y parpadeos de luz en el linóleo. El verde infinito,
canto del agua, olor a humus y a bosta, las jóvenes
en el río salpican, ríen, reluce su piel mojada en la lisura
de los cuerpos. Habitación negra, sudor en las sábanas,
amanece en los párpados caídos, un libro sobre la alfombra,
entreabierto, la enfermedad es amiga, el reloj no existe,
las voces susurran días de hábito y costumbre. Juegos
de balón roto, espuma de mar, sol de infancia en los cristales.
Un ángel con pechos, amarillo ángel, perfil de hembra,
allí la llama, el misterio de la obsesión, la sexualidad bravía
como un árbol que iza su mástil de amor. Las ciudades,
el mito de las ciudades que son río, océano, montaña, alud.
Qué ausencia sin ti, qué búsqueda de bosque en la jungla,
qué nieve de estío, qué lluvia en el oasis que imagina tu miedo.
El hogar o los hogares, nunca míos, raíz yo, raíz tú, el fruto rojo,
ya es otra la sombra, mi sillón ante el ventanal, el aire se viste
de lluvia, su música de tambor ciego no cesa. Escribir igual que
la araña cuando teje su mapa en el zócalo, hilos transparentes,
falsedad de la luz, sutil geometría de lo efímero.