martes, 31 de agosto de 2021

El viento crepita entre las alcobas

Me gustaría que crecieran olas en un nombre,
no el tuyo,
semilla de un viernes en el abril que llega.

Tus ojos son blancos como nieve dulce,
se abren los istmos
y tú finges,
golondrina del azar que viajas en trenes de invierno.

Yo te vi en la lluvia escarlata,
apenas un clavel mojado,
sin color,
el ovillo de un cuerpo que limpia
-escobilla de agua- la fe del día,
el rostro popular de los pájaros que huyen.

Te presté mi máscara rojiza,
supe que el cristal se desnuda en tu piel,
los segundos como una atmósfera de arpegios,
música indolora que te posee
con un son de espumas.

La ciudad no ha dormido,
hoy te viste con flamígeros rayos,
trasluz en las plazas que atisban tu sombra.

No hablamos,
la distancia es un río frágil,
cardúmenes de dalias,
leve polen que cae virgen en tu halo astuto,
corona de fósforo encendido
que ilumina el calcañal,
la curva donde la ósmosis de los lirios resplandece
como un ángel neonato,
sin alas,
sin púrpura,
sin la túnica inocente de los niños maduros
que hablan por ti a las estrellas del albor,
bajo una cruz de resurrección y campanas azules.

Te invito al confín de los himnos,
una copa sin vientre,
un diamante en la palabra,
el acento de una gárgola que me besa con tu voz de enero.

Ahora ya conoces mi historia,
no es distinta de la tuya;
pero, dime ¿tras qué amanecer el viento crepita
entre las alcobas de un ruiseñor sin canto?

El parque

Qué lluvia tenaz sobre mí.

Árboles sin luz,
esponjas del día,
refugio de trinos al amanecer.

Soy este banco verde, de óxido y madera.

Faltan la alegría de los perros, los amantes
furtivos, la vejez impávida, las palomas sin estatua.

También llueve tu ausencia en esta mañana de octubre,
igual que un húmedo eco posándose en mis labios.

lunes, 30 de agosto de 2021

Los trabajos de Hércules(capturar a Cerbero)

 


Otra vez el ardid, qué buscas en las ruinas de Eleusis: un misterio

útil, una puerta abierta, un lugar que desconoces. Te traiciona

el ansia del fin, y es el Padre tu escudo. Para los vivos no hay mapa

en el averno, sobrevuela el humo del cabo, el agujero febril donde

la negrura es la sombra de las almas perdidas. Paga al viejo Caronte

tu óbolo de paz, cruza con sigilo el río de la muerte, ancla tu designio

en la orilla donde la oscuridad se tiñe con relámpagos de fuego. Allí,

entre colinas de fósforo, allí bajo la luna de hierro de la condena,

allí donde el can despiadado ladra tres veces, muerde la carne,

prohíbe que el destino sea luz, su dolor se arrastra como un gusano 

fiero y triste. Rechaza el eco de la Medusa- su mil serpientes

solo son espejismo-, Teseo y su trono de piedra, el gran amo

del inframundo te desafía con un desliz, “será tuyo Cerbero si usas

la caricia y no la espada, si entiendes su desgracia, que es como

la tuya, una falsa cadena, un yugo de aire, un artificio que la vengativa

diosa construye. Cuando beses al perro besarás a una nueva luz".

 


domingo, 29 de agosto de 2021

Me parecías un árbol que nunca supe dibujar

 En el devenir cósmico vuelan los pájaros de la especie
con su alud de carne.

La roja semilla es un árbol que trepa desde el flujo
hasta el misterio de los tejidos;
y crece el magma del tiempo
-se solidifica-
tu perfil humano germina,
recibe la lluvia de los minutos,
absorbe en su tallo la raíz de la vida,
educan tu savia con mimbres de historia.

Eres un ser móvil,
un pensamiento de donde brotan ramas,
tu identidad son las líneas del espejo,
la voz de la sangre,
el círculo en que se confunden dios y la nada.

Sigues los juegos porque hay alegría en tus extremidades,
aprendes la cordillera de las palabras,
la matemática de los signos cifrados,
pero también eres amor,
luna, imaginación
en vocabularios que sonríen.

Conociste al ángel del sexo,
su perfume, como un lobo, sigue el aura de tu sed
-y qué hay de lo recóndito-
parecías un débil ocaso,
una nube sin hermanas.

No es real el vicio de dibujar en las ciudades tu rostro,
es como la firma que deja el sol al morir.

Todas las ausencias se escriben con tu nombre.

viernes, 27 de agosto de 2021

Los trabajos de Hércules( robar las manzanas de oro del jardín de las Hespérides)

 


Son doncellas de agua en un jardín dorado.

 

Tu viaje es eterno,

otras ninfas dirán un nombre

-el de un príncipe de océanos-

abrazarás su estatura hasta que la voz cumpla

con el designio de la flecha

y mencione el círculo

donde la aridez es manantial,

una arboleda de oro,

el exilio feliz entre el ramaje.

 

El titán te llama,

en los montes del Cáucaso un águila voraz nunca ceja,

su pico roe, eternamente, las entrañas del proscrito.

 

Quien desafía a un dios

o muere

o dibuja lunas de plata de solidez infinita.

 

Atlas no eres tú,

aunque sostengas sobre tus hombros su carga innombrable,

él traerá la inmortalidad en tres manzanas vírgenes

y tú le devolverás el orbe,

a veces una excusa es la llave que afila la quietud de una condena.

 

 ¿Para quién ese fruto que brilla entre tus manos como redondo ámbar?

 

 

 

 

 

 

 


jueves, 26 de agosto de 2021

Retrato de P.

Créeme, hay augurios blancos como de sal amanecida.
En el marfil de tu voz un eco de fuentes, en los pechos
una campana que sonríe, en las manos un aliento de tigres
amansados por la niebla. No sé si las auras del designio
escriben con letras vírgenes, ignoro si un junco sobrevive
lejos del agua, y flota y se iza como un índice de helio.
Toda tú humedad y color de iris, el verde en la blusa,
el verde con destellos de esmeralda en los ojos
sumergidos por la luz. Y un nombre en las venas
que recorren los espejos de mi ser; y tus alas de fiebre,
icónicas como el murmullo de un dios. No digas nada,
solo mírame desde tu altar, yo reconozco tu noche,
un cielo sin nubes, una península encendida, un farol
donde resplandece tu rastro, eternamente vivo.

miércoles, 25 de agosto de 2021

Llego con dos anclas de marfil

 La pregunta del reloj es simple,
¿cuándo el lirio inmortal?

Llueve en la cornisa gris,
la bruja del agua se multiplica en gotas de ámbar.

Noche de murciélagos azules,
noche sin párpados,
toda ella claridad de luna mojada.

Los balcones sin rejas,
cristal de amapola en los ovarios,
un ruiseñor en el alar con gabardina de plumas.

Mi paseo de hojas blancas,
frío de piedra en los índices
que pautan tu sombra,
viajada,
nocturna
como un pastor de alfiles
sin memoria.

La luz es un viaje de olas
que sueñan candiles infinitos
bajo las cejas de un dios
que calcina con su aliento de estrella
los lupanares.

Las palabras,
¿ qué mi amor?,
sí cariño,
son ausencia de imperativos,
tumba de brioso corcel,
jauría sin rubor
en la metamorfosis que daña.

Piso hogueras como charcos
con su luz de mariposas febriles,
respiro orquídeas como branquias de un seno rosáceo,
vitalidad virgen de los esquejes
que anuncian una sed de pájaros.

Conviven en mí las cenizas en flor
con tu desnudez,
unas vuelan en nubes oscuras,
tu desnudez rompe el beso que ilumina la canción del alba,
volátil tú,
piel que flota entre los arcos del tiempo.

La soledad de las calles no grita,
ecos de vendaval y cortinas que duermen la madrugada,
en los poros de un farol,
insectos de mar,
giran,
vértigo insomne en rumor de alas.

La música es un ayer de ritmos cansados,
se vuelca en mí una estrofa
y ya no soy sino un astro sin luz
que empieza a añorar su luciérnaga albina.

Y llego con dos anclas de marfil,
y no estás,
aunque tu voz aún se escuche entre las ondas de aquel estribillo
que tan bien conocías
y ahora desconoces.

martes, 24 de agosto de 2021

Vigilo mi sombra

La campana duerme, sí, la campana duerme.

En su oblonga escritura yo adivino el rocío,
la espátula de luz hiriendo crucigramas de medianoche.

Alguien traza los pasos mirándose en el brillo solar de la piedra.
Tu cuerpo es un almanaque y se refleja en carteles
(son películas, máscaras de teatro, cabellos que el sátiro amó,
tal vez la domadora en su elixir de alba).

He comparado las alturas, sólo por entender la niebla
cuando gritan los pájaros noviembre.

He amanecido siendo columna y no me entrego a las lápidas
ni señalo el parpadeo de los puentes,
bajo tu nave,
bajo tu largo dedo de enigma.

En algún sitio clavó el silencio las raíces de un secreto,
me desvanecía rodeado de azul, entre la baba de los espejos
y un satén de pechos enhebrados.

Ella era alta y me rodeó con su media negra.

No, ya no imito el volar de los duendes.
Es algo más simple,
con los brazos en cruz vigilo mi sombra, y le hablo.

ra, y le hablo.

Los trabajos de Hércules(robar el ganado de Gerión)

 


Son una mácula roja que pace sueños.

