miércoles, 29 de enero de 2020

Este poema es para ti que no puedes con la vida

A mi hermana

Es posible que tus rasgos, líneas horizontales,
músculos que se alejan, la mirada prendida
en un acertijo imposible
nunca callen.

Yo era un niño y tú un látigo,
humo bajo la mesa redonda,
unas cortinas de fieltro abrazándonos
y el secreto inamovible de la confidencia
- Moncho ya eres un animal salvaje
que otea en el pasillo la incertidumbre de un teléfono-
cuál era el código y cuál la prueba iniciática,
solo la imaginación y el tiovivo de la infancia
son capaces de poblar la luna.

Siempre tuviste fe y un corazón de tizones blancos,
el orgullo en la mitad de la estirpe
devuelve hojas de un árbol que nadie ve,
nidos sin pájaros, aire frío en la conciencia.

¿Fue así que te crecieron alas
y una voz de fuego te vistió los labios
de mensajes utópicos o rosas en un desierto fugaz?

La melancolía es una hierba que atenaza la piel,
es posible que en las ciudades del norte
te rescatara un lobo con adjetivos que mienten,
una luz que parpadea entre enigmas
pero crece, elegante, altiva hasta quemar la ternura,
hasta degollar la simple historia de la vida simple,
tu refugio, tu algodón de plumas, tu barca o tu isla,
el arco iris al que antes te asomabas, alegre.

Esa hiel penetró tus venas,
la palabra ya no enhebraba sus hilos,
el mar era sólido,
la verdad un sueño, lo real el ayer,
los juegos un cuchillo que, lentamente, acaricias.

El horror vive, tan cercano,
como un auxilio de panteras voraces
en el silencio de la noche.

En todos los espejos estás, delgado mimbre,
tu figura encogida por el rigor de la canícula,
sin fiebre, sin temor, también en los horarios de la escarcha,
desnuda, la piel enrojecida, el hambre en los puños;
y después, y ahora, cuando solo la memoria te viste,
mi memoria que se iza desde el segundero del reloj
hasta el poema que susurra
para decirte
que aún es el tiempo de vivir.

martes, 28 de enero de 2020

Observándote

Ondulan los rizos hasta el yugo exacto de la liga.
Carne o piel lívida, transparencia en hilos, el mentón
alzado al orgullo y la tiniebla, la boca sin color
como un seno naciente, perfil que huye de los espejos frágiles,
sienes que fueron mapas en la singladura de la noche.

Vaporoso el vestido que recibe el aire dulce de agosto,
hay buitres en ti que se posan en el corazón del miedo
y te interrogan, te susurran paraísos en las pestañas,
islas que solo podrás ver si son reflejos que escapan al olvido.

Si bailas, acampanando los pliegues al borbotear de los muslos,
si los pies silban como pájaros ciegos ante la música,
si te roza el mar hasta el atlante busto de las rodillas,
si la Pamela se escarcha en el castaño desliz de tu pelo
cuando surgen los idilios de la flor en la frente surcada
y el cuello es un ángel sin anatomía, los hombros pedestales
donde la lluvia finge, las caderas el jardín de las incógnitas,
el desliz de tu mano izquierda en la lisura redonda del músculo.

Imagen que transmuta en imagen, sol limpio en la desnudez del pecho,
vientre o cristal donde se mira mi ardor, alfil que danza
como un arlequín en la ceniza, majestad de las piernas,
cadencia sin ardides junto al candil que ilumina tu voz.
Y ojos como algas, ausentes de su don, labios que invocan
la humedad de los ríos vespertinos al morir tu faz y revivir el día.

domingo, 26 de enero de 2020

En manos del azar

Tiene alas la memoria, pero es efímera
como un paisaje sin futuro. Fechas que cruzan el olvido
hacia los labios carmesí, la venganza de los cuerpos
cuando, incontenibles, suben los peldaños de la luz.
Dices que el gris es el color del miedo, yo escucho la ola,
la inquieta ola en mi ventanal. Acertamos con el mediodía,
no con la escarcha de agosto, supimos vencer a los dioses
de la oscuridad con misiles de napalm en el corazón.
Tarde llega la lluvia de unos besos azules, ahora
son las preguntas un rodillo de amor bajo las sienes.
¿Dónde estará la respuesta si es mudo el azar?
Como una verdad sin alma te acaricia mi noche.

viernes, 24 de enero de 2020

Palabras de humo en el "Galo d´ouro"



Como otras veces
llegamos en la nube del insomnio
sin los paraguas abiertos.

La palabra es tan tierna como un murciélago herido
y el hambre vive bajo el umbral
que gotea una humedad solidaria con los besos
y el dulzor de los vasos alegres.

Un crepitar de música revienta los espejos,
como sombra un artilugio abstracto
que se mueve sin rigor
dueño del humo y las risas de invierno.

Los títeres son fotografías de acólitos del jazz,
es curioso que naden entre instrumentos los hilos del silencio
y que en las copas resucite la verdad
que poblará los labios de hongos azules y flechas sin pretérito.

Ella dice que la lluvia amaneció blanca
y todos escuchamos un rumor de ubres en la niebla.

Hay tantos cristales rotos,
manoseados por este aire sin ayer
que roba a la música el orden,
que anticipa el sueño de la carne,
que forma el humus estéril del volcán ciego
que enrojece la luz.

Y sí, las historias se engarzan en diálogos que son rosas de agua
y sí, los monstruos habitan en la placidez de los bolsillos
que en el regreso acompañan a la armonía de los pasos,
en fuga, en duelo de nocturnidad.

¿Hay pájaros aquí, en el swing,
en las letras omnívoras del cantautor,
en el ritmo colorado de la samba,
en el anuncio de la nueva trova
con su rotura de versos, de caléndulas, de ciclos,
de utopías de sangre?

Ya mi rostro no es el del amigo,
su perfil ha buscado en los espejos ese otro que fui
en el instante en que dudo si mirar mi ausencia.

Dejadme, compañeros, el hielo y la dulce absenta,
un cigarrillo que muere, los pensamientos de libertad
auguran una imagen de narciso
bajo mi cadáver que se ha quedado aquí
desnudando las horas,
amaneciendo transparente
junto a la crisálida del horror.



"O Galo d´ouro" es un pub de Santiago de Compostela

miércoles, 22 de enero de 2020

Tus pestañas

Cuando tú llueves yo soy la nube roja.
El episodio de la mudez o la espera de una flor,
la lluvia sin soportales
y el beso que rompe el himen de tu voz y la mía.
Algunas olas se parecen a la lengua de un dios,
en las rodillas del humo
hay suspiros de nieve bajo el calor de una mirada.
Cualquier ciudad elige su nombre,
en el granito suda la herida de un verso,
en las plazas solo viven palomas
completamente ciegas que aún reconocen su estatua.
Recuerdo el gris de mi boca
y los túneles en los ojos como una reliquia de la luz.
Al final queda la melancolía de las semanas sin diálogos,
el ardor de un domingo que nos trae
el calendario soez de las mariposas que cantan.
Este río es un alfil que muere,
su orilla el silencio de mi voz cuando apenas el cielo
se inventa un rostro de orquídeas azules
bajo tus pestañas que dibujan en la plenitud de lo oscuro
la voraz comedia
de los tiempos bárbaros.

domingo, 19 de enero de 2020

La belleza

Suele volvernos estatua en un segundo de eternidad.
Es color y tiempo desdoblado, alma de paisaje
o rostro que muere en el mármol, es pigmento
que adorna un óleo o fulgor en el horizonte
si la luna estalla. A menudo tu piel o tu sonrisa,
el mar sin olas, la luz en el dormido candil de la espiga.
Y el asombro de la lluvia entre los truenos y el hambre,
el rayo de sierpe en la negrura de los espejos
y una colina al amanecer y el brillo del agua
donde bailan los peces. También un sueño triste
de sirenas al volver de un canto o el árbol cuya flor
es malva como la piel de un niño. Y tu interior
de patios alegres y la bondad que susurra mi nombre
en la caída. O el vuelo del pájaro sin mañana
o la nieve que refulge de amor cuando la luz
lame su seno. Todo vive en la memoria perdida
mientras continúa el éxtasis que nutre a los relojes.
Deja que mire la aurora, el ocaso, la danza perfecta
de las ninfas, la curva de un edificio inmortal,
los jardines de abejas laboriosas, tu perfil
que se recorta entre la niebla, el verdor
de tu iris que es la herida sin pausa de la luz.


sábado, 18 de enero de 2020

Géminis

Bajar por las telarañas de la vida hacia una placenta de luz.

Allí, el césped alto de un jardín hospitalario,
la gracia y la nieve, los soliloquios del padre,
el suburbio de hojas blancas de la madre
y un caleidoscopio donde el futuro camina
como un ángel que viste una verdad ignota.

Y patios y clínicas, la cara rubia de una filigrana,
la cicatriz de la duda que, insólita muestra,
el verdor azul de un sueño.

Ayer llovían niños como ríos de infinitud
y un reloj se negaba a proclamar su ángulo atroz,
infancia de cohetes lunares
bajo los adoquines de una rayuela.

Así el círculo del balón y el desafío de los esqueletos sin mañana,
antes del arrobo del aire,
después de la química de una caricia maternal,
Olimpo virgen donde la luz es un pastel infinito
que, infinitamente lame, el hoy en fuga.

Ojos de juventud que eligen el azar de los mapas,
vampiros sin sangre en la osamenta amada
de la niña torpe que, increíblemente dice,
que tú eres un rayo, una quimera, el sol en la duna,
un arco iris perfecto.

Todavía llueve,
a pesar de los años que han vertido sequedad y memoria,
todavía hay sortilegios que imploran cantos sin voz
en los jardines.

Si te arrimas al espejo de la sinrazón verás sus lianas como látigos de un cristal estéril.

Escribo sobre el papel desnudo de las horas vencidas,
aunque sé que en algún lugar una raíz resiste,
un árbol cuyas ramas son las venas de un cuerpo
que luce en su piel el horóscopo sin zodiaco
que un día fui.

miércoles, 15 de enero de 2020

Elogio a la mujer madura

Aproxima tu oído adonde se escuchan los caballos grises,
dejaré rosas en los círculos polares que llegan a tu corazón,
escogeré para ti la nube que viaja con látigos de fuego,
mis lágrimas que te buscan para urdir una vida adolescente.

Y dirás que tus labios ya son grietas,
la costumbre un sinsabor que llora,
la piel un argumento contra los guiños de la lujuria
y las hojas verdes del verano.

Créeme, aún no es el tiempo de las rodillas dobladas.

Hoy, en el calor de las habitaciones,
se grita la oración simple de los dormitorios encendidos,
el crepitar del alba mirándonos como los árboles se miran antes de la luz,
en la comisura de la noche.

Y vendrás, y yo seré el párpado que no se alza,
el sol que muere en tus heridas, la mudez que acompaña al surco
que tu sexo va dejando en mi memoria.

lunes, 13 de enero de 2020

El árbol de la vida

Tanta fronda de rizos en el verde ojeroso.
Un trinar viejo de historias inmóviles eleva a la mañana
el periscopio de este navío de hojarasca,
barco de velas y enjambre,
tejidos de nervaduras gráciles al alba,
sedosos al atardecer, lágrimas en los peciolos,
lunares de mariquita en la costura vegetal
que alienta a los gusanos, que acoge un santuario de hormigas negras,
tenebrosa la quietud y el silencio que suda el bosque.
Yo sé de tu raíz que invoca el rito,
sé de las estaciones que caen sin perdón
en la piel oscura de tu vientre, sé de los pájaros y su orden,
del amor y la vida que las ramas poseen,
sé que los brazos que despliegas son alas rotas hacia la oscuridad,
sé de la fiel memoria de los arces
cuando en sus copas gime la luna al desnudar su noche.
Virgen de la luz, tronco milenario de ojos blancos,
paraíso que los siglos devuelven a la tierra
con largos dedos y aortas duras como la sed de los cíclopes,
recibe el canto de la lluvia, el agua que alimenta, tu flor y sangre última.

sábado, 11 de enero de 2020

Los pájaros de noviembre

Aún gritaban las iguanas del paraíso
y un sahumerio de cactus bendecía mi nombre.

Lo verde y la humedad infantil tras los vidrios,
otra piel, ya reseca, heredó un río sin orillas,
el maná perpetuo de los afectos.

La luna sigue en pie, es un astro voraz,
redondo como un lunar de plata .

Al salir las mariposas son dobles,
resucita el agua en la cruz de los tejados
y los barbudos equilibristas dejan miasmas
en los invisibles espejos de las calles.

Yo vivo mi desnudez,
en mi compañía tu desnudez
con nalgas azules y pechos infinitos,
y, también, un licor de palabras
que un día comprendí falaces
bajo el alar de las tres y quince,
cuando la lluvia formaba un reflejo de manantial en los ojos
y el humo era hospitalario
como un despertar de orquídeas en la nieve.

Así, con las aristas de la estatua y las películas sin desliz,
con el automóvil que nos llevó hasta las olas y los ríos,
en castillos y puentes donde anidan pájaros de hierro,
en jardines alados, limoneros, hojas secas, arbustos,
flores hermafroditas, fotografías de ti
bajo un balcón sin rosal.

Y el ayer que es un cementerio de heridas;
pero nos basta el cántico de la noche
cuando el alcohol anuncia un dragón celeste
y en tu perfil el maquillaje del cristal refulge sin color
ni aullidos.

Me olvidarás con las últimas hogueras de la locura.

Y si tu voz retorna y me trae el amor danzante
encontraremos juntos
en la ceniza de la luz
los episodios de los días con su tenaz elipse;
y al fin volverán los pájaros de noviembre
con tesoros en las alas
y un perdón que nos acoja bajo el calor de sus nidos.

viernes, 10 de enero de 2020

Sin palabras

Me adentro en el crepúsculo de la sangre,
al fondo hay un lago donde viven las historias pasadas.

