Aquí yace el pájaro del silencio,
su nido, su horizonte habitan en mí.
Vuela hacia dentro y desconoce la palabra.
Se aproxima al corazón como un céfiro.
Me dice que él es el yo que se ausenta,
susurra en mi oído un canto inaudible
y a veces me azota con su látigo mudo.
martes, 27 de febrero de 2018
domingo, 25 de febrero de 2018
Habitación iluminada
Es fértil la luz que asoma. Su burbuja
enciende la esquina del mármol, el
dulce suceso de rememorar la ingravidez
de una fotografía, la dureza pulida
de los muebles, el frío exacto
donde los armarios guardan
la imposibilidad de los sueños,
de la razón y del olvido. Amanece
y cada átomo de la pared recibe
el murmullo del día, un racimo
de claridad se acomoda entre
las sábanas, reproduce el blancor
abstracto de los espejos, desdibuja
el bostezo que hereda la quietud,
late en el insomnio grácil del porvenir
hasta volverse tú y yo en la caricia.
enciende la esquina del mármol, el
dulce suceso de rememorar la ingravidez
de una fotografía, la dureza pulida
de los muebles, el frío exacto
donde los armarios guardan
la imposibilidad de los sueños,
de la razón y del olvido. Amanece
y cada átomo de la pared recibe
el murmullo del día, un racimo
de claridad se acomoda entre
las sábanas, reproduce el blancor
abstracto de los espejos, desdibuja
el bostezo que hereda la quietud,
late en el insomnio grácil del porvenir
hasta volverse tú y yo en la caricia.
sábado, 24 de febrero de 2018
Tu imagen
Atenazado por el espejo que llora.
Lo que querías era una imagen que
azuleara la transparencia de la lluvia.
Al sentirte, el dibujo se alza, te besa
y tú te conmueves como un niño sin madre.
Si el ayer fue un faro de cristal, no imagines
huellas en la sombra; hay luz en el silencio
de cada estallido del azogue y su locura.
Lo que querías era una imagen que
azuleara la transparencia de la lluvia.
Al sentirte, el dibujo se alza, te besa
y tú te conmueves como un niño sin madre.
Si el ayer fue un faro de cristal, no imagines
huellas en la sombra; hay luz en el silencio
de cada estallido del azogue y su locura.
jueves, 22 de febrero de 2018
Caminar entre sombras
Mis pies son oblongos, pesados,
con frecuencia se preguntan por el hilo
de su origen sin temer al futuro
que vendrá.
No me importa el lastre
si la templanza es una flor en la conciencia,
si la verdad no huye
con el perfil de la exigua nieve,
si hay una doblez
que no quiero esgrimir como ceniza,
si tú misma eres la antorcha en que fijo mis espejos,
si el código blanco, alfil de la herencia invisible,
aún me posee con su círculo de amor
y su justicia exacta.
Sé que la duda jamás crecerá en mi noche,
todavía las rodillas rotas me dicen
que la luz a veces golpea como el hierro,
porque pesa, porque ningún dios ampara
la terrible fragilidad de sufrir lo inane,
la convulsión, el ejército dócil que se disfruta
con el instinto en los párpados
y esa lujuria y esa sinrazón que se vuelve coro
y sinalefa de todos los arbitrios,
Arcadia del músculo donde nada es nada
y nadie es nadie.
con frecuencia se preguntan por el hilo
de su origen sin temer al futuro
que vendrá.
No me importa el lastre
si la templanza es una flor en la conciencia,
si la verdad no huye
con el perfil de la exigua nieve,
si hay una doblez
que no quiero esgrimir como ceniza,
si tú misma eres la antorcha en que fijo mis espejos,
si el código blanco, alfil de la herencia invisible,
aún me posee con su círculo de amor
y su justicia exacta.
Sé que la duda jamás crecerá en mi noche,
todavía las rodillas rotas me dicen
que la luz a veces golpea como el hierro,
porque pesa, porque ningún dios ampara
la terrible fragilidad de sufrir lo inane,
la convulsión, el ejército dócil que se disfruta
con el instinto en los párpados
y esa lujuria y esa sinrazón que se vuelve coro
y sinalefa de todos los arbitrios,
Arcadia del músculo donde nada es nada
y nadie es nadie.
martes, 20 de febrero de 2018
Cuando te miro
Abre la boca la palabra y es luz,
un hilo en mi mano se enhebra
y yace y escribe el silencio de
un párpado. Cuando te miro la
noche cree en mí, resplandece
como un lirio, vuela como un
ángel, canta como un sueño.
un hilo en mi mano se enhebra
y yace y escribe el silencio de
un párpado. Cuando te miro la
noche cree en mí, resplandece
como un lirio, vuela como un
ángel, canta como un sueño.
sábado, 17 de febrero de 2018
Jubilando las cosas
Las cosas pequeñas están quietas, no guardan
historia ni cuando la luz se posa en su latido.
Hoy desnudo de insensatez los cajones que poblé,
las vitrinas solemnes donde se agolpan objetos
sin sentido (pues no tiene sentido el significado
que solo es ayer en la consciencia que vislumbra);
polvo etéreo en las repisas, cristal que una vez
fue un ojo transparente o un corazón diamantino,
vajillas de dibujos como mapas, dibujos de honras,
de exaltación, de sendas que se iniciaron al juntarse
los labios en el día exacto del amor. Quiero que mi
fe cure cualquier herida amortajada entre las rendijas
de este mosaico de cosas indescifrables. Quiero la
ceguera de ausentarme de la memoria que invoca
su corporeidad, el desdén carcomido de su palabra
muda, o el gesto hierático de su condición metálica,
rocosa o de madera raída mientras entran por el umbral
de mi jardín nuevos cantos, ríos de virginidad, pájaros
que no conozco, hasta la costumbre que empieza ya
a forjarse al sentir esta ola de futuro que me convierte
en un extranjero que ha olvidado su origen y su patria.
historia ni cuando la luz se posa en su latido.
Hoy desnudo de insensatez los cajones que poblé,
las vitrinas solemnes donde se agolpan objetos
sin sentido (pues no tiene sentido el significado
que solo es ayer en la consciencia que vislumbra);
polvo etéreo en las repisas, cristal que una vez
fue un ojo transparente o un corazón diamantino,
vajillas de dibujos como mapas, dibujos de honras,
de exaltación, de sendas que se iniciaron al juntarse
los labios en el día exacto del amor. Quiero que mi
fe cure cualquier herida amortajada entre las rendijas
de este mosaico de cosas indescifrables. Quiero la
ceguera de ausentarme de la memoria que invoca
su corporeidad, el desdén carcomido de su palabra
muda, o el gesto hierático de su condición metálica,
rocosa o de madera raída mientras entran por el umbral
de mi jardín nuevos cantos, ríos de virginidad, pájaros
que no conozco, hasta la costumbre que empieza ya
a forjarse al sentir esta ola de futuro que me convierte
en un extranjero que ha olvidado su origen y su patria.
miércoles, 14 de febrero de 2018
Nuestro bosque
La araña siempre ha existido,
la vida, sí, la araña.
Esa bocanada hacia el azul,
respirar en la sincronía de la carne,
el llanto y la cúpula de un devenir fácil,
el dios que no pregunta
-su ruido es un beso
y su plenitud la arcadia de los días insomnes-.
Y en qué secuencia los jardines brotaron,
adolescencia, juventud,
-arriba los ojos como en un estallido-
y en qué laberinto el miedo a las cadenas,
flores frágiles que se endurecen
como la roca de aquel viejo mito,
como la penuria hostil de los cementerios.
El mar, la mar,
mar sin género,
el ósculo que te di contra el aire
para que llegara en silencio
con las miríadas de pájaros
que sobrevuelan la luz
y fingen para ti un coro de ángeles.
