Los caminos de la nieve anuncian el sol.
En los travesaños del tren las islas se insinúan y el sol crepita
como una hoguera soñada. El silencio es amargo
porque sobreviven voces de despedida,
cantos dulces de amor, confidencias de amigo en bares sin luz.
Busco un libro sin título en el que leer sea ausencia,
espío el gong blanco de un reloj que palpita o muere.
Ayer me despedí de tu cuerpo y fue un escupitajo tu voz.
Había putas en los portales de la calle y viejos apretando sus vejigas.
Yo dejaba la gran ciudad, sin querer, como la noria arrastra el círculo.
El hogar, mi hogar ya no tenía padre, solo la urgencia
y las ventanas cerradas y un adiós esperanzado.
Y vi las islas, vi las islas desde un avión crujiente,
al descender, olas de arena, cactus amputados,
un orden de siroco y lengua reseca en mis ansias de incógnito.
Toda vida espera que el mar le lama el calor de sus sueños,
allí el sueño fui yo, la musculatura de un perfil contra la noche,
el ayer en los ojos como un tótem lejano.
jueves, 30 de mayo de 2019
lunes, 27 de mayo de 2019
Aquellos días de lluvia
Nunca pensé atornillar el tiempo, ponerle la soga del desdén,
acumular insomnios en la mansarda de la vida. Ayer eras mano
en la ternura, hembra sin ojos que incita al doble que tú pensabas,
lejos de mí, de lo que soy. Cómo descubrir el hilo de una marioneta
si el trasluz de una tarde se une al viento y estalla en amor.
Has poblado los infinitos, la memoria de los trenes, la piedra inmortal
de las ciudades de piedra. Si vestías jeans, si tu pelo rompía
el ciclo de las estaciones, si tu mirada veía un sol en mi nuca,
yo solo supe interpretar el desliz. Llovía cuando el clochard
dijo: “esto es un orinal”. Me hizo gracia su rictus de espantapájaros,
su sed de no sed en el invierno húmedo. Hubo mensajes
de fuentes y estatuas, la melancolía de las plazas y un eco
de callejas como envoltorio de estos cuerpos níveos. Tú oías
la música del agua pero pensabas en el cine-un film en blanco y negro-
fuiste fila delante de mi espera, altas tus botas como una empalizada
de tribu india. Y te vi sin verte, junto a los adoquines de la bahía,
en el haz del faro imaginé tu cintura junto a mi sexo,
vi el futuro negando el hoy, como las hojas caducas
niegan el esplendor del sol. Perdona que aún te busque
en los horarios, que en mi ventana tus pechos se alcen
hacia el sur de mi vientre. Nos bastaba la luz, el ojo infantil
en los cristales, los juegos que son juegos solamente al pensarlos.
Me han dicho que nombras a tu padre al soñar los cuadros
que nunca pintaste. Cada cual vive con sus dioses,
aunque todos estén muertos.
sábado, 25 de mayo de 2019
Para llegar hasta aquí
Para llegar hasta aquí qué fue necesidad.
Si miro este cuerpo no reconozco la urgencia
ni el transcurso ni la orilla donde existió mi remanso.
Para llegar hasta aquí solo fue necesario
el río múltiple que anida en la memoria
como el humo anida en la fibra del aire.
Si miro este cuerpo no reconozco la urgencia
ni el transcurso ni la orilla donde existió mi remanso.
Para llegar hasta aquí solo fue necesario
el río múltiple que anida en la memoria
como el humo anida en la fibra del aire.
jueves, 23 de mayo de 2019
Amiga soledad
Tu amistad es de sombra, de gas, de aire frío.
