Están en las palabras como espectros del pasado
que nos cosquillean los labios. Son nombres,
citas, frases que vuelven a la luz en los ecos
de una conversación que los invoca. Y hay
recuerdos: figuras de añoranza, papeles íntimos,
cosas que tuvieron un lugar en los corazones y el alma.
Decirlos es borrar el tiempo, su estatura de piedra,
destejer el olvido con la magia de la memoria
compartida, sentir como el hueco de la ausencia
se cubre de luz y materia. Solo hay muerte cuando
nadie dice o escucha el latido del ayer. Que, también,
sea así mi paso leve, que haya un mañana donde
yo reviva entre los míos, por un instante, en un único
momento de paz y sueños.
jueves, 31 de agosto de 2017
miércoles, 30 de agosto de 2017
Nacerá la flor
La esperanza es una flor oculta
bajo los murmullos de la nieve.
Cada día la claridad niega el poder
de la noche, un revés, un resquemor,
la cruz en las entrañas, el silencio
que fluye de la incomodidad, el desdén
y sus espejos, la huella de la desgracia
en las bocas múltiples; nada son ante
la luz que mantiene su pábilo incólume
en el interior de la semilla abierta. Escucha,
pues, el canto de las estaciones, la voz del río,
el cielo rugiente, los pájaros que gorjean himnos
de libertad, la palabra amable que como un desliz
en ti se posa. Nacerá la flor entre la nieve de la vida,
llévala en el ojal de tu sonrisa como una gema invisible
que de luz a la luz, esperanza a la esperanza.
lunes, 28 de agosto de 2017
El silencio
Porque el silencio, si se le atiende, habla.
Ana Rossetti
La palabras que no nacen de tu boca
escriben en mi piel. No es el lamento
ni la risa, ni la verdad o el camuflaje
de asentir; es algo más, toda la sustancia
de los días compartidos, los hechos que
han marcado meses de ilusión, refugio
y lealtad, el dolor como un parto de luz
que estalla sin saber por qué en la mueca
derrotada, el remedo de la felicidad
que no puede mostrarse en la metáfora
de un labio, la actitud con que tejes
o cocinas o lees las vidas ajenas, ausente
de ti, de mí, de nosotros. El silencio
me dice que no hay voz que explique
lo que sé de ti, por eso te escucho
sin que hables, te pienso sin que mires .
Igual que tú, cuando soy yo el que calla.
Ana Rossetti
La palabras que no nacen de tu boca
escriben en mi piel. No es el lamento
ni la risa, ni la verdad o el camuflaje
de asentir; es algo más, toda la sustancia
de los días compartidos, los hechos que
han marcado meses de ilusión, refugio
y lealtad, el dolor como un parto de luz
que estalla sin saber por qué en la mueca
derrotada, el remedo de la felicidad
que no puede mostrarse en la metáfora
de un labio, la actitud con que tejes
o cocinas o lees las vidas ajenas, ausente
de ti, de mí, de nosotros. El silencio
me dice que no hay voz que explique
lo que sé de ti, por eso te escucho
sin que hables, te pienso sin que mires .
Igual que tú, cuando soy yo el que calla.
La casa en los bolsillos
Llevar la casa en los bolsillos
y esparcirla cuando los recuerdos aguijonean
el presente.
Mañanas de cálido silencio
donde gobierna la luz blanquecina,
ecos que se dibujan en las paredes
como caballos piafantes,
voces que ejercitan el susurro
de los secretos nimios.
Y mediodías de limpieza y lectura
acodado en el sillón de felpa
con un libro de Zane Grey o de Julio Verne,
de Agatha Christie o de Salgari
entre las manos.
Tardes de música viéndote pasar,
danzarina de botas altas y perfil ambiguo,
el bolso al costado
como huyendo hacia un Olimpo
de bares en penumbra o cines de vanguardia
donde vivir las historias que nadie ha vivido,
los sueños que nadie ha soñado.
