¿Cuál es el valor de la palabra? Quiero comunicar mi sed,
que llegue el manantial hasta la orilla de un corazón.
Pero no sé.
A menudo escribo símbolos, paradojas, hechos sin nombre ni fecha.
Es el miedo a sentir la piel en otra piel, la duda o el silencio,
el ansia, la ternura, el gozo, el dolor
sin entender
que lo diferente no existe en el caudal de este río común llamado vida.
Termino un poema y se ilumina la oscuridad, descubro la inquietud de una estrofa,
el orbe amargo de su redondez, coso los hilos
como si el significado fuera un tapiz que entregar al ensueño.
Busco palabras inauditas, el asombro,
la provocación de los vocablos audaces
para que el niño triste encuentre al fin el elogio de su intento,
la bienvenida a los paraísos simulados.
Mi quimera es la emoción de dos ojos
que lloran o ríen
o entienden el subterfugio al que el poema induce
como un relámpago que acaba de nacer
en las pupilas de un lector
que ignora que lo escrito le llama, le absorbe
y en un instante único
le penetra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario