Poco entiendo porque hace mucho que no consigo ser yo.
La ilusión teje, la juventud escribe caminos, el hombre
adulto piensa y ejecuta el sonido diario de un reloj ciego.
¿Cuándo surge la lucidez, en qué omóplato el ácido se santigua
como un beato antes de la muerte? Hay una cordura que brota
como semilla en la piedra de los días y hace daño con su insolencia
de cuchillo. Es la verdad que cuelga en los párpados del tiempo.
Que vuelvan su cara los espejos cuando mi rostro se mire,
que nadie me hable porque le hablará a un fantasma.
Respiro sin saber que respiro mi ausencia.
viernes, 30 de septiembre de 2016
jueves, 29 de septiembre de 2016
El beso
Antes la especie, el ciclo perpetuo. Luego el alud,
las serpentinas, el verano en una ola de carne,
los fuegos en un espacio rosa, líquido, febril.
¡Qué misterio el de un roce, la sangre y el deseo,
la memoria de la descendencia en un segundo de gloria!
Todo, ¡todo! en la humedad de los ojos, cerrados, fríos
como un sello de luz. No hay pliegues ni sinrazón,
la armonía es el agua que rompe los cielos, el suave
cariz, el surco de los días para ser festividad de locura,
la huella del éxtasis en la incertidumbre de la noche.
Que sea mi labio la llave de tu húmedo desliz, un sol
que propone diademas de futuro, la luna en el instante
exacto en que soy luz que crece, comunión de ti.
las serpentinas, el verano en una ola de carne,
los fuegos en un espacio rosa, líquido, febril.
¡Qué misterio el de un roce, la sangre y el deseo,
la memoria de la descendencia en un segundo de gloria!
Todo, ¡todo! en la humedad de los ojos, cerrados, fríos
como un sello de luz. No hay pliegues ni sinrazón,
la armonía es el agua que rompe los cielos, el suave
cariz, el surco de los días para ser festividad de locura,
la huella del éxtasis en la incertidumbre de la noche.
Que sea mi labio la llave de tu húmedo desliz, un sol
que propone diademas de futuro, la luna en el instante
exacto en que soy luz que crece, comunión de ti.
martes, 27 de septiembre de 2016
El pasajero
Llueve y hace frío.
Lo imposible es un sol en mi desnudez,
una isla blanca.
El tren envejece, transita o no,
viaja en el ayer con exactitud disconforme
mientras las horas, los minutos
no ansían el regreso, solo la luz.
Estoy,
soy
un pedazo de memoria.
Algo que no entiendo me mira como el ángel
que ya conoce el porqué de la aventura
o el perfil imaginado de una cruz en la roca,
el símbolo que nunca ejerce
su condición de añoranza.
Lo cierto es lo incierto
-los grises de la mañana,
un sonido que cubre de aire los maizales,
la yerba azul,
sí, azul,
como tu cielo-.
¿Quién me podrá juzgar desde el metal de un tren,
sin traje, desnudo como un héroe amargo,
mendicante sin quererlo
bajo las pupilas de un reloj que no cesa?
Si aún recuerdo el tránsito es para no desdecir la luz,
si el mar fue un oscuro edén no lo vieron estos ojos,
la latitud de mi vida no exige noches,
solo una claridad que ilumine
y de sentido a mi hoy.
De lo contrario la existencia sería olvido.
Lo imposible es un sol en mi desnudez,
una isla blanca.
El tren envejece, transita o no,
viaja en el ayer con exactitud disconforme
mientras las horas, los minutos
no ansían el regreso, solo la luz.
Estoy,
soy
un pedazo de memoria.
Algo que no entiendo me mira como el ángel
que ya conoce el porqué de la aventura
o el perfil imaginado de una cruz en la roca,
el símbolo que nunca ejerce
su condición de añoranza.
Lo cierto es lo incierto
-los grises de la mañana,
un sonido que cubre de aire los maizales,
la yerba azul,
sí, azul,
como tu cielo-.
¿Quién me podrá juzgar desde el metal de un tren,
sin traje, desnudo como un héroe amargo,
mendicante sin quererlo
bajo las pupilas de un reloj que no cesa?
Si aún recuerdo el tránsito es para no desdecir la luz,
si el mar fue un oscuro edén no lo vieron estos ojos,
la latitud de mi vida no exige noches,
solo una claridad que ilumine
y de sentido a mi hoy.
De lo contrario la existencia sería olvido.
sábado, 24 de septiembre de 2016
La lluvia en ti
Qué incierta es la lluvia. Solo caída
sin memoria, un eco que transparenta
caricias del pasado, una alfombra virgen
que llora en la medianoche febril. Amo el sonido
breve del agua tibia, quiero la ráfaga, el aliento
boscoso de las agujas mojadas, la luz velada
de la incertidumbre. Su ritmo, su música, su
espejo contrae el sol cuando los colores escriben
un gesto de piedad en el horizonte. Y la persistencia
del himno líquido cuando la piel se repliega en ti
como una niña rebelde que aún no sabe que la pureza
se escribe con el beso de un labio húmedo, frío, dócil,
germinal como una flor que se encumbra de vida.
La sincera gratitud
Hasta dónde tendré que regresar para encontrar
un corazón dormido. Gracias a ti que cuidaste
mi jardín cuando era erial, gracias al horizonte
que me dejó ver la luz de tantos cometas, de
microscópicos ejércitos que pugnaban con el miedo.
Hay gratitud en las caricias no anunciadas,
en la risa y en la costumbre de ser algarabía
en la media tarde, también en los ojos blancos del mar
cuando la mirada vigila el romper de las náyades
sobre crestas de espuma inmaculada. Es un ramo
de flor la vida, con sus hojas al viento y su color
imperecedero. Si en la sombra tu cuerpo ha buscado
el sabor de las esquinas y el orgulloso gesto de la
hembra se ha posado en el asombro, recuerda que
un don es el arbitrio de la noche, que las guirnaldas
y los espejos buscan los azules del sueño para darte
una verdad entre las saetas de un reloj fósil. Gracias
por tu piel que nunca fue ambigua, gracias por lo que
en su mudez calló el árbol de la genealogía imperfecta,
gracias por los caminos que recorrí a solas bajo la lluvia,
sintiendo la unicidad de mi yo. Y gracias por los errores
que enseñorearon el crepúsculo cuando la avanzada edad
trató de escribir un testamento en la niebla-como si unas
huellas pudieran ser dibujadas tras el álgido devenir de la vida -.
un corazón dormido. Gracias a ti que cuidaste
mi jardín cuando era erial, gracias al horizonte
que me dejó ver la luz de tantos cometas, de
microscópicos ejércitos que pugnaban con el miedo.
Hay gratitud en las caricias no anunciadas,
en la risa y en la costumbre de ser algarabía
en la media tarde, también en los ojos blancos del mar
cuando la mirada vigila el romper de las náyades
sobre crestas de espuma inmaculada. Es un ramo
de flor la vida, con sus hojas al viento y su color
imperecedero. Si en la sombra tu cuerpo ha buscado
el sabor de las esquinas y el orgulloso gesto de la
hembra se ha posado en el asombro, recuerda que
un don es el arbitrio de la noche, que las guirnaldas
y los espejos buscan los azules del sueño para darte
una verdad entre las saetas de un reloj fósil. Gracias
por tu piel que nunca fue ambigua, gracias por lo que
en su mudez calló el árbol de la genealogía imperfecta,
gracias por los caminos que recorrí a solas bajo la lluvia,
sintiendo la unicidad de mi yo. Y gracias por los errores
que enseñorearon el crepúsculo cuando la avanzada edad
trató de escribir un testamento en la niebla-como si unas
huellas pudieran ser dibujadas tras el álgido devenir de la vida -.
viernes, 23 de septiembre de 2016
Fragmento de "El cine según Hitchcock" de Francois Truffaut
"Lo que me emocionó aquella tarde, al volver a ver todos esos trozos de películas que recordaba de memoria, pero por una noche aislados de su contexto, fue a la vez la sinceridad y la brutalidad de la obra hitchcockiana. Era imposible no ver que todas las escenas de amor estaban filmadas como escenas de asesinato y todas las escenas de asesinato, como escenas de amor. Yo conocía esa obra, creía conocerla muy bien y me quedé anonadado ante lo que veía. En la pantalla todo eran manchas, juegos de artificio, eyaculaciones, suspiros, estertores, gritos, pérdidas de sangre, lágrimas, puñetazos torcidos, y me pareció que en el cine de Hitchcock, decididamente más sexual que sensual, hacer el amor y morir eran la misma cosa. "
El recuerdo
Hay un pájaro huérfano en mi voz.
Me da la espalda y a veces huye.
Este pájaro es un recuerdo que
no sabe cuando nací, cuando
morí o dónde. Yo soy su jaula
o su noche, su dios o su penumbra.
Vive en mí como una garrapata fértil
que amamanto y quiero.
Me da la espalda y a veces huye.
Este pájaro es un recuerdo que
no sabe cuando nací, cuando
morí o dónde. Yo soy su jaula
o su noche, su dios o su penumbra.
Vive en mí como una garrapata fértil
que amamanto y quiero.
miércoles, 21 de septiembre de 2016
El espejo
Esa nitidez no es mía.
El brillo como un tótem
donde mi rostro cabalga.
Mensajes de luz en las esquinas cóncavas,
la sed de un signo
vuela como paloma
sobre la frente cáustica.
No hagas muecas, no pienses,
la atmósfera es un prisma de pensamientos
y no podrás hacer callar a tu hoy,
a tu primavera indómita.
Él te mira con el pulido eje del azogue,
no canta,
el silencio adorna la verdad del misterio
y así anticipamos el regreso,
la cadena que ata.
Cada día, cada noche, vigilo su doblez
pero no puedo huir de su arcadia que llora.
¿Quién es el yo que enciende la muda mueca del adiós?
El cristal lleva en su interior un viento de lujuria.
Buscaré en otro espejismo el pilar de la luz
como un extraño que no halla en su tez
la insignia del orgullo.
Quizá la ponzoña de lo que ha sido y no vuelve,
el eco invisible de la necedad,
tu yo en la memoria del tiempo
me salven.
El brillo como un tótem
donde mi rostro cabalga.
Mensajes de luz en las esquinas cóncavas,
la sed de un signo
vuela como paloma
sobre la frente cáustica.
No hagas muecas, no pienses,
la atmósfera es un prisma de pensamientos
y no podrás hacer callar a tu hoy,
a tu primavera indómita.
Él te mira con el pulido eje del azogue,
no canta,
el silencio adorna la verdad del misterio
y así anticipamos el regreso,
la cadena que ata.
Cada día, cada noche, vigilo su doblez
pero no puedo huir de su arcadia que llora.
¿Quién es el yo que enciende la muda mueca del adiós?
El cristal lleva en su interior un viento de lujuria.
Buscaré en otro espejismo el pilar de la luz
como un extraño que no halla en su tez
la insignia del orgullo.
Quizá la ponzoña de lo que ha sido y no vuelve,
el eco invisible de la necedad,
tu yo en la memoria del tiempo
me salven.
sábado, 17 de septiembre de 2016
Tú conduces
Solo mi cuerpo avanza. No hay conciencia
de un destino que se refugie en mis manos.
Leves colinas, colores amarillos y ocres,
el silencio de la mies, el azul de un horizonte
claro. Solo mi corazón exige el regreso porque
los minutos se pueblan de castillos encantados,
de mares agrestes, de faros que iluminan suelos
inenarrables, de palabras sin orilla en los labios
rojos. Con este rostro ajado que se apoya en el cristal
frío, pasajero de un vehículo triste, voy sumando
paisajes en mis pupilas viejas, sin nada que decir
en la proximidad de tus brazos. Miras al frente,
tensa como un árbol amante, no sé en que piensas,
no sé en qué momento has dejado de estar aquí.
El viaje es un sello de silencios y luz. Pronto
llegaremos a casa.
de un destino que se refugie en mis manos.