Nocturnidades que fluyen igual que espejos en sombra,
desvaídos los rostros, las miradas,
los labios cosidos al misterio y a la duda.
Guardar de nuevo la casa en los bolsillos
como un tesoro robado a la huida
de este vivir en los relojes
que no cesan de mostrar la cadencia del olvido.
y esparcirla cuando los recuerdos aguijonean
el presente.
Mañanas de cálido silencio
donde gobierna la luz blanquecina,
ecos que se dibujan en las paredes
como caballos piafantes,
voces que ejercitan el susurro
de los secretos nimios.
Y mediodías de limpieza y lectura
acodado en el sillón de felpa
con un libro de Zane Grey o de Julio Verne,
de Agatha Christie o de Salgari
entre las manos.
Tardes de música viéndote pasar,
danzarina de botas altas y perfil ambiguo,
el bolso al costado
como huyendo hacia un Olimpo
de bares en penumbra o cines de vanguardia
donde vivir las historias que nadie ha vivido,
los sueños que nadie ha soñado.
Nocturnidades que fluyen igual que espejos en sombra,
desvaídos los rostros, las miradas,
los labios cosidos al misterio y a la duda.
Guardar de nuevo la casa en los bolsillos
como un tesoro robado a la huida
de este vivir en los relojes
que no cesan de mostrar la cadencia del olvido.
domingo, 27 de agosto de 2017
Otra vida contigo
Todavía el tenue olor de la isla.
No me acostumbro a los cielos opacos
ni al verde de la infancia
que regresa como un abrazo.
Vagos días de septiembre
que seccionan la luz con velos azules.
Entre las calles,
en la próxima penumbra de una habitación
ya estaba tu huella.
Yo no sabía que eras un pájaro de plumas sin mar
ni que dormían campanillas en tus piernas
ni que al volver la mirada
dos relámpagos de iris hechizaban el aire.
Hay rumores que se susurran como besos intangibles,
lo sabes cuando la mudez es el ramo
que arrojas a la noche
sin mirar la caída de una flor de tela
en la que has escrito el silencio.
Al fin, esperar los sueños del viaje,
el calor de un río compartido,
la cadencia de los pasos que no tienen destino,
los labios que fingen la armonía de los bosques en calma,
el resplandor que sucumbe al tacto
de una luna en mis dedos.
Así el crespón en los vértices de una cama blanca,
así la aventura de recorrer países que el corazón desconoce,
así la telaraña que brilla como la húmeda lágrima
en unos ojos felices.
Nunca huyamos del jardín de los cerezos,
bajo su sombra tu desnudez
reclama una historia infinita
de sátiros y ménades, de hadas y de huríes,
de madres jóvenes que amamantan la luz de lo imposible
entre sus pechos de mármol.
No me acostumbro a los cielos opacos
ni al verde de la infancia
que regresa como un abrazo.
Vagos días de septiembre
que seccionan la luz con velos azules.
Entre las calles,
en la próxima penumbra de una habitación
ya estaba tu huella.
Yo no sabía que eras un pájaro de plumas sin mar
ni que dormían campanillas en tus piernas
ni que al volver la mirada
dos relámpagos de iris hechizaban el aire.
Hay rumores que se susurran como besos intangibles,
lo sabes cuando la mudez es el ramo
que arrojas a la noche
sin mirar la caída de una flor de tela
en la que has escrito el silencio.
Al fin, esperar los sueños del viaje,
el calor de un río compartido,
la cadencia de los pasos que no tienen destino,
los labios que fingen la armonía de los bosques en calma,
el resplandor que sucumbe al tacto
de una luna en mis dedos.
Así el crespón en los vértices de una cama blanca,
así la aventura de recorrer países que el corazón desconoce,
así la telaraña que brilla como la húmeda lágrima
en unos ojos felices.
Nunca huyamos del jardín de los cerezos,
bajo su sombra tu desnudez
reclama una historia infinita
de sátiros y ménades, de hadas y de huríes,
de madres jóvenes que amamantan la luz de lo imposible
entre sus pechos de mármol.
viernes, 25 de agosto de 2017
Antiguas fotografías
Olvidadas fotografías de un tiempo extraño.
Una vida nueva en torno al sol que es mi hijo,
sus primeros años de inocencia, mis primeros
años de no ser yo. Alguien más joven le sostiene
en brazos, el silencio de un verano de aldea,
la celebración de la onomástica en una casa
desnuda, sus disfraces de indio, de oso o de
vaquero, el índice de la provocación buscando
la nariz entre su sonrisa y la mía. Y un abrazo
que las décadas no han resucitado, juntos leyendo
-él no lee solo mira los dibujos de un álbum-
igual que una metáfora que el destino anuncia.
Son veinte o treinta fotografías de una edad
sin edad, el pasado es un hoy que puedo
evocar hasta el infinito. Míralas tú también,
hijo mío.
Una vida nueva en torno al sol que es mi hijo,
sus primeros años de inocencia, mis primeros
años de no ser yo. Alguien más joven le sostiene
en brazos, el silencio de un verano de aldea,
la celebración de la onomástica en una casa
desnuda, sus disfraces de indio, de oso o de
vaquero, el índice de la provocación buscando
la nariz entre su sonrisa y la mía. Y un abrazo
que las décadas no han resucitado, juntos leyendo
-él no lee solo mira los dibujos de un álbum-
igual que una metáfora que el destino anuncia.
Son veinte o treinta fotografías de una edad
sin edad, el pasado es un hoy que puedo
evocar hasta el infinito. Míralas tú también,
hijo mío.
jueves, 24 de agosto de 2017
El fingidor
Nunca te hablé de la lluvia en mí. El mismo
rumor, su cortina de agua -a veces violenta,
otras suave como el tacto de una madre-
el gris que ensombrece la neblina, la necesidad
del refugio contra su azote despiadado, todo
eso encuentra un reflejo en mi sangre, en la
negritud del pensamiento cuando la melancolía
es líquida y fluye igual que una lágrima,
en la desnudez de la ira que no quiero,
en la envoltura con que me cubro al sentir
los días como acecho y maldad insaciables,
en la estúpida sensación de ser tabla sobre un río
que va a morir en el recodo. Por eso prefiero
mostrarme relámpago al sol, claridad para ti
-que eres tan débil como yo-, estío en la risa
de las mañanas azules, colores vivos que
estallan con la voz de la alegría en los labios.
Sé que engaño, que soy una mentira, pero,
qué es acaso la felicidad sino el infantil
maquillaje de mentirnos.
rumor, su cortina de agua -a veces violenta,
otras suave como el tacto de una madre-
el gris que ensombrece la neblina, la necesidad
del refugio contra su azote despiadado, todo
eso encuentra un reflejo en mi sangre, en la
negritud del pensamiento cuando la melancolía
es líquida y fluye igual que una lágrima,
en la desnudez de la ira que no quiero,
en la envoltura con que me cubro al sentir
los días como acecho y maldad insaciables,
en la estúpida sensación de ser tabla sobre un río
que va a morir en el recodo. Por eso prefiero
mostrarme relámpago al sol, claridad para ti
-que eres tan débil como yo-, estío en la risa
de las mañanas azules, colores vivos que
estallan con la voz de la alegría en los labios.
Sé que engaño, que soy una mentira, pero,
qué es acaso la felicidad sino el infantil
maquillaje de mentirnos.
miércoles, 23 de agosto de 2017
La huida
Atrás dejo mi sombra,
el pasado de piedra,
la rutina que hizo de mí
papel que el viento azuza
entre paredes sin alma.
Ven al horizonte salvaje de la incógnita,
al sur transitivo de las palmeras,
al espesor tropical de los felinos invisibles,
a la edad infinita de los desiertos rojos.
