sábado, 31 de diciembre de 2022

Recuerdo de una madre

 

Desde el espacio libre y los cielos claros, tu voz regresa.

Fuiste un roble con seis ramas alegres,
fuiste mujer bruna con rostro de óvalo y carmín en los labios.

Fuiste un sol pequeño en una casa grande,
la luz de todas las luces que dieron calor y vida
a mis ojos de infancia.

Fuiste el alma que no quiere ser carne,
el orden que acompaña a la voz imperiosa del padre,
el sosiego de un oasis en la cruz de los días.

Fuiste un canto en el silencio,
el árbol solitario que nos cobija,
la fuente donde la sed se sacia.

Desde el espacio libre y los cielos claros, tu voz regresa.

viernes, 30 de diciembre de 2022

Tu mirada

 

Sí, ya pasó todo, el tiempo es una golondrina en eterno viaje,
en mi espalda el origen de los lugares se desvanece,
en tu espalda la noche, un abril de pétalos azules,
la hemorragia del color, y aquel amanecer de pájaros, huyendo.

¡Ay! del frío tras la canícula, ¡ay! de la cicatriz en la frente de una carne vencida,
¡ay! del oscuro eje donde giran las moléculas del horror, ¡ay! de este grito
que explota en la garganta como aullar de lobo en la mesa cotidiana
de un almuerzo pobre.

Y vives con la ternura lamiéndote el ayer,
canción de vástago, bisel antiguo que abre tu puerta
a la juventud perdida.

Y vives con la rosa frágil de la efeméride entre las manos,
el aire no es añejo, ni el paisaje morirá al morir el suspiro
que dejas en tu habitación vacía.

Ya son las dos en el reloj sin ángeles de la madrugada,
el misterio de la luz dibuja astillas de neón por los suelos;
y, de pronto, rememoras un día cálido de septiembre,
junto a la alameda, los tilos dan refugio a tu niñez,
en la piel una fruta aún por exprimir…

Y es que en tu mirada el corazón infantil del pasado, late.

Así vences a la eterna noche.

Abril

 

Una vez creció abril en mis manos.

Y era flor, aire vestido de lluvia,
canción de las ramas que brotan,
pájaros que trinan en la noche.

En abril te busqué
detrás de la claridad
que velaban los visillos,
en los horarios perdidos del azar,
bajo los paraguas de todos los colores.

Abril dormía en la luz de las calles,
ajena a tu sed de veranos infinitos,
a la espesura de los álamos,
al rumor del río en el seno de la fraga.

Abril desconoce tu nombre,
ignora por qué solo piensas en mayo,
el mes en que naciste a la vida.

Abril se refugia en mí
que no olvido
ni la flor
ni la lluvia,
ni la canción de las ramas que brotan
ni a los pájaros que anidan en mis ojos.

miércoles, 28 de diciembre de 2022

La calle de mi adolescencia

 

Salió de una cuadrícula,

como vena rebelde

o surco con vida propia.

 

Se alinea, pero no es un ejército

ni canal de ciudad

ni forma parte de la urdimbre

de algo mayor.

 

Hay una farmacia de esquina con una cruz de neón,

en la tienda de comestibles los pechos de Julia

bajo un suéter ceñido, el pan redondo,

el pan crujiente, el pan de Luis

en la bolsa blanca de madre.

 

Nunca voy a la taberna

que huele a vino agrio, 

el golpeteo de los dados 

en la barra de mármol.

 

Hay sombras que se saludan en los portales,

los suelos como casillas de crucigrama,

árboles sin hojas en mínimos rectángulos de tierra.

 

Esta calle ya solo pertenece a mi memoria,

es pasado, aunque al cerrar los ojos la reviva,

igual que reviven, cada vez que los cierro,

los labios de Ángela en mi boca.

 


martes, 27 de diciembre de 2022

Un día en Lisboa

 

Besan su espalda peces de plata.

Hay aventura y blasón,
navíos de estandarte verde y rojo
hundidos en la paz del horizonte,
un sueño de especias y bordados,
de seda oscura y jade,
de ámbar y oro
en los velámenes. 