Leves colinas, colores amarillos y ocres,
el silencio de la mies, el azul de un horizonte
claro. Solo mi corazón exige el regreso porque
los minutos se pueblan de castillos encantados,
de mares agrestes, de faros que iluminan suelos
inenarrables, de palabras sin orilla en los labios
rojos. Con este rostro ajado que se apoya en el cristal
frío, pasajero de un vehículo triste, voy sumando
paisajes en mis pupilas viejas, sin nada que decir
en la proximidad de tus brazos. Miras al frente,
tensa como un árbol amante, no sé en que piensas,
no sé en qué momento has dejado de estar aquí.
El viaje es un sello de silencios y luz. Pronto
llegaremos a casa.
viernes, 16 de septiembre de 2016
El café
La transparencia de la lluvia escribe un sol.
Mira el robusto eje de tu paso
en el cristal líquido.
Detrás el anhelo de mi sombra,
los rizos del agua y su música.
Fue necesario alejarse del mar,
fue el designio que la ciudad elige
la piedra del musgo,
el canto que llora en los suburbios.
Ya sabia que no hay iconos en tu iris que vaga.
La juventud no reconoce las huellas,
ejerce la locura del viento en sus alas
y no entiende de párpados heridos.
¿Qué es lo nuestro,
quizá la doctrina que impone el día,
sus imágenes compartidas,
el circulo del regreso y de la nada
bajo el parasol ambiguo de la costumbre?
Si amar es una idea
que envuelve con su raíz el aliento de las horas,
reniego de la cicatriz
hasta el origen de no ser yo
sino el azul de la memoria.
Siempre consentí con los amaneceres del agua,
me podía el eco de la vida
con su soniquete de espumas.
¿Y si busco lo que perdí en los ojos del azar?
De nuevo
como un mendigo en las calles que soñé,
las que fueron, las que me acompañan
como un latido entre las cruces,
un sol amargo que puebla este café
de añoranzas.
Mira el robusto eje de tu paso
en el cristal líquido.
Detrás el anhelo de mi sombra,
los rizos del agua y su música.
Fue necesario alejarse del mar,
fue el designio que la ciudad elige
la piedra del musgo,
el canto que llora en los suburbios.
Ya sabia que no hay iconos en tu iris que vaga.
La juventud no reconoce las huellas,
ejerce la locura del viento en sus alas
y no entiende de párpados heridos.
¿Qué es lo nuestro,
quizá la doctrina que impone el día,
sus imágenes compartidas,
el circulo del regreso y de la nada
bajo el parasol ambiguo de la costumbre?
Si amar es una idea
que envuelve con su raíz el aliento de las horas,
reniego de la cicatriz
hasta el origen de no ser yo
sino el azul de la memoria.
Siempre consentí con los amaneceres del agua,
me podía el eco de la vida
con su soniquete de espumas.
¿Y si busco lo que perdí en los ojos del azar?
De nuevo
como un mendigo en las calles que soñé,
las que fueron, las que me acompañan
como un latido entre las cruces,
un sol amargo que puebla este café
de añoranzas.
miércoles, 14 de septiembre de 2016
La noche
Volverá la noche a cubrirme.
Es mi amante sombra de pájaros.
El silencio oscuro crece hacia el olvido.
Me entrego a la soledad, al culmen de la luna náufraga.
Como un astro núbil lloro en la caída.
¿Hasta dónde, hasta quién
la evidencia de no ser
luz?
Es mi amante sombra de pájaros.
El silencio oscuro crece hacia el olvido.
Me entrego a la soledad, al culmen de la luna náufraga.
Como un astro núbil lloro en la caída.
¿Hasta dónde, hasta quién
la evidencia de no ser
luz?
martes, 13 de septiembre de 2016
La perdida luz
Qué margen te das.
¿El de la historia que vuela noche tras noche sobre el abismo?.
Los recuerdos crujen cuando la imagen no puede regresar
a la sed inhóspita del delirio.
Dónde, y en qué los rastrojos inmóviles
que te catapultan hacia el mañana,
cuál su raíz de hojas perdidas,
desde qué rubor el aliento crece hacia el sur,
deja un ovillo de soles en la claridad múltiple.
