viernes, 29 de junio de 2018

El perdón

Me acerco a ti después de la duda. Hay una herida
y hay sinsabor, un meteoro de palabras sin paz,
la crueldad del epíteto en la inocencia del corazón.
Sé del sortilegio de las primaveras en flor,
sé de la caída cuando los virus del silencio
preceden al estallido de la náusea, y es que la vida
escoge laberintos donde no descansa el auxilio de la sombra,
ciempiés al sol aspiramos a la eternidad de un final feliz.
Pero, ya ves, la mentira se eleva como una esfinge inmaculada,
en su raíz el poso de la acritud y los ronquidos de la carcoma.
Por eso me abro a ti desde la orilla de la incorrección
y me arrimo al desdén que ahora niegas, laxa en tu renuncia,
inhóspita del ayer salvaje. Si un abrazo anula la inquietud
del temor, deja que incendie tu cuerpo con el alma entregada,
que la proximidad llore en un anuncio de estrellas y que el perdón
no escriba otra verdad que la humana efigie de los huesos entrelazados
en una caricia tan efímera como la luz.

miércoles, 27 de junio de 2018

La mirada

Un desorden hasta que llegue el orden de un punto.
¿Eres tú o las bambalinas que el aire orea? Cuando piensas
yo hablo, tu iris copula con el mío en un equilibrio de sombras.
Ayer te vi y el hoy es un recuerdo de negrura. Aproxímate
a la mirada limpia, desdeña los látigos del prejuicio,
escarba en el corazón como en la niebla y descubrirás
un náufrago de luz. Te ilumina la aurora con esquejes
mortecinos en los párpados, no añores a nadie
al rendirte después de la palabra, no acentúes
el aliento de una pupila virgen que sueña. Mirarse
en el reverso del candil como si la noche buscara
en los cuerpos el tacto de la ceguera, la felicidad
que sobrevive al mediodía, el sudor ambiguo el éxtasis.

lunes, 25 de junio de 2018

La caricia

Ha iniciado el vuelo la mano, arabesco de espuma
su calidez, llega el índice al suburbio del rostro,
las falanges crepitan bajo la campana del amor,
se aproxima en un giro el anverso hacia el pómulo
vibrante, ella parpadea como una cría de pájaro,
sonríe antes del tacto, susurra las palabras
que vocalizan los labios, dulces, carnosos, lúbricos.
Se demora la epidermis de la carne, nada distrae al columpio
del embeleso, la uña quiere afilarse contra la piel tierna
pero huye al pavor de la herida, describe tan solo el roce
quimérico que no alcanza el relámpago. Ya se proyecta
sobre los ribetes del azul la muñeca cándida, duda,
tiembla en el propósito, se enerva y brinca, late y sufre.
¿Será que busca el reconocimiento fiel del rostro antes de la llegada?
Me sorprendo al mirar los nudillos, son las palmas abiertas un deseo
brutal y sin embargo es suficiente el dibujo en el aire, sin tocarte,
para que me sientas entregado a ti como un pensamiento
que nunca descansa.

domingo, 24 de junio de 2018

El deseo y la lluvia



La estación es bruma y espera. El ferrobús
se estremece como un viejo león herido.
Ver tu espalda clara me hace pensar en la luz.
Hay un reflejo posado en el raíl y dos semáforos
de un verde infinito. Arranca la oruga de metal
hacia el lugar de la lluvia. Deja que te moje mi voz,
deja que mi cuerpo nade en tu líquida sed.

viernes, 22 de junio de 2018

La hija del pintor

a B.G.D.

Esas manos pellizcan la luz,
el silencio se desdobla en su voz como un hilo sutil.
Lo que dice es color, pátina que envuelve el cuadro
con las palabras del amor, murmullo que se posa
en la textura líquida o carnal del óleo. Pero ella
misma fue cuadro de una niña triste, hoy su vestido negro,
su esclavina, sus pendientes de pluma recrean el halo
que dejó el instante. Al hablar miente, pues mentir
es negar lo inmóvil, la persistencia de la claridad
en la sombra del lienzo.

Ecos del deseo imberbe

Abres las alas buscando un nido.

Tu paisaje lo he pisado con mis orillas tristes.
¿Edad? la inmadurez de los dieciocho
en la luz del eterno mediodía,
el corazón salvaje del infinito horizonte
a nuestros pies.

