domingo, 31 de enero de 2021

Imágenes que vuelven

 Mi maestra con vestido sin mangas, verano
y parpadeos de luz en el linóleo. El verde infinito,
canto del agua, olor a humus y a bosta, las jóvenes
en el río salpican, ríen, reluce su piel mojada en la lisura
de los cuerpos. Habitación negra, sudor en las sábanas,
amanece en los párpados caídos, un libro sobre la alfombra,
entreabierto, la enfermedad es amiga, el reloj no existe,
las voces susurran días de hábito y costumbre. Juegos
de balón roto, espuma de mar, sol de infancia en los cristales.
Un ángel con pechos, amarillo ángel, perfil de hembra,
allí la llama, el misterio de la obsesión, la sexualidad bravía
como un árbol que iza su mástil de amor. Las ciudades,
el mito de las ciudades que son río, océano, montaña, alud.
Qué ausencia sin ti, qué búsqueda de bosque en la jungla,
qué nieve de estío, qué lluvia en el oasis que imagina tu miedo.
El hogar o los hogares, nunca míos, raíz yo, raíz tú, el fruto rojo,
ya es otra la sombra, mi sillón ante el ventanal, el aire se viste
de lluvia, su música de tambor ciego no cesa. Escribir igual que
la araña cuando teje su mapa en el zócalo, hilos transparentes,
falsedad de la luz, sutil geometría de lo efímero.

viernes, 29 de enero de 2021

Dos tazas de café en un bar

 


Es la primera vez. Cae la luz con la astucia de los líquidos,

lenta e insobornable, rubia y dócil como un pigmento infantil.

La voz, las voces son círculos de humo, tus manos roban

el aire, dibujan asteriscos, mienten al reloj. Has dejado

el abrigo de felpa en el trapecio de la silla, en tus dedos

la desnudez, en las uñas un mapa perdido, en los hombros

el morse incandescente del encuentro voraz. Hablas con

pájaros en la boca, yo escucho el rumor que la cucharilla

vierte, zodiacal, en la textura del café, en su corazón de cíclope.

La sonrisa en la faz con el laberinto de los ojos encendido,

con la ascua vibrante del calor antiguo. Ahora yo te digo azul,

murciélago, insomnio, latir de enjambres, y en tu centro

la incógnita es un rosal de esplendor. La porcelana y la greca,

el platillo y su corola, sin geometría en el carmesí de la taza,

el hule del mantel como un labio húmedo escribe en mi piel

palabras de amianto. El día es la noche, la noche el ansia

de los cuerpos, déjale propina al camarero, me dices.

 

 

 

 

 

 


Mi memoria escribe cataratas

 De qué brocal el silencio del agua.

Tú y yo nacimos de los párpados mojados,

de la acequia relumbrante,

del estertor del río en el confín de la luna.

 

Y fueron riscos del manantial,

líquenes rumorosos,

soberbios musgos los duendes del azar.

 

Pero el sol y su luz de desiertos blancos,

la calidez de un estío de ocres praderas,

el horno atlántico de la ciudad encendida,

el sudor del páramo y el alcornocal herido,

los frutos del agua tibia, el maquillaje de un nombre

susurrado entre las velas nocturnas, tu compañía.

 

Son así las estaciones, lagos sólidos de calendarios infinitos,

una cicatriz fría en aquel mes de noviembre,

la cruz bajo el carámbano,

la espiga oblonga y azul donde muere el pájaro,

donde el amarillo de la luz se solaza igual que un ángel de fuego,

y la flor arrobada crece en un jardín como una novia de ámbar

o un resplandeciente crisol que enrabieta al color.

 

Cuántas son las sombras,

cuánto el esqueje bajo la pirámide de la claridad,

en qué mundo de relojes ciegos sobreviven los labios,

la cercanía elíptica, los astros que se rozan como cuevas sin ojos.

 

Mi memoria escribe cataratas,

mi memoria gotea en un cristal de láminas húmedas,

me baña con tu sonrisa de nenúfar,

quiere que el ánade vuele libre

como las nubes bienhechoras sobre el erial yerto,

sobre la ciudad tu rocío, sobre mí

la voz del ocaso que ya nada pregunta.

 

miércoles, 27 de enero de 2021

Poema contra el miedo

Aire, pequeño, mínimo aire,
pájaro en el ajedrez del día,
suave textura de fingida quietud
que palpita como un corazón de alba,
misterio del parteluz sobre mi vientre,
hermano de ojos grandes
y espinas de sal.

Vienes a mí con la sonrisa de los profetas,
te apiadas del rubor proscrito,
me susurras un horizonte de puñales
que sajan el tiempo mío,
escribes con olas azules un grito,
espías el sueño, rompes la caricia,
el neceser de la infancia, la canción breve de la cuna.

Hay un sol de ceniza en tus labios,
eres el sombrío espejo de los barcos perdidos,
tu voz, tu flor sin pétalos quiere mi luz,
mi sombra, este animal que exige su guarida,
su éxtasis de raíces adultas
donde dejar un halo limpio con seis palabras invencibles:
soy yo y tú nada puedes.

martes, 26 de enero de 2021

Reunión de amigos en un pub nocturno

 Anfibio mi hombro bajo el farol. El humo, las gargantas de espuma,

el olor gris de los murciélagos, un brillo de metal en sortijas de ámbar.

Y las testuces con sus frentes de cera, labios sin palomas, bafles sonoros,

arrítmicos, sincopados, neutros. Todo es igual aquí, tú lo sabes,

tú con tus medias carmesí y el abrigo de astracán, tú como un cisne

terrestre, tú, inválida del tiempo y del agua que llueve afuera. Este rumor

de música alada, los jerseys de invierno en la estrategia de los círculos,

redondos en su ojal de iris cobrizos, de alelís de sangre. Un rebumbio

de palabras impares, la sed del tacto y la locura de diciembre, el soliloquio

del tubo de neón, dispar, albo como un sol de flores de plástico. Llega

el alcohol con su cohorte de pájaros y ya somos jardín alucinado en los espejos,

efervescencia de latidos, una maraña sin vientre, solo ojos con que mirarse.

 

 

Mi palabra

 Mi palabra es un bajel sin voz. Se construye

con los hilos del pensar y desaparece igual  

que el humo en el bastidor del cielo. Mi palabra

navega desde mi corazón a mi boca con el velamen

del sentido desplegado. Se cobija en la mullida

lengua antes de convertirse en fonema, en expresión,

en mudez. Mi palabra escucha su eco y distingue

su música en el fragor de la vida. Mi palabra hiere

sin querer, responde sin hablar, ama sin pudor.

Mi palabra es mortal y es volátil como un trino.

Mi palabra se suicida en el aire, se enhebra

con la luz, existe solo porque el silencio existe.

 

 

lunes, 25 de enero de 2021

Sensibilidad

 De una lágrima multicolor nació el poema,
creció en las uñas, manchó de arco iris
los versos y fue lienzo de tu ser, paisaje
de un alma que solo ansía la belleza,
el amor, la incandescencia de la luz.

Al hombre del futuro le quedarán sus sueños

El campo yermo,
una calle sin arpegios
donde se cuela el llanto del día,
su luz en el detritus, irisada.

Ceniza en el latir arbóreo,
mar negro de espumas de azufre,
desmontes de cal y rojo alud,
vísceras,
bocados de histeria.

Nubes donde el humo es ósmosis
y crece la flor de la misantropía,
el ángel febril de la quemazón.

Aire que no es aire sino miríadas de puntos grises,
maná de muerte en la piel de la aurora.

Y un río,
vena gris que fluye en los espejos de la cicuta,
gallardo en su túnel de miasmas,
de agonía pulcra,
de ojos grandes bajo la ambición de unos nombres
que inmolan tu sed.

No bebas el agua derramada,
ocúltate del sol,
escribe epitafios en las colinas
y en los buques que se alejan,
el ajedrez de la noche tiene alfiles de un carbón mortal,
juega y finge
que hay un paraíso en tus sueños,
en tus sueños de habitación y pantallas celestes,
en tus sueños que son en realidad
un mar azul
de albatros y horizontes infinitos.

sábado, 23 de enero de 2021

Trampantojo

 Nada podrá el dolor porque soy pájaro,
aunque conozco el cielo, rehúyo el sol,
aunque la luna ilumine mis alas yo abrazo
mi sombra. Así nadie me ve y la vida duele,
en la memoria de los otros, que no son olvido.

Habitáis en mí

Vida que comparto con fantasmas íntimos.
Dejan en mí un sello indeleble, la voz límpida
de madre, una abuela sin alas, y aun así volátil
como un pájaro, confites de invierno en un salón
de retratos oscuros, la súplica de Elena que me hiere
con el cansancio del dolor, el alfil de padre, puro
alabastro, insomne caricia de la luz. Vosotros me guiais
como sombras impertérritas que niegan el morir,
vosotros, sin edad, amantes albinos, vosotros rientes
bajo el alud del tiempo sois mi escudo, mi hogar
y mi conciencia. En una fotografía, ocre y vieja,
mi rostro es multitud, nado en un acuario de raíces
infinitas, me sumerjo en la cal de la estirpe, y sobrevivo,
rama de un tronco sin fin, que se sabe dragón, hidra,
Gorgona, cuyas cabezas solo sajará mi muerte.

viernes, 22 de enero de 2021

Paseo nocturno por la ciudad atlántica

 Es desvestirse
o volverse nube
o noche.