Tu cuerpo joven es un sol que aleja los témpanos,
resplandece en la duna la virtud perdida,
todavía palpitan los clamores de tu voz como serpentinas fugaces.

Existe junto al aljibe de los recuerdos
un dosel blanco, es el sitio en el que nació el amor,
subterfugio que no olvida sus huellas
ni la verdad que el azar dibujó en la ceniza de la luz.

Ahora es el silencio nuestro orgullo, mutismo que florece
cuando la madrugada arroja sobre nosotros
su manto invisible de oscuridad y luna.

miércoles, 8 de enero de 2020

El salón de la abuela

Allí duermen los rayos del mediodía
y las voces infantiles de los juegos.
Una multitud de fotografías fija la memoria
en los hilos del tiempo, mientras un rumor
de paredes se acuesta cada noche
con una dulce oración entre los labios.
El teléfono crepita como una campana vieja
o un cadáver que resucitara con un melancólico
ring-ring de despedida. Son las cosas un episodio de luz,
el reloj inglés descubre la porcelana de su rostro,
los muebles ya no me hablan, en el cristal de las puertas
se adivina el futuro. Y yo que soy de carne
las guardo a todas en mis sueños.

domingo, 5 de enero de 2020

Las estaciones de la memoria

En qué estación vive la memoria.

Invierno de ropajes y casas vacías,
de abrigos baratos y un solo color-el gris-
en los besos.

Abrazados la bruma recoge nubes de humo,
cigarrillos en las bocas, la escarcha deja hielo blanco en las noches.

Si hay una flor en tu vestido se encienden los jardines de las islas,
regresan los pájaros del silencio
para hablarte de lagunas que son espejos sin voz,
de campanarios rotos bajo un sol de hilos azules,
es la primavera que canta.

Al fin los cuerpos roban a las playas su inmaculada pureza
de fotos bravías, de mares sin paz,
porque la piel entiende el sudor de la arena
y la luz tranquiliza la raíz del tiempo
y se oye la alegría de los niños al sentir las olas del futuro,
será que llegó el verano
con las alas del deseo desplegadas en los bares.

Te pones triste cuando la lluvia arroja
sus lágrimas de noviembre en el cristal,
los álamos ya no escuchan la canción del río,
la niebla es un anuncio
de trazos invisibles que algún día dibujaremos
-tú me dices que, de nuevo, está aquí el otoño-.

A todas las estaciones vuelve mi memoria
como un corazón que no cesa de palpitar
dentro de su círculo interminable;
un círculo que también es el tuyo
cuando, por fin reconoces,
la similitud de nuestras vidas paralelas.

sábado, 4 de enero de 2020

Semíramis

La mujer pez es un ataúd blanco.
El pastor educa al destino con su sonrisa desdentada.
La belleza viste la piel y en el interior el corazón
conquista mundos. La inteligencia escribe
en los labios del otro estrategias sin pudor
que asombran al rey, tan desnudo.
Hija ave, vuelo en tierra su canto de alma y tambor
a la puertas de un imperio, en las cenizas de los pórticos.
Hay dos ríos sin límite y un sueño de colgantes esferas,
verdes como el amor, lianas dobles en el cristal del devenir.
Nunca vio otro mañana que el abanico de su hambre,
ni el hijo ni la suerte ni la historia y sus velos
entenderán el ansia de Semíramis, reina pez en un desierto
donde hoy mueren todas las palomas.


*Semíramis, reina de Asiria hacia el 2.189 a.c. La leyenda dice que era hija de la diosa siria Derceto con rostro de mujer y cuerpo de pez. Al nacer fue abandonada y criada por un pastor. Se casó con el rey Nino y a la muerte de éste reino ampliando el imperio. Se le atribuye la creación de Babilonia y sus famosos jardines colgantes. Semíramis quiere decir "paloma".

jueves, 2 de enero de 2020

La última cita

Observo tus diez falanges como velas al trasluz
en un mar inexistente. Tu caricia es un tren olvidado,
tu silencio la hojarasca que duerme en un libro,
el espejo que difumina la simetría del azar. Esta noche
no existen la ciudad ni los pasos en la nube tras el ángel
ni el delirio infantil de los balcones. Todo aguarda un disfraz,
una máscara común de arpegios bajo los cristales,
un oráculo sin solución en el que las palabras sean doblez,
perfiles que dibujen una huella múltiple. Es fácil comprender
que en las rodillas del instante no hay pájaros dormidos.
Así, el oculto gesto o los perfumes que deja un nombre
al concebir su sombra o la cicatriz que se adivina
en el círculo de una taza o el adiós de un camarero sin rostro
son preludio de un futuro que se parece demasiado
a la ingravidez con que el olvido escribe sus sentencias.