A veces el tiempo nos devuelve el alud como
una pregunta. Siempre creí en un solo tren
perdido en la noche. Nunca en los eclipses
del miedo. Y sin faltarme tú el paisaje dormía
(a mi lado la ciudad reinventada en bosque,
en silencio inmortal o en largas autopistas
sin destino). Era como volver a la piel de
una huella para decir lo que el vacío reclama
tras sus horas de insomnio. Me refugié en
el hábito de los días precoces cuando el sol
es una página por escribir y el deseo se
conmueve con los sueños perdidos de un libro
rojo. Existía ese incendio que nos quema y nos
seduce, existía también el hogar lúgubre de
los hombres sin futuro. Tracé un mapa
de invisibles telarañas, para que el verbo
fuera luz y mi memoria un pedazo de sed,
desnuda y simple. Todavía pienso que
equivoqué mis aceras, que solo envolví
lo que era transparente, líquido, etéreo.
Algo así como mi vida y su noche fugaz.
sábado, 26 de marzo de 2011
jueves, 24 de marzo de 2011
Pedazo de vida
Como un tronco nunca mutilado o un laberinto
de callejas y niebla. Como las primaveras sin color
que añoran la palpitación de las ventanas. Así
la dulce canción de los días tras la mesa redonda
en el cuadrilátero del amor fraterno. Las niñas
sonríen con su blancura de nácar escondida
en el sueño, los hombres juegan en pasillos
inventados por las lágrimas de la lujuria.
Invaden los espejos el arrebol de las aceras
y en la habitación dormida el niño que fui
espía su ayer de caléndula. Todo es igual
a la luz que se apaga, todo se transforma
en carne para perecer de nuevo y revivir
y anhelar la fruta amarilla de un dios insomne.
de callejas y niebla. Como las primaveras sin color
que añoran la palpitación de las ventanas. Así
la dulce canción de los días tras la mesa redonda
en el cuadrilátero del amor fraterno. Las niñas
sonríen con su blancura de nácar escondida
en el sueño, los hombres juegan en pasillos
inventados por las lágrimas de la lujuria.
Invaden los espejos el arrebol de las aceras
y en la habitación dormida el niño que fui
espía su ayer de caléndula. Todo es igual
a la luz que se apaga, todo se transforma
en carne para perecer de nuevo y revivir
y anhelar la fruta amarilla de un dios insomne.
sábado, 19 de marzo de 2011
El fin de la era Gutenberg
Fragmento de "Dublinescas" de Enrique Vila-Matas
Dos dias después, dice Beckett adiós a Dublín de una vez por todas y se dirige a París, que no tardará en converirse en el destino de su vida. Allí vive un día una escena que él llamaría ya para siempre revelación y que una vez resumió así: "Molloy y los demás vinieron a mi el día que tomé conciencia de mis estupidez. Solo entonces empecé a escribir lo que sentía". Cuando su biografo Knowlson le pidió que fuera menos críptico sobre el asunto, Beckett no tuvo inconveniente en explicarlo mejor:
"Me di cuenta de que Joyce habia ido todo lo lejos posible en la dirección de conocer más, de controlar el material propio. Siempre estaba añadiendo;basta ver sus pruebas de imprenta. Yo compendí que mi camino estaba en la pobreza, en la falta de conocimiento y en la sustracción, en restar mas que añadir."
Con aquella revelación de Beckett, la historia de la era Gutenberg y de la literatura en general habia empezado a parecerse a un organismo vivo que, habiendo llegado a la cumbre de su vitalidad con Joyce, conocía ahora con el heredero directo y esencial, Beckett, la irrupción de un sentido mas extremado que nunca del juego, pero también el comienzo del duro descenso en la forma física, el envejecimiento, la bajada hacia el muelle opuesto al del esplendor de Joyce, la caida libre en direción al puerto de las aguas turbias de la miseria, allí donde en los últimos tiempos, y desde hace ya muchos años, pasea una vieja prostituta con una ajada gabardina irrisoria en la punta de un muelle barrido por la tempestad y el viento.
