Es lo que vivo o lo que viví, aún piel y sombra,
recién nacido a un jeroglífico de sangre y astucia.
El primer recuerdo: una mano junto a la mano del niño,
crepúsculo y sinrazón de la brevedad. En el transcurrir
imberbe solo hay luces -la memoria escribe sobre
renglones de felicidad- juegos en los parques, la vida
simple de la especie y sus palabras etéreas. En el confín
de la edad las preguntas regresan, todo fluye en un ejercicio
de insectos sin alas que recorren la vespertina nieve de la noche.
Mil pasos suicidan el tiempo- horas sin opúsculos,
lunas tardías en el vientre inesperado-con cangilones
diluidos como el silencio que calla. De pronto el cenit
de la verdad invertida, pámpanos que se deshojan
en la ingravidez hasta el fin de las estaciones cuando
muere la virtud y alguien descubre en un desliz
lo que no fuiste y ansiabas ser.
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