sábado, 31 de agosto de 2019

El primer beso

Ha llegado oculto, agazapado, igual que un felino
que contiene el ansia hasta que la presa se abre,
húmeda y procaz al aliento y a la mordedura.
Es el primer lazo que se agita en las grietas
de la carne, busca y rebusca la horma que selle
un amor recién nacido, quiere juntar sus dientes
con los dientes de la amada y formar un muro de marfil
donde habite la pasión virginal de dos labios apretados,
el fragor que producen los cuerpos que abrazan
la materia del otro, el perfume de la vida,
la mirada en la mejilla enhiesta, los párpados
contraídos cuando la carnosidad de las lenguas
siente el gusto amargo de la excitación, el roce
de una nariz contra la piel levemente fláccida
del mentón, las manos temblorosas, los dedos suaves
posándose en los hombros, las palabras susurradas
en espasmos de sexo. Y se demora el desliz,
se ralentiza el tacto y se extingue al fin el beso lunar,
la cicatriz que unió los destinos. Ambos saben
que no habrá un frenesí igual al del primer rayo
que quemó con un destello fugaz la longitud sellada
de sus labios en una noche de inolvidable renacer.

viernes, 30 de agosto de 2019

Hijo de la guerra

¿Será posible el silencio?

La luz no es oro
sino moléculas sucias que danzan
como en una locura de aullidos.

Casi no hay muros ni cristales en el edificio desmembrado,
un quejido se repite entre ecos de estertor,
salmodia fúnebre en los labios últimos.

El niño se pregunta otra vez, ¿será posible el silencio?

Descubre bajo los escombros un juguete de madera
que le labró su padre un domingo de abril.

Su padre que ya está muerto,
como su madre y los otros hijos de su madre
sepultados por una bomba de azufre.

Recoge el pequeño objeto, un automóvil tosco de caoba,
sin ruedas, tintado con colores alegres: rojo, azul, amarillo.

¡Es tan fácil que en un niño arraigue
de nuevo la ilusión!

Porque ahora viaja, sí,
viaja moviendo con sus pequeñas manos el aire,
asido al auto como a un brazo o a una liana que le lleva a otro país,
a otro tiempo, a otro lugar
lejos de la barbarie.

No ha comido en días, no se ha lavado,
sus ropas revientan de suciedad
y están tan rotas como su alma.

Al cerrar los ojos ya no vive allí,
ya nada le podrá hacer daño,
aunque suenen de nuevo las sirenas
y gritos de terror inunden las calles
y silben las balas
y los cañones escupan toda su miseria
en hospitales y escuelas.

Al niño no le importa
porque ha dejado de ser un cuerpo entre el horror,
porque en su imaginación juega en un parque
y hay paz y hay futuro
y, por fin, hay vida para las vidas.

jueves, 29 de agosto de 2019

Confidencias

Es un misterio la palabra que enhebra el tiempo.

Nombres ausentes, adjetivos que al pensarse
emiten un vaho dorado, el aura azul
de las personas que fuimos.

Se introduce en nuestra conversación un oscuro desliz,
una urdimbre que el aire de la voz, suavemente, rompe.

Estuvimos allí, en el entreacto de una canción-protesta,
en la obra proscrita por los curas negros,
leímos un libro sin hojas con la pupila común del instinto,
en un cine tu perfil sonreía al contraluz de un lienzo
en el que dos amantes adolescentes se besaban.

Recordar es poner alas al hastío,
fluyen las ciudades compartidas como imágenes en la piel
de la memoria, basta con deletrear su signo,
P-a-r-í-s,
a la vez,
con ese rumor de labios que seduce al silencio
en un presente sin luz.

Hoy hacemos pausas inútiles que rellenan el vacío de los vasos,
los ojos viven en su interior
la comedia insólita de los octubres florecidos,
los minutos igual que un rosal
que deja su aroma fugaz bajo la sed quebrada.

Enséñame la fotografía que nunca nos hicimos,
está en tu mente y está en la mía,
está en los sueños que enviudan del tiempo y del futuro.

