Hay una fibra en mi fibra que es aliento,
soplo cálido de dragones
en el púrpura de tu visión.
Gotas azulinas sobre la frente curva,
pómulos humedecidos por el ardor invencible,
turgencia lábil como manantial
de innúmeros tactos.
Me dirás que la llama fue un ardid:
tú entre el deseo
y la fiebre de la aurora.
Amenaza el cenit con un sol despiadado,
antes del goce presumo el cáliz de un infierno sin perdón,
tu ansia que imagina la canícula
en las ingles de la virtud.
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