Allí, en el horizonte desconocido
las palabras mueren de sed
y son los cuerpos la ciudad de la algarabía,
el grito que aúlla en la niebla.
Me dirás que has construido muros que te protegen del azar,
no, el azar está dentro de ti como un pájaro
que añora los espacios
donde vibra la luz blanca de lo improbable.
Lejos de los días de ceniza hay paisajes de nieve,
ríos que no cesan, islas de magia que nadie soñó.
Vive, porque vivir no es más que ser siempre otro.
el pasado de piedra,
la rutina que hizo de mí
papel que el viento azuza
entre paredes sin alma.
Ven al horizonte salvaje de la incógnita,
al sur transitivo de las palmeras,
al espesor tropical de los felinos invisibles,
a la edad infinita de los desiertos rojos.
Allí, en el horizonte desconocido
las palabras mueren de sed
y son los cuerpos la ciudad de la algarabía,
el grito que aúlla en la niebla.
Me dirás que has construido muros que te protegen del azar,
no, el azar está dentro de ti como un pájaro
que añora los espacios
donde vibra la luz blanca de lo improbable.
Lejos de los días de ceniza hay paisajes de nieve,
ríos que no cesan, islas de magia que nadie soñó.
Vive, porque vivir no es más que ser siempre otro.
martes, 22 de agosto de 2017
Mi mar
Todos los mares están en este mar.
Caleidoscopio, vórtice, jungla de agua
donde habita mi infancia, paseos de luces
apagadas cuando el alba dibuja en las ondas
oscurecidas un hilo aurífero que sangra
en su vientre. Canción del verano en mi
cuerpo dormido sobre la arena que acoge
la sombra de una sirena lasciva, el coro
infantil de los tritones verdes, la impiedad
de un sol que vomita en mis pestañas
la luz cálida de julio. Hay una historia
escrita en la piel de la marea, son recuerdos
que huelen a sal y a marisma, un pasado
que ha perdido el color de la espuma álgida,
no la huella que en el corazón deja
su arpegio rumoroso.
domingo, 20 de agosto de 2017
La mañana
Cómo juega la luz en la mansarda.
Es temprano, no sé qué hora.
Voces de mercado, rumores de tráfico,
el olor de la fruta madura. Y tú
que traspasas el haz sin querer,
la toalla secando tu cuerpo húmedo.
Puede que el paraíso solo sea
este instante que ya se agota.
Es temprano, no sé qué hora.
Voces de mercado, rumores de tráfico,
el olor de la fruta madura. Y tú
que traspasas el haz sin querer,
la toalla secando tu cuerpo húmedo.
Puede que el paraíso solo sea
este instante que ya se agota.
sábado, 19 de agosto de 2017
La sinrazón del terror(ocurra donde ocurra)
Un sol negro quema la paz de la tarde.
Se hace veloz la llama alucinada del dolor.
¿Qué voracidad salvaje humilla el corazón
del hombre? La inocencia se rinde al espasmo
violento de la barbarie. No existe un dios de paz
en su mirada, solo el odio inmoral de la locura
infinita. Han creado un paraíso de sangre
para sus almas y una mentira de la que
se nutre la ignorancia roja de la penumbra.
Son heraldos de la muerte, hijos de un vómito
sin luz. Solo les satisface la bondad herida
porque nunca aprendieron a ser libres.
Se hace veloz la llama alucinada del dolor.
¿Qué voracidad salvaje humilla el corazón
del hombre? La inocencia se rinde al espasmo
violento de la barbarie. No existe un dios de paz
en su mirada, solo el odio inmoral de la locura
infinita. Han creado un paraíso de sangre
para sus almas y una mentira de la que
se nutre la ignorancia roja de la penumbra.
Son heraldos de la muerte, hijos de un vómito
sin luz. Solo les satisface la bondad herida
porque nunca aprendieron a ser libres.
viernes, 18 de agosto de 2017
Deseo incumