sentir el unísono grito de las olas en mi vientre
de marfil, aullar en mi cueva por un sol
sin misterio, una luz de sensatez en mi noche.
Y al fin el héroe, suspendido y virginal
rostro que dibuja las ramas insólitas
del orgullo en preciados metales, en
silabas de espejos, en el malsano filo
de la gloria.


jueves, 6 de diciembre de 2012

La duda


La vida crecerá como un paisaje infinito.

Engendraremos la noche con las penúltimas
olas de un mar roto sin saber qué de lo nuestro
fue verdad o ilusión.

Quizá sea difícil descubrir el deseo en los taxis del invierno,
quizá la soledad nos lleve a playas sin nombre
o a ciudades bañadas de luz y mentira.

Quizá tú aún recuerdes lo mismo que yo.

Quizá no.




domingo, 2 de diciembre de 2012

La ciudad no se parece a ti

Esas gotas, esas gotas no son la edad. Llueve
en la memoria de los infinitivos, llueve en el círculo
que atrapa el adoquín como un aro de murciélagos,
llueve apenas en la pregunta que jamás he leído.
Tan extraña a tu ayer, tan solaz o mercurio. Mi vida
son pasos junto al eclipse de tu parque. En su diapasón
los ejes rememoran la curiosa virtud del aire cuando
acampa en mi óxido y no reverbera ni miente. Hay calles
de un marfil exhausto y letreros innombrables, también
la solitaria efigie de las tabernas con el hierro vespertino
como anuncio de fe en una cálida pupila. Pero las alfombras
no mienten, su verdad llama a los menús del invierno
como gorriones invisibles o cánticos que han formado
nube en la curiosidad de abril. Mira las agujas de un sol
perdido, las latitudes de un enjambre de profetas
o quizá el humo de los caballos cuando su raíz de agua
se hastía. Es la ciudad en la que vives y no se parece a ti,
sus músculos te traicionan, sus escaleras no abrigan luz.
La luna ya no acaricia el rombo exacto de tu pelo. ¿Y si
jugáramos a ser tren o saeta que en su adiós bendice el óbito
que eligió nuestros nombres? Tu color no era el color, ni tus
mallas la lascivia sin ejemplo, mis labios se sonrojaron
como un crepúsculo en la solitaria herencia de los canesús.
Créeme, los incendios sobreviven en la tejas que tu vista
va adoptando, suburbio tras suburbio, metal tras metal,
pliegues del tiempo que caen como racimos en tu rostro.
Los minutos se rompen, se desangran en el frio, nos puede
el portal invariable del licor, los botines que se ausentan
del granito, la copa rubia o triste de la finitud. Hablar como si
dios huyera del enigma, sentir la llama de un verbo que azulea
en mi noche como si aún fueras hogar o renuncia






sábado, 1 de diciembre de 2012

Ni siquiera recuerdo su nombre

El auto era tan pueril como mi memoria.

Dejar el océano por la piedra, el viento
por la húmeda sonrisa de la nube.

Ser otro siendo el mismo, bajo esta piel
que no tiene edad.

Y luego, las carcajadas y el escarnio,
en bocas de añil, y ese revoloteo
de pájaros silenciosos sobre el futuro
inconcebible.

La vida tiende sus ojos como una flor maltratada
y en ellos reconoces una cruz caída y un sol nuevo.

Juegan los niños en el patio, ajenos a su sombra,
devotos de su ayer.

En las habitaciones, los libros abiertos esperando el azar.

Primeros años de estudio en la Facultad rota,
silabas que se apoderan de los labios y no
amanecen nunca.

Yo seguí sus pasos hasta donde la razón no llega,
yo la concebí día a día en el fragor de los cines
o en caducas bibliotecas donde amar era lo más parecido
a la mentira.

Después,una pregunta tras otra y aquel ausentarse
de trenes hacia la luz o hacia el olvido.

Ni siquiera recuerdo su nombre.