La luz, la impenetrable luz es lo que busco,
su robusta memoria de días y días,
su ferocidad que quema los visillos amables,
el resplandor en la caoba
o en los espejos que quisieran tan solo un cuerpo,
una ceniza o un milagro.
¿Es que hay una traición en la desventura,
es que quién no trasluce sus recuerdos
los ama con el frenesí loco de la ausencia?
En esta pared donde la soledad dibuja un nido,
yo descubro la candidez como una llaga alegre.
Que vuelva el compás de la música que no conocí,
el ritmo que halló en mis venas la forma ágil de vivir,
el corazón que existe más allá de la irrealidad
de ser presente o nada.
¿El de la historia que vuela noche tras noche sobre el abismo?.
Los recuerdos crujen cuando la imagen no puede regresar
a la sed inhóspita del delirio.
Dónde, y en qué los rastrojos inmóviles
que te catapultan hacia el mañana,
cuál su raíz de hojas perdidas,
desde qué rubor el aliento crece hacia el sur,
deja un ovillo de soles en la claridad múltiple.
La luz, la impenetrable luz es lo que busco,
su robusta memoria de días y días,
su ferocidad que quema los visillos amables,
el resplandor en la caoba
o en los espejos que quisieran tan solo un cuerpo,
una ceniza o un milagro.
¿Es que hay una traición en la desventura,
es que quién no trasluce sus recuerdos
los ama con el frenesí loco de la ausencia?
En esta pared donde la soledad dibuja un nido,
yo descubro la candidez como una llaga alegre.
Que vuelva el compás de la música que no conocí,
el ritmo que halló en mis venas la forma ágil de vivir,
el corazón que existe más allá de la irrealidad
de ser presente o nada.
lunes, 12 de septiembre de 2016
"Cursé mis estudios universitarios en Santiago y en aquella ciudad de piedra y agua fui feliz. Ahora lo sé. Tenia ilusiones como cualquier otro joven. Tenía amigos que compartían una forma de vida abierta y sin compromisos. Allí idealicé todo: mi pasado, mi presente y mi futuro. Estudié poco, viví lo que pude, dejé que el tiempo me llevara a su guarida engañosa, y busqué el amor en los ojos cómplices de una compañera ausente. Cada día lo sentía como un privilegio, ya que nada se repetía, o eso creía yo en mi ingenua visión de las cosas que nunca me parecían iguales, aún cuando los gestos , los modos y los lugares fueran los mismos que los de ayer o los de mañana. Tal vez era yo el que cambiaba a cada momento, virgen de experiencias, viviendo entre la realidad y la ficción, creyendo en ideas y sentimientos que solo tenían sentido en los libros; y como yo, los otros, aquellos que sumaban sus vivencias a las mías; mis familiares: próximos pero extraños, queridos y ajenos, figuras poliédricas de múltiples caras que se anulaban hasta el infinito; mis amigos: escépticos, soñadores, visionarios. Me pregunto si aquello sirvió para algo, si los juegos solo fueron juegos, si no fue únicamente la necesidad lo que nos unió para finalmente extinguirse como si nada hubiera existido".
sábado, 10 de septiembre de 2016
El niño ante el espejo
Qué recuerdo sino la luz.
Una claridad de nubes
(hiperbórea, celeste, ambigua).
El espacio donde el yo es un átomo
y la duda vuela sobre los altares de las horas.
El tiempo dormita en esquinas rojas,
cuadros que se mueven,
arañas en los caireles
como sorprendidas musas del fragor.
Y un enigma
que recupera los bordes de esa fuente de porcelana
donde los jardines mueren
y no hay espectros
voces que amar.
¿Y los sonidos,
es que acaso su soledad no parece un ardid,
la dimensión de unos espejos
que repiten las mañanas blancas?
Tú me preguntas si está allí el niño que no conocía el futuro,
sí,
su voz se agrieta
cuando los muros no responden a la sinfonía de los ecos,
a la trampa gris del ayer.
No volverá la magia de unas pisadas,
tampoco el episodio diario de un mensaje que no llega.
