jueves, 30 de agosto de 2018
Lo importante es amar
A Romy Schneider
Grita ya que la luz blanca es una boca enorme
de monstruos alados. Repite, repite je t´aime, escúpelo
hacia el lienzo de sangre. Cuesta el arbitrio del dolor
si los labios renuncian a dormirse. Una nube de aullidos,
la sinrazón en la palabra, los ojos de los reptiles, las manos
doblegándose al infierno cruel. No es la grupa tu virtud,
no existe el santuario adolescente donde la risa
es nieve. El fotógrafo templa su visor letal, clic-clic,
monótona campana de avisos indescifrables. El telón
en los párpados al mirar la linterna del ocaso, un encuentro
y una súplica, el fervor de la lágrima y las pestañas rotas
(espinos en el oasis negro). No ruegues por la herida
sin alma. Hay carne azul en tu aliento, deja que el agua
de la vida perfume el silencio como una máscara
irreal, así es la orilla que recibe el canto huérfano
de la última esperanza.
martes, 28 de agosto de 2018
Otra oportunidad
¿No habéis sentido nunca la traición de la fotografía?
Alguien me mira, vagamente se parece a mí,
tiene dieciséis años y sonríe como si un propósito
incendiara sus ojos. Descubrí la imagen
en el fondo de un cajón, sucia y ajada, entre
las cosas perdidas. ¿Alguna vez existió
la irreal figura que imagino ser yo? Si pudiera
le daría otra oportunidad, en otro cuerpo,
de nuevo joven. Para que, con los años, el mismo
hombre- ya mayor- encontrara esta fotografía
y se reconociera en sus sueños, en los sueños
que ha cumplido como se prometió hacer
cuando el instante de una cámara
fue testigo de su anhelo.
Alguien me mira, vagamente se parece a mí,
tiene dieciséis años y sonríe como si un propósito
incendiara sus ojos. Descubrí la imagen
en el fondo de un cajón, sucia y ajada, entre
las cosas perdidas. ¿Alguna vez existió
la irreal figura que imagino ser yo? Si pudiera
le daría otra oportunidad, en otro cuerpo,
de nuevo joven. Para que, con los años, el mismo
hombre- ya mayor- encontrara esta fotografía
y se reconociera en sus sueños, en los sueños
que ha cumplido como se prometió hacer
cuando el instante de una cámara
fue testigo de su anhelo.
lunes, 27 de agosto de 2018
Al final de la escapada
Patricia(Jean Seberg) en “Á bout de souffle” :
“Entre la pena y la nada escojo la pena, y tú, ¿tú que escogerías?”
Un anuncio de periódico en le Champs Elysees.
Llora el pájaro, escribe el automóvil una pregunta,
acecha el rubí la caricia o el lujo de la intrepidez.
Si el juego es azogue, sombreros con cinta negra,
labios rasgados por el pulgar del destino, a qué
la confesión que suda alianzas en la luz frágil.
Si me dices aurora, yo digo infierno, si mencionas
el párpado de un ilustre las frases rompen el estigma
de la gafa ciega. No has comprendido el puñal
de las mentiras, ni por qué la aventura es azul
y el dinero un soliloquio inerme. No das razón
que anule la cruz de la fatalidad, sobre los adoquines
dibujas el misterio de los arabescos en flor. Algún día
me dirás si al final de la escapada encontraste la luz
como una sonrisa triste que se hubiera desprendido
del umbral de tus sueños.
domingo, 26 de agosto de 2018
Infancia
Mi verdadera casa se llama infancia.
La llevo en mí como un caracol
luce su sombrero de nácar. Quien
acaricia mi piel es la mano de madre,
quién me aconseja es la voz de padre.
Me riñen los dos al ver la camisa
sucia y rota. Yo sé que tendría
que vivir el presente y pensar el futuro,
pero dentro de mí hay un niño que no crece,
un Peter Pan celoso que sonríe y canta.
La llevo en mí como un caracol
luce su sombrero de nácar. Quien
acaricia mi piel es la mano de madre,
quién me aconseja es la voz de padre.
Me riñen los dos al ver la camisa
sucia y rota. Yo sé que tendría
que vivir el presente y pensar el futuro,
pero dentro de mí hay un niño que no crece,
un Peter Pan celoso que sonríe y canta.
sábado, 25 de agosto de 2018
Canción de agosto
Es mentira que los veranos sucedan.
¿Qué recuerdo insiste en repetir su gong
como una red de imágenes sólitas
o como una extraña letanía,
tan irreal, tan difusa?
Verde la visión del niño en el valle cálido,
rumores de agua, sílabas bajo el ventanal,
bicicletas vivas que surcan los recodos de la amistad,
los vértices del juego y la algarabía.
Azul el vahído del mar en mis ojos núbiles.
