Si antes éramos islas la piel hizo de puente.
Unión de sombras que se alzan
hacia los espacios desconocidos de la aurora.
Hay un meteoro en tu sien de pétalos rojos,
hay orillas de pupilas y candidez,
hay la pulsión del tránsito que no cesa.
Ciudades de bruma, acantilados de vértebras oscuras,
aquel río de hielo imberbe, el calor de las plazas
y un silbido que nadie escuchó salvo nosotros
al huir del miedo.
Mi voz se cubrió de ceniza bajo el eco de los tranvías,
tu voz sonaba a ausencia
después de reclamar el aullido de las estatuas.
Cada estación encendió en tu rostro mil vidas paralelas
que aún guardo en los espejos.
Trenes azules, automóviles sin heridas,
un avión que huye de su estela
como un pájaro que no reconoce la luz.
Si tú quieres te contaré el mapa infinito de los viajes que fuimos
para volver al tiempo exacto
en que todo tuvo el sentido de la edad en flor,
del corazón en éxtasis,
tal vez
de
la
locura.
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