Aprenderás de mis pasos la raíz.
Carne traslúcida tu eje inmaculado.
Hilos, vértebras, goznes azules en tu interior.
Palabra que desdices sin que nadie te escuche
ajena al Olimpo del reloj, toda tú hemisferio volátil.
Hija del susurro y del imperio del sol,
nauta anquilosada en el efluvio de mi ser.
Flor del odio que vence al ancla fiel de la bruma.
Cuando llega la oscuridad tu aliento me cubre,
tu frente de gata se acaricia con mi mejilla frágil.
Somos materia y ceniza en un cuenco irreal.
Mi amiga, mi etérea imperfección que llora cuando no estoy
porque muere su luz.
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