Los sueños que son el motor intangible de la inocencia.

miércoles, 28 de agosto de 2019

Salir a la calle

Hay una herida sin fondo en cualquier portal.
Sombras que habitan la singularidad del tiempo,
pisos invertidos que ocultan su horror y su tiniebla.

El que sale a la movilidad insípida de una mañana húmeda
recibe el constante discurrir de las gotas en su frente ajada,
su faz recoge el cargamento virginal de la lluvia
bajo la cornisa que, brevemente, le cubre.

Ropa sin bordados en julio, jeans, camisas blancas,
un pantalón mutilado orna las piernas velludas,
los pechos insinuantes en blusas de licra o de algodón,
telas limpias como una oblea
antes de rozar la promiscuidad de los labios.

Y si es la noche de diciembre la que viste la calle
yo me altero y escribo en los muros
que mi corazón esperaba la ceniza de la luna
o proclamo que este aire, ansioso y frío, pone flores en mi piel,
flores punzantes de agujas de hielo.

Y siempre el mar o la palidez de los jardines
y más allá-en la febril bocanada del estío- los bares últimos,
las sonrisa de las estatuas, la paz de las gaviotas,
el escupir ordenado de los focos
en la actuación musical que no cesa.

Y siguen mis pasos a unos pasos de mujer,
sin quererlo, inercia, tal vez, de un ánimo solitario
que quiere escuchar como repica en los adoquines
el secreto de la belleza y el temblor;
la vanidad de una mirada en el cristal insomne de un comercio
y el mutismo del anciano que fue en su juventud
el primer atleta de su clase.

lunes, 26 de agosto de 2019

La playa nocturna



Abre los ojos antiguos de lengua viva
y corazón radiante. El ósculo vendrá
con las lágrimas del viento aleve.

Surge del ovario el amor, el incienso de una barca en desafío,
cabe un dedo en la muerte y otro en la resurrección de los espejos.
Pálida razón en la vigilia del marino, canto en la amura de sal encendida.

No es vesania el haz insomne del faro ardiente
ni el proclive cardumen deja sombra en las colinas del mar,
un color se abre como alas de iris sobre la sinrazón de las nubes.

Pienso en ti al volver mi cara en la arena,
suda tu cuerpo hoy perdido al sol inclemente del verano.

Qué me dice el azul de tu seno,
la areola marca tu piel en el bañador tatuado,
sin pausa soy hombre que se arroja al ayer
como un náufrago que viera imperceptible en la niebla
la deriva hacia el país de los mitos,
hacia el luminoso espejismo de las islas donde vivieron los sueños
que creí posibles, el impulso de la juventud
en el friso verde del océano.

Esta es la hora en que un corazón escucha su latido y calla,
la hora en que vive el sediento eclipse de la ternura,
el trasluz que ilumina el murmullo de una voz
que ha dejado de ser mía.



La ola

Si canta el grillo es agosto. Claror de luna en el neceser
olvidado, la playa no gime ni la luz que bordaste
en la toalla húmeda, ilumina. La fiesta se nutre
de pájaros perdidos o de góndolas celestes. Llevas
fruta madura en el regazo, de espiga el color de la ola.
Una vez soñé con un ángel que me arrojó
al confín de tu vientre, el paraíso fue tu nombre
bajo las sábanas manchadas.

viernes, 23 de agosto de 2019

La inmortalidad de la piedra



Su dureza se ancla a la carcoma de los días.
Edificios sacrales donde resuenan los coros
y las altas palabras del perdón o el martirio,
torres de cuadratura enhiesta, cónicas
como un canalón de ensimismados sueños,
sillares laberínticos con un equilibrio de humus y cal,
banderas en sus cimas de renombrado fortín,
palacios de mármol o amatista, rectangulares
como lenguas de cristal, con pilares jónicos
en su rostro de altiva memoria, humildes piedras,
guijarros danzarines en el lecho del río,
adobe que protege la casa del labrador, pajizos tejados
o pizarra en el ángulo agudo donde cae el agua,
lápidas de muertos, adoquines que se arrojan
contra las barricadas, granito veteado que brilla
en el crepúsculo, arenisca que la lluvia inmola en barro,
piedra de los arcos, puentes, iglesias, adustos acantilados
que un mar bravío roe como si fuera un viejo mito
de dioses febriles. Feldespato noble en la fachada
del muladar, cuarzo tras el vientre más oculto de la tierra,
mineral que admira el geólogo bajo una lupa cetrina,
piedras que el polvo del camino ha convertido
en pesos del alma. Todas ellas sostienen el humano
devenir, todas ellas resisten el eterno ciclo de la carne
y de la vida.

jueves, 22 de agosto de 2019

Observando a una joven que lee en el Café-bar

Lentamente ondea el pelo como un ave que retoza
en su nido. Recostada, la blancura del cuello,
delgado, frágil carne contra la luz, alza el esculpido
rombo del mentón. El perfil se insinúa en efigie de color,
la esbeltez de una callada pierna se cruza con la otra
en displicente gesto de caricia. Fuma un cigarrillo
negro que se hunde en el labio de rojez infinita,
las mejillas se pliegan en un misterio incandescente,
sonríe para sí hechizada por un poema de amor,
sus ojos inclinados sobre la pátina del papel,
las cejas finas levemente elevadas como dos
arco iris oscuros. En su voz la memoria de los ritos
y el fragor infantil de un aire sin paz. Sufre el pecho
la prisión de la tela, el vientre suda el perfume añejo
de la atracción y de la perpetuidad de la vida. Hay
en su mirada un idilio de mares que va mojando
el tiempo compartido. Se irá con un rumor verde
en la pupila a entregar su don a otra piel y a otro
nombre. Quedará su fantasma en esa silla.

miércoles, 21 de agosto de 2019

La pregunta

A veces converso con un ángel oscuro.
Otras veces un chivo me mira con los ojos rojizos
y un rictus de asco en las barbas.
Mi hogar es un cenotafio eternamente iluminado:
luz de transparencia, luz húmeda y añeja,
luz iridiscente, pútrida luz o luz flamígera,
luz entreverada, artificial, lengua de luz
que me carcome. Pero yo soy sombra,
sombra espesa y fláccida, sombra de árbol
en un yermo, sombra ensombrecida por la sombra
de todas las sombras que me habitan, sombra lunar
bajo un orificio de luz. Yo le pregunto al ángel
cuando vendrá, me oculto del chivo en la doblez
del cristal, me alejo de la luz porque una sombra
solo puede abrazar otra sombra,
y así, en la oscuridad de mi noche surge
una duda: ¿esto es vivir?

martes, 20 de agosto de 2019

El beso de la muerte

Hay espejos que son catafalcos transparentes,
en su raíz la historia de una rendición,
las cenizas invisibles como signos que nadie ve,
símil de futuro en el azogue.

Si te arrodillas tiembla la curva del misterio,
el grosor de los tulipanes en el estuco blanco,
un ejército de hormigas desorientadas por la luz.

Vive dentro de los cromosomas que te alientan,
en los suburbios más profundos de tu ser
un rincón de aspas incandescentes acuna el viento del éxtasis.

Altos alambres en los labios y una razón en la mirada.

Ya ves, a la vieja nunca le sonrió la suerte
-sobrevivía como un gorrión herido
entre losas húmedas y huesos de santo-
arrastraba el humus o el carrito de metal
que entretiene la vida,
aquí y allí como un sonajero triste.

Deja un salario de humo en su testuz,
deja el tacto del papel
en los bolsillos sin fanal de la penuria,
que toquen los perfiles del cobre
las manos ajadas de la sinrazón.

Y llora, sí, llora como el monstruo de ojos suaves,
de piel suave, de rubor suave
que eres;
pon tu óbolo oscuro
en las mejillas de la parca
y recibe la noche igual que un pan recibe el alma del fuego.

Esconde tu sed en los nidos de esparto
porque hay rasguños que te besan como sonrisas de arcángel,
apenas un rocío de luz en la siniestra exactitud del tiempo,
una flor que en el incendio flamígero
escucha el suspiro amable del adiós.






sábado, 17 de agosto de 2019

Canción de invierno

El clamor de la lluvia se arracima en el cristal.

La casa supura un halo húmedo,
un aire plomizo, inmóvil sobre los muebles sin voz.

Este invierno es pálido y no hay en él
el corazón de otros inviernos.

Bajo los paraguas
descarnadas gabardinas transitan el río de las calles,
se alían como banderas que buscan la piedad de un soportal
o el limpio pasillo de las cornisas más altas.

Apenas la luz se posa alicaída en la tierra,
en los tejados, en los laberintos de las avenidas,
en los huertos, en los arrabales,
en la terraza que se inunda de un gris ciego.

En algún lugar la nieve flotará con su volátil precipicio de agua,
blanda como un beso de humedad y vida,
dejando un paisaje de blancor en los iris.

Diciembre de labios agrietados por la escarcha,
diciembre de mistral sonoro en los intersticios de la memoria.

Otra vez el rito de los músculos que se contraen en las mañanas oscuras,
y las luces de navidad
y la ilusión en la voz de los niños
y el lento declinar de los años
sobre esta pluma que hoy escribe en silencio.







viernes, 16 de agosto de 2019

Canción de verano

Ha crecido la luz y el mar se amansa
como un cristal durmiente.

El aire cae lento
con alas de sudor y un aroma a cenizas.

Caminamos hacia el espigón,
los farolillos contra el cielo, es el día de los pescadores,
olor a yodo y a sal, los jóvenes se lanzan desde la escollera
y penetran las aguas como cristos desnudos.

El verano es un abrazo de calor que asfixia los nombres.

Fue en agosto cuando vimos el azul de una playa infinita,
el pulcro bruñir de las chabolas encaladas;
en el primer viaje, recuerdas, hacia el sur,
hasta un horizonte sin final.

Se excitan los pájaros con el regreso de las barcas,
en la dársena el color agreste de los esquifes.

Pasará el tiempo de la luz,
la canícula, de pronto, recogerá su blanca hoguera
y en los ojos de los hombres una mota de labor,
una húmeda canción de despedida
vestirá de gris
el mañana.

jueves, 15 de agosto de 2019

El vástago

Tú quisieras el abrazo infinito del lloro,
besar la piel arrugada, sentir el desvalido germen
contra tu pecho de progenitor nonato.

Lo sientes como pluma, delicada forma
que abre sus ojos hacia la luz blanca.

Lo cuidarás tú, lo cuidará la madre
con la ternura del pezón en sus labios,
lo arroparás dulcemente,
lo pasearás sin importar el color de las ropas,
le enseñarás el mar y la montaña,
el tráfico de las avenidas, el jolgorio de los parques,
las estaciones que cambian el aire y la luz,
le susurrarás palabras que desde tu hombría nunca dijiste,
le cantarás canciones de niñez que el recuerdo trae para ti.

En la noche, en la medianoche, en la madrugada
se despertará porque su voz es un mandato de cariño,
de hambre y de miedo. Mirarás a tu mujer
y ella sonreirá mientras los dos os abrazáis
como si para vosotros en ese momento empezara el mundo.

Y un día y otro día y otro lo verás crecer,
es un adolescente extraño, es un joven perdido,
es un hombre responsable de su vida,
tendrá hijos o no, tendrá amor o no,
solo ansías que sea feliz, que no sufra,
que encuentre un lugar donde pueda conseguir sus sueños.





miércoles, 14 de agosto de 2019

La sentimentalidad del azar

Una posibilidad que se vuelve materia, segundo real, hecho.

El niño escucha las palabras dulces
y piensa en la armonía del amor y la caricia.
El viejo cuyo rostro ocupa una máscara, miente,
y al mentir persigue la humillación,
la desnudez blanca del cuerpo infantil.

Una tarde de principios de primavera
cuando el adolescente corre hacia otro lugar
que no importa cuál es,
la joven que nunca ha visto
le mira desde unos ojos que sugieren pájaros en vuelo,
almenas, el mar tan próximo,
su ventanal escondido al fondo de la calle.