Se despereza el sexo entre las toallas húmedas,
las miradas recorren la piel y buscan otra mirada
que encadene el ansia de compartir el fulgor
unívoco de la noche.
Roja la espera que ilumina el vaso de la lujuria,
las terrazas, el balbuceo de las palabras
que no dicen lo que quieren
al nombrar el dulce sueño de la luna.
Multicolor el crisol de los viajes,
contigo
que me rescatas de la piedad,
enseñándome palacios en llamas
bañados de historia,
puentes de hierro y sangre,
callejas,
gente cuyo idioma me dice al oído
quién soy y quién no soy.
Es mentira que los veranos sucedan.
Todo lo nombrado dibuja un paisaje interior
que la memoria enciende con un pábilo de ausencia.
Ahora que escribo sobre el tiempo de la luz
hay otra luz que en mí permanece.
Es la luz de agosto convertida en una voz
que no cesa de susurrarme
la olvidada canción del estío.
¿Qué recuerdo insiste en repetir su gong
como una red de imágenes sólitas
o como una extraña letanía,
tan irreal, tan difusa?
Verde la visión del niño en el valle cálido,
rumores de agua, sílabas bajo el ventanal,
bicicletas vivas que surcan los recodos de la amistad,
los vértices del juego y la algarabía.
Azul el vahído del mar en mis ojos núbiles.
Se despereza el sexo entre las toallas húmedas,
las miradas recorren la piel y buscan otra mirada
que encadene el ansia de compartir el fulgor
unívoco de la noche.
Roja la espera que ilumina el vaso de la lujuria,
las terrazas, el balbuceo de las palabras
que no dicen lo que quieren
al nombrar el dulce sueño de la luna.
Multicolor el crisol de los viajes,
contigo
que me rescatas de la piedad,
enseñándome palacios en llamas
bañados de historia,
puentes de hierro y sangre,
callejas,
gente cuyo idioma me dice al oído
quién soy y quién no soy.
Es mentira que los veranos sucedan.
Todo lo nombrado dibuja un paisaje interior
que la memoria enciende con un pábilo de ausencia.
Ahora que escribo sobre el tiempo de la luz
hay otra luz que en mí permanece.
Es la luz de agosto convertida en una voz
que no cesa de susurrarme
la olvidada canción del estío.
viernes, 24 de agosto de 2018
La esperanza
Algunas veces soy pájaro ciego
que vuela en la noche.
Otras veces soy luz que abraza el mundo
con el frenesí de la vida.
Viajo en trenes sin retorno,
confundido por el aire que impulsa mis sueños.
Cuando me despierta el murmullo del mar
imagino la última ola en mi piel,
ola que me baña, que me purifica.
Mi automóvil atraviesa el solaz del trigal,
transita colinas nevadas o bosques umbríos,
líneas de un cielo en éxtasis.
Todo eso es verdad,
pero también es verdad: el silencio de los días opacos,
la lentitud de los relojes,
la incomprensión con que se rozan los cuerpos
al mirarse.
Volar con los ojos abiertos,
ser vigilia de pájaros, una isla en la luz.
He ahí mi esperanza.
que vuela en la noche.
Otras veces soy luz que abraza el mundo
con el frenesí de la vida.
Viajo en trenes sin retorno,
confundido por el aire que impulsa mis sueños.
Cuando me despierta el murmullo del mar
imagino la última ola en mi piel,
ola que me baña, que me purifica.
Mi automóvil atraviesa el solaz del trigal,
transita colinas nevadas o bosques umbríos,
líneas de un cielo en éxtasis.
Todo eso es verdad,
pero también es verdad: el silencio de los días opacos,
la lentitud de los relojes,
la incomprensión con que se rozan los cuerpos
al mirarse.
Volar con los ojos abiertos,
ser vigilia de pájaros, una isla en la luz.
He ahí mi esperanza.
jueves, 23 de agosto de 2018
Una tarde junto al río
Rumor de crestas en la umbría, la luz
rasga las hojas de los álamos y dibuja
un tapiz de vibrantes esquirlas, un victorioso
claroscuro que la calima recorta. Se mecen
los helechos, las cañas y el musgo con el latir
del aire vespertino. Todo es sonoridad cómplice,
el trino alegre del agua, el repique lejano de la campana,
las voces que dirigen una recua con onomatopeyas
y nombres dulces. En la superficie líquida chispean
las pintas de la trucha como arco iris de piel.
Tarde de julio que humedece la cicatriz del meandro,
en un ramal se esconde la calandria, fluye
mi pensamiento igual que un átomo perdido
en la infinitud. El reloj se ausenta, la sombra
elige morir bajo la espada del sol. Yo soy este
soñar de líquenes que el río acaricia al alejarse.
rasga las hojas de los álamos y dibuja
un tapiz de vibrantes esquirlas, un victorioso
claroscuro que la calima recorta. Se mecen
los helechos, las cañas y el musgo con el latir
del aire vespertino. Todo es sonoridad cómplice,
el trino alegre del agua, el repique lejano de la campana,
las voces que dirigen una recua con onomatopeyas
y nombres dulces. En la superficie líquida chispean
las pintas de la trucha como arco iris de piel.
Tarde de julio que humedece la cicatriz del meandro,
en un ramal se esconde la calandria, fluye
mi pensamiento igual que un átomo perdido
en la infinitud. El reloj se ausenta, la sombra
elige morir bajo la espada del sol. Yo soy este
soñar de líquenes que el río acaricia al alejarse.
lunes, 20 de agosto de 2018
Mi manos
Habéis soñado sin mí el amor. Sostenidas
como hilos de carne que dan arrullo, cada
vez más heridas por el tiempo, siempre leales
al dibujar en el aire antiguas costumbres de paso.
Abrís un libro, amasáis el pan, el sol de una caricia
en el índice suave, surcadas por ríos azules, leñosos
ya de tanta sed convertida en sangre, abiertas
al golpe del miedo, temblorosas como un recién
nacido cuando la inseguridad florece. Manos
amigas, antípodas del cenit, líneas que trazáis
una ley que es la ley del olvido, amantes sin fin,
cóncavas aceñas que acogéis en vuestro seno
el agua fiel, la paz, el fruto y la semilla.
como hilos de carne que dan arrullo, cada
vez más heridas por el tiempo, siempre leales
al dibujar en el aire antiguas costumbres de paso.
Abrís un libro, amasáis el pan, el sol de una caricia
en el índice suave, surcadas por ríos azules, leñosos
ya de tanta sed convertida en sangre, abiertas
al golpe del miedo, temblorosas como un recién
nacido cuando la inseguridad florece. Manos
amigas, antípodas del cenit, líneas que trazáis
una ley que es la ley del olvido, amantes sin fin,
cóncavas aceñas que acogéis en vuestro seno
el agua fiel, la paz, el fruto y la semilla.
domingo, 19 de agosto de 2018
La partida en invierno
Ayer nevó en la ciudad.
Mi vida cierra muros y abre archipiélagos.
¿Hacia dónde la mirada
que quiero limpia,
resplandeciente, pura?
El tren, animal de óxido y bielas,
rezonga su fiebre,
su cabriola bravía.
Mi sitio en el vagón es el más oscuro,
en un trozo del ventanal aún resiste el temblor de la noche,
tímida fiera que agoniza.
¿Qué sé de la isla?
Su perfil de ánade gris,
el vocablo dulce que demora el tiempo,
la altivez del volcán,
sus flores cárdenas…
Así medito bajo la luz intermitente de un neón
que duda si entregarse a mí
o apagar su aliento.
Comienza la marcha,
un impulso que reconozco,
aire sin latitud
que hiende los suburbios con su canto de metal herido.
No sé qué pájaros revolotean en la negrura
del paisaje.
Ayer nevó en la ciudad,
la playa dormía, aterida,
ausente de sí.
Mañana recibiré la luz sobre este rostro
que huye de la niñez.
Mañana será un abrazo el tibio azul del mar
en mi anhelo de futuro.
Ya se han ido los pájaros.
Mi vida cierra muros y abre archipiélagos.
¿Hacia dónde la mirada
que quiero limpia,
resplandeciente, pura?
El tren, animal de óxido y bielas,
rezonga su fiebre,
su cabriola bravía.
Mi sitio en el vagón es el más oscuro,
en un trozo del ventanal aún resiste el temblor de la noche,
tímida fiera que agoniza.
¿Qué sé de la isla?
Su perfil de ánade gris,
el vocablo dulce que demora el tiempo,
la altivez del volcán,
sus flores cárdenas…
Así medito bajo la luz intermitente de un neón
que duda si entregarse a mí
o apagar su aliento.
Comienza la marcha,
un impulso que reconozco,
aire sin latitud
que hiende los suburbios con su canto de metal herido.
No sé qué pájaros revolotean en la negrura
del paisaje.
Ayer nevó en la ciudad,
la playa dormía, aterida,
ausente de sí.
Mañana recibiré la luz sobre este rostro
que huye de la niñez.
Mañana será un abrazo el tibio azul del mar
en mi anhelo de futuro.
Ya se han ido los pájaros.
sábado, 18 de agosto de 2018
Eras joven pero ya eras viejo
No es verdad que los minutos se hayan detenido.
Te gustan
el engaño de la pasividad,
los relojes rotos,
las primeras horas de la mañana
de los domingos sin nadie,
los muebles mirándote desde su raíz impertérrita.
Todo te invita a volver,
a volver, sí, a la luz del recuerdo:
el hogar entre sombras,
el balón que aún guardas bajo la cama,
la música en los ojos del deseo,
los días de pereza bajo el sol tibio,
la ilusión de hallar lo improbable
en la rutina del existir.
Eras joven pero ya eras viejo,
por la no entrega a ti,
al resplandor,
a la locura.
Solo esperabas como un alevín triste
el refugio de un bosque maternal.
Tal vez equivocaste el tiempo y el lugar
pues ahora el silencio,
la monótona sucesión de los segundos,
la paz en que transcurre tu vida
son la plenitud;
cuando, entonces,
ellos mismos te vestían
sin que tú lo supieras
con su mordaza de mármol
y sus invisibles cerrojos.
Te gustan
el engaño de la pasividad,
los relojes rotos,
las primeras horas de la mañana
de los domingos sin nadie,
los muebles mirándote desde su raíz impertérrita.
Todo te invita a volver,
a volver, sí, a la luz del recuerdo:
el hogar entre sombras,
el balón que aún guardas bajo la cama,
la música en los ojos del deseo,
los días de pereza bajo el sol tibio,
la ilusión de hallar lo improbable
en la rutina del existir.
Eras joven pero ya eras viejo,
por la no entrega a ti,
al resplandor,
a la locura.
Solo esperabas como un alevín triste
el refugio de un bosque maternal.
Tal vez equivocaste el tiempo y el lugar
pues ahora el silencio,
la monótona sucesión de los segundos,
la paz en que transcurre tu vida
son la plenitud;
cuando, entonces,
ellos mismos te vestían
sin que tú lo supieras
con su mordaza de mármol
y sus invisibles cerrojos.
viernes, 17 de agosto de 2018
Cualquier tiempo es el tiempo de vivir
Este tiempo opaco no puede empañar
la memoria del fulgor.
Nada pediste, fue la vida
quien escogió las escenas que resplandecieron en ti
como un rayo de luz.
El primer beso en la más húmeda piel,
la aventura del amor en la palidez de la noche,
el oro de la amistad
con el abrazo y la confidencia en las tazas de un café,
el frío del relámpago entre las nubes oscuras,
irisando la lluvia de gotas infinitas.
Sé que has perdido el grito de la ilusión,
ya no eres joven ni sientes el correr de las hormigas
por los poros de tu cuerpo.
Sin embargo, contempla otra vez la gracia de la luna,
su luz azulada, serena y dócil,
oye el mar, rítmico, amante
como una mano que sacude tu perfil envejecido,
siente el aire y su olor de flores en sazón,
mira las colinas o adéntrate de nuevo
en el vientre arbolado de la fraga,
la sonoridad del río está allí
sin un llanto.
Es mucho, pues, lo que sobrevive a la temida invocación de la vejez.
Solo atiende a las señales que llegan
con la calma de una caricia,
aún es el tiempo de las amapolas en la nieve,
del esplendor en los resquicios de un corazón herido,
de la esperanza como una viga que resiste
el alud de los años y la muerte.
la memoria del fulgor.
Nada pediste, fue la vida
quien escogió las escenas que resplandecieron en ti
como un rayo de luz.
El primer beso en la más húmeda piel,
la aventura del amor en la palidez de la noche,
el oro de la amistad
con el abrazo y la confidencia en las tazas de un café,
el frío del relámpago entre las nubes oscuras,
irisando la lluvia de gotas infinitas.
Sé que has perdido el grito de la ilusión,
ya no eres joven ni sientes el correr de las hormigas
por los poros de tu cuerpo.
Sin embargo, contempla otra vez la gracia de la luna,
su luz azulada, serena y dócil,
oye el mar, rítmico, amante
como una mano que sacude tu perfil envejecido,
siente el aire y su olor de flores en sazón,
mira las colinas o adéntrate de nuevo
en el vientre arbolado de la fraga,
la sonoridad del río está allí
sin un llanto.
Es mucho, pues, lo que sobrevive a la temida invocación de la vejez.
Solo atiende a las señales que llegan
con la calma de una caricia,
aún es el tiempo de las amapolas en la nieve,
del esplendor en los resquicios de un corazón herido,
de la esperanza como una viga que resiste
el alud de los años y la muerte.
jueves, 16 de agosto de 2018
Olvida de una vez el pasado
Comienzo a escribir este poema
en la hora antigua del amanecer.
Regresan como un aire lejano y dulce
las imágenes de otro tiempo,
un tiempo de alas e inocencia,
de plenitud y asombro.
Allí está el pasillo,
larguísimo pasillo de paredes rugosas,
ataviadas de cuadros y perchas de hierro,
en su mitad un teléfono inmóvil
como un misterio de voces por descubrir,
también de voces familiares
que intercambian risas y susurros.
Voces de hermanas en el estallido de la juventud,
celosas de una intimidad de largos silencios
y rubor en las mejillas.
Y la habitación oscura que poblé sin tedio,
decorada por mí,
un oasis de sueños y lecturas,
de enfermedad y ojos que atisban
desde una cama angosta
con la interrogación eterna del descubrimiento.
Si aquel niño, aquel joven estuviera hoy a mi lado
¿Qué pensaría de mí?
No me diría,
¡olvida de una vez
lo que perdiste!
Poco a poco se llena de luz la estancia,
miro hacia fuera, se posa el sol en las fachadas,
los automóviles desfilan
como esqueletos que huyen del azar,
en la pantalla del ordenador estas frases empiezan
a mentir como se miente siempre al recordar el pasado.
Y porque yo busco una imposible verdad acaba aquí este poema.
en la hora antigua del amanecer.
Regresan como un aire lejano y dulce
las imágenes de otro tiempo,
un tiempo de alas e inocencia,
de plenitud y asombro.
Allí está el pasillo,
larguísimo pasillo de paredes rugosas,
ataviadas de cuadros y perchas de hierro,
en su mitad un teléfono inmóvil
como un misterio de voces por descubrir,
también de voces familiares
que intercambian risas y susurros.
Voces de hermanas en el estallido de la juventud,
celosas de una intimidad de largos silencios
y rubor en las mejillas.
Y la habitación oscura que poblé sin tedio,
decorada por mí,
un oasis de sueños y lecturas,
de enfermedad y ojos que atisban
desde una cama angosta
con la interrogación eterna del descubrimiento.
Si aquel niño, aquel joven estuviera hoy a mi lado
¿Qué pensaría de mí?
No me diría,
¡olvida de una vez
lo que perdiste!
Poco a poco se llena de luz la estancia,
miro hacia fuera, se posa el sol en las fachadas,
los automóviles desfilan
como esqueletos que huyen del azar,
en la pantalla del ordenador estas frases empiezan
a mentir como se miente siempre al recordar el pasado.
Y porque yo busco una imposible verdad acaba aquí este poema.
miércoles, 15 de agosto de 2018
Juana o la misión alucinada
“Los hombres pelean, solo Dios da la victoria”
Juana de Arco
Y por qué esta hiel doliente del destino.
La palabra es un meteoro que me encumbra
hacia la luz. La infancia en el designio,
un océano de sangre y lábaros contra
el cielo rojo. Mi tierra de hondos valles,
de ríos pulcros y claros, de montañas
de blasón y dulces equinoccios perdidos.
Me invocan el sitio de las golondrinas,
el arce y las hayas, la negrura de la verdad
en los cuellos de la ignominia. Hay que existir
y hay que salvar a la nación sin madre.
Hay que celebrar con cirios de esparto
la lucha y la gloria que vendrán. Junto al
desafío revive el éxtasis de la luz, en mi interior
cabalgan fuegos fatuos y cruces de rubís
y ónice. Sembraré con mi piel en ascuas
el crepitar de una voz que sea insignia,
faro y esplendor de los siglos venideros.
martes, 14 de agosto de 2018
La gratitud
El que da
entrega una sombra de luz.
Recíbela,
dale un espacio,
mímala
hasta que encienda tu vida.
entrega una sombra de luz.
Recíbela,
dale un espacio,
mímala
hasta que encienda tu vida.
lunes, 13 de agosto de 2018
Cambio de residencia
Ausente en el vagón
te gustaría ver en el cristal el porvenir.
Hay rayos de juventud en tus axilas
y un peso que acabas de izar
lo has dejado junto al óxido de los raíles.
Imaginas el destino
-el destino en albor como un oráculo de imágenes diluidas-
la ciudad donde quieres vivir un sueño,
el lugar que esperas azul,
azul sin mar,
azul de iris,
azul de océano-mujer.
Ahora escuchas el vago repiqueteo de las traviesas,
pasan los eucaliptos cimbreándose al viento,
los pedregales aún húmedos del relente.
Y recuerdas las palabras del adiós,
las que dijiste con los labios entrecerrados
como si mascullaras el perdón de una culpa,
las razones en realidad desconocidas
que no supiste expresar.
Atrás quedan los pasos de la infancia
y el temblor adolescente
de la inquietud.
Tus ropas parecen restos de banderas vencidas,
la valija guarda los misterios que un náufrago
desearía salvar.
Te acompañan los pájaros
que, como tú, migran hacia el calor y la luz.
Mientras cae la noche el viaje persiste en su adiós tranquilo,
tus ojos solo ven un horizonte limpio
de campos como sombras que el aire acaricia.
Creo que ya has dejado de ser tú
y aún no lo sabes.
te gustaría ver en el cristal el porvenir.
Hay rayos de juventud en tus axilas
y un peso que acabas de izar
lo has dejado junto al óxido de los raíles.
Imaginas el destino
-el destino en albor como un oráculo de imágenes diluidas-
la ciudad donde quieres vivir un sueño,
el lugar que esperas azul,
azul sin mar,
azul de iris,
azul de océano-mujer.
Ahora escuchas el vago repiqueteo de las traviesas,
pasan los eucaliptos cimbreándose al viento,
los pedregales aún húmedos del relente.
Y recuerdas las palabras del adiós,
las que dijiste con los labios entrecerrados
como si mascullaras el perdón de una culpa,
las razones en realidad desconocidas
que no supiste expresar.
Atrás quedan los pasos de la infancia
y el temblor adolescente
de la inquietud.
Tus ropas parecen restos de banderas vencidas,
la valija guarda los misterios que un náufrago
desearía salvar.
Te acompañan los pájaros
que, como tú, migran hacia el calor y la luz.
Mientras cae la noche el viaje persiste en su adiós tranquilo,
tus ojos solo ven un horizonte limpio
de campos como sombras que el aire acaricia.
Creo que ya has dejado de ser tú
y aún no lo sabes.
domingo, 12 de agosto de 2018
El fracaso del poema
¿Qué dice? Algo quiere decir, algo dice
en letras rotas. No nació de una idea,
no tiene alas de pensamiento. No sabe
expresar el oro de una emoción, cuando
escribe una línea se muere la luz. En cada
punto hay un eco que no llega, en cada
estrofa yace el silencio de la impotencia,
en la crueldad del hemistiquio el cuello
de las palabras se suicida. Quiere nombrar
lo innombrable como si el dolor, la locura,
la pasión o la dicha fueran trazos en la piel
de un sueño. Todo poema habla de un ayer
perdido, este poema es un pájaro que no
logra oír su voz.
en letras rotas. No nació de una idea,
no tiene alas de pensamiento. No sabe
expresar el oro de una emoción, cuando
escribe una línea se muere la luz. En cada
punto hay un eco que no llega, en cada
estrofa yace el silencio de la impotencia,
en la crueldad del hemistiquio el cuello
de las palabras se suicida. Quiere nombrar
lo innombrable como si el dolor, la locura,
la pasión o la dicha fueran trazos en la piel
de un sueño. Todo poema habla de un ayer
perdido, este poema es un pájaro que no
logra oír su voz.
viernes, 10 de agosto de 2018
Impotencia
Apenas da sombra el ciruelo. Talud inclinado,
yerba seca donde habita el grillo oscuro,
deambular de abejorros en busca de la flor.
Un poemario sin leer entre las manos, la silla
jaspeada que soporta la umbría de mi edad
y el olor del tomillo al repicar el ángelus.
Trazan los vencejos espirales de negrura
en la cortina azul del horizonte. El aire
acaricia mis pómulos de piel ajada. Y yo
que no sé cómo voy a retener lo efímero.
yerba seca donde habita el grillo oscuro,
deambular de abejorros en busca de la flor.
Un poemario sin leer entre las manos, la silla
jaspeada que soporta la umbría de mi edad
y el olor del tomillo al repicar el ángelus.
Trazan los vencejos espirales de negrura
en la cortina azul del horizonte. El aire
acaricia mis pómulos de piel ajada. Y yo
que no sé cómo voy a retener lo efímero.
jueves, 9 de agosto de 2018
Canción bajo la lluvia
a Maria del Mar Bonet
La lluvia se ha vuelto ola marina.
Rumores de Atlas, rítmicos cantos
de islas perdidas, frutos al sol,
maleza y playas dulces. Así la voz
de esta mujer, trino en la infinitud,
magia en los acordes, cadencia de mar.
Llueve en los naranjos, la luz calla,
esta noche solo se escucha a la vida.
miércoles, 8 de agosto de 2018
El día que Casanova no pudo concluir sus memorias
Se acaba.
Se acaba el terrible mundo, la fidelidad.
Tantos son los espejos,
tanta la luna entre las lunas,
tanto el visor del tiempo sin medida.
Aprendí en la niñez a cortejar las lágrimas del impúber,
mi verdad reluce en la estrategia de los monasterios perdidos,
mi voz ausculta los pétalos de la nieve
como un tobogán de sombras.
La carne es un paraíso, la ciencia, el orgullo,
la idiosincrasia de la cábala, las águilas de la divisa
deslumbran en los ebrios días de la incertidumbre.
Quiero una razón que privilegie la raíz:
busco la huella del alma
en los círculos de la pasión.
Supe de mi artera lengua que no fracasó jamás,
nada en mí desconoce lo humano,
cenizas en cuencos de alabastro,
ojos que sufren el yugo del ansia,
epístolas que descubrieron los laberintos sin rigor
de las infinitas patrañas.