Es una diadema el viaje que se dibuja entre todos los viajes
-quise regalarte el viento en un racimo de anémonas-
aquel sol murió en tus labios
cuando el ansia voló
entre las espigas de un verano inacabable.
¿Y el alto zócalo que espiaba las glorias del amor,
su robustez de noches sin límite
en el arpegio de un futuro que quisimos cálido?
Vuelve la edad a escribir reglones
que se doblan como sarmientos
sin vértice ni alma.
En el bosque las tormentas se exhiben para derrotar al limo
y nadie, ni los animales
aúllan.
Hay una misión en la vida que no pertenece a los sueños,
tal vez tu estatura sea la de un árbol
que se comba hacia la faz fósil
de las hojas vestidas por el musgo
y por esta niebla
que de pronto me cubre
cuando tú ya te has ido.
domingo, 11 de febrero de 2018
Senectud
Este cuerpo llora en un jardín olvidado.
Ya no cree en las alas del ángel ni en
el limpio espejo de la niñez. Sus llagas
rememoran el cálido encuentro del amor,
la inocencia sin nombre de las huellas
proscritas, el candil abstracto de un
porvenir inconcluso, los rombos gélidos
de la herida. ¿Y qué vendrá? El instante
donde la lucidez es oscura y los pájaros
negros esperan la caída del pretérito,
la desnudez ilógica de la senectud
extraviada.
Ya no cree en las alas del ángel ni en
el limpio espejo de la niñez. Sus llagas
rememoran el cálido encuentro del amor,
la inocencia sin nombre de las huellas
proscritas, el candil abstracto de un
porvenir inconcluso, los rombos gélidos
de la herida. ¿Y qué vendrá? El instante
donde la lucidez es oscura y los pájaros
negros esperan la caída del pretérito,
la desnudez ilógica de la senectud
extraviada.
sábado, 10 de febrero de 2018
Tu talento
No sabes que lo tienes, es tan sutil, tan breve,
tan tuyo como un gesto perdido. Sin embargo
se expresa en el silencio o habla sin la necesidad
de volverse luz. Un día lo muestras hacia la vida,
sin doblez, sin los clamores ni el aplauso artificial
que estalla en los oídos opacos. Puede ser la palabra
que arrulla al anciano, quizá un juego de malabares
que abre la sonrisa de un niño triste o una mirada
que comprende que el dolor se comparte como
el pan de la noche. Tú tienes un don y no lo sabes,
un don que huele a bondad, esa flor tan extraña
que brota del sueño de los corazones blancos.
tan tuyo como un gesto perdido. Sin embargo
se expresa en el silencio o habla sin la necesidad
de volverse luz. Un día lo muestras hacia la vida,
sin doblez, sin los clamores ni el aplauso artificial
que estalla en los oídos opacos. Puede ser la palabra
que arrulla al anciano, quizá un juego de malabares
que abre la sonrisa de un niño triste o una mirada
que comprende que el dolor se comparte como
el pan de la noche. Tú tienes un don y no lo sabes,
un don que huele a bondad, esa flor tan extraña
que brota del sueño de los corazones blancos.
viernes, 9 de febrero de 2018
Radiografía de la culpa
Su pupila negra carece de párpados.
Vive en la metástasis de un hecho igual
que una roca de inmortal dolor. Hay en
su latido el dulce encanto de la termita,
se solaza con los rebumbios de la memoria
como si fuera un faro que ya se siente isla.
Algunas veces se disfraza de niñez y exhibe
lágrimas de vampiro, curiosos mapas de naufragio.
Yo, sin temor, siento el aire de su nombre,
y callo y me reduzco a una historia inmemorial,
de círculos olvidados, de cementerios perdidos,
de estratagemas que matan la luz como un ciego
el rostro que conoció cuando todavía era su rostro,
y no la mentira del silencio.