Piso los mosaicos que son cartografía de océanos,
en las plazas aún se escuchan los vítores de la multitud,
el navegante, vestido de bronce lleva palomas en los hombros
y largos siglos de ausencia en la mirada.

Suena un fado en el rincón más oscuro de la taberna,
en los balcones el clavel reina con su lengua al sol de invierno.

Ciudad que dibuja colinas, techumbre arracimada,
jardines de faz tropical, tranvías anacrónicos
que se izan o caen en un crujir de hierro vivo
con pétalos humanos tras los cristales.

Hay un idioma dulce en los labios
y una flor de melancolía en los ojos.

La brisa de la tarde es un gallo que canta.

A lo lejos Belém se enciende,
ahíta de luz.

lunes, 26 de diciembre de 2022

Un solo de Stan Getz en "El Gallo de oro"

 

Llego con la luz de fuera, luz de fachada y torre,
luz redonda como farol de esquina, como candil
en nube, como pináculo en llamas. Cruzar el dintel
de la umbría, en álgebra de sombra y espejos lívidos,
en cuadratura de nombres que hablan con voz de pájaro,
música que se enhebra y teje el sentido, sin la memoria
de la luz, sin el aire luminoso de una confesión, la palabra
en un círculo de conceptos húmedos cruzándose como esporas,
el bar como una letanía de abril, con flores de azafrán en los labios
y tubos de cristal en las manos, con la ceremonia de los hielos,
quebrándose. Los posos al trasluz son hematomas del agua,
islas del ártico en el corazón de la ginebra, espejos midiendo
el calor de la noche. Te cita Stan Getz al templar, levemente, su saxo,
y es el sonido lento y triste de un solo, tu voz lejana, rítmica, muda.

domingo, 25 de diciembre de 2022

La lluvia del color

 

Soy yo y es la memoria de la luz.

La claridad de un paraíso que vive en mis sueños,
el misterio del albor que se posa sobre tu piel nocturna,
la luminosidad ardiente de agosto
en la parra de los merenderos,
el eclipse que no ciega el canto de la luna,
el círculo del sol caído en los labios del arrabal,
en la geografía quebrada de las cumbres,
en el párpado de un océano sin fondo.

Y el despertar de los rayos junto a mi almohada,
el mediodía y su resplandor de oro enfebrecido,
la luz de tu nombre que ilumina mi voz al pensarte,
el cristal que refleja el nimbo de una sombra cálida,
el halo estéril de un espejo que proclama tu ausencia.

Soy yo y es el arpegio de la luz,
el trino de la vida,
el color elevándose
como una nube
que lloviera
en la soledad de mis ojos.

sábado, 24 de diciembre de 2022

Alma de niño

 

Escondes un alma infantil en tus párpados caídos.

 

Se viste de oscuro el día,

los latidos no tienen hambre,

falta un sol que ilumine las palabras,

un jardín que se alce desde el corazón de la niebla.

 

Y es que ignoras que fuiste el dardo en la herida

y ya no hay horizonte al que ir,

sientes un frío ancestral en la faz de tus sueños,

la decepción te atenaza con hilos de óxido y mudez en los labios,

el cansancio es un perro sin ojos que habita tu noche.

 

A menudo revives la infancia

como si aún fueras un niño en el vientre de la claridad,  

como si tu alma fuera un pétalo de la flor de la alegría.

 

Al abrir los párpados

te miras en el espejo,

y, sin querer, lloras.

 


viernes, 23 de diciembre de 2022

No puedo decir sus nombres

 

I

Tenía un alfil entre los senos,

rizos de escarcha, una roja timidez

de nube recién nacida, botines de fieltro,

jeans heredados, sabor de anís en los labios.

 

II

Era una espiga de ojos grandes y rubia sien,

era el aire sur sobre las olas del ártico,

era un navío de alas azules en un mar de espejos,

era una rayuela colgando de un árbol dormido.

 

III

De carne blanca y cejas como látigos circunflejos,

conocí su no historia en horas de biblioteca

y arañas encendidas, en sábados de alud

y cines de extrarradio. Una vez usó un traje

de arlequín y no era carnaval.

 

IV

Y tú que imitas a los pájaros cuando duermen,

tú, el junco sin río ni marisma, tú con el horizonte

verde en los iris y el idioma de los niños en los sueños.

Tú, que me hablas con palabras de oro y me escuchas

con oídos de niebla, tú al azor que persigue los pasos de la luz.

 


jueves, 22 de diciembre de 2022

Hemisferios

 

Uno vuelve a su niñez
de improviso.

Una mujer, expuesta al sol,
bajo las flores de la pérgola,
dormita.

Cantan los grillos en el límite de la espesura,
canta la querida del emprendedor,
canta la alondra en el peral,
canto yo sin que mis labios se abran a la luz.

Algunas cosas en la habitación mueren cada día,
el halo de mi cuerpo en los espejos,
el murmullo de la sombra en los cristales,
la huella de las voces en los zócalos,
las palabras que, al decirse,
fueron aire.

Leo mientras escucho los latidos del corazón,
en la aldea de mi infancia caerá la nieve,
arracimándose,
como un enjambre de cristal
y hexágonos blancos.

Aquí, tan lejos,
en el hemisferio sur,
ya es diciembre.

No sé decir nada más.

miércoles, 21 de diciembre de 2022

El accidente

 

Guarda la noche tigres de hielo en los ojos,
noche de focos invertidos,
negra noche de cristal en la piel del mar,
noche de líquenes granates y luz sin luna,
noche vencida por el músculo de los autos,
como el nuestro, arquitectura de metal blando,
caja donde los ecos de las palabras vuelven a las bocas
y repiten la cadencia musical de una pregunta,
habitación móvil que sube por las calles pétreas
-comercios envejecidos, iglesias envejecidas, hombres envejecidos-
con los faros velados, con el runrún arrítmico de una máquina
también gastada por el tiempo, también envejecida, solidariamente,
como árbol de bosque, como sillar de catedral,
como flor de un jardín de mármol,
como peatón que nada en la marea de la oscuridad
entre peces con forma humana y voz de dragón ebrio.

Pero tú y yo solo escapamos de una cárcel llamada vida,
bebemos horas de candor, juegos de azar,
mensajes escondidos en respuestas ambiguas,
saludos que descargan nubes de alcohol en los rostros,
con un halo de tapiz común, de armonía sin fin
tras la reconocida música de los himnos,
y la voz áspera de Tom Waits en los labios de Emma.

Pero siempre el alba nos reconoce
y el auto prosigue hacia el sur de los teatros,
culebra que roza las esquinas, peligrosamente,
como un submarino que atravesase en zigzag
los corredores que dejan entre sí los icebergs del ártico,
hasta que un misil perdido entre la bruma lo abate,
un hombre con los brazos en cruz dibuja un Ecce Homo sobre el asfalto,
una motocicleta roja vierte su sangre de gasoil
en el sumidero.

Las luces de un trasatlántico iluminan la dársena
en este amanecer de pétalos ensangrentados.

martes, 20 de diciembre de 2022

Víctima de la pederastia aquel frío noviembre

 


Como hoja de otoño, tu fragilidad.

Aún niño, cayeron sobre ti,
igual que lluvia negra en los pilares del alma,
la lascivia, el semen del monstruo,
las palabras melosas que babeaban silbidos de azufre,
el tacto meciéndose entre las ingles de una carne traslúcida
aún no rozada por el áspid del deseo;
carne lechal que se estira, que mana como un fluido,
pegándose a los huesos, con sed de papiro,
con textura de acanto, con porosidad de inocencia,
resplandeciente como el blancor de la hostia en el fondo de un cáliz,
con el beso último de la madre en tus costillas de ángel sin alas,
con la memoria de la ensoñación, todavía virgen,
brotando en las aceras donde tantas veces jugaste a ser el superhéroe del barrio,
el goleador de los domingos, el ciclista que subía las más altas cumbres.

Pero llegó el otoño, y con él el viento norte, helado, hostil, de nieve quemante.
Un hombre de ropa oscura surgió de un portal aún más oscuro,
un portal de infierno, sin ascuas, como la ceniza de la luz.