La pluma se agosta en la oscuridad,
entre libros innombrables mi historia no vence a la noche.
En todos los relojes el perfil del amante se desdobla,
ya los cirios escupen su idolatría,
y no soy yo quien escribe sobre mí;
sí soy el mito doloso de la oscura nostalgia
en los deseos amputados por la herida.
Se acaba el terrible mundo, la fidelidad.
Tantos son los espejos,
tanta la luna entre las lunas,
tanto el visor del tiempo sin medida.
Aprendí en la niñez a cortejar las lágrimas del impúber,
mi verdad reluce en la estrategia de los monasterios perdidos,
mi voz ausculta los pétalos de la nieve
como un tobogán de sombras.
La carne es un paraíso, la ciencia, el orgullo,
la idiosincrasia de la cábala, las águilas de la divisa
deslumbran en los ebrios días de la incertidumbre.
Quiero una razón que privilegie la raíz:
busco la huella del alma
en los círculos de la pasión.
Supe de mi artera lengua que no fracasó jamás,
nada en mí desconoce lo humano,
cenizas en cuencos de alabastro,
ojos que sufren el yugo del ansia,
epístolas que descubrieron los laberintos sin rigor
de las infinitas patrañas.
La pluma se agosta en la oscuridad,
entre libros innombrables mi historia no vence a la noche.
En todos los relojes el perfil del amante se desdobla,
ya los cirios escupen su idolatría,
y no soy yo quien escribe sobre mí;
sí soy el mito doloso de la oscura nostalgia
en los deseos amputados por la herida.
lunes, 6 de agosto de 2018
Sin palabras
Se volvió inútil la palabra.
La mudez del recuerdo viste colores oscuros
y aunque regrese a los mismos lugares de antaño
ya no habrá voz, ni rostro, ni boca
que me digan con qué sueñas.
La mudez del recuerdo viste colores oscuros
y aunque regrese a los mismos lugares de antaño
ya no habrá voz, ni rostro, ni boca
que me digan con qué sueñas.
domingo, 5 de agosto de 2018
No me leáis
Vosotros no ignoráis que la poesía es un juego.
La herida de un hemistiquio, la epifanía de un hiato,
el compás de la sinécdoque…
¡pero basta ya de retórica!,
en un poema hay sangre, corazón y tinieblas,
en un verso los océanos se agitan,
el latido se alza,
el espíritu regresa a su nido de flores y artificio.
La poesía gime cuando la tinta suda verdad,
escoge la consciencia
o los paraísos sin gloria de un jardín efímero.
Se buscan entre sí las palabras en la cola de la rima
o en un vergel alegre
dispersan el agua libre de la festividad.
En un poema hay una llaga y también un retrato de ti,
en un poema llora una niña
entre los suburbios
de las más oscuras tempestades.
Hay poemas sucios y otros tan blancos como la cal.
Yo escribo poemas que se me escapan de los dedos,
su mirada es la mía, su huella el hálito que dejo en el volar de la pluma.
No me leáis, poetas, si en la desnudez de una estrofa
esperáis que brote el tigre del asombro;
sed fieles a vuestro rastro de lecturas amigas,
allí no estaré yo
ni la voz que al final de este poema
se desangra.
La herida de un hemistiquio, la epifanía de un hiato,
el compás de la sinécdoque…
¡pero basta ya de retórica!,
en un poema hay sangre, corazón y tinieblas,
en un verso los océanos se agitan,
el latido se alza,
el espíritu regresa a su nido de flores y artificio.
La poesía gime cuando la tinta suda verdad,
escoge la consciencia
o los paraísos sin gloria de un jardín efímero.
Se buscan entre sí las palabras en la cola de la rima
o en un vergel alegre
dispersan el agua libre de la festividad.
En un poema hay una llaga y también un retrato de ti,
en un poema llora una niña
entre los suburbios
de las más oscuras tempestades.
Hay poemas sucios y otros tan blancos como la cal.
Yo escribo poemas que se me escapan de los dedos,
su mirada es la mía, su huella el hálito que dejo en el volar de la pluma.
No me leáis, poetas, si en la desnudez de una estrofa
esperáis que brote el tigre del asombro;
sed fieles a vuestro rastro de lecturas amigas,
allí no estaré yo
ni la voz que al final de este poema
se desangra.
sábado, 4 de agosto de 2018
La soledad y yo
La soledad soy yo cuando la palabra huye de mí.
Nadie me ve,
ningún perro me ladra,
los niños preguntan:
¿quién es ese hombre, mamá,
que no tiene sombra?
La soledad es un espejo trizado
donde ya no habita mi voz.
La soledad se dibuja en tu espalda al alejarte.
La soledad y yo.
Nadie me ve,
ningún perro me ladra,
los niños preguntan:
¿quién es ese hombre, mamá,
que no tiene sombra?
La soledad es un espejo trizado
donde ya no habita mi voz.
La soledad se dibuja en tu espalda al alejarte.
La soledad y yo.
viernes, 3 de agosto de 2018
Paseo bajo la lluvia
Un perro amable agita su cola blanca.
Mis pies no reconocen su huella,
deambulan entre pájaros,
plazas y sueños.
El sol no existe
bordado de nubes y aire tibio.
Estoy en fuga, soy fugaz como un reflejo en el cristal.
Huele a mar, al cobre salino de la calma.
En el tráfago hay un semen de colores y una voz muda.
Día de agosto,
agua en los márgenes de las marquesinas,
extrañeza en el corazón y la piel.
Sentarse en un banco para morir de silencio
mientras las húmedas palomas
buscan refugio en los alares.
El ferri se hunde en la niebla de un mar gris y ausente.
Cantan ya las arpías de la luz,
pero nadie me invita a escucharlas.
Mis pies no reconocen su huella,
deambulan entre pájaros,
plazas y sueños.
El sol no existe
bordado de nubes y aire tibio.
Estoy en fuga, soy fugaz como un reflejo en el cristal.
Huele a mar, al cobre salino de la calma.
En el tráfago hay un semen de colores y una voz muda.
Día de agosto,
agua en los márgenes de las marquesinas,
extrañeza en el corazón y la piel.
Sentarse en un banco para morir de silencio
mientras las húmedas palomas
buscan refugio en los alares.
El ferri se hunde en la niebla de un mar gris y ausente.
Cantan ya las arpías de la luz,
pero nadie me invita a escucharlas.
jueves, 2 de agosto de 2018
Una visita al Guggenheim
¡Qué plácida está la mañana!
El canal escribe en las orillas la memoria de siglos,
fachadas aúreas, balcones de madera granate,
el olor del mercado
que fluye en el otro margen del río.
Hay un latido del metal,
su faz se desdobla y es un perro que se iza,
un sueño de flores en el vientre,
la araña y sus hilos de hierro
sobre las cabezas rutinarias.
¡Venid, infantes de los ojos dormidos!
Aquí los sueños convencen a la luz,
las grupas del cristal os alzarán al manto gris del día
y veréis las imágenes infinitas
que un cerebro puede crear
desde los laberintos de la nada.
Adaptarse a la tácita sinergia de los grupos informes
-yo, el habitante solitario, soy pasillo, tubos, arcos concéntricos de quietud-.
Y brota la ternura que ama la ficción,
videos de tiniebla, color y pesadumbre,
una chispa en la performance,
objetos desubicados sin raíz ni espejos.
La luz, la luz y el sordo cantar de la salmodia
que reconoce los cuadros, la penumbra en Chagall,
los animales que vuelan, la dacha,
rostros invertidos, escenas de campo y de interior,
el rojo, el amarillo y el azul…
París en cubos como triángulos de acero,
las ventanas abiertas hacia la irrealidad.
¿Qué hora es? Es la hora del agua y de los puentes,
la hora de regresar a mí sin rencor,
a mí o a mis ojos sin primavera;
a mí o al tiempo de las cruces
y los mitos,
a la recóndita ilusión donde vive ese otro yo
que no se acostumbra a ser feliz.
El canal escribe en las orillas la memoria de siglos,
fachadas aúreas, balcones de madera granate,
el olor del mercado
que fluye en el otro margen del río.
Hay un latido del metal,
su faz se desdobla y es un perro que se iza,
un sueño de flores en el vientre,
la araña y sus hilos de hierro
sobre las cabezas rutinarias.
¡Venid, infantes de los ojos dormidos!
Aquí los sueños convencen a la luz,
las grupas del cristal os alzarán al manto gris del día
y veréis las imágenes infinitas
que un cerebro puede crear
desde los laberintos de la nada.
Adaptarse a la tácita sinergia de los grupos informes
-yo, el habitante solitario, soy pasillo, tubos, arcos concéntricos de quietud-.
Y brota la ternura que ama la ficción,
videos de tiniebla, color y pesadumbre,
una chispa en la performance,
objetos desubicados sin raíz ni espejos.
La luz, la luz y el sordo cantar de la salmodia
que reconoce los cuadros, la penumbra en Chagall,
los animales que vuelan, la dacha,
rostros invertidos, escenas de campo y de interior,
el rojo, el amarillo y el azul…
París en cubos como triángulos de acero,
las ventanas abiertas hacia la irrealidad.
¿Qué hora es? Es la hora del agua y de los puentes,
la hora de regresar a mí sin rencor,
a mí o a mis ojos sin primavera;
a mí o al tiempo de las cruces
y los mitos,
a la recóndita ilusión donde vive ese otro yo
que no se acostumbra a ser feliz.
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