Detrás de las ventanas
el tiempo imagina una noche eterna,
de un día a otro nada cambia
hasta que no eres tú el que ve
sino el que sueña,
hasta que las heridas se escriben en tu piel
como tatuajes vespertinos,
hasta que en el crepúsculo alguien diga
que ya está bien,
que la muerte es la única respuesta al olvido.
Una claridad de nubes
(hiperbórea, celeste, ambigua).
El espacio donde el yo es un átomo
y la duda vuela sobre los altares de las horas.
El tiempo dormita en esquinas rojas,
cuadros que se mueven,
arañas en los caireles
como sorprendidas musas del fragor.
Y un enigma
que recupera los bordes de esa fuente de porcelana
donde los jardines mueren
y no hay espectros
voces que amar.
¿Y los sonidos,
es que acaso su soledad no parece un ardid,
la dimensión de unos espejos
que repiten las mañanas blancas?
Tú me preguntas si está allí el niño que no conocía el futuro,
sí,
su voz se agrieta
cuando los muros no responden a la sinfonía de los ecos,
a la trampa gris del ayer.
No volverá la magia de unas pisadas,
tampoco el episodio diario de un mensaje que no llega.
Detrás de las ventanas
el tiempo imagina una noche eterna,
de un día a otro nada cambia
hasta que no eres tú el que ve
sino el que sueña,
hasta que las heridas se escriben en tu piel
como tatuajes vespertinos,
hasta que en el crepúsculo alguien diga
que ya está bien,
que la muerte es la única respuesta al olvido.
Cita de "Caperucita en Manhattan" de Carmen Martín Gaite
viernes, 9 de septiembre de 2016
Tu caricia
Los sonidos de la casa aúllan. Ven, madre,
a ese abismo que enternece la noche. Aquí
juegan los niños, ríen cuando mi rostro
se hunde en la tierra como un sol perdido.
Afuera la luz quiere abrazarte, adentro
las mariposas aletean sobre el cuarzo,
crean un murmullo de fraguas. No es
el miedo, créeme, lo que anticipa la locura.
Son los ángeles que te aman, su protectora
voz de amparo que nos cubre. Solo quiero
la virtud breve de los cometas, el estallido
de un resplandor mortal en la red de los días,
el desvaído gesto de tu fugacidad amante.
a ese abismo que enternece la noche. Aquí
juegan los niños, ríen cuando mi rostro
se hunde en la tierra como un sol perdido.
Afuera la luz quiere abrazarte, adentro
las mariposas aletean sobre el cuarzo,
crean un murmullo de fraguas. No es
el miedo, créeme, lo que anticipa la locura.
Son los ángeles que te aman, su protectora
voz de amparo que nos cubre. Solo quiero
la virtud breve de los cometas, el estallido
de un resplandor mortal en la red de los días,
el desvaído gesto de tu fugacidad amante.
miércoles, 7 de septiembre de 2016
Vivir el encuentro como se vive la luz
Es imposible unir lo que habita detrás de nosotros.
El silencio que se recoge en el círculo de la amistad
o las costumbres aparentemente simples
que no se aman.
Tú eras tren, mar,
aire que cesa ante el cristal del ensueño.
Hay heridas que agitan un nombre en sus ingles
o esquinas en que la lluvia roza el deseo,
lo vuelve líquido, eterno, inmutable.
Así los principios
cuando el azar se cuadra como un soldado inmortal
y parece que en la luz se escriben latidos
que se unen como sombras sin dueño.
¡Qué inmensidad en el desliz de un segundo
cuando estalla en las venas y guía un cuerpo
durante los años de la juventud
hasta las orillas del éxtasis!
Podría ser que dijéramos lo mismo
o tal vez que las palabras nacieran viejas
como una máscara usada
o un teatro de títeres
en los designios de la noche.
Fue un tiempo de plenilunio en la piel sin años,
fue la voz que no quiere hablar,
la tiniebla en los dedos que se tocan.
¿Dónde está la luz que prendió en las sienes?
Aquí, allí, en el lugar de la vida
que regresa con las alas mustias
del pasado.
El silencio que se recoge en el círculo de la amistad
o las costumbres aparentemente simples
que no se aman.
Tú eras tren, mar,
aire que cesa ante el cristal del ensueño.