 

En el carro celeste el sol me abraza,

de la isla, como un redil amante,

brotan espigas de oro, yerba que se alza

sobre la ungular quietud de los mamíferos,

un agua de torrente riega el valle con rocío de luz.

 

Dos seres, el perro bravo, bicéfalo

como una doblez pérfida,

el hombre enjuto, de bíceps amorfos,

custodian la paz de los bóvidos

bajo la niebla sombría.

 

Basta el preciso tajo en sus cuellos vírgenes,

bastan mis hábitos de pastor

para que me siga el alud de esta carne enrojecida.

 

Y vendrá aquel que es triple como un desliz del capricho,

altura que roza con sus quijadas mis hombros;

lo esperaré donde el norte se refugia en un oleaje mortal,

con el veneno de una flecha

se matan las almas del poseído.

 

Y crecerá un faro que llamará a la Atlántida,

Gerión azul, Cruña legendaria

junto a un haz de fuego que la corona.


*Según la leyenda Hércules mató a Gerión en el lugar que hoy es la ciudad de A Coruña. Sobre su tumba mandó construir el faro que lleva su nombre, Cruña fue la primera mujer que pobló la futura ciudad.


domingo, 22 de agosto de 2021

Compañera muerte

¿Es amor este libar los segundos que soy,
alimentarte de mí, crecer impertérrita
como un aljibe omnímodo?

Compañera pasiva de mis silencios,
fuiste partícula en el origen de la simiente,
embrión que cuido 
porque te pegas a mis latidos
igual que una niña triste,
muda sombra de almanaques suicidas,
voraz araña que espera la fatiga del aliento,
el surco pétreo de la piel, el osario roído por el tiempo.

Me susurras con tu voz de alma vieja
una letanía de oráculos por descifrar;
al final de tu abrazo hay una luz inédita,
quizá el sol de la nada, quizá un amanecer de ángeles,
el aura del limbo, el fuego de la atrocidad.

Ven a mí en el sueño,
no en el grito del dolor,
ven con tu boca desdentada,
tu saya negra;
dame el beso que concluya
el caudal de vida que se extingue.

Sé la novia del olvido.

sábado, 21 de agosto de 2021

Los trabajos de Hércules(el cinturón de Hipólita)

 


Dicen que de su pecho brota una manzana

de afilados cúlmenes.

 

A las orillas del mar oscuro,

mil guerreras danzan sobre orquídeas de fuego.

 

Un aro de oro circunda el vientre hostil,

quisiera el tacto del amor y no el símbolo del dominio,

quisiera su labio rojo, su ambrosía de cazadora,

la piel que brilla en la nocturna ebriedad del silencio.

 

Pero hay un gusano terrible que inocula

el semen de la discordia entre las bárbaras risas,

traición y sangre recorren el bies de mi espalda

como un veneno infantil.

 

Qué orgullo de hembras,

qué pasión de armas en sus dedos híbridos,

qué lágrimas dejan en el cielo sus entrañas sin vida.

 

Cuando muere Hipólita se desangra la luna.


jueves, 19 de agosto de 2021

Claroscuro

Otra vez llovió la luna sin querer. Luz en el patio,
luz en la alcoba, luz en tu rostro ausente. Esta
tibia certeza de no hallarte me devuelve al sueño
de abril, cuando en el espejo la luna era la imagen
de tu rostro, y yo la sombra de tu noche.

El pasillo desdoblado

Se puede recorrer un infinito,
qué suelo volverá
después de la agria estatura de la noche.

Hay un límite que grita
y rompeolas de perfil en el azul imaginado.

Su dimensión es un pliegue,
los paseantes hincan sus huellas de plomo,
quizá han vuelto a ser niños de espuma.

Los colores vigilan en la cósmica estancia,
el aire húmedo, en tu voz, expele rocío como una fontana muda,
la piel febril del ánfora viva, el triángulo enjuto de la cornucopia,
un gotelé lascivo en la media tarde
cuando te izas,
golondrina vieja con los mapas del mundo en tus alas, adónde el viaje
y la ternura del viento, qué horizonte
-un faro gris, una luz de viernes, un ojo de coral-
qué nada triste nos ampara.

Se anuncia el albor del túnel bajo la sombra de cien acacias estériles.

Antes que tú yo existí en el miedo, antes del abril
de las cometas encendidas
yo surqué el dulce equilibrio de esta penumbra,
enlosada, recta como un índice,
sombrero de yeso,
arteria vestida de oleos,
estanterías, sillones de piel sin labrar
bajo una luz de araña.

Y todo para qué,
si su final se desdobla en mí,
y desando el equinoccio
y regreso a lo oscuro.

Solo sé que mis pies son más reales que mis sueños.