Dos dias después, dice Beckett adiós a Dublín de una vez por todas y se dirige a París, que no tardará en converirse en el destino de su vida. Allí vive un día una escena que él llamaría ya para siempre revelación y que una vez resumió así: "Molloy y los demás vinieron a mi el día que tomé conciencia de mis estupidez. Solo entonces empecé a escribir lo que sentía". Cuando su biografo Knowlson le pidió que fuera menos críptico sobre el asunto, Beckett no tuvo inconveniente en explicarlo mejor:
"Me di cuenta de que Joyce habia ido todo lo lejos posible en la dirección de conocer más, de controlar el material propio. Siempre estaba añadiendo;basta ver sus pruebas de imprenta. Yo compendí que mi camino estaba en la pobreza, en la falta de conocimiento y en la sustracción, en restar mas que añadir."
Con aquella revelación de Beckett, la historia de la era Gutenberg y de la literatura en general habia empezado a parecerse a un organismo vivo que, habiendo llegado a la cumbre de su vitalidad con Joyce, conocía ahora con el heredero directo y esencial, Beckett, la irrupción de un sentido mas extremado que nunca del juego, pero también el comienzo del duro descenso en la forma física, el envejecimiento, la bajada hacia el muelle opuesto al del esplendor de Joyce, la caida libre en direción al puerto de las aguas turbias de la miseria, allí donde en los últimos tiempos, y desde hace ya muchos años, pasea una vieja prostituta con una ajada gabardina irrisoria en la punta de un muelle barrido por la tempestad y el viento.
domingo, 13 de marzo de 2011
Hay muchas formas de decir adiós
Quizá el refugio de un nido florezca como sol
en las cálidas ausencias del misterio. Un hogar
no se parece a otro, existen llaves y palabras
como meteoros que destrozan labios y laberintos.
¿qué decir de los espejos, ausentes, nigromantes
como pisada de un oso viejo que no conociera su
devenir? Soy joven como una estrella sin hojas.
Soy la mirada tras el candil que espía un sueño.
Es curioso este preguntar de lámparas(fósiles de luz
en los pilares, en las magulladuras de un árbol
que ayer fue piedra y témpano).Y luego tú como
el auxilio o la densidad de una pantera, que ama
la lluvia, que dibuja los trenes con la sombra de
los eclipses. Dime, ¿en qué latitud los pantanos
son joyas amarillas?, ¿dónde la grieta del frenesí
esconde el cansancio de los films que apenas vivimos?
Nada, ni la primavera ni el polen que pervierte
los odios cubrirá tu oasis blanco de desdén y lujuria.
Me gustaban las noches sin rail, los acentos fríos
en un disco sin huella, la memoria de una silaba
junto a la voz ambigua del círculo. Fui pájaro
que anuncia el viento estéril y fui ronda de ojos
inicuos en los orificios de una sed hambrienta.
Aún aguarda mi verbo un portal de lluvia- el
eje que tumba la sin razón y el furor-. Hoy ya
no vigilo tus orillas, los carteles de húmedos
hierros, la voz altiva en unas cejas perfiladas
bajo cañones de sal. Tengo los billetes o la cruz,
tengo los carámbanos del olvido entre el pulgar
y la duda. La esperanza de la desesperanza, un
músculo que vomita días azules. Que son para ti.
en las cálidas ausencias del misterio. Un hogar
no se parece a otro, existen llaves y palabras
como meteoros que destrozan labios y laberintos.
¿qué decir de los espejos, ausentes, nigromantes
como pisada de un oso viejo que no conociera su
devenir? Soy joven como una estrella sin hojas.
Soy la mirada tras el candil que espía un sueño.
Es curioso este preguntar de lámparas(fósiles de luz
en los pilares, en las magulladuras de un árbol
que ayer fue piedra y témpano).Y luego tú como
el auxilio o la densidad de una pantera, que ama
la lluvia, que dibuja los trenes con la sombra de
los eclipses. Dime, ¿en qué latitud los pantanos
son joyas amarillas?, ¿dónde la grieta del frenesí
esconde el cansancio de los films que apenas vivimos?
Nada, ni la primavera ni el polen que pervierte
los odios cubrirá tu oasis blanco de desdén y lujuria.
Me gustaban las noches sin rail, los acentos fríos
en un disco sin huella, la memoria de una silaba
junto a la voz ambigua del círculo. Fui pájaro
que anuncia el viento estéril y fui ronda de ojos
inicuos en los orificios de una sed hambrienta.
Aún aguarda mi verbo un portal de lluvia- el
eje que tumba la sin razón y el furor-. Hoy ya
no vigilo tus orillas, los carteles de húmedos
hierros, la voz altiva en unas cejas perfiladas
bajo cañones de sal. Tengo los billetes o la cruz,
tengo los carámbanos del olvido entre el pulgar
y la duda. La esperanza de la desesperanza, un
músculo que vomita días azules. Que son para ti.
domingo, 6 de marzo de 2011
Las amistades rotas
Todos los almanaques son pequeños. Yo espío
mi herida, mi amistad roja de niño sin mapas.
Un enigma, una esfera que no elige la virtud
del tiempo. Y detrás un sueño de artilugios
que abren sus alas y no lloran. Sí, la amistad
crece como una flor de nácar y no hay
en su oasis golondrinas ni islas ni robots
de labios azules ni cánticos de azabache
o muerte. Juventud que fuiste plenilunio
( era el surco la atmósfera del viaje,
nuestros pulgares como un sol, la luz
y su terciopelo, mis zapatillas de oro blanco,
el hierro y su penumbra de río inmóvil).
Y después la ciudad como una gran colmena
donde cada piel enciende el abismo y recita
la flor inacabada de lo posible. Yo sé de nombres
pero ignoro sus adverbios, ellos rompen la música
y se acuestan con pájaros. Pero a mi me llaman
los hogares, la sed de las fuentes con su navidad
agria y la sombra inútil de los mediodías rojos.
¿están aquí los años de la evanescente criatura,
rocío de humo, en soportales que escondían
mis miedos? Así, de pronto el roce de un cuerpo
como un candil o una noria. Párpados que agitan
sus elipses, el alcohol como una idolatría
bajo los puentes de la penumbra.¿Qué edad,
qué senectud entre lluvia y hemisferios,
adónde alcanza su marfil? No he visto
corazones negros, en tu verbo las amapolas
se agrietan para decir hoy o cuándo.
Sobre pisadas negras mi dolor.
mi herida, mi amistad roja de niño sin mapas.
Un enigma, una esfera que no elige la virtud
del tiempo. Y detrás un sueño de artilugios
que abren sus alas y no lloran. Sí, la amistad
crece como una flor de nácar y no hay
en su oasis golondrinas ni islas ni robots
de labios azules ni cánticos de azabache
o muerte. Juventud que fuiste plenilunio
( era el surco la atmósfera del viaje,
nuestros pulgares como un sol, la luz
y su terciopelo, mis zapatillas de oro blanco,
el hierro y su penumbra de río inmóvil).
Y después la ciudad como una gran colmena
donde cada piel enciende el abismo y recita
la flor inacabada de lo posible. Yo sé de nombres
pero ignoro sus adverbios, ellos rompen la música
y se acuestan con pájaros. Pero a mi me llaman
los hogares, la sed de las fuentes con su navidad
agria y la sombra inútil de los mediodías rojos.
¿están aquí los años de la evanescente criatura,
rocío de humo, en soportales que escondían
mis miedos? Así, de pronto el roce de un cuerpo
como un candil o una noria. Párpados que agitan
sus elipses, el alcohol como una idolatría
bajo los puentes de la penumbra.¿Qué edad,
qué senectud entre lluvia y hemisferios,
adónde alcanza su marfil? No he visto
corazones negros, en tu verbo las amapolas
se agrietan para decir hoy o cuándo.
Sobre pisadas negras mi dolor.
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