Piensas antes que yo, porque eres rumor de días pasados
en las olas de la vida. Te hablo como a un niño sonámbulo
que descubre en silencio las estancias vacías. Me recorres
con tu lengua escarlata, me posees igual que un eco
posee a la duda. Te esquivo en los cristales cuando la noche
cabalga el deseo, y estás tú y no la carne ni la humedad
que ansío. Me recuerdas al alguacil insomne de los párpados heridos,
en el crisol de tu espejo mi rostro será ausencia,
olvido, quizá el espacio en que una fotografía se vuelve mármol
entre los dedos que ya no invocarán el sortilegio
de una dualidad añorada.
Piensas antes que yo, porque eres rumor de días pasados
en las olas de la vida. Te hablo como a un niño sonámbulo
que descubre en silencio las estancias vacías. Me recorres
con tu lengua escarlata, me posees igual que un eco
posee a la duda. Te esquivo en los cristales cuando la noche
cabalga el deseo, y estás tú y no la carne ni la humedad
que ansío. Me recuerdas al alguacil insomne de los párpados heridos,
en el crisol de tu espejo mi rostro será ausencia,
olvido, quizá el espacio en que una fotografía se vuelve mármol
entre los dedos que ya no invocarán el sortilegio
de una dualidad añorada.
martes, 21 de mayo de 2019
Recapitulación
Ahora comprendo que, una vez, vi la calavera.
Entre las rocas, la testuz de las rocas, casi un naufragio,
vi la calavera. Yo tenía un amigo de piel extraña,
sus colmillos reían, nunca blancos, alegres
como el viento que agita los páramos.
La edad es así, elige sus castillos de aire,
invita a las brujas de la candidez, escucha, sin querer,
el murmullo del silbo que la serpiente arroja.
Escribí un diario de letras azules donde nada era yo,
en él los espectros campaban libres entre la locura y el dolor,
entre los días y la muerte de los días. Vi en los lugares perdidos
de una carpeta escolar los símbolos de la lujuria, quise-por cobardía-
cubrirlos de besos que lloraran ante las faldas abiertas.
Jamás entendí el estupor de los ojos neutros, cuando se aproxima el misterio
fingen como pájaros ausentes, toman el café en los bares
sin luz, se excitan con la anécdota de un lugar
poblado por trenes que se alejan, alejan. Ya sé que la nieve
no crece en la raíz del amor, son islas los episodios compartidos
que añoran su vergel y los minutos del tiempo varado.
Escribo este poema que se inmola como una llama de hielo,
subir o bajar, regresar u olvidar son nubes que cruzan
el espacio invisible de los átomos. Veo en el cielo las perseidas,
en mi vientre el ínfimo alud, el efluvio estéril de los años baldíos.
Entre las rocas, la testuz de las rocas, casi un naufragio,
vi la calavera. Yo tenía un amigo de piel extraña,
sus colmillos reían, nunca blancos, alegres
como el viento que agita los páramos.
La edad es así, elige sus castillos de aire,
invita a las brujas de la candidez, escucha, sin querer,
el murmullo del silbo que la serpiente arroja.
Escribí un diario de letras azules donde nada era yo,
en él los espectros campaban libres entre la locura y el dolor,
entre los días y la muerte de los días. Vi en los lugares perdidos
de una carpeta escolar los símbolos de la lujuria, quise-por cobardía-
cubrirlos de besos que lloraran ante las faldas abiertas.
Jamás entendí el estupor de los ojos neutros, cuando se aproxima el misterio
fingen como pájaros ausentes, toman el café en los bares
sin luz, se excitan con la anécdota de un lugar
poblado por trenes que se alejan, alejan. Ya sé que la nieve
no crece en la raíz del amor, son islas los episodios compartidos
que añoran su vergel y los minutos del tiempo varado.
Escribo este poema que se inmola como una llama de hielo,
subir o bajar, regresar u olvidar son nubes que cruzan
el espacio invisible de los átomos. Veo en el cielo las perseidas,
en mi vientre el ínfimo alud, el efluvio estéril de los años baldíos.
domingo, 19 de mayo de 2019
El trino del agua
Todavía en el cansancio hay luz.
Los campos relumbran al sol,
el cielo roba el azul de tu iris,
la mies y los olivos, el agua como un surtidor de vida
regará las raíces del perdón.
Pero tú callas como una venda dulce,
pero tú inscribes en el tiempo que amanecemos juntos
una águila sin piedad que se lanza al ayer
con la ternura rota.
Acudimos al verso que nos une
para que la sed encuentre un rumor de manantial
o un aljibe y su melodía frágil.
Está la nomenclatura del hijo con apellidos impares,
está la piel y ese acento carnal de los cromosomas
con que creímos iluminar la noche.
Nos ignoran: el dibujo inútil de los pájaros,
la semilla seca, la bruma en las colinas,
los horizontes que transitan esos lánguidos mensajeros de la nada,
los automóviles fugaces.
De un mismo río surgen las corrientes bravías y los lagos,
la quietud y la torrentera,
el trino del agua como un canto de líquenes
en tu pelo de ninfa.
Los campos relumbran al sol,
el cielo roba el azul de tu iris,
la mies y los olivos, el agua como un surtidor de vida
regará las raíces del perdón.
Pero tú callas como una venda dulce,
pero tú inscribes en el tiempo que amanecemos juntos
una águila sin piedad que se lanza al ayer
con la ternura rota.
Acudimos al verso que nos une
para que la sed encuentre un rumor de manantial
o un aljibe y su melodía frágil.
Está la nomenclatura del hijo con apellidos impares,
está la piel y ese acento carnal de los cromosomas
con que creímos iluminar la noche.
Nos ignoran: el dibujo inútil de los pájaros,
la semilla seca, la bruma en las colinas,
los horizontes que transitan esos lánguidos mensajeros de la nada,
los automóviles fugaces.
De un mismo río surgen las corrientes bravías y los lagos,
la quietud y la torrentera,
el trino del agua como un canto de líquenes
en tu pelo de ninfa.
jueves, 16 de mayo de 2019
Hablé
Las palabras hechizan el humo invisible del silencio.
Son un ácido en el corazón del ser, la brújula
que invierte los nombres, el perfume que brota
en la piel como un silogismo. Hablé con el verbo
simple de la cercanía-había códigos, costumbre,
educación y temor-sobre los libros que, quizá,
una vez leíste o de los viajes que soñé por ti
en las aceras tan perfectamente gastadas
por el sol del verano. Abusé de un énfasis sin eco
al poblar la hora del encuentro, en aquel tren de goznes rígidos,
cuya música se confundía con el frenesí de los árboles.
¿Y qué dije, sino septiembre, al sentir tu murmullo de hojarasca?
Ya no hay respuestas bajo los soliloquios insomnes,
te irás hacia las orillas que saludan sin querer,
en el ataúd del olvido surge un rostro tan parecido al tuyo
como se parece el mar a su ola ciega.
Son un ácido en el corazón del ser, la brújula
que invierte los nombres, el perfume que brota
en la piel como un silogismo. Hablé con el verbo
simple de la cercanía-había códigos, costumbre,
educación y temor-sobre los libros que, quizá,
una vez leíste o de los viajes que soñé por ti
en las aceras tan perfectamente gastadas
por el sol del verano. Abusé de un énfasis sin eco
al poblar la hora del encuentro, en aquel tren de goznes rígidos,
cuya música se confundía con el frenesí de los árboles.
¿Y qué dije, sino septiembre, al sentir tu murmullo de hojarasca?
Ya no hay respuestas bajo los soliloquios insomnes,
te irás hacia las orillas que saludan sin querer,
en el ataúd del olvido surge un rostro tan parecido al tuyo
como se parece el mar a su ola ciega.
miércoles, 15 de mayo de 2019
El encuentro
Era el tiempo de las aceras al sol,
el arbitrio de la luz en tus rodillas de arcángel.
Pronto comprendí que la pantera es la elegancia de lo oculto,
que las persianas cuando cubren de aventura tus ojos verdes
enmascaran los viernes que aún se entregan a la noche.
Dije: quizá esa otra vida de los cines una los hilos de dos almas viajeras.
Así empezó el volcán que suma pieles y humedad,
en los túmulos de bares oscuros la música entona himnos de añoranza
que tararean un adiós sin saber que son flores en la nieve.
Ese beso bajo el aura del farol,
la rabia del mar como un señuelo maldito.
Estábamos solos entre la gente
igual que árboles al borde de un precipicio imaginado,
sonaban cláxones o palabras sin voz,
tal vez los círculos de la manada hacia la guarida del éxtasis.
No importa si la vorágine nos niega,
el destino son los metros cuadrados de un piso
donde habitan mujeres vespertinas,
allí la razón de una cama escribirá en silencio
las letras invencibles del deseo.
el arbitrio de la luz en tus rodillas de arcángel.
Pronto comprendí que la pantera es la elegancia de lo oculto,
que las persianas cuando cubren de aventura tus ojos verdes
enmascaran los viernes que aún se entregan a la noche.
Dije: quizá esa otra vida de los cines una los hilos de dos almas viajeras.
Así empezó el volcán que suma pieles y humedad,
en los túmulos de bares oscuros la música entona himnos de añoranza
que tararean un adiós sin saber que son flores en la nieve.
Ese beso bajo el aura del farol,
la rabia del mar como un señuelo maldito.
Estábamos solos entre la gente
igual que árboles al borde de un precipicio imaginado,
sonaban cláxones o palabras sin voz,
tal vez los círculos de la manada hacia la guarida del éxtasis.
No importa si la vorágine nos niega,
el destino son los metros cuadrados de un piso
donde habitan mujeres vespertinas,
allí la razón de una cama escribirá en silencio
las letras invencibles del deseo.
martes, 14 de mayo de 2019
Hasta el mar
He salido a pasear como si tuviera diecisiete años.
Sin rumbo, sin nadie, solo pensamiento y sentidos.
Mañana de domingo y de silencio, duermen los jóvenes
la algarabía de la noche, pasean los ancianos sus recuerdos
por parques donde ya no habitan las palomas.
Se abren las iglesias lo mismo que las playas a la luz.
No me importa el regreso, solo el avance de mi cuerpo
y el aire, y el aire tibio que me regala este mar.
Sin rumbo, sin nadie, solo pensamiento y sentidos.
Mañana de domingo y de silencio, duermen los jóvenes
la algarabía de la noche, pasean los ancianos sus recuerdos
por parques donde ya no habitan las palomas.
Se abren las iglesias lo mismo que las playas a la luz.
No me importa el regreso, solo el avance de mi cuerpo
y el aire, y el aire tibio que me regala este mar.
domingo, 12 de mayo de 2019
El cliente
La mujer china posó sus ojos sesgados en el perfil de mi vaso.
Yo dije un nombre y ella reconoció el código de las horas lúgubres.
Había un círculo de amigos que se contaban el hoy como si no hubiera mañana.
Había solitarios monigotes habitados por el vino, casi almas que una vez brillaron.
Todos los objetos se reconocen en un eco de luna. ¿Aprenderé yo a fingir
como soldado de la luz o seré memoria que día a día regresa al bar donde muero?
Yo dije un nombre y ella reconoció el código de las horas lúgubres.
Había un círculo de amigos que se contaban el hoy como si no hubiera mañana.
Había solitarios monigotes habitados por el vino, casi almas que una vez brillaron.
Todos los objetos se reconocen en un eco de luna. ¿Aprenderé yo a fingir
como soldado de la luz o seré memoria que día a día regresa al bar donde muero?
sábado, 11 de mayo de 2019
Paseando
Hoy recorrí el camino de las babosas.
Crepité como un fuego amargo,
vencí a las golondrinas que no sueñan,
me reflejé en los cristales sin memoria.
La calle dormía en su esqueleto y ya no era virgen.
Otros portales, comercios, lunas, voces
clamaban por sus horarios , pero yo invocaba
tu perfil, la imagen de tu vientre, los ojos
inoportunos del desencuentro. Imaginé
un film de inútiles transeúntes , un beso
en los semáforos perdidos, hollé las mariposas
de los adoquines esperando un nido alegre
o un viento de alas ágiles. Ya nadie recuerda
la bienaventuranza de los coros, no hay música
que despierte la hombría ni candiles que envuelvan
en manto la luz del deseo. A menudo escupe el mar
olas cansadas y el faro es un árbol de lentejuelas
sobre el océano en sombra. Volarán los pájaros
hacia el invierno de mi carne como epitafios
que dibujan historias bajo el clamor de un sol
que las quema y vence.
Crepité como un fuego amargo,
vencí a las golondrinas que no sueñan,
me reflejé en los cristales sin memoria.
La calle dormía en su esqueleto y ya no era virgen.
Otros portales, comercios, lunas, voces
clamaban por sus horarios , pero yo invocaba
tu perfil, la imagen de tu vientre, los ojos
inoportunos del desencuentro. Imaginé
un film de inútiles transeúntes , un beso
en los semáforos perdidos, hollé las mariposas
de los adoquines esperando un nido alegre
o un viento de alas ágiles. Ya nadie recuerda
la bienaventuranza de los coros, no hay música
que despierte la hombría ni candiles que envuelvan
en manto la luz del deseo. A menudo escupe el mar
olas cansadas y el faro es un árbol de lentejuelas
sobre el océano en sombra. Volarán los pájaros
hacia el invierno de mi carne como epitafios
que dibujan historias bajo el clamor de un sol
que las quema y vence.
miércoles, 8 de mayo de 2019
El hogar de tu ausencia
¿Árbol o pájaro? Árbol en tu ventana
para que pueda mirar, eternamente, el color de tu cuerpo.
Pájaro en tus sueños cuando adelgazas el aliento y soy cercanía,
un pico que susurra. Crecerá mi raíz en la dulce sombra
que te persigue, volará mi nombre hasta el recóndito
jardín que ocultas. Y se posará el pájaro en la rama que abandonas,
para ser, al fin, tu hogar y el mío.
para que pueda mirar, eternamente, el color de tu cuerpo.
Pájaro en tus sueños cuando adelgazas el aliento y soy cercanía,
un pico que susurra. Crecerá mi raíz en la dulce sombra
que te persigue, volará mi nombre hasta el recóndito
jardín que ocultas. Y se posará el pájaro en la rama que abandonas,
para ser, al fin, tu hogar y el mío.
martes, 7 de mayo de 2019
Entrenando a mi soledad
Hay demasiado aire, sí, demasiado aire.
Los sonidos son como un trueno de incansable luz.
La memoria revive en las paredes,
el eco de las palabras ejercita la tiranía de la comunicación,
un eje de hilos que se entrecruzan y escriben historias,
episodios innombrables, luciérnagas blancas.
Me escucho si abro los labios y un rumor amanece en mi paladar de isla.
Los pasos crujen en el piso de tablas mortecinas,
las voces aman el diálogo de la convivencia
y no dejan de ser un coro náufrago en la noche del tiempo.
¿Serán, así, los años del espacio libre,
la doblez de una sombra inoportuna
entre las horas que caen como pétalos duros?
Solo los dinosaurios conocen el escondite del jardín;
allí van mis ojos, mis iris viajeros hasta al confín del destierro,
hacia la música que invoca la razón del futuro
en mis azules calcetines, ya gastados.
Los sonidos son como un trueno de incansable luz.
La memoria revive en las paredes,
el eco de las palabras ejercita la tiranía de la comunicación,
un eje de hilos que se entrecruzan y escriben historias,
episodios innombrables, luciérnagas blancas.
