He visto cómo crece la luz del día.
Muda el color de las casas, el aire se adensa
con la burbuja de la claridad. Aún duermes plegando tu sombra,
lenta la respiración de los sueños. En tu desnudez
hay playas tranquilas de dorado carmesí
que ahora callan como si el plenilunio fuera el eterno jardín del silencio.
La noche que pasó no hablamos,
la noche que pasó vivió en los cuerpos la celebración del amor.
La madrugada te escucha, la luz empieza a poblar tus senos,
con los puños aprietas mi nombre
como un tesoro que no quisieras perder.
Es un milagro tu presencia. Testigo de ti
le hablas al mundo desde la mudez,
desde la ternura que enciende tu piel
con el brillo de esta plenitud sin mañana.
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