Vive en la metástasis de un hecho igual
que una roca de inmortal dolor. Hay en
su latido el dulce encanto de la termita,
se solaza con los rebumbios de la memoria
como si fuera un faro que ya se siente isla.
Algunas veces se disfraza de niñez y exhibe
lágrimas de vampiro, curiosos mapas de naufragio.
Yo, sin temor, siento el aire de su nombre,
y callo y me reduzco a una historia inmemorial,
de círculos olvidados, de cementerios perdidos,
de estratagemas que matan la luz como un ciego
el rostro que conoció cuando todavía era su rostro,
y no la mentira del silencio.
miércoles, 7 de febrero de 2018
Es difícil olvidarte
Ah! sí, la lejanía, qué es la lejanía
sino el recuerdo de la huella,
el diapasón infantil del tiempo.
Me acostumbro a un lenguaje poblado de sombras,
resucito los pasos de un imberbe,
escribo canciones en la cuna del adiós
como un cervatillo que desnudara
su inocencia de cristal.
En mis orillas solo la luz procrea
el símbolo de la continuidad,
elijo las rompientes
porque no me gusta la razón del agua
que quiere un charco o un manantial improbable.
Sé de las esquinas donde no he visto
el transcurrir de los lobos
y es una incerteza saberse acantilado
contra el golpe de un mar deshecho en furia,
sorprendido por la lealtad de aquel antiguo Prometeo
germen de la luz.
Las guillotinas,
oh! sí, las guillotinas y su silencio,
el brote de los números-lunes a viernes-sin alas,
el candil hospitalario de esa humedad que huele a espliego,
a vómito y, a veces, a tu ser.
¿Y el fogonazo azul de la palabra invencible
que me hirió como un deja vu?
Cabalgan los caballos del ardor
y, también, los de la renuncia,
el unicornio golpea cada noche en mis sueños
y yo escribo latitudes sin querer,
ajeno ya al dibujo de las tórtolas que se arrullan
porque no han conocido el árbol del olvido,
la llama exacta del relámpago,
que aún regresa y regresa.
sino el recuerdo de la huella,
el diapasón infantil del tiempo.
Me acostumbro a un lenguaje poblado de sombras,
resucito los pasos de un imberbe,
escribo canciones en la cuna del adiós
como un cervatillo que desnudara
su inocencia de cristal.
En mis orillas solo la luz procrea
el símbolo de la continuidad,
elijo las rompientes
porque no me gusta la razón del agua
que quiere un charco o un manantial improbable.
Sé de las esquinas donde no he visto
el transcurrir de los lobos
y es una incerteza saberse acantilado
contra el golpe de un mar deshecho en furia,
sorprendido por la lealtad de aquel antiguo Prometeo
germen de la luz.
Las guillotinas,
oh! sí, las guillotinas y su silencio,
el brote de los números-lunes a viernes-sin alas,
el candil hospitalario de esa humedad que huele a espliego,
a vómito y, a veces, a tu ser.
¿Y el fogonazo azul de la palabra invencible
que me hirió como un deja vu?
Cabalgan los caballos del ardor
y, también, los de la renuncia,
el unicornio golpea cada noche en mis sueños
y yo escribo latitudes sin querer,
ajeno ya al dibujo de las tórtolas que se arrullan
porque no han conocido el árbol del olvido,
la llama exacta del relámpago,
que aún regresa y regresa.
domingo, 4 de febrero de 2018
Contra la desconfianza
Su veneno suele ser dulce. Se ampara
en la carcoma del silencio y acecha al día,
a la noche, al azul del instante. Su doctrina
es negación, su mandato la lejanía sutil, quizá
la inconveniencia del espejo. Busca y rebusca
en el caudal hasta la hoja fósil que ha caído
como el cromo virgen de la debilidad. Su
razón no conoce el abrazo ni la paz del amor.