En medio de una noche de vasos sudados
y hastío en las bocas,
el estudiante se pregunta por dios y el sentido de la vida,
en su chaqueta raída un libro gastado, papel de fumar,
algunas monedas y un billete roto.
A las tres de la mañana,
mientras se observa en los espejos del pub
alguien le pedirá fuego y al volverse con desgana
encontrará un destino temporal
en los labios de la mujer que le sonríe.

El hombre que vivió en la isla regresa al tiempo oscuro,
húmedo y gris de su tierra.
Está buscando trabajo en un despacho profesional.
Detrás del ordenador se levanta de su silla una hembra joven,
el cuerpo que ve
dibuja, sin nombrarla, la belleza.
Su voz dice lo que quisiera siempre oír,
serán muchos los días y las noches juntos,
hasta el desencuentro de la piel.

El renegado que huye de sí
empieza a dar clases de gramática en un Instituto de ciudad,
clases que se vuelven rutinarias
hasta que al borde de los sesenta y seis
se jubila.

Pasan los años y un día de invierno siente un dolor punzante,
un adormecimiento, la vista se le nubla,
cae al suelo en su pequeño apartamento,
está solo, nadie le podrá auxiliar.

Y así muere, tirado en el salón
mientras afuera la inclemencia de la lluvia
no cesa de golpear los cristales.

martes, 13 de agosto de 2019

El día en que Rosa Parks dijo no



-Llamaré para que la arresten
-Puede hacerlo

Dicen que mi color es el de la luna llena. Hoy vi
crecer una sombra bajo la luz de los semáforos,
el aullido sonaba como un agudo estertor de mariposas.
La tarde me aprieta con sus mandíbulas de perro.
Subo al mismo autobús de ayer como la golondrina que gime
entre los rostros de blanquísima predestinación.
Qué ignominia dictó la carne, a qué lugar las palomas negras.
Es un don mi voz, la que dibuja el vuelo de los albatros
y maldice el destino de los músculos encogidos.
Siempre supe que las raíces brotan en cualquier sur,
en cualquier espejo. Quien enciende la llama
desconoce el candil que relucirá como nunca en la historia.
Esta vez llegó a mí, igual que un vómito, la rabia
del no, ese no que destruye la iniquidad
con el sol implacable de la razón.

domingo, 11 de agosto de 2019

El pueblo blanco

En el espejo roto se refugian las palabras.
Ruge el auto como un león agradecido,
el mar parece una lámina de cristal,
un pedazo de hielo azul. Hay sombra
en los alcornocales, fruta en las veredas,
campesinos que se doblan como cruces caídas.
Se estrecha la carretera que bordea los acantilados,
el pueblo blanco, de casas de cal, brota de la playa
con rizos de canícula. Las barcas faenan, tienden las redes,
los pescadores de piel cuarteada dignifican su oficio.
En la dársena el humo de las parrillas se eleva
en columnas de sal. Hoy es fiesta, farolillos de papel
y un mercado multicolor, gente humilde que pasea
entre los puestos. Mañana de julio de qué año,
en qué lugar nosotros, dónde la libertad que perdimos.
Como testigos mudos las fotografías callan.

sábado, 10 de agosto de 2019

El tiempo de soñar

Enorme su vientre de habitaciones poliédricas.

Juegos de balón, el teléfono negro
que timbra con el sonido agudo de la impaciencia,
voces de letanía, risas en el cubil.

Y las primeras dudas, y el primer canto a la vida,
y la penúltima inocencia- mi faz tras los visillos-;
y el deseo como una flor rota en el frenesí de la calle,
cuentos de ínfimo metal, los árboles sin ramas,
cimbreándose al contraluz del día.

Y el aire sobre la ola, espuma de cresta azul,
arenal oscuro, más oscuro que el gris del cielo.

Sé de la rutina de los comercios que dan a mi ventana:
la farmacia y el parpadeo interminable de su cruz verdosa,
la frutería y el olor a especias,
a canela, a cúrcuma, a azafrán.

Y siempre, siempre, el tiempo de soñar:

Imagino una conversación susurrante en la buhardilla
de jóvenes clandestinos, humo de hachís en las manos.