Comprobé que el futuro exigía un entreacto,
quizá de raíles lejanos, quizá de místicas fachadas
en una piedra intacta,
lúbrica
como el roce de la piel en capiteles húmedos.

Así asoma la circuncisión del deseo,
un escenario, una prontitud, el frenesí de un símbolo
donde encender las ascuas vencidas del ardor
sin el aroma del yugo que pronuncia la palabra del padre
que sueña para ti un oasis núbil.

Llueve en la humedad,
borbotones de agua suben por tus calcetines de lana,
mi paraguas es un labio que se aproxima
a la sombra equinoccial que te protege del miedo.

Ya somos ciudad, un tren que convida,
un mar compartido, plazas de alquitrán
sin palomas ni estatuas ciegas
y la calle y el portal y los pasos entre las hojas caídas,
la voz de la premura que habitó la inquietud de los cuerpos
hasta el confín de otra voz difuminada por la verdad inhóspita.

No hay perdón
porque los horarios de la adolescencia son horarios perdidos,
solo tu sombra detrás del visillo,
solo verte dibujar en un pómulo la sonrisa del aire,
solo la nube que oculta una luz en tu rostro
me bastan para vivir eternamente
en la memoria de ti.

lunes, 18 de junio de 2018

Tus palabras

A menudo oí tus palabras aunque no supe cuál
era su candil o su sombra. En el hilo del aire que guía
tu pensamiento hay trampas oscuras, en el trasluz
relámpagos que nadie presiente, llaves de oxidadas
cerraduras que alguien abrirá sin querer. Es la verdad
un oasis sin cuerpos, el reloj preciso nunca traiciona,
la falacia escribe palabras viajeras como lánguidos
visajes de olvido. No te preocupes si el recuerdo
no halla un pilar en el mármol más firme, las historias
son topos acostumbrados al silencio de las cavernas,
lo que has dicho es el paradigma de la nieve, volátil,
efímera igual que el perdón que se diluye tras el calor
de un presente que desdice los signos y ama el rumbo
de una flecha que nos ignora.

viernes, 15 de junio de 2018

La serpiente del amor tienta a la noche

Son los lugares los que siempre nos nombran.

Espacios sin maquillar
donde vive el deseo y muere la nada,
imanes resplandecientes,
ajenos como ruedas de infinito
en el surco de la luz,
próximos sus párpados
al tamiz de la locura.

A qué hora,
en qué calle,
en cuál reloj dormido
la costumbre se alza
y elige los cálices del asombro,
el rebumbio exacto de la química.

Aquella estatua guardaba mil rostros ausentes,
te amé en un cine de viernes
con el hambre de la derrota
y un rumor de mar en las esquinas.

Cada farol volvía del sueño,
gorriones de un azul cósmico
poblaban los escaparates nocturnos,
el eterno caparazón de la lluvia.

El primer beso es de aire,
el segundo se pega a los labios
y no ansía el devenir.

Hay un futuro de carreteras al sol,
ciudades bajo la niebla,
ríos recién nacidos en la pasión de los cuerpos.

Verte en la carne perfecta del tránsito,
el baño humedecido,
la toalla blanca en el sedal de tu cintura,
los pechos altos como amazona
que reivindica una doblez
o un cántico.

Fotografías invernales,
hartas de una luz que se desdice,
extraños gestos que ya son memoria,
un diminuto alfil que coso a tu liga
como espada de amor y lujuria.

Tú y yo cabemos en la cenefa roja de la ilusión,
una lágrima puede ser, también, un jardín de flores y color,
en el agua y en su centro insondable
está nuestra historia;
un brillo es tu mástil,
un fanal que guía mis impulsos de vida
hasta la consunción o hasta el poema
que deje huella prístina de tu etéreo paso.

jueves, 14 de junio de 2018

Del amor y sus contornos

Sin alas,
llegaste aquí sin alas,
con la gloria del humo bajándote los párpados
y el vientre alerta, ejercitándose, averiguando
cual es la luz que no mata,
qué espejo miente,
qué aire es negro,
qué invierno se enciende entre flores de mostaza.

Yo recuerdo aquella noche,
las alcayatas eran un reverso de hojas indescifrables,
tu garganta iba rozando el alba
con la humedad anónima del deseo
(a qué hora llamaron las aves del desierto,
a qué púrpura entregué esta carne que la luna ignora),
como los desesperados así llega la memoria a su lecho,
allí los ojos se hacen piedra,
y en su océano de hiedras enlutadas
arden las estatuas de un tiempo sin melodías,
yo te quise enseñar mis cenizas,
yo fundí la precisión de los trenes,
solo yo medí las ruinas que apuntaban al verde.
De la juventud nacen dudosas arañas,
macilentos ruiseñores de ahogada servidumbre,
pintorescos museos de axilas poderosas,
la juventud es el sueño perfecto de una máquina
que busca entre cebollas
el alma de un río milenario.

Yo recupero el miedo
que es palabra vaciándose en la palabra,
el tacto de un primate en su primigenia luz diurna
y es también la duda metafísica que tiembla en los calcetines
antes del asalto o del regreso.
Por ti violé las agujas de un reloj
y puse labios entre las curvas del sueño,
no fue fácil dormir entre tus venas
porque el amor cose misterios
y añade números de plata
a los teléfonos ciegos
para así doblar las esquinas en marejada.

miércoles, 13 de junio de 2018

El auto salvaje

Es igual que un cuerpo de acero y músculos.
Recorre sin querer el haz del aire, sigue a la flecha
que aguarda un destino. Lo veo como un traje
de metal o la cinética que invade el horizonte
con su mástil dorado. Un designio que vibra
en el asfalto de la ilusión altiva, el meteoro
que deja atrás la muerte y el incienso de los lugares
ya proscritos. La aventura son acantilados
donde su cadera se arrima al quitamiedos
sin los ropajes del temor, orgulloso del humo
que se posa en el alquitrán como un pañuelo
de seda gris bajo el estrépito de diez ejes absurdos.
El auto que nunca fue mío me abraza con su plástico
herido y se encienden sus faros y trepidan las puertas
al huir del silencio. Un estruendo agita los árboles
del vial, es el relámpago de sus alas al alejarse,
cabalgadura de cascos infinitos, hierro que fulge
contra el ayer hasta el confín de los ángeles
donde aún vive la memoria de los lobos sin patria.

lunes, 11 de junio de 2018

Seducido

El sexo del ardid se desnuda en labios húmedos,
transcurre como un don que la hembra exhibe,
brilla en la finitud de los espejos, invoca a la luna
serpiente lumínica del oráculo. Es invierno, Elena
se abriga con las hojas de los álamos, surca sin heraldos
la noche ambigua, el mar que sueña un faro insomne.
Me arrastra con el látigo del himen y sus alfileres híspidos,
me cita en los suburbios- en la proclama- después
de que los rojos semáforos dejen su mensaje de pausa
y miedo, de canción y ternura. Ya no hay enigmas
cuando su abril conmemora la raíz de la inocencia caída.
Solo espero un alud de candiles gastados, un eclipse
que nadie recuerde tras las siemprevivas del éxtasis
y el aullido que vendrá.

sábado, 9 de junio de 2018

La muerte llegó demasiado pronto



Aquella nieve era un símbolo impar. En la estación
el tren bufaba como un animal acorralado, la tarde-noche
se vestía de copos suaves, dormidos a la hora de las linternas,
en el calendario de un dios presentido. La isla en mi iris,
la lejanía que nos roza en el hueco triste de un vagón
sin alma. Tú, el vaquero que sueña con las dunas de Egipto,
yo que arrojo hacia el cristal olas de tiempo, cadáveres
que hablan como la conciencia desdice a su círculo
inhabitado. Pronto las palabras coinciden en ríos de ayer
y el traqueteo de la vías vence al designio, palpita
en una comunión de espíritus o deriva de asombro.
Y no hay duda de que el tránsito es un código de pasos
en compañía, que la rebeldía lleva en sí un emblema de risas,
un corazón de palabras libres en la cintura de un tiempo
fúlgido. Y, sin embargo, la inquietud es la derrota cuando
lloran las ambulancias y el espectro oscuro aún seduce
al canto gris del presente. Amigo, en tu ajada gabardina
viven los sueños no nacidos, nadie te podrá quitar el grito
de la vida hacia la luz, borracho de ternura como un príncipe
que vuela del hoy al mañana en una imagen que no reconoce
ni a la edad ni a la muerte.

viernes, 8 de junio de 2018

El vecino

Un visillo o una celosía es el signo.