Me escucho si abro los labios y un rumor amanece en mi paladar de isla.
Los pasos crujen en el piso de tablas mortecinas,
las voces aman el diálogo de la convivencia
y no dejan de ser un coro náufrago en la noche del tiempo.
¿Serán, así, los años del espacio libre,
la doblez de una sombra inoportuna
entre las horas que caen como pétalos duros?
Solo los dinosaurios conocen el escondite del jardín;
allí van mis ojos, mis iris viajeros hasta al confín del destierro,
hacia la música que invoca la razón del futuro
en mis azules calcetines, ya gastados.
domingo, 5 de mayo de 2019
Algo quedará
Soledad de trenes en el recuerdo
-el viaje estaba en mí y la noche fuera-.
Me pedirás un hongo triste
o un girasol que parpadee sin ver la luz.
Me refugié en la sombra de los espejos
-hay una doblez, un lado frío de vértices azules-,
en la transparencia de los vidrios,
en el aire que, mansamente, te cubre.
Nunca adivinarás el porqué de mis pasos
ni su rumbo de nave perdida
ni los motivos de la mirada
al volverse y mentir.
Siempre, desde que soy memoria,
amé la lluvia, el oro húmedo, su cal dorada,
su constante plegaria sobre los cuerpos,
el sonido blanco que deja su resplandor
en la lágrima de los charcos.
Ya no sé de la verdad más que su huella,
ignoro la sensatez del olvido,
pretendo flores de azahar en cualquier piel amante.
Y pasa la vida, como un meteoro invisible
que roza el corazón vertebrado de mis sueños.
Algo quedará-un signo, un aroma,
el instante en que el recuerdo se vuelve luz-
tras de mí.
Tal vez
o tal vez, no.
-el viaje estaba en mí y la noche fuera-.
Me pedirás un hongo triste
o un girasol que parpadee sin ver la luz.
Me refugié en la sombra de los espejos
-hay una doblez, un lado frío de vértices azules-,
en la transparencia de los vidrios,
en el aire que, mansamente, te cubre.
Nunca adivinarás el porqué de mis pasos
ni su rumbo de nave perdida
ni los motivos de la mirada
al volverse y mentir.
Siempre, desde que soy memoria,
amé la lluvia, el oro húmedo, su cal dorada,
su constante plegaria sobre los cuerpos,
el sonido blanco que deja su resplandor
en la lágrima de los charcos.
Ya no sé de la verdad más que su huella,
ignoro la sensatez del olvido,
pretendo flores de azahar en cualquier piel amante.
Y pasa la vida, como un meteoro invisible
que roza el corazón vertebrado de mis sueños.
Algo quedará-un signo, un aroma,
el instante en que el recuerdo se vuelve luz-
tras de mí.
Tal vez
o tal vez, no.
Episodios de vida
Al principio claridad, playas inmensas,
soles por descubrir.
La caricia de la madre y los juegos en el alcázar de la luz,
toda la naturaleza en tu vientre como un jardín eterno.
Se desdoblan las espigas y son diecisiete los latidos que te nombran,
allí has comprendido que hay ejércitos en la sangre
y amapolas rojas en la sienes.
Y llega, el azul del compromiso,
los años quieren una señal
algo así como un cadena donde no puedas describir tus sueños.
Tú no ignoras que los viajes no tienen vuelta,
lo comprendiste en una mañana gris,
de lluvia y cal sobre tu cráneo de huérfano.
Has logrado el compromiso de un camino por andar,
ríen los besos, comulgan las esperanzas,
descubres un oasis sin vertederos.
Nace la crisálida de una tenaza,
ya la luz es simple y los meteoros no pueblan
los cielos de la edad.
Yo he vivido los torrentes, la calma y el viento amargo de la duda,
los bosques sin altar y los ruidos que nadie escucha
en las noches desahuciadas.
La vida es una telaraña resplandeciente,
crujen sus hilos de plata entre tus nalgas,
aunque reconoces el sinsentido
una perla de ensueño guía tus hombros de desventura
hacia el agua de los dioses a la que llaman día perpetuo,
imagen de ti en los espejos de las sombras.
soles por descubrir.
La caricia de la madre y los juegos en el alcázar de la luz,
toda la naturaleza en tu vientre como un jardín eterno.
Se desdoblan las espigas y son diecisiete los latidos que te nombran,
allí has comprendido que hay ejércitos en la sangre
y amapolas rojas en la sienes.
Y llega, el azul del compromiso,
los años quieren una señal
algo así como un cadena donde no puedas describir tus sueños.
Tú no ignoras que los viajes no tienen vuelta,
lo comprendiste en una mañana gris,
de lluvia y cal sobre tu cráneo de huérfano.
Has logrado el compromiso de un camino por andar,
ríen los besos, comulgan las esperanzas,
descubres un oasis sin vertederos.
Nace la crisálida de una tenaza,
ya la luz es simple y los meteoros no pueblan
los cielos de la edad.
Yo he vivido los torrentes, la calma y el viento amargo de la duda,
los bosques sin altar y los ruidos que nadie escucha
en las noches desahuciadas.
La vida es una telaraña resplandeciente,
crujen sus hilos de plata entre tus nalgas,
aunque reconoces el sinsentido
una perla de ensueño guía tus hombros de desventura
hacia el agua de los dioses a la que llaman día perpetuo,
imagen de ti en los espejos de las sombras.
Todas mis casas
Todas las casas forman el hueco donde vivo.
Aquí no hay paredes, ni habitaciones blancas,
tampoco abecedarios de amor
o simples historias de convivencia.
En los hogares que viví crece la escarcha del tiempo ido,
sus columnas hace un mundo que se ajaron por la luz,
conviven hoy con los murciélagos de la noche
y las arañas vespertinas del silencio.
Cuando recorro sus pasillos
mil voces llegan con su sed de hormigas
y su significado perdido
en la cruz indisoluble de un reloj.
Pero, me digo, que alguna vez habité las rodillas del crepúsculo,
dancé en las horas dulces de la luna,
conversé con la ceniza que deja el hombre tras un duelo,
amé los rincones comunes del desaliento, de la fe y la virtud.
Todas mis casas llevan escrito el códice amargo de los vientos sin alma,
se abren las ventanas hacia el oasis,
hablas tú y se incendia la verdad,
lloran las abejas en su hexágono esclavo
y un mar de vivencias se escapa como el río se escapa hacia el adiós.
Todas mis casas son un gong que me recuerda
el paso invencible de los pájaros,
su memoria en las estaciones,
el sentido de las horas que callan.
Aquí no hay paredes, ni habitaciones blancas,
tampoco abecedarios de amor
o simples historias de convivencia.
En los hogares que viví crece la escarcha del tiempo ido,
sus columnas hace un mundo que se ajaron por la luz,
conviven hoy con los murciélagos de la noche
y las arañas vespertinas del silencio.
Cuando recorro sus pasillos
mil voces llegan con su sed de hormigas
y su significado perdido
en la cruz indisoluble de un reloj.
Pero, me digo, que alguna vez habité las rodillas del crepúsculo,
dancé en las horas dulces de la luna,
conversé con la ceniza que deja el hombre tras un duelo,
amé los rincones comunes del desaliento, de la fe y la virtud.
Todas mis casas llevan escrito el códice amargo de los vientos sin alma,
se abren las ventanas hacia el oasis,
hablas tú y se incendia la verdad,
lloran las abejas en su hexágono esclavo
y un mar de vivencias se escapa como el río se escapa hacia el adiós.
Todas mis casas son un gong que me recuerda
el paso invencible de los pájaros,
su memoria en las estaciones,
el sentido de las horas que callan.
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