Un mapa ácido en mi ingle, lunas sin claridad,
senos escarlatas que se izan, un balcón, la ola
y el sur del faro hacia el confín del sueño.

El dinosaurio elige la pisada de dios,
retumba el silencio con hojarasca de latidos,
las viejas moscas y su narciso de elipse
que roza mi esqueleto, anfibio,
orquídea de mar,
mi ansia.

Y la cintura de papel, arena de vitriolo,
lucerna en la crisálida de las orillas,
playas que oigo bajo la costumbre de la edad,
océano entre las sábanas,
continuo,
que se filtra y me acuna.

Plazas de musgo y agua,
una mujer sin color, de corazón hostil,
alma de cristal, puerto de alquimias.

El dique, la lujuria del granito,
boca que traga el haz de la torre,
el penúltimo pájaro sobrevuela las barcazas,
el crepúsculo anuncia una madrugada
de sal y cardúmenes.

Mi reflejo en los charcos llora,
parece un niño en un oasis de escarcha,
visajes que guiñan sus alas,
máscaras de lapislázuli,
borrosas,
alegres
sobre la virtud del azogue.

En los pórticos, rosales de invierno,
bajo un farol la huella de tus labios,
en el mercurio del reloj una aguja inmóvil
de plata y nácar.

El tiempo se consume en el féretro del limo,
bola de luz, espigones sin mar,
galerías púrpuras, sudarios de campanas,
redes como carámbanos,
una sed de faros
y yo en la sombra,
aterido y ciego
sin salir del umbral de mi noche.

miércoles, 20 de enero de 2021

Sombra mía

 


Tu sombra habla y no miente.

Susurra: quiero ser carne, voz,

palabra. Tu sombra existe en la pared,

en la acera, en los muros de cal.

Tu sombra no duda en perseguirte,

en fingir tus pasos, en oscurecer el sol

que filtra tu esqueleto, en morir por ti

si es necesario. Tu sombra es una isla,

un istmo, un país donde nunca viviste.

Entonces, qué tiene que ver contigo

tu sombra. Dímelo tú, sombra mía.

 

 


El revés de mis manos

 


No sois gemelas, ni espejos que se miran.

Os surcan ríos, os alzáis en promontorios de carne,

hondonadas de piel, el roce de la vida consume

vuestra juventud. En los dedos pliegues antiguos,

bisagras frágiles, asideros que buscan los hombros

del amor. Dicen que os habitan líneas celestiales,

que las horas del destino se dibujan, entrelazadas,

longilíneas, tejidas al insomnio y la erosión de los días.

El lado oscuro, el sudor, la tangibilidad son bandera

de vuestro existir. Y si toco otra piel sois un labio,

una raíz que no quiere desprenderse en la noche.

 


lunes, 18 de enero de 2021

París

Barcas en el cielo, un río de cristal en los ojos.
Telúrica la piedra, la colina emerge, blanca,
en óvulo, los tejados o el colmenar, la enfática
quietud, je ne sais pas, a la orilla del Sena. Versos
azules en las estaciones del tren, en las plazas
el adoquín gris, bajo los puentes el clochard,
los soportales y los museos como cisnes rotos,
ofuscada la nostalgia, espejos con sombra y laberinto.
Ciudad de cristal, ciudad donde los jardines son alma,
cementerios no sacros, farol de leve luz. La luna
en el bulevar Saint-Michel como ceniza de neón,
parterres y pérgolas sin nombre, el músculo
del misterio que cosquillea en la faz del turista,
velados sus ojos de amor y eslóganes.

La dama negra

Yo que sé de la dama negra,
la dama negra,
paloma de lluvia,
alféizar de musgo,
latitud de azabache
bajo el carcaj de un violín roto.

Nada sé de la incógnita de los planetas elípticos,
nada de los bosques sin flor,
ni de los verbos que transitan agujeros de granito,
suburbios de un aceite sepulcral.

Apenas intuyo el misterio canoro,
la luz antigua de los hospitales,
bibliotecas ambarinas,
el azúcar en la sal de los inviernos.

Mi ignorancia desprecia las máscaras,
surge de la claridad,
géiser de vida,
sin escrúpulos,
sin la lágrima de los cobardes,
sin el corazón tímido de los oficinistas.

Sé que el mercurio se iza cuando los pájaros viajan,
sé que dos labios fingen un eco,
sé que hay rodillas que sueñan con ser alas
como navíos en un mar de aire.

Mi indiferencia es un canon sin oratoria,
he visto un lunar en la sombra
y deduje que la ósmosis del color
ayuda a que crezca la nieve,
al rayo lo desdobla,
al pedigrí del reloj le devuelve el signo de la luz y de la noche,
como un papel traslucido en el fondo de un mar negro. 

Lo que descubro se parece demasiado al olvido,
deja que la amnesia infinita ilumine mis axilas
y después háblame, de lugares perdidos,
de un hombre que boquea luz oscura,
de mí que he llovido en los sueños
sin entender nada,
extraño a la razón
igual que un loco que confunde su voz
con la voz de un dios inexistente.


domingo, 17 de enero de 2021

Todavía es tiempo

No hay posibilidad de enmudecer, mis palabras
son historia, la huella de los actos es una cicatriz
perenne, la inercia que nos distancia prosigue su deriva.
Quizá, todavía, logre decirte algo nuevo, hacer que sonrías
por un gesto que no esperas, el perdón es un pájaro
que jamás olvida su origen. Créeme, aún podemos ser
la misma sombra, una única voz, dos partes de un solo
cuerpo, que aspire, igual que el bosque, a vivir en armonía.

sábado, 16 de enero de 2021

Oscurece en la habitación

 


Yo te presto mis alas y tú el sólito ocaso de la luz.
Aquí vive mi sueño, su naturaleza no es mineral,
frota su carne con la mía, nos ilumina, nos escucha
con sus torres viejas. Asómbrate de la esencia,
tu desnudez virginal sacude las cortinas, vuela
en los espejos, se confunde con las palomas
que zurean inmóviles en el alféizar. La tarde
ya no admite horarios, miríadas de ceniza,
murciélagos que arrojan la noche en tu cama,
en tu vientre, en tu ojal perverso. Ahora sé
que cuando sueñas no nace el sol de ti,
son los eclipses, la memoria del día, la acidez
de la amargura, el infeliz cardumen que emana
de la nostalgia como una marea de hojas negras,
tu razón. Enséñame el cisne bajo tu sien, muéstrame
el candor de un iris que vibra, asiente a la magia
que nos une en este crepúsculo sin voz, donde
los cuerpos se rozan y ya nada existe que niegue tu sed,
tu ardor, en la atmósfera próxima del plenilunio.


jueves, 14 de enero de 2021

Tus ojos verdes

A P.

Hace tiempo del trino solitario,

de las esponjas húmedas en el barco triste,

hace tiempo de aquel oasis sin palmeras,

brisado de mar entre oráculos de viento.

 

Luce en mi rodilla la cicatriz del ruiseñor,

hay ramas en tus ojos y una verdad roja

que se acerca a mi como una estela.

 

Poderoso el iris,

faro que vierte su luz de esmeralda,

de hoja fértil, de prado monocolor

cerca del agua donde se esconde tu pupila.

 

Es curioso que, jamás, la luna te nombrara,

tú, ser incorrupto, girasol en las cornisas,

sirena en el asfalto donde nadan mis sueños.

 

Sin ropaje

eres la crisálida de un corazón que flota en las ventanas,

en los cristales del vértigo,

azulean los nombres que dejaste en el olvido

porque los caminos se encienden en tu duda

como yesca febril, como madera de boj en brasas ciegas.

 

Al verte comprendí que las horas vírgenes no existen,

el laúd de tu cuerpo, la música que es un halo invencible,

deja rastros de ceniza en mis ojos, redes e incógnitas,

un telar que instigas con las olas que desnudan mi primavera.

 

Tú sabes del misterio,

pero no del impío jardín de la costumbre,

sus ovarios como raíz de hielo en la prisión del cenit.

 

Y si bailar fuera un círculo sin vísperas,

el núcleo del ardor, la fisión de todos los eclipses,

la aurora de un fotón herido,

yo danzaría, eje híbrido,

noria del aire, turbina sin agua,

aspas donde el alisio llora, maremotos del azar,

modos concéntricos de la locura,

hasta tu rosa verde,

tu pérgola infinita de flores inútiles,

no para mí, no para el deseo que día a día

te persigue.