Hay un parecido de sombras entre la niebla.
Diciembre es un manto ajeno a la luz, inconcluso, roto,
casi una herida. Caminas con la ubre de la edad
en los bolsillos, pisando la noche como un oráculo
o una pregunta sin verbo. Se vacía tu ayer
en las hojas del mortecino abedul, en los cristales que reflejan
el paso de una quimera, en los ojos que esquivan
la presencia de un cuerpo. Hablar al silencio refrenando los caballos
como un jinete que necesita el impulso fiel de la madurez,
la raíz invisible del canto. Mil adioses
sobre el ataúd del reloj, la luna sin luz
te acompaña como una gárgola vieja
mientras fluye la sangre allá lejos
bajo las aguas de un crepúsculo
yacido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario