jueves, 31 de octubre de 2019

Noche de insomnio bajo el agua y la luz

Si acaso la pluma se hiciera hielo
o el carmín de tu boca bosque
o los azules imberbes
un misil de carne en la llanura.

Si los ojos del gato lloraran
y las espigas guardadas en el neceser
se volvieran negras como el luto de los ángeles.

Si el mar de tinta, el mar al que le crecen alas,
el mar de los niños en la playa de magma,
el mar del sol implacable y la tormenta
y la alegría del bucanero, fuera un jardín
de agua y cristal.

¿Por qué el mar que no existe?

Todo es una pregunta y todo se acuesta en tu espalda.
Trenes de suburbio, tiznados como una lengua ácida,
maquillajes en los pubs sedientos de humo y palabras invisibles,
el terco amanecer de los nudillos que guardo en las axilas.

Y tú, el margen de la piedra,
el eco de la fuente que absorbe tu voz bajo la luz herida.

Ser circunstancia húmeda, sudor de pilares,
focos contra la vieja catedral, amarilleando el deseo.

Ya te dije que vivía tu perfil en la aguja del pórtico,
a la sombra del atlante, en el cirio apagado,
en el coro y en los tubos de níquel,
en el atrio y en el negro corazón de Belcebú,
en el canto de la liturgia que ampara esta cueva
que no es tu virtud sino la fruta del vómito.

Qué hogar, qué luz sin vida,
qué líquidos sin color bajo tu falda,
en qué silaba muere el viento,
cuándo se alza la nube de arsénico
que se filtra en tu ombligo y lame el dolor.

Hay futuro, siempre hay futuro en una página vacía,
escribe tu alud de ginebras en mi cintura,
algún día sabrás que la realidad vive en los calendarios deshojados,
sin abrigo, en el silencio de las lámparas rotas,
como aves que al morir la noche lanzan un graznido de rosales
al contraluz, hacia el espejo que te despierta con su voz amarga,
y su certidumbre de surcos en la piel
con cortinas oscuras que ya no blanquearán jamás
bajo el continuo deslizar de los pájaros muertos.

martes, 29 de octubre de 2019

Tus cabellos



Has pensado si son sangre también, venas finísimas
que estallan en color. Cientos, miles de miles
como un ejército que se expone al sol, al agua,
a un microcosmos o a una jungla impenetrable.
La edad atosiga su brillo, mata la raíz, ejerce
una costumbre de páramo y caen como árboles
exhaustos; sus hilos blancos, refulgen en la noche
son heridas del tiempo inviolable. En la juventud
crecieron libres, frondosos, esquejes que la luna premia;
después su hogar fue un hombro, la canción del peine,
un alud de añoranzas que cruza la oronda senectud
del cráneo. Sois un espejo de muerte o un símbolo
de infelices sombras. En esta fotografía acicalas
con el hueco de tu mano un rizo rebelde y piensas
que la vida es como el aire que se posa en la luz
y se escapa, así la almendra que tus cabellos dejan
en el arcoíris fugitivo del pasado.

lunes, 28 de octubre de 2019

Mi gato



Lleva en su iris un carámbano de luna.
Si maúlla caen las hojas del peral.
Es grácil su cuerpo peludo, me roza
con la insolencia del adiós en la mirada.
Hay días- o noches- que sube a los tejados
y espera el zureo del palomar como un canto
de alegres difuntos. Ocupa el lugar de mi madre,
igual que ella se amodorra y estira sus patas
de títere sobre el algodón del sofá. Yo lo alimento
con espinas y lúpulo, le doy un rostro y le pido
que me enseñe a caminar en el silencio
con la altivez de los príncipes. Algunas mañanas
se asoma al ventanal con sus ojos grandes,
azules de océano, y finge ser el antiguo dios
de un Egipto enterrado. No le pondré ningún nombre
ni dibujaré la elegancia con que se desliza entre el yeso
y las paredes ajadas. Mi gato no es mi gato,
mi gato sueña con junglas y paraísos perdidos,
no sabe que en esta casa reina como un malhechor
reina en su guarida.

sábado, 26 de octubre de 2019

Los silencios

¿Qué dicen los silencios de la casa?

Hablan los espejos, pulidos como el metal del alma,
hablan los ojos del televisor y las macetas áridas,
habla el mercurio del azogue y los relojes parados
en noviembre, habla el cajón que es tu memoria,
tu edad y tus miedos. Hablan los domingos
con su orla de bienaventuranza, habla el párpado
entreabierto a la claridad. Le hablas tú al sol,
rayo en la curva de un mueble, le hablas al infante
que una vez fuiste, te habla un ratón perdido
en el zócalo rajado, le hablas al perdón
y a todos sus nombres.

¿A quién pertenece el silencio de esta casa?

Vives aquí con la fiel costumbre y el fulgor del aire,
vives solo, o eso crees, porque tu sombra pisa el tiempo,
la baba se deshace en humus y sientes la luz
y el calor y el tránsito como polen que fertiliza
el orgullo del desdén. Te hablas a escondidas
como una tarántula en su hilo invicto, me hablas
al responderte-y eres un eco azul-. Le hablas al dolor
y a la oscuridad y a las voces que no entiendes.
Hablamos en la umbría de los parques
y en los paseos donde el mar escupe un oráculo.
Los silencios de esta casa no existen, se desdoblan,
mueren vírgenes en unos labios que se abren
y recitan la canción de la vida, que es una canción muda.

jueves, 24 de octubre de 2019

El invisible raíl

Lo que verás es tu ayer en la ola fugaz de la playa.
Qué pide la noche al silencio, qué ansia tu cuerpo
perdido en la hojarasca de un parque sin lujuria.
Te abrazo con el osario alegre. Soy el orden de las estrellas
en un hemistiquio de luz, soy la pregunta que la nieve
rechaza en su dormida efigie de manto y agua azul.
Me atrae un equinoccio que ronda la semilla de tu piel,
la flor de un tatuaje, la noche en la almendra virgen del ataúd
que llevas bajo la axila, deuda y misterio de los ojos húmedos.
Has subido, encarnada y frágil, hasta la red híspida del palomar.
Sobre los tejados el aullido que lanzas enfría la hoguera
que en los suburbios es un fanal o un carmesí aventado
por el miedo. ¿Escuchas cómo el invisible raíl, la cicatriz
inmortal de los trenes sin alma te responde en la negrura,
te convierte en hambre de exilio o en océano sin islas?
Solo tres o cuatro palabras equivalen al cerrojo o a los espejos
que invocan la fragilidad del pasado. Si no crees en la hoja
herida, entrégame el perfil de la mañana, el ruiseñor que surge
para ser canto en mi centro, en el justo espacio donde habitan
la ruindad y el frenesí de los orates.

martes, 22 de octubre de 2019

Quizá tú ya pensaste

Quizá tú ya pensaste, alguna vez,
qué significa la luz.

Un rayo se posa en tu nombre y se enciende la luna,
llama la aurora al ventanal y se derrama su aliento
como polen de vida.

En la deidad del sol no hay sombras ausentes,
en el atardecer los paraguas de la noche se abren contra el fulgor
y se acuesta la nube y regresan los pájaros
hacia el nido blanco que relumbra.

Dora la luz los campos vírgenes,
las espigas tempranas elevan sus coronas
como alfanjes purísimos,
en el perfil del cristal muere la ceniza de la luz
ahíta de silencio y de paz.

Vibrante el día de agosto, canícula que ciega el sudor,
éxtasis luminoso en el arenal, cuerpos de bronce
en las acequias del mar.

Pero qué nos regala, entonces, la luz.

Te diré que es la razón por la que existen mis ojos y los tuyos,
el terciopelo suave de su caída
es un don de agua riente,
rompe su cabellera la negritud
como el desnudo de un dios ilumina el perdón.

Yo no sé qué significa la luz,
solo recibo su constancia de madre amante,
su eterna canción de flores altivas,
el eco que en mis párpados deja el fluido invisible de su ardor,
el misterio, sin pausa, que dona
al crear un mundo
en los cimientos de mi corazón.







domingo, 20 de octubre de 2019

Dédalo se lamenta por la muerte de Ícaro




*Cuadro de Anton Van Dyck

No es fácil convertirse en pájaro
cuando el cuerpo es otro
y la experiencia solo conoce
el surco de la tierra o la ola del mar.

Esta aguja, este hilo, la pez, el sudor de la tela,
el plumaje suave con que vestí las noches de la amada
son ahora un germen de libertad sin límites.

Mira como se agita el armazón
y sorbe al aire
igual que un amante escucha
el susurro ambiguo de las mariposas.

Deja que se impulse la armonía de las alas contra el horizonte,
y verás que no persiguen un deseo, se acomodan a la luz,
simulan el recorrido o el peregrinaje de los albatros,
de las garzas marinas, de las gaviotas perdidas
entre la niebla.

Ciñe el cuero bruñido a tus hombros,
aprende del ágil enigma de los cernícalos,
no finjas ser un astro cuando solo eres la imitación de un sueño.

Yo te quería lejos del infeliz Minotauro.
Te quería hijo de una isla blanca
sin engaños ni venganzas
ni misterio.

Me acerco a ti cuando el sol me hiere,
como una lluvia de oro rocías las nubes con tu canto
y no presientes el calor
ni su mortandad azul.

Has caído como un títere roto.
Te recibe el aliento de la bruma
y un sudario de ninfas en el barniz de tu inocencia.

Quisiera ser tú y renacer en la memoria,
quisiera que tu hogar fuera el país donde crecen los frutales,
aquellos que de niño te alimentaron
antes de tu muerte, en la mitad de tu vida.

viernes, 18 de octubre de 2019

Bajo tu paraguas

Dicen que aquí los minutos son húmedos
como un violín que llora. Semillas en el cristal
de iris traslúcido, zumo de brevas bajo el dintel.
Qué ciudad rompe las estrías de la luna
y se viste con el rumor de la piedra y la caricia del agua.
Pasos de niño sin un reflejo de luz,
olores de mercado en las branquias de la noche.
Me acostumbré a no soñar con palomas
y fui un lagarto contra el gris de la nube,
un ruiseñor en los balcones de la juventud.
Hubo jardines de púas blancas y una imagen solitaria
de pájaros comiéndose el corazón de un hombre.
Me nacieron alas de orgullo y, sin querer,
piaba en los trenes como un loco que no cree en su locura.
A fuerza de imaginar un sol, seguí las huellas de tu piel
hasta el confín de la música y me oculté en la piedad
de los antros oscuros, solo para ser tu sombra o tu delirio.
Y llueve, llueve aquí, en los lugares sin alma,
en la ceniza del desdén. Cada vez que el cielo agita
su catarata ángeles líquidos, yo recuerdo
que bajo tu paraguas había luz, un hogar de hojas secas,
un desliz y un nido tan dulce como la inmortalidad de los sueños.

miércoles, 16 de octubre de 2019

Pasajeros

Nada, ni humo, ni silencio, ni bocinas en los ojos.

Domingo estéril como un pájaro que cae tras el vuelo,
domingo de rezos invisibles en las solapas negras,
domingo de trenes agonizantes en el suburbio de un andén.

Tanto pedí a las horas que en un círculo de luz
durmiera tu seno, estación húmeda en la tarde de noviembre
con hilos de escarcha en la testuz de viejas locomotoras,
con la fe del gusano en los vagones de letras desleídas
y un rumor de ejes arcaico.

No esperaba tu presencia
porque yo era fiebre en un baúl de objetos sin edad,
era la prisión de los relojes
o el turbio destino de los mercancías
después de gritar su nube.

Pero te acomodaste junto a mi sombra,
perfil blanco en el cristal, el redoble del vagón
como un caballo herido entre tus piernas.

Y ya todo fue tránsito,
locura de arpegios en la quietud,
una estatua que llora
o se ensimisma
sin querer
perdida en los paisajes
y en el tiempo.

A menudo me recuerdas
a un gorrión que agoniza entre las vías
después de haber pasado
el último tren de la noche.

lunes, 14 de octubre de 2019

Aquel río tuyo

Puede que el día escriba un signo blanco en la herida,
puede. Está la luz de las horas, limpia como un árbol inverso
que asoma su raíz, está el viento adulto y su olor de flores
escarchadas. Tú quieres un río, el río de tu infancia,
lóbrego y gris, ausente de pájaros, vestido de niebla.
Yo quiero la insolencia del mar sobre un espejo de algas,
relampagueante, en su cenit de ola, el haz de un faro antiguo.
Nos buscan los laberintos que encubren el pavor de la araña,
también los rostros más viejos que atisban tu andar
bajo una lluvia impenetrable. Es curiosa la vida si lo piensas,
hija del agua y su transparencia, junco que brota en la arena de mi playa,
nunca supe que tú eras la ninfa de sal y yo el pez dorado
que se ancla a la corriente de aquel río tuyo
que ahora, por última vez, siento en mi boca.

sábado, 12 de octubre de 2019

La visita de Morta

Te acercas con el olor a incienso de los calendarios,
sin telarañas en los párpados, como un ave desnuda
que pía luz. Conoces la caída de la noche y el orgullo
de los murciélagos, has roto la ceniza de los visillos
con la luna triste de tu seno. Si abres las alas
me encontrarás dormido y seré tu isla, tu ruiseñor,
tu hoguera azul. Y me llevarás a lo oscuro donde
al fin escucharé el latido de los muertos.

jueves, 10 de octubre de 2019

Historia de un mendigo


*Fotografía de Lee Jeffries

Aquí no hay un espejo, cuánto hace que no me miro
en un espejo, seré tacto, barba hirsuta, olor de chaqueta
muerta, de ropa muerta, de muerto en andrajos. Salir
a la orilla del esputo, el que dejé ayer junto a la alcohólica
que ríe con dientes podridos, isla y agujeros, invierno
de dragones, viento que es un amigo, igual que la lluvia
o el hambre, tuve país, hogar y futuro, hoy las ratas
me acompañan mientras arrastro el violín de mis zapatos
sobre un suelo de voraces gusanos a los que alimento
con el orín que, lentamente, corre, como vena o río azul
hasta el desleído oráculo de las baldosas. Quise, amé
el rojo océano desde el lugar incontinente de una ciudad ardida.
Para qué venir a poblar los sueños, hay rastros y gotas
de sangre y varices sobre las farolas, hay estómagos
desvirgados que cuelgan de los frutales, y túneles
de alcanfor con cartones dibujados por falsos profetas.
Humo de colillas, alcohol de garrafa, mugre y vicio
como un chicle que se escupe amargo. Perdí el reloj
y ya no sé el día, conozco un refugio bajo una roca
donde el mar no llega, ni llega el claxon de los mercedes,
ni el oro blanco de los mentirosos, ni el fétido aliento
de los ricos, ni la dulce rutina de los que mueren
en sus trabajos. Soy un mundo subterráneo
en un acuario de abalorios, pero es tan mía la luz,
tan mío este instante, que solo con el desprecio reirá mi ser.

miércoles, 9 de octubre de 2019

Lo qué le diré al tiempo

¿Qué decirle al tiempo que no sepa?

Dios de agujas y arenas, microscópico ser,
rutina que gotea una luz sombría. Yo le diré
que mi vida está guardada bajo la nieve,
le diré que lo efímero es un jardín de flores inolvidables,
que un soplo de quietud, el éxtasis de un beso,
el sol de la experiencia, el amor entregado
sobreviven al eclipse, al sudor de la piedra,
al maldito puñal de las horas.

En este singular instante en que respiro tiempo,
inconsciente del segundo que me lanza, lentamente, a la caída,
yo mixturo letras, letras infantiles, anárquicas, torpes,
letras que divagan y mienten, letras sin ayer ni mañana
porque las llevo escritas en la piel, en el corazón y en el silencio.

Quisiera un alud cuajado de historias sin futuro,
nada significa la verdad de otro si no hay un roce,
una comunión o un desengaño. De mármol y acero
mis vivencias sin sombra, vestidas de suspiros y humo.

Le diré al tiempo, que vive en mí una inmortalidad
que no es la de las fotografías, ni la de las estatuas
ni la de los vídeos furtivos. Una inmortalidad
que fluye con la sangre y amenaza al rutinario existir
con su locura. En ella está la savia gris de la especie.

Sabed, amigos míos, que sois inmortales.
Tal vez lo descubráis un día en la breve lucidez
de un pensamiento.

sábado, 5 de octubre de 2019

Analítica sensorial

Vista:

Película que no acaba,
espejo de la vida en pasos dormidos,
cercanía de lugares que rebotan en mí,
la eternidad en un segundo de paz
cuando los ojos se abren a la luz



Tacto:

La huella del frío o del calor no sirve,
áspera la lija o el esparto,
suave la seda y el algodón,
desnuda tu piel se entrega a la caricia
donde mueren, al fin, mis dedos.


Olfato:

Tu perfume me provoca un aullido en la memoria.
El olor de un seno tan próximo,
el humo en las costillas incubando noche,
el aroma salino de un mar en calma,
un pan recién horneado entre las manos.


Gusto:

Dulce tu pezón como leche que mana,
acre el sabor de la mentira,
agrio el poso de la sangre en la boca,
picor del ovillo que oculta tu vientre.


Oído:

Se adivina tu ser por los tacones ágiles,
voces de mercurio, motos que invaden la luz
con estrías de carámbano,
música que escucho a solas
en una habitación sin alma,
el murmullo de los espejos,
el silbido del hombre libre.

viernes, 4 de octubre de 2019

A partir de hoy

A partir de hoy seré tu androide.

Por piel un pedazo de latón, por rostro una mueca
que alterna colores, por movimiento la elipse
que repito infinita
sin que nada me perturbe.

Hablaré con voz fría,
voz metálica,
voz servil de eunuco,
pondré mi mejor sonrisa entre dos sílabas de hierro.

Guardaré en mi interior
un corazón de aluminio
que reluzca al fondo de mi tórax;
jamás diré miedo,
ni piedad,
ni alegría.

Si te extraña lo que digo
entiende que mis luces
son semáforos racionales;
que no te haré sufrir
ni me podrás amar,
que te serviré como perro fiel
hasta que mueras.

jueves, 3 de octubre de 2019

¿Quién soy ahora?



Oye la palabra muda,
la que se vierte en el silencio para ti.

De las cosas no puedo decir su patria,
me acompañaron como si solo conocieran el naufragio de mis manos,
la caricia que un recuerdo posa en el rostro enmohecido.

Más allá, en el esplendor de la isla
dejé otra isla donde ya no volverá a oírse mi voz.

Me gusta el canto de la lluvia,
su rumor constante de violines húmedos,
de gotas sin nombre en la desmemoria de los pájaros.

Y si llueve veo como un surco nace en el óvalo de tu cara,
rotos los visillos, reflejo de luna líquida
en el crisol de tus mejillas.

A veces imagino árboles que alimentan el caudal del río,
lloran y el musgo es un pañuelo que suda su dolor.

¿Quién soy ahora?

Soy el icono del mar en un poster,
soy la música de las golondrinas en una cruz móvil,
soy el espejo donde vive la sombra.

Soy un número, un delfín, una nube, una herida.

Soy el aire que tú expeles después de nutrirte,
el corazón sin luz que ansía la noche esdrújula,
el muro que edifica para ti
el guardián del olvido.

miércoles, 2 de octubre de 2019

Ya estás aquí



Ah!, qué habitación, océano de color.
Un mar entre grecas y paredes,
horizonte de alcayatas, madre oruga,
mosca amiga que ronronea ávida de azúcar,
y el vigor arácnido, telar en la cornisa,
en el duro zócalo que fue divinidad engalanada,
hormigas en rombo, hormigas como un seductor anuncio
de portátiles sherpas en la jungla perdida de un oasis.
Merodea el moscardón la calva del abuelo,
surge la mariposa entre las voces
y columpia la estratagema que cualquier palabra esconde.
Labora la araña en la esquina del ventanal,
en el televisor Spiderman va soltando
redes de nylon sobre edificios virtuales.
¿Dónde el carábido, la pulga de Laika,
tu pata orante que hierve en mi sexo?
Ya estás aquí, querida Mantis