La voz dulce de la maestra aún me acompaña.
He visto un ángel de luz.
Juegos ante el mar,
en la deriva de los crustáceos
hay una epifanía roja.
Viene el amor con el vestido de la lluvia,
un tren es la llama de la sinrazón,
la apuesta que finge.
Lloro por el padre que no lloró por mí,
ahora tendré en mis manos la luna creciente.
Disculpo el error de no sentir la niebla,
me dirijo a las islas
como un pájaro de azufre.
Volveré a los árboles del bosque,
a tu lujuria de limo y ciénaga,
a espiar al ciervo que tanto se parece a mí
o a la inocencia.
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