Yo sé que habita tu cuerpo entre las sombras,
que hay retratos y un balancín
o quizá una mecedora donde tu madre
cose el tiempo y los enigmas.

A veces la luz se adentra por el pasillo
como si tuviera miedo de crecer
o ignorara que tu casa está lejos del túnel,
próxima a una playa encendida donde te acuestas
y gimes.

Eva peina tus rizos
con el marfil o el nácar de las púas añejas,
lo veo si la claridad se recoge en la otomana
donde exhibes un gesto de amapola
o pájaro huérfano.

Habláis de las cosas presentes: la bonanza de la criada,
un compromiso inaudible, las ventas de un comercio que agoniza,
el futuro, siempre el futuro
en tu piel de perla.

En la habitación hay posters de iconos azules,
un libro de tapas sin color,
jerseys que nunca has tejido
ausente de la araña que no eres.

Soy yo el que contempla un sueño irreal
pero me basta al sentirte otra en ti,
la que serás cuando tu calle y la mía
dejen de ser la misma.

miércoles, 6 de junio de 2018

El hombre equivocado

Siempre pensé que era otro. El que casi murió de niño,
el joven-demasiado joven-que descubrió el amor,
aquel que creía ser un hombre esbelto y pulcro,
un racimo de abrazos en el aire inocuo. Era yo
la sombra poderosa que pisa el tiempo y no huye.
Y vivía en los espejos como un duende grácil;
pronto supe que nadie envejece sin el recuerdo
preciso de sus pasos, crisol de huellas en la piel,
en los omoplatos de este cuerpo que declina
y al fin reclama su verdad caduca.

domingo, 3 de junio de 2018

La habitación

La habitación me habla con sus cosas ciegas.
Ha vivido la estación perpetua de los sucesos,
estática como un confesor que escucha las conversaciones,
que mira el transcurrir con el breve pulso de su corazón
en bruma. Y respira- las hojas del gladiolo no paran
de crecer, el reloj recita puntual su letanía de tiempo,
la radio conversa conmigo y con la noche-acompasando
mis momentos de caída, o mi risa cuando alegre el hijo
se acerca con sus pasos de gaviota y abraza mi vientre.
La habitación me dice que sus recuerdos son los míos
y yo le digo que sí, que es mi eco, mi huella, el rumor
del pasado en los cajones, la imagen ya ida en los espejos,
las palabras que se posan en la mesa al despedirnos
cada día como naves de ausencia o pájaros sin Ítaca.

sábado, 2 de junio de 2018

En la intimidad

El silencio aún guarda la densidad de tus palabras,
el humo del pensamiento que aventó la noche.
Es la madrugada un niño dormido entre las cosas:
el reloj de pajarita, un retrato sin edad, la mesa
idolatrada por la infancia y su latido breve. Ahora
duermo igual que un candil apagado, la claridad
onírica me posee, me aleja del tacto, corrompe
la materia. Una luz se cuela por los listones del ventanal,
forma un pijama de neón sobre los dibujos del cobertor
y yo persigo el paso de tu ayer en la duda del quicio,
el sonido de tus huellas al alejarse por el eterno
pasillo que nos une. Nada sobrescribe en el cristal
-como un vaho insomne- las frases de amor,
la inseguridad de tu huida en las alas del pájaro
que serás. Es pronto para soñar la vejez,
al mirarme todavía buscas el sexo inocente,
los labios húmedos de la entrega. Tú también
duermes al abrigo de la habitación, en paz,
serena como una diosa de carne, frágil
como un delirio manso y azul.

viernes, 1 de junio de 2018

El jardín de mi casa

El techo surca los espacios como una nube amiga.
La casa sonríe, es mi casa, casa sin metros cuadrados,
virgen de huellas, cálida y oscura tras su vientre abierto.
Un resumen de paz es su signo, una luz que permanece
en los zócalos y reverbera igual que un nombre nunca
olvidado. Y el silencio y la iconografía que sin querer
comprendí al mirar sus corvas granuladas en la pared
de antaño, los cuadros con la pátina invisible de una mirada
perdida, los espejos que ya no lloran al ver la imagen
del futuro, el sordo rumor del presente. ¿Hay otro nido
donde se enmascare mi ausencia? No quiero, no busco
a la golondrina del hogar, para mí una sola caléndula
es la fe de este jardín, un solo círculo el crisol que hace
del tiempo volátiles cantos de esperanza, rizos alegres
de cautividad.