Son otras las manos que dibujan, sin querer,
el atlas de una vida. El cuerpo ha crecido
bajo la seda como un oráculo que se cumple.
En mis ojos cien chispas de inquietud azulean,
en el mineral de las uñas una prosa de recuerdos
late como un semen perdido. En mi corazón el carmín
de un icono- brujas sin dios, aquelarres ciegos-
se columpia, raíz de la luz entre el pálpito y el olvido.
Apenas su rostro me recuerda el perfil de la niña
que vierte una ilusión en el agua que fluye.
Inviernos vendrán sin color, veranos de flores
encendidas, otoños escarlatas, primaveras
de ausencia sobre las hojas caídas. Un diluvio
invisible poblará mi devenir amputado.
sábado, 30 de marzo de 2019
miércoles, 27 de marzo de 2019
Transeúnte
Podría sacar del bolsillo las cosas,
entonces el tacto recibiría en mi piel cien soplos de amistad.
Un verso alucinado,
un bolígrafo donde habita el crepúsculo del viaje,
la burbuja del alcohol que guarda la palabra en el hospicio del trasluz.
Yo quise ser viernes,
no estratagema de oro ni orilla de cal.
Yo quise la transparencia del clímax y sus entresijos
bajo los soportales de la lluvia.
Pero hoy los monstruos visten de nácar
y me hablan como estatuas
que no saben qué decir.
Así es la gloria del transeúnte:
me diluyo en los espejos,
cabalgo calles, espío a las mujeres sin paz,
me asomo a los ríos con el frenesí
de la despedida.
En el penúltimo farol
el amarillo crece hasta mi nombre
y me callo porque la vida se encierra otra vez en su matriz
para dejarme solo ante la sinrazón de los recuerdos.
entonces el tacto recibiría en mi piel cien soplos de amistad.
Un verso alucinado,
un bolígrafo donde habita el crepúsculo del viaje,
la burbuja del alcohol que guarda la palabra en el hospicio del trasluz.
Yo quise ser viernes,
no estratagema de oro ni orilla de cal.
Yo quise la transparencia del clímax y sus entresijos
bajo los soportales de la lluvia.
Pero hoy los monstruos visten de nácar
y me hablan como estatuas
que no saben qué decir.
Así es la gloria del transeúnte:
me diluyo en los espejos,
cabalgo calles, espío a las mujeres sin paz,
me asomo a los ríos con el frenesí
de la despedida.
En el penúltimo farol
el amarillo crece hasta mi nombre
y me callo porque la vida se encierra otra vez en su matriz
para dejarme solo ante la sinrazón de los recuerdos.
lunes, 25 de marzo de 2019
Tu oscuridad
Tu oscuridad, madre, da sombra.
Eras rostro en la belleza de una fotografía sin lugar.
Tu voz de relámpago, el carmín fulgente en la risa,
el encendido color del estío,
entallado luce entre los pinos.
La caricia de Ángel abraza tu pelo azabache como postura
en un campo de viandas y mediodía,
de domingo y voces alegres.
En la casa miras siempre al sur,
quizá un Ícaro sin alas sea el robusto árbol donde vive tu paz,
quizá el reloj que ya no entiendes
descubra en ti el mercurio de un hogar,
la esfinge que se refugia en tus mejillas.
Siempre hay una razón que se dibuja en las ventanas.
Allí la claridad guarda un nombre, que no es el tuyo,
madre mía.
Eras rostro en la belleza de una fotografía sin lugar.
Tu voz de relámpago, el carmín fulgente en la risa,
el encendido color del estío,
entallado luce entre los pinos.
La caricia de Ángel abraza tu pelo azabache como postura
en un campo de viandas y mediodía,
de domingo y voces alegres.
En la casa miras siempre al sur,
quizá un Ícaro sin alas sea el robusto árbol donde vive tu paz,
quizá el reloj que ya no entiendes
descubra en ti el mercurio de un hogar,
la esfinge que se refugia en tus mejillas.
Siempre hay una razón que se dibuja en las ventanas.
Allí la claridad guarda un nombre, que no es el tuyo,
madre mía.
domingo, 24 de marzo de 2019
Madre, hoy te hablo de nuestra casa
¿Qué fue de las agujas y de su pequeño sol que mira al oriente?
Un pedazo de luz gatea en los abismos del almanaque,
los dorados sobreviven y la puerta es un gong de piratas
(a través de la mirilla, reja de azar, contamos los dientes
de esa columna llamada caracol), están aquí mis pies,
mis pobres sedimentos que no gustan de geometrías,
nuestra casa tiene la deformidad propia de los sueños,
lo que es no es(ella hundió tres dedos en la pared malva
y los perdió. Como curiosa arcilla cada mueble responde al tacto
aún después del incendio de la sobremesa esférica).
Tú no ignoras que me debo al santuario de las robustas alacenas de estaño,
a las imágenes que rebotan en fotografías-o trípticos-de una niñez ambigua,
pero no te inquietes, yo ya sé del laberinto y sus engaños,
del acre de las violas que maltratan tus cejas.¿Qué decir
de los juegos, tan distintos, tan iguales a un músculo ausente?
Madre, tus pequeños ojos se parecen a la bondad,
son redondos como las noches frías del sátrapa.
Un pedazo de luz gatea en los abismos del almanaque,
los dorados sobreviven y la puerta es un gong de piratas
(a través de la mirilla, reja de azar, contamos los dientes
de esa columna llamada caracol), están aquí mis pies,
mis pobres sedimentos que no gustan de geometrías,
nuestra casa tiene la deformidad propia de los sueños,
lo que es no es(ella hundió tres dedos en la pared malva
y los perdió. Como curiosa arcilla cada mueble responde al tacto
aún después del incendio de la sobremesa esférica).
Tú no ignoras que me debo al santuario de las robustas alacenas de estaño,
a las imágenes que rebotan en fotografías-o trípticos-de una niñez ambigua,
pero no te inquietes, yo ya sé del laberinto y sus engaños,
del acre de las violas que maltratan tus cejas.¿Qué decir
de los juegos, tan distintos, tan iguales a un músculo ausente?
Madre, tus pequeños ojos se parecen a la bondad,
son redondos como las noches frías del sátrapa.
sábado, 23 de marzo de 2019
La transparencia
Ya no nos tienta la aurora febril
ni el rumor de la noche
viste de insomnio las palabras.
Hay un tiempo en que cruje la tempestad del silencio,
se vuelve un oasis cada cercanía,
cada piel que roza el instante
descubre un don inaudible.
Así tú
cuando la llave de tu sed rompió la ola del deseo,
tu cintura, los pechos, el brillo verde de un iris,
la razón de un silbido en la quietud
que deriva álgido, impostor, letal
para mi corazón oculto.
¿Cuántos los días que vivimos en la transparencia?
Tanta claridad en los nombres, tanto amor
que fluye en la memoria.
Hoy,
con los años que murmuran la finitud del estallido,
un devenir de agua, una rosa vivaz en tu ojal de dama blanca.
Aún persigo el eco de tu voz en mis mareas,
en mis timbales
que, todavía, resuenan al verte.
ni el rumor de la noche
viste de insomnio las palabras.
Hay un tiempo en que cruje la tempestad del silencio,
se vuelve un oasis cada cercanía,
cada piel que roza el instante
descubre un don inaudible.
Así tú
cuando la llave de tu sed rompió la ola del deseo,
tu cintura, los pechos, el brillo verde de un iris,
la razón de un silbido en la quietud
que deriva álgido, impostor, letal
para mi corazón oculto.
¿Cuántos los días que vivimos en la transparencia?
Tanta claridad en los nombres, tanto amor
que fluye en la memoria.
Hoy,
con los años que murmuran la finitud del estallido,
un devenir de agua, una rosa vivaz en tu ojal de dama blanca.
Aún persigo el eco de tu voz en mis mareas,
en mis timbales
que, todavía, resuenan al verte.
jueves, 21 de marzo de 2019
Un hombre contempla
Enero se vierte en mi espera.
Recorro los lugares de la brisa,
la ciudad suave y atlántica
donde nunca crece el invierno.
Todo es magia y presagio,
son las horas de la huida,
el lento ventilador del mañana.
Aquí el tren con sus goznes sin oráculos,
allí la despedida como ejes
o alas de pájaro
en el silencio de la noche.
Ya no hay retorno desde la ceniza de las vías,
el insomnio asoma en racimos de ausencia.
Aún no descubrí que los laberintos aproximan las huellas,
que otro designio- departamento veintiuno-
sueña con historias que se columpian en los libros,
auroras del hastío.
Mi mano dibuja en el cristal un sol,
una palmera, el caparazón de una isla.
Entre el estertor del volcán y la palidez de las playas
un hombre contempla los días de su vida.
Y no mira atrás porque el tiempo de las mariposas
acaba cuando no hay otro espacio que un átomo
sin memoria, un brote imberbe
que nace, de pronto, a la luz.
Recorro los lugares de la brisa,
la ciudad suave y atlántica
donde nunca crece el invierno.
Todo es magia y presagio,
son las horas de la huida,
el lento ventilador del mañana.
Aquí el tren con sus goznes sin oráculos,
allí la despedida como ejes
o alas de pájaro
en el silencio de la noche.
Ya no hay retorno desde la ceniza de las vías,
el insomnio asoma en racimos de ausencia.
Aún no descubrí que los laberintos aproximan las huellas,
que otro designio- departamento veintiuno-
sueña con historias que se columpian en los libros,
auroras del hastío.
Mi mano dibuja en el cristal un sol,
una palmera, el caparazón de una isla.
Entre el estertor del volcán y la palidez de las playas
un hombre contempla los días de su vida.
Y no mira atrás porque el tiempo de las mariposas
acaba cuando no hay otro espacio que un átomo
sin memoria, un brote imberbe
que nace, de pronto, a la luz.
martes, 19 de marzo de 2019
Quizá tuvieras diecisiete
Fuiste la huella de la casualidad que asoma.
El tren como una habitación desnuda,
el hielo resquebrajándose bajo el calor de la piel.
Un libro que llama a tu voz, el frío de las estaciones,
el golpe rítmico de las traviesas.
El viaje es un semáforo dormido,
en el lugar que ocupas habitan las palabras de la ausencia
con su mudez de ónices.
No hay pasajeros al destiempo de un raíl gastado
ni horas que venzan el diapasón del azar.
Bajo la luz del andén imagino mi nombre en tu espalda.
Te dejo ir como una estatua
que no ha descubierto, todavía, su carne.
El tren como una habitación desnuda,
el hielo resquebrajándose bajo el calor de la piel.
Un libro que llama a tu voz, el frío de las estaciones,
el golpe rítmico de las traviesas.
El viaje es un semáforo dormido,
en el lugar que ocupas habitan las palabras de la ausencia
con su mudez de ónices.
No hay pasajeros al destiempo de un raíl gastado
ni horas que venzan el diapasón del azar.
Bajo la luz del andén imagino mi nombre en tu espalda.
Te dejo ir como una estatua
que no ha descubierto, todavía, su carne.
sábado, 16 de marzo de 2019
La luz
¿Es un beso invisible, un llanto de resplandor,
el culmen de la exactitud? El haz escribe su razón elíptica,
la claridad ambiciona el alma de los espejos,
en tu rostro el sol anuncia el cenit de julio.
Se despiertan los trigales, el tráfico, los pájaros,
la comedia inútil del calendario.
¿Cuánto dura la ilusión de este círculo de luz,
en cuál silencio la llama del día invocó a la linde del sueño?
Volverás al calor que imaginaste, siempre fue así
el amarillo que abraza tu nombre. Y, sin embargo,
aún percibes el gong de esa luna sin disfraz
que ensombrece tu deriva con un presagio de negritud.
el culmen de la exactitud? El haz escribe su razón elíptica,
la claridad ambiciona el alma de los espejos,
en tu rostro el sol anuncia el cenit de julio.
Se despiertan los trigales, el tráfico, los pájaros,
la comedia inútil del calendario.
¿Cuánto dura la ilusión de este círculo de luz,
en cuál silencio la llama del día invocó a la linde del sueño?
Volverás al calor que imaginaste, siempre fue así
el amarillo que abraza tu nombre. Y, sin embargo,
aún percibes el gong de esa luna sin disfraz
que ensombrece tu deriva con un presagio de negritud.
viernes, 15 de marzo de 2019
Labios de mármol
Ayer me acordé de un recuerdo y un nombre.
Eras tú la legítima astucia de los viernes,
el calendario fijado en mi piel,
dormido como un duende.
Solo tenía veinte años de miedo y rencor,
es posible que los globos que en el cenit se columpian
me prestaran el adagio, el dulce enigma de un canto.
Te respondí con mis alas alzadas,
quise una voz en el jardín agreste de la duda.
En la infinidad de la noche tu cuerpo y el mío
bebieron el elixir dulce del frenesí. Y ya no hubo orillas,
el magma poso su silencio en los intersticios de un horario,
rutas invisibles, credos en playas olvidadas,
rompientes bajo el surco de un agua suicida. Ahora
los labios son de mármol y un sonido de espejos rotos
reverbera con su elipse de islas y su cuadrante de singladuras sin mar.
Eras tú la legítima astucia de los viernes,
el calendario fijado en mi piel,
dormido como un duende.
Solo tenía veinte años de miedo y rencor,
es posible que los globos que en el cenit se columpian
me prestaran el adagio, el dulce enigma de un canto.
Te respondí con mis alas alzadas,
quise una voz en el jardín agreste de la duda.
En la infinidad de la noche tu cuerpo y el mío
bebieron el elixir dulce del frenesí. Y ya no hubo orillas,
el magma poso su silencio en los intersticios de un horario,
rutas invisibles, credos en playas olvidadas,
rompientes bajo el surco de un agua suicida. Ahora
los labios son de mármol y un sonido de espejos rotos
reverbera con su elipse de islas y su cuadrante de singladuras sin mar.
lunes, 11 de marzo de 2019
No te mires
Es mi sombra la que vive en los espejos.
Por eso busco la diluida sed de mi rostro.
Al pasar espío mi cuerpo en la doblez del cristal,
nada existe sin la mirada abierta al perdón.
En el vaso, en el oro, en el pulido eje del nácar,
en la nube innombrable,
en los abismos que reflejan la luz y la memoria
hay rasgos que sudan jardines prohibidos por la edad.
Desnúdate en el temblor, escribe imágenes
en el borde antiguo de la vida,
huye de la pura certidumbre del níquel,
obsérvate como un lienzo sin maquillar
porque ya es hora que admitas
la prisión del tiempo en tus ojos.
Por eso busco la diluida sed de mi rostro.
Al pasar espío mi cuerpo en la doblez del cristal,
nada existe sin la mirada abierta al perdón.
En el vaso, en el oro, en el pulido eje del nácar,
en la nube innombrable,
en los abismos que reflejan la luz y la memoria
hay rasgos que sudan jardines prohibidos por la edad.
Desnúdate en el temblor, escribe imágenes
en el borde antiguo de la vida,
huye de la pura certidumbre del níquel,
obsérvate como un lienzo sin maquillar
porque ya es hora que admitas
la prisión del tiempo en tus ojos.
sábado, 9 de marzo de 2019
Elogio simple a la juventud
¿Y si la madurez entregara su poso al ayer?
Entonces no hubiera crecido la flor de la alegría en mi seno,
ni la ilusión con sus bombas de éxtasis
habría anidado en mi rostro sin ajar,
ni la lluvia en su efímero cristal
reflejaría el roce de mi piel contra otra piel.
¿Puede, quizá, el río amansarse bajo el destino último del morir?
Así los nombres que a nadie dije, al bies de la luna,
en los soportales heridos por el deseo.
Si son los recuerdos un alma manchada por el círculo de las horas,
no me reconozco en su ceniza,
en el sudario que pesa y quiere ser el manto
que tape la luz que en mí
aún fulge.
Entonces no hubiera crecido la flor de la alegría en mi seno,
ni la ilusión con sus bombas de éxtasis
habría anidado en mi rostro sin ajar,
ni la lluvia en su efímero cristal
reflejaría el roce de mi piel contra otra piel.
¿Puede, quizá, el río amansarse bajo el destino último del morir?
Así los nombres que a nadie dije, al bies de la luna,
en los soportales heridos por el deseo.
Si son los recuerdos un alma manchada por el círculo de las horas,
no me reconozco en su ceniza,
en el sudario que pesa y quiere ser el manto
que tape la luz que en mí
aún fulge.
jueves, 7 de marzo de 2019
El paisaje que no muere
Esta casa me arrulla con su abrazo.
Mañana que vence a la noche,
la luz inventando un oasis de tiempo,
fotografías que renuevan el ímpetu del existir,
alfombras que heredan huellas
como dijes de un collar infinito.
Esta casa es un vientre donde ríe el destino.
Quiero que mi rostro
busque en los espejos los años que me nimban,
quiero ventanas abiertas al mundo del deseo,
quiero la ternura de los diálogos que crían flores marchitas.
Me asomo a este pasillo de ropajes antiguos.
aquí yace el teléfono y su carcasa negra,
cuadros que en mi interior son silencio,
los muebles y su delgadez de caoba rota.
Y, sin embargo, solo hay para mí un paisaje que no muere,
como un bosque que sobrevive al misterio,
así los días ebrios de la infancia
que graban en mis ojos un candil efímero
de brincos y cometas contra la vida.
Mañana que vence a la noche,
la luz inventando un oasis de tiempo,
fotografías que renuevan el ímpetu del existir,
alfombras que heredan huellas
como dijes de un collar infinito.
Esta casa es un vientre donde ríe el destino.
Quiero que mi rostro
busque en los espejos los años que me nimban,
quiero ventanas abiertas al mundo del deseo,
quiero la ternura de los diálogos que crían flores marchitas.
Me asomo a este pasillo de ropajes antiguos.
aquí yace el teléfono y su carcasa negra,
cuadros que en mi interior son silencio,
los muebles y su delgadez de caoba rota.
Y, sin embargo, solo hay para mí un paisaje que no muere,
como un bosque que sobrevive al misterio,
así los días ebrios de la infancia
que graban en mis ojos un candil efímero
de brincos y cometas contra la vida.
martes, 5 de marzo de 2019
Caminas sobre veinte años
Tal vez pienses en los alares de la ciudad como una sombra.
Te sigo, te persigo más allá del rumor de las palabras y su armonía.
En la plaza los medallones lucen el intersticio del tiempo,
su semblante es el de la moneda que ha volado
hasta la forja de un balcón
bendecido por el aire añil de los días.
Se hace de noche y son los pájaros
los que anuncian el tenue visaje del atardecer.
Lo que dices toma su raíz en el tubérculo altivo de la juventud.
Lo sé por el halo azul que dejas en el corazón de las niñas
que al pasar tú
se alzan.
Hay rosas cilíndricas que huyen de tus bolsillos,
en los hombros pesa la infamia como un arbitrio insomne.
Si te han crecido alas,
aprende a imaginar el vuelo.
Te sigo, te persigo más allá del rumor de las palabras y su armonía.
En la plaza los medallones lucen el intersticio del tiempo,
su semblante es el de la moneda que ha volado
hasta la forja de un balcón
bendecido por el aire añil de los días.
Se hace de noche y son los pájaros
los que anuncian el tenue visaje del atardecer.
Lo que dices toma su raíz en el tubérculo altivo de la juventud.
Lo sé por el halo azul que dejas en el corazón de las niñas
que al pasar tú
se alzan.
Hay rosas cilíndricas que huyen de tus bolsillos,
en los hombros pesa la infamia como un arbitrio insomne.
Si te han crecido alas,
aprende a imaginar el vuelo.
sábado, 2 de marzo de 2019
Festival del adiós
¿En cuántos territorios vive todavía el ángel que fui?
Hay un sonido de playa que se posa en mi garganta,
y rictus de mar en la comisura del aire.
Un sol, un cáliz, una primavera y su fiebre
eligen el lado oscuro de la similitud.
Han nacido grillos con un solo ojo
que no frotan sus lánguidos apéndices en el amor de la canícula,
verso limpio que calla y reconoce las grietas múltiples
del cansancio y de la senda,
el orgullo de amanecer apátridas en un hostal mísero.
No importó la luz ni la memoria,
cada inútil vocablo pronunciaba la sed de la idolatría
-juegos en el dorso, columpios y balancines
acariciando el vientre de las estatuas,
la carne cercana que sufre la mordida del fracaso-.
La duda del color, tu iris que no es el mío,
el pasado en tu pecho que desconoce el cauce,
las sombras como un abrazo de multitud
sobre los neones sin fuerza.
Descubres tu suerte leyendo un horóscopo que nadie escribió,
sortilegios en mis bolsillos
al escribirte párpados que no sueñan.
Hay algo en el frenesí de los toboganes,
su caída rota, el grito infantil,
la áspera arena,
los mosquitos acechando como antílopes azules.
Por última vez recuerdo el ancla de los relojes,
la navidad que maldecimos,
el café amargo de la despedida,
los círculos rojos que mojan un mantel gris.
Festival del adiós que invade la locura de los labios,
el gesto cansado de las cenizas
tras la hoguera.
Hay un sonido de playa que se posa en mi garganta,
y rictus de mar en la comisura del aire.
Un sol, un cáliz, una primavera y su fiebre
eligen el lado oscuro de la similitud.
Han nacido grillos con un solo ojo
que no frotan sus lánguidos apéndices en el amor de la canícula,
verso limpio que calla y reconoce las grietas múltiples
del cansancio y de la senda,
el orgullo de amanecer apátridas en un hostal mísero.
No importó la luz ni la memoria,
cada inútil vocablo pronunciaba la sed de la idolatría
-juegos en el dorso, columpios y balancines
acariciando el vientre de las estatuas,
la carne cercana que sufre la mordida del fracaso-.
La duda del color, tu iris que no es el mío,
el pasado en tu pecho que desconoce el cauce,
las sombras como un abrazo de multitud
sobre los neones sin fuerza.
Descubres tu suerte leyendo un horóscopo que nadie escribió,
sortilegios en mis bolsillos
al escribirte párpados que no sueñan.
Hay algo en el frenesí de los toboganes,
su caída rota, el grito infantil,
la áspera arena,
los mosquitos acechando como antílopes azules.
Por última vez recuerdo el ancla de los relojes,
la navidad que maldecimos,
el café amargo de la despedida,
los círculos rojos que mojan un mantel gris.
Festival del adiós que invade la locura de los labios,
el gesto cansado de las cenizas
tras la hoguera.
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