Una grieta se abrió en el mañana, y ya no volviste a ser el mismo.

lunes, 19 de diciembre de 2022

Lluvia

 

Es el sonido inaudible que hacen las lágrimas al morir
o la música de un caudal sin voz.

La lluvia adora el silencio,
cae como alma vieja sobre los tejados infantiles,
soles sin amanecer, pájaros de olvido,
farolas que tejen bajo su halo hilos de agua,
que velan el fulgor como pañuelos de seda líquida.

Y ese salpicar que es un grito que se alza,
un canto que enciende la melancolía,
una salmodia mística que el hombre escucha
desde todos sus abriles rotos.

Gotas de invierno, frías y azules,
gotas que atraviesan los arco iris,
gotas leves, minúsculas como suspiros de ángel,
gotas amables que besan al perdedor,
gotas que repican como campanas enloquecidas,
gotas que llevan nombres en su piel
y números de calendario mojados por la edad.

La lluvia es el corazón de un glaciar que llora la pérdida del edén,
el paraíso del sol y los jardines ahítos de luz.

Son los charcos espejos que yo piso
para que tu imagen renazca de su vientre sin mañana,
y dure lo que un segundo dura
en el confín de la eternidad.

Te quiero como lluvia
que resbale cada día
por el cristal de mis ojos.

domingo, 18 de diciembre de 2022

Historia del cuerpo

 

Mástil que se inclina ante el viento de los relojes,
caparazón de fina piel, tapiz liso o boscoso,
de hebras oscuras, o rubias como un sol de poniente,
vara que se alzó hasta donde pudo, primero altiva,
llena de sed y canciones ardientes, después bandera 
del recogimiento, receptáculo de amor, desafío a las horas 
que, sin piedad, carcomen los tejidos, la porosidad de los huesos,
los vínculos de la sinapsis, la visión clara del antiguo esqueje,
la tersura de los rostros, el latido salvaje de los corazones
que lanzan al aire su clamorosa juventud;
horas que dejan caer la nieve de la noche en los cabellos
y apagan el ritmo náutico de los impulsos
con su oráculo veraz de consumición anunciada,
de empequeñecimiento y olvido, de tránsito ineludible
por este río que lo lleva con su caudal eterno
hacia la orilla cósmica de donde surgió un día
esa mínima arquitectura que hoy regresa a su germen
de ceniza guardada en vaso de acero, o polvo en ataúd de roble.

viernes, 16 de diciembre de 2022

El corazón del espejo

 

Desde el mismo corazón del espejo, la ternura.
Porque sigues siendo el niño que nunca llegó
a ser padre, porque añoras de ti lo que jamás
regresa, la inocencia. Porque quisieras que el
espejo guardara el candor perdido, la sombra
de una madre que aún besa el alfil de tus sueños.


Tu ciudad

 


Mi cuerpo pide alas y un grito blanco.

Tu ciudad brotó del silencio,
en las horas en que la quimera tiene rostro de mujer
y los espejos anuncian la bruma que el azar no levanta.

Bajo los árboles del parque los suspiros huelen a sal,
yo te vi dibujando una rayuela sobre la grava,
de rodillas, como si los números fueran un designio,
y la disposición de los cuadros un horóscopo ambiguo.

Me empujan los relojes a vivir la vida dos veces,
la real no encuentra su sombra,
en la imaginada la sombra es multicolor
como un arco iris inefable,
debajo de su cúpula juegan los minutos compartidos,
los diálogos de oro, las risas con un sol en los labios,
el abrazo simple de dos corazones
sin patria.

Te presentí en el amanecer de los museos,
en los jardines de extrarradio,
en el teatro del mundo y en el teatro de los cómicos,
en la película donde a la protagonista
la llamaban por un apodo
que, sin querer, olvidaste.

Tu ciudad de gas y semáforos ciegos,
tu ciudad negra como aliento de carbón,
tu ciudad que muere en las cloacas
no es la mía,
porque ya no te alza,
invencible,
para que seas el títere de la luz
que resucita en mis ojos
con su cola de cometa inflamada,
cegándome.