Hay heridas que agitan un nombre en sus ingles
o esquinas en que la lluvia roza el deseo,
lo vuelve líquido, eterno, inmutable.
Así los principios
cuando el azar se cuadra como un soldado inmortal
y parece que en la luz se escriben latidos
que se unen como sombras sin dueño.
¡Qué inmensidad en el desliz de un segundo
cuando estalla en las venas y guía un cuerpo
durante los años de la juventud
hasta las orillas del éxtasis!
Podría ser que dijéramos lo mismo
o tal vez que las palabras nacieran viejas
como una máscara usada
o un teatro de títeres
en los designios de la noche.
Fue un tiempo de plenilunio en la piel sin años,
fue la voz que no quiere hablar,
la tiniebla en los dedos que se tocan.
¿Dónde está la luz que prendió en las sienes?
Aquí, allí, en el lugar de la vida
que regresa con las alas mustias
del pasado.
domingo, 4 de septiembre de 2016
La luz en las cosas
En la edad adulta los sonidos envejecen,
el antiguo reloj, los pasos levemente sonoros
en los pasillos de mármol, una voz tras otra voz
solo inscritas en la memoria.
¿Hasta dónde quiero hoy invocar la luz?
Serpentinas en el aire,
claridad en los zócalos,
un cristal que recoge en su seno
toda la lujuria de una primavera voraz.
Y el estallido de los objetos
a los que nadie hace caso:
la plata que es relámpago,
la porcelana y su vientre azul,
el tafilete en los guantes
como un huella arcaica de otro siglo
o sueño.
Hay mariposas que no vuelan
cuando un rayo fósil ilumina los rincones
donde los libros piensan su dulzura
o los ancianos eclipses de un cigarrillo
dejan en la sombra huellas de adolescencia,
un secreto en los labios.
Otras veces, cuando la noche se agacha,
brillan las luces en mi hombro
y camino hacia el sol que no existe
y quiero ser el alma
que nunca se ha marchado de un ayer sin oráculos.
Toda la presencia que los murciélagos anuncian
con el aleteo gris de sus alas
está en mí o en ti
cuando, al fin, somos recuerdo.
el antiguo reloj, los pasos levemente sonoros
en los pasillos de mármol, una voz tras otra voz
solo inscritas en la memoria.
¿Hasta dónde quiero hoy invocar la luz?
Serpentinas en el aire,
claridad en los zócalos,
un cristal que recoge en su seno
toda la lujuria de una primavera voraz.
Y el estallido de los objetos
a los que nadie hace caso:
la plata que es relámpago,
la porcelana y su vientre azul,
el tafilete en los guantes
como un huella arcaica de otro siglo
o sueño.
Hay mariposas que no vuelan
cuando un rayo fósil ilumina los rincones
donde los libros piensan su dulzura
o los ancianos eclipses de un cigarrillo
dejan en la sombra huellas de adolescencia,
un secreto en los labios.
Otras veces, cuando la noche se agacha,
brillan las luces en mi hombro
y camino hacia el sol que no existe
y quiero ser el alma
que nunca se ha marchado de un ayer sin oráculos.
Toda la presencia que los murciélagos anuncian
con el aleteo gris de sus alas
está en mí o en ti
cuando, al fin, somos recuerdo.
sábado, 3 de septiembre de 2016
Negación de la casa
La casa nos pertenece como un abrigo o un sueño
donde nada es exacto, solo la música de un reloj
escribe los puntos de las horas pausadas, ajenas
a nosotros, dobladas como sutiles armonías
que imponen el ritmo, la mecánica de los minutos
en los cuerpos rebeldes que no se reconocen
en el alud de los ecos sino en el aire que escapa
por los ventanales cerrados hacia el calidoscopio
de un futuro libre, extraño, multicolor. Aunque
la casa nos pertenece no tiene significado porque
la duda queda atrás y son los latidos un camino
abierto hacia los lobos del porvenir donde ya no
hay patria, ni hogar, ni un recuerdo al que volver.
donde nada es exacto, solo la música de un reloj
escribe los puntos de las horas pausadas, ajenas
a nosotros, dobladas como sutiles armonías
que imponen el ritmo, la mecánica de los minutos
en los cuerpos rebeldes que no se reconocen
en el alud de los ecos sino en el aire que escapa
por los ventanales cerrados hacia el calidoscopio
de un futuro libre, extraño, multicolor. Aunque
la casa nos pertenece no tiene significado porque
la duda queda atrás y son los latidos un camino
abierto hacia los lobos del porvenir donde ya no
hay patria, ni hogar, ni un recuerdo al que volver.
Inicio de "La deriva"
"Berta sostenía un cigarrillo entre el dedo índice y el corazón de su mano derecha. Su muñeca se apoyaba mansamente sobre la mesa forrada de hule; llevaba así cinco minutos, mirando como se consumía: dio una primera calada profunda, y después la brasa enrojeció todavía un instante para convertirse en ceniza que avanzó todo a lo largo del cilindro, pausadamente, ganando terreno, aproximándose a los dedos nudosos como si les fuera a dar un beso. Berta no movió un músculo cuando notó la quemazón, en realidad era lo que estaba esperando desde hacia cuatro minutos y medio, desde que comprendió que tenia que aprender a aguantar el dolor de una vez, porque ya era hora se dijo, porque a los treinta y dos años no se podía andar con remilgos como si fuera una adolescente que cree en cuentos de hadas, porque estaba sola y la soledad duele más que un millón de brasas asesinas".
jueves, 1 de septiembre de 2016
Paseando por la ciudad que fuimos
Ah! sí, has pisado el epicentro de tu nombre
en el lugar en el que no puedes vivir.
Y, sin embargo, el viento gira igual,
la luz viaja lenta hasta ti,
en los atardeceres de febrero,
un olor a salitre llega del sur
lo mismo que un aroma blando
en la piel oscura.
Pero no,
pero no vive aquí el maquillaje de tus sueños
ni la infantil ternura de verte en un cristal
cuando te alejas, ni esa voz,
quizá música, que acompaña cada matiz
de tu ausencia.
Esta ciudad tiene un corazón amargo,
lo sé porque no hay sonidos
en la memoria de mi ayer
y las dormidas plazas no anuncian regresos
en la noche de la aurora.
Han cambiado las nubes,
su reflejo es igual a un abrazo,
su algodón detiene la lluvia
antes de que mi estatura invoque el asombro.
Nada queda de los pómulos
que inventaron luces de ámbar.
No importa que los dibujos de los empedrados
ya no persigan mi huella,
no importa que sea un extraño
entre las lunas de escaparates ambiguos,
un traidor sin patria.
Te veo y te veo
aunque las calles nieguen el artificio
de un cuerpo que divide en metáforas
la sed que fuimos,
el canto que asombra a los árboles que ya no existen,
el misterio que fue instante o eternidad.
¿También lo recuerdas tú?
en el lugar en el que no puedes vivir.
Y, sin embargo, el viento gira igual,
la luz viaja lenta hasta ti,
en los atardeceres de febrero,
un olor a salitre llega del sur
lo mismo que un aroma blando
en la piel oscura.
Pero no,
pero no vive aquí el maquillaje de tus sueños
ni la infantil ternura de verte en un cristal
cuando te alejas, ni esa voz,
quizá música, que acompaña cada matiz
de tu ausencia.
Esta ciudad tiene un corazón amargo,
lo sé porque no hay sonidos
en la memoria de mi ayer
y las dormidas plazas no anuncian regresos
en la noche de la aurora.
Han cambiado las nubes,
su reflejo es igual a un abrazo,
su algodón detiene la lluvia
antes de que mi estatura invoque el asombro.
Nada queda de los pómulos
que inventaron luces de ámbar.
No importa que los dibujos de los empedrados
ya no persigan mi huella,
no importa que sea un extraño
entre las lunas de escaparates ambiguos,
un traidor sin patria.
Te veo y te veo
aunque las calles nieguen el artificio
de un cuerpo que divide en metáforas
la sed que fuimos,
el canto que asombra a los árboles que ya no existen,
el misterio que fue instante o eternidad.
¿También lo recuerdas tú?
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