Imagino el estudio del pintor, un salón próximo que limpia la asistenta,
objetos de plata, libros y retratos,
diplomas y fotografías en las paredes.

Imagino vivir en el espejo, casi en penumbra,
con un rostro distinto, el de mi vejez,
sin la familia que ya no existe
más que en la memoria agrietada
o en el olvido.

viernes, 9 de agosto de 2019

La humedad del deseo

Es inútil perseguir la quietud del humo
o el calor de la escarcha.

Una vez las horquillas de octubre
sujetaron tu rostro contra el viento y las aceras.

Solo tú una historia por descubrir,
solo tú la huida de los alfiles,
solo tú el perdón en los ojos de la herida.

Fuiste rayo, química que en la virginidad del azul
acepta un hospicio de sed y sudor,
de goznes que crujen bajo la armonía de los cuerpos álgidos.

Luz en el parabrisas del coche que huye de la música,
los faros crepitan entre la lluvia como pájaros húmedos,
los paraguas en las axilas
como banderas de negritud.

Si escuchas al farol que gime,
artificio en estertor de abruptos cohetes,
sentirás la voz de un labio
que adora la humedad de tu mejilla,
agua sobre el agua del destino.

Manantial que empieza a alimentar, para siempre,
el color de tus días.

jueves, 8 de agosto de 2019

Entre turistas por el casco viejo de Santiago



Baja hasta el candil del mediodía el rombo exacto
de la lluvia. La piedra esconde un dibujo, cubre de algas
la faz del tiempo, incendia los labios de los perros,
ausculta la sed de los caballos en fuentes primigenias
donde el misterio es una tiara de largos anzuelos de cobre.
Están aquí las columnas, delgadas, desnudas, un ejército
de pilares donde cada rostro encuentra un signo, un ave rapaz,
una lujuria de alcanfor y tiniebla. Me aproximo a un rubí,
el rubí de los bulevares inexistentes, un enjambre devora
las arcadas, los films que llovieron, el artilugio de la librerías
con mi apellido en las páginas en blanco como un sudario inocente.
Un cristal azulea en el mínimo espacio que el sol regala,
los transeúntes son la razón de las horas del día y de la muerte.
Hay un repicar de campanas en la lejanía, allí, allí en el dolor
de no poder lanzarme a la luz, a la humedad, al viento
y sus hemisferios. Ah! qué pálpito de estrellas en el vientre
y qué sirenas inmaculadas en la vespertina ausencia de la noche.
Mil veces detenido junto a las estatuas tan próximas al rosal, una locura
que me transmiten los gatos harapientos, como un enigma gris
mi sombra escarlata. Quise ser teja en los tejados, losa de agua,
intersticios de aguardiente en mis omoplatos infantiles.
Quise el cuerpo imaginario de una mujer vestida de juncos
y anís. Nada sobrevive a los chapoteos que las charcas niegan.
Si hay senectud es la del olvido, si hay memoria es la del instante
en que, sin espera, regreso a los balcones y a los espejos
que añoran el paso ágil de los fantasmas.

lunes, 5 de agosto de 2019

Cuadro con hamaca, mar, lluvia y esperanza

Se parecen los días a un sarmiento enflaquecido.

Acostado en la hamaca del patio,
ante el mar que en su desidia eclipsa la altivez de la ola,
en el bronco espacio del terrazo
escucho entre susurros los nombres,
la humedad que deja su pulpa en la raíz del cristal,
la cercanía de la costumbre que escribe un latido en la luz,
un verso en la oscuridad.

Tantos paisajes podría convocar en la esfera gris del reloj,
me diría niño y aves blancas, me diría horizonte
y el invierno soñaría el oro de la aurora,
un brillante confín de rayos en tránsito.

Pronto los trenes y la llovizna, las catedrales sin gloria,
la ventisca en los pinos tan próximos al azul,
tan ubre de la sal.

Soy un artesano que taracea sobre su piel mil historias que no ocurrieron,
en el jardín umbrío las gotas copulan con la tierra
y es como si la vida llamara a la vida.

Por un segundo siento que nace en mí
la esperanza.

domingo, 4 de agosto de 2019

El encuentro

Tus manos se agitan, igual que entonces,
cuando querías explicarme con gestos el silencio.
Tu voz levemente ronca acaricia las palabras
como si pretendieras en un descuido seducir a la luz.
Tu tesón, aún te viste, con el oropel de la voluntad,
fumas con el cigarrillo dibujando sombras, inquietudes.
En el perfil guardas la mirada altiva del desafío,
en el pecho dos palomas que esperan el arrullo,
un zureo amable que convoque a los labios humedecidos.
Tus muslos han dejado de ser el empuje de un corazón en brasas.
El azar nos citó una noche de música y alcohol,
al mirarte comprendí qué es la verdad, qué es el olvido.
Suena la canción que muchas veces escuchamos.
Tú dices que el viejo cantautor ya no compone sueños.

sábado, 3 de agosto de 2019

El corazón alegre

Cuesta alzar los párpados
desde la estatura del tiempo.

Diez, quince, veinte, veintisiete los años.
Crece la piel, la espalda firme, los pasos ágiles.

Es la juventud y su cosmos infinito.

Reír, jugar, sentir,
amar el amor que llega,
no hay pasado ni ayer,
en el presente estallan bombas de vida,
su resplandor viste la luz, te viste de luz.

Qué hermosa la infinitud,
qué hermoso el trino del día en los ojos,
qué canto el del agua, el color, la brisa dulce,
los cuerpos que corren
contra la herida de la vejez.

Entonces creímos
ser el estallido de una burbuja cargada de estrellas,
el horizonte en las pupilas, todo azul el hoy.

Cuesta alzar los párpados
desde la estatura del tiempo
y recordar los saltos en la niebla,
la canción de la sangre, los gritos en la lluvia.

Cuesta vivir sin el corazón alegre.




viernes, 2 de agosto de 2019

Madre

El óvalo de tu rostro sonríe en la brevedad.

Las fotografías dicen carmín, nariz de diosa,
frente que reta a la vida.

Era tu voz un timbre de luz,
era el cuerpo conciso un pedestal,
eran los pechos una almadraba
donde recogías la infancia.

En el medio de la retahíla
como un brote altivo,
mi ser descubre amapolas rojas en los días,
surcos que un río poblará
con la languidez de una piel joven.

Pero en el silencio de una tarde
las nubes ensombrecieron el carmín, la voz y la ternura.

Entonces comprendí
que no hay raíz cuando el dolor agita los paraísos,
que las ráfagas de un viento innoble
llegan a la comodidad como llega el aluvión a la quietud.

En tu canto el frenesí del pájaro,
en tus ojos negros la insolencia del aprendizaje,
el mar oscuro donde nadé
hasta la isla de un porvenir
sin banderas.







jueves, 1 de agosto de 2019

El juez

No reconozco nada mío en tu retrato de juventud.

Las fotografías te muestran feliz,
el bigote perfilado, los trajes que orillan tu cuerpo,
el cigarrillo que agitas
como si eternamente dibujaras la alegría.

Me parecía observar en ti algo del animal que solo vive en su interior.

La justicia, juraste, es un compromiso,
una lucidez, una vocación que se solidariza con los tristes.
Sentencias en un jardín donde brotaba
la flor invisible del poderoso fiel.

Fue tu recorrido el del recolector,
la costumbre añeja, los misterios del porqué,
la empatía con la vicisitud
que inclina la razón a ser doctrina y verdad
entre la niebla.

Creció el prestigio mientras se adelgazaba la memoria.

Un día no pude ver el agua que caía por tu sien,
ya sé uno se peina a contraluz
con la indolencia del tiempo rutinario.

Siempre noble el respirar
que proclamaba horas vespertinas de siesta y café negro,
de misas a las seis
con la cicatriz de la probidad en el envés de las manos.

Te agradezco el confín de la sangre que fluye en mí,
que vibra y me sustenta
como el árbol que soñé que eras
en el hogar al que ahora vuelvo,
sin nada, ni nadie.

Ese sitio donde ya no estás.