Vosotros no ignoráis que la poesía es un juego.
La herida de un hemistiquio, la epifanía de un hiato,
el compás de la sinécdoque…
¡pero basta ya de retórica!,
en un poema hay sangre, corazón y tinieblas,
en un verso los océanos se agitan,
el latido se alza,
el espíritu regresa a su nido de flores y artificio.
La poesía gime cuando la tinta suda verdad,
escoge la consciencia
o los paraísos sin gloria de un jardín efímero.
Se buscan entre sí las palabras en la cola de la rima
o en un vergel alegre
dispersan el agua libre de la festividad.
En un poema hay una llaga y también un retrato de ti,
en un poema llora una niña
entre los suburbios
de las más oscuras tempestades.
Hay poemas sucios y otros tan blancos como la cal.
Yo escribo poemas que se me escapan de los dedos,
su mirada es la mía, su huella el hálito que dejo en el volar de la pluma.
No me leáis, poetas, si en la desnudez de una estrofa
esperáis que brote el tigre del asombro;
sed fieles a vuestro rastro de lecturas amigas,
allí no estaré yo
ni la voz que al final de este poema
se desangra.
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