jueves, 29 de septiembre de 2022

La sed

 

El auto camina lento, es un pájaro que sueña.

Tú te vestías de sur con un traje liviano de colores.

En junio los frutales dejan caer los carozos,
su pulpa derramada.

Los puestos de la carretera se exhiben al sol:
fresas, el amarillo del melocotón, las sandías sin abrir…

En nosotros reina el horizonte,
la raya azul del océano,
las casas de cal como dientes pulidos,
el resplandor de los tejados en el valle de la luz.

El verano llega con sus luciérnagas heridas,
la playa abraza tu cuerpo y son espuma tus labios
al besar mi silencio.

Por la noche los fuegos artificiales en la bahía,
y una sed infinita de beberte toda.

martes, 27 de septiembre de 2022

Los fantasmas

 

Suena un teléfono de pared, en qué ayer vivo.

 

Mira el escarabajo de Egipto, negro,

labrado, sólido y terrible, ante mí.

 

No dibujes en mi piel la geometría

de este pasillo sin alma, lánzame al espejo,

liso, borroso, donde no llueve.

 

Lo invencible eres tú, coraza de abril,

alveolo que respira mi sed.

 

En el reloj los minutos son de fragua.

 

Hemos salido de las fotografías

en procesión cansada, sin luz.

 

Apiádate, tiempo, de nosotros.


lunes, 26 de septiembre de 2022

Más allá del ventanal

 


Estruendos de color en las mariposas,
todo es un racimo de luz, el bosque de la vida
crece cerca de mí, la playa acunada por el mar,
una calle o la vena por donde circula mi nombre,
el soliloquio de los portales que gimen si me alejo,
la ciudad gris ha llorado, la lluvia aquí es un rumor de palomas,
rótulos de neón ensombrecidos por la senectud de la noche,
la lisura del viento que canta en los labios del cristal.

Hay ocasos en el centro de la luz, lo sé.
Yo vi el desenfreno adolescente trepar por las rocas del acantilado hostil
y era agradable el ruido de unas alas
que pájaros sin hogar expelían como efluvios nocturnos alejándose del haz
que un faro dejaba en la sonrisa de una ola.

El mundo es un gran abanico, sus dibujos se multiplican,
hoy son la calle que nunca asombra al día,
mañana el teatro de los paraísos lejanos,
el púrpura que un abril eterno cubre de unas flores
que no pisará jamás la lentitud de mi cuerpo.

Más allá del ventanal giran planetas de oro,
en el horizonte hay barcas de zafiro y mármol,
pájaros de alambre vuelan como juguetes de un niño que no crece,
las luces relampaguean en las plazas, mi voz se mezcla
con otras voces y en un rebumbio crepuscular
la frase perfecta inunda el corazón de la noche.

¿Y en mi memoria, vi acaso más alas de cristal que éstas?
¿Vendrá la primavera que anuncia margaritas en un jardín yerto?

Y croan ranas invisibles, metáforas en la piedra de las catedrales,
lluvia huérfana por no habitar el día, canciones que son ríos,
subyugadas por el azul de un cielo moribundo,
salvo para mí que me miro en su espejo invertebrado.

No es un film, ni una historia escrita en páginas inmaduras,
no es un párpado abierto y un ojo renacido,
solo es la vida que persistirá después del silencio mortal.

Que mi epitafio sea una ventana siempre abierta al sendero de la luz,
y, después, que la luna asome con su eternidad de loba indiferente.

sábado, 24 de septiembre de 2022

Nieva y tú no estás

 

Cruzan el aire meteoritos de hidromiel,
los confundí con cristales con forma de pájaro,
serpentinas de moléculas con islas en su centro,
cadáveres que vuelan con un río blanco en su naciente piel.

Seduce el resplandor del alba,
la brizna que lleva en su lomo lo vivaz,
la historia grabada en mil hebras que danzan,
la armonía como un coro de ciervos libres sobre la pluma ártica,
la infantil secuencia de los renos cruzando mis pupilas,
el árbol caído después del peso omnipresente del caparazón níveo,
la estructura axial con que un ejército de blancor cae lento
sobre la memoria que atisba su rocío imparable,
su brillo de lacrimal, sin lloro, alegre como el abedul cuando sueña.

Mira su ceniza de párpados mojados,
descubre el aliento de una horda cuya estrategia es el silencio
y su arma el hielo que funde la huella en un molde temporal.
Yo veo en este polvo que se retuerce bajo el aire
los rostros perdidos, la cuna del niño, la sensatez del anciano,
tu sexo de escarcha que anuncia la virtud del fuego.

Todo es del color de la nada, quisiera el azul o el rojo,
todo menos este fulgor de manantiales helados,
esta noche de carámbanos que me acerca a ti,
o lo que es lo mismo, a tu ausencia.

jueves, 22 de septiembre de 2022

La ducha

 

Me purifica el llanto de una flor.

 

Recibo los recuerdos, que son de agua y caen como lluvia,

desordenados, ausentes, como un vendaval amante.

 

Trina mi piel porque le alcanza la música de un soliloquio infantil,

inviernos o veranos asoman en las moléculas que conocen su doctrina,

que empapan el silencio con los ecos lunares que el torrente del agua

dibuja en mis omoplatos, en mi abdomen monticular, en mis nalgas

y mis muslos que se dejan querer como novias primerizas.

 

La esponja es un coral retráctil, historias de Grecia en su vientre,

la caricia danza a través de sus poros, igual que un ballet

que persiguiera, incesante, el secreto de un itinerario infinito.

 

Pero tú piensas en las nubes que amaron el gris de las alturas,

frías y estériles, como huérfanas de luz, el vapor ahoga mis labios,

humedece la raíz de mi ternura, escribe con gotas de clepsidra 

poemas líquidos, sin la música del día, pues la noche apaga 

el murmullo de esta fuente que me limpia con su rocío de madre.

 

Hoy descubrí tu sombra de sirena en mi sexo húmedo.


martes, 20 de septiembre de 2022

La llave

 

Abriré tus párpados con la quebradura del hierro

para que me mires desde lo oscuro y brote en ti la luz

primera, el origen de un mundo después del sueño.

Mi llave solo encaja en tu nombre, no cambies

la cerrazón con que tu alma me recibe, deja

que se abra el hueco donde las formas son una.

Detrás de tu puerta hay jardines, sol y lluvia,

arrojaré muy lejos la llave cuando tu casa

sea también la mía, y nosotros un solo nombre.

Soñar contigo

 

A veces habitamos mundos de resplandor.

 

Hay cabellos que caen sobre hombros de plata,

hay duendes invisibles en las pupilas que nos enseñan la luz,

por eso es un misterio el halo de tu sombra, la dorada música

que acompaña a tus pasos, la curva apenas fingida

con que destrozas el deseo.

 

Se ciñen a ti vestidos de algas, una blusa es un mar infinito,

los botines de ante esconden historias nuestras

con una sonrisa de mañana; verte me desnuda,

verte enrojece mis ojos con una lágrima no nacida,

verte son alas en la niebla que elevan tus pechos

hasta el fulgor de un día claro.

 

Añoro tu voz, que sé hija de la siembra,

hay escenarios donde el capricho danza

y somos nosotros sus arlequines.

 

Anticípate y toma el tren que yo perderé,

te irás como la póstuma luz de un cuadro

que el olvido guarda en el desván más oculto.

 

Siempre se recuerda de la vida lo imposible,

aunque los naranjos no paren de crecer 

en los cráteres de la luna,

si tú así lo sueñas.

 

domingo, 18 de septiembre de 2022

Dimito

 

Ya no busco metáforas en las estrellas,

el pasado no retorna a mí como un espejo vivo,

los lugares habitan la mortalidad de los relojes,

los sucesos arribaron a las orillas difusas del ayer

con su velamen herido.

 

Tampoco estás tú, ni ellos, los fantasmas sin pudor

que alimentaron mis versos. Me falta el oro de la infancia,

la saudade se dibuja hoy en un caleidoscopio de imágenes rotas,

aquel pub, la playa, la ciudad, la isla, los secretos, la nube

y mi memoria nadan en lo oscuro como peces sin branquias,

como flores de agua que un río virgen arrastra al olvido.

 

Por fin, existo en la realidad y no en la  ficción, la rutina de los días 

circula por mi sangre, tan solo el flujo sutil de un trabajo, 

la familia y sus actos simples, el ruido omnipresente, 

la deidad del dinero, los televisores encendidos de madrugada, 

son ahora mi quehacer, que le escriban otros a la musa.


sábado, 17 de septiembre de 2022

¡Ah! Estás aquí, muerte

 

No sabía que hablaba para ti,

recibe mi eco donde habitan los peces rojos

que nadaron junto a mí, los inciensos sin aroma

que cultivé bajo las almohadas, las escaleras de mármol

que descendían-nunca alzadas- hacia los bosques pétreos,

el frío en la canícula como el resplandor de un meteoro

que arroja el hielo y se aleja.

 

Te hablo con la confianza de hablarle a mi sombra,

pues sombra eres tú también, incómoda efigie

que mira cómo mi aliento se escarcha en el cristal,

cómo el mar de antaño es un charco de luna,

cómo el deseo es un arcángel que olvidó su mensaje divino.

 

Señora que abres tus espumas como la crisálida despliega sus alas,

señora que bajo el negro del sayal escondes un cuervo mudo,

la guadaña afiliada del adiós, no aspires aún la ceniza que dejan

mis infantiles recuerdos, aseméjate al sol que siempre vuelve mañana.

 

Sé el retorno, nunca la partida, y hablaremos de cuando nació

en la memoria de los siglos tu insaciable sed, mientras tanto

juguémonos al ajedrez el alma y la carne, a ver a quién le toca en suerte la vida.

 


viernes, 16 de septiembre de 2022

Manchas

 

Demasiado visibles para ser olvido.

Forman un archipiélago sobre el mar de mi piel,
una huella del tiempo y la sombra,
son el ojo negro que vive en mi bosque
como un recuerdo de la llama,
son el rastro que mata la virginidad,
lo que dibuja el niño cuando es monocolor su horario.

La adolescente piensa en un rosal aún creciente,
sin que el polvo, la lluvia irisada, el aliento del sol,
hayan puesto en su abril un estigma.

Dueños somos de la pureza,
porque lo puro no tiene vida,
que el tiempo siembre sobre mí su ocre pasión,
así sabré que hay rescoldos o ceniza que aún brillan,
con siluetas caprichosas: islas, nubes, poliedros, círculos,
botones que abrochan olvido y nada,
con ángeles pardos que enternecen mis valles,
el territorio donde los capilares se ocultan bajo el coral de una peca,
señal entre las señales que cada uno inscribe- desliz-
en la singular geografía de su omnímoda piel.

El granizo

 

Todo era silencio en mí.

 

La sombra en la palabra,

lo que oculta el miedo.

 

Y llegó la ola como un latido de piedra,

un cardumen blanco, duro, hostil.

 

Cayeron los planetas minúsculos sobre tejados dormidos,

cayeron como una siembra de hielo,

como un ejército lunar de insolente pedrisco,

como un alud de tiempo que rompió la piel de las calles,

el esqueleto de los vehículos, la flor viva de los campos.

 

Sonó su caída de ángeles como un grito de escarcha,

todo para morir en un ataúd de agua,

filtrándose hasta el tuétano de la herida,

sin dejar huella, como la travesura de unos niños

que no imaginan su alcance.

 

En mi ventana quedó la cicatriz de un asalto.


jueves, 15 de septiembre de 2022

Mudanza

 

Es como taparle la cara al tiempo. Me voy

pero antes escucho el silencio de la luz,

la melancolía de las cosas llueve aquí,

cifro mis ayeres y encuentro risas, lecturas

al atardecer, la música como un aliento

perdido bajo el ritmo de las silabas,

el corazón escribe en las paredes

las frases vencidas, el teatro donde

ya no existe telón, solo las huellas

desteñidas de un pasado que baja

tormentoso por las aguas del olvido.

Los objetos tienen piel y memoria,

voces que nunca callaron, su compañía

es dulce como un fruto que no cesa

de brotar. Aunque me vaya, quedará

aquí mi eco, retumbando en la noche,

esa noche que siempre será eterna,

para quien dejó su sombra dormida

sobre el polvo inmortal de los años.


miércoles, 14 de septiembre de 2022

El joven que hizo el servicio militar en la isla

 

Yo vi un mapa en la espesura de tu voz.

El tiempo nace y muere si lo decimos.

Contornos de isla, latitudes que nacieron un día
bajo el clamor de los trenes, dos persianas se alzan,
la luz es otra.

Conocí al príncipe y su mascarada,
el vuelo lento de la gabardina,
el pistolero prueba al olvido,
le dispara, lo mata.

Ríen los pájaros en el ramaje,
un rumor atento de margaritas viejas,
teléfonos que roban a la razón su edad.

Te escribo cartas con rosas rojas en su piel,
te escribo en azul como si el mar me prestara su sangre altiva,
su corazón bravío.

Soy esa flor de febrero que debió crecer en septiembre,
soy la osamenta del mar, su latido soy,
la isla vive.

Vuelve el arroyo de ceniza a ser agua de tiempo,
y los eclipses huyen, las playas son mi sombra bajo un sol indómito.

Sé que la memoria es un afilado abismo
donde los cuervos acechan, pero hoy el espejo
me devuelve una imagen desdoblada,
me afeito junto a otros rostros,
desfilo entre rocas y alba,
no me reconozco en la falange de un fusil.

Sí me reconozco en el joven que leyó por primera vez la Montaña Mágica
en el cuartel de la isla, a cuarenta grados de nostalgia.