Se entiende con el olvido y calla si una lágrima
le muestra su verdad o su madurez. Yo espero
la caricia de otra luz o de otro canto, un
ser que se arrime al tobogán de mis dudas.
Una sombra que susurre la voz antigua
de los niños cuando dibujan sobre la
sal del tiempo la firma única de su dejadez,
el ojo inconmovible de la constancia fiel.
en la carcoma del silencio y acecha al día,
a la noche, al azul del instante. Su doctrina
es negación, su mandato la lejanía sutil, quizá
la inconveniencia del espejo. Busca y rebusca
en el caudal hasta la hoja fósil que ha caído
como el cromo virgen de la debilidad. Su
razón no conoce el abrazo ni la paz del amor.
Se entiende con el olvido y calla si una lágrima
le muestra su verdad o su madurez. Yo espero
la caricia de otra luz o de otro canto, un
ser que se arrime al tobogán de mis dudas.
Una sombra que susurre la voz antigua
de los niños cuando dibujan sobre la
sal del tiempo la firma única de su dejadez,
el ojo inconmovible de la constancia fiel.
jueves, 1 de febrero de 2018
Hijo de la especie
Este grano,
esta huella,
esta elipse,
este silencio.
Solo soy palabra y sentidos,
un arbusto a la intemperie
que se curva sin querer.
Y no existo
y si existo,
vuela el mensaje en el frío de las gárgolas
o en el azul que transcurre.
La voz dice,
la voz calla,
el deseo es materia de otra materia
que se aproxima al confín.
La mirada envejece en los ojos de la edad
porque hay un tiempo anacrónico
que busca el reencuentro
bajo la sombra de una piel
múltiple.
Alguien piensa lo que yo una vez pensé
-y es unión-
alguien siente mi misma sed
-y es caudal-
alguien concibe la desmemoria
-y es lucidez-
como una inutilidad
en el eco de los días.
Y queda la ceniza del poema
que resiste en el papel
como el trino de un pájaro exiliado.
Me repito,
nos repetimos para vivir eternidad,
luces que reverberan bajo la luna
de las noches invencibles.
La inmortalidad se alza como una flor común,
las heridas que han sido
y que serán
viven en la savia de un susurro fértil.
Lo que yo dije,
lo que amé,
-el resplandor jamás se oscurece-
ambiciona el misterio de la luz.
Soy el nudo entre los nudos de un viaje,
una cuerda o una raíz
que habita en todos los rostros,
en la voz y en las manos
de cada cuerpo
que existe aún sin mí
o conmigo.
esta huella,
esta elipse,
este silencio.
Solo soy palabra y sentidos,
un arbusto a la intemperie
que se curva sin querer.
Y no existo
y si existo,
vuela el mensaje en el frío de las gárgolas
o en el azul que transcurre.
La voz dice,
la voz calla,
el deseo es materia de otra materia
que se aproxima al confín.
La mirada envejece en los ojos de la edad
porque hay un tiempo anacrónico
que busca el reencuentro
bajo la sombra de una piel
múltiple.
Alguien piensa lo que yo una vez pensé
-y es unión-
alguien siente mi misma sed
-y es caudal-
alguien concibe la desmemoria
-y es lucidez-
como una inutilidad
en el eco de los días.
Y queda la ceniza del poema
que resiste en el papel
como el trino de un pájaro exiliado.
Me repito,
nos repetimos para vivir eternidad,
luces que reverberan bajo la luna
de las noches invencibles.
La inmortalidad se alza como una flor común,
las heridas que han sido
y que serán
viven en la savia de un susurro fértil.
Lo que yo dije,
lo que amé,
-el resplandor jamás se oscurece-
ambiciona el misterio de la luz.
Soy el nudo entre los nudos de un viaje,
una cuerda o una raíz
que habita en todos los rostros,
en la voz y en las manos
de cada cuerpo
que existe aún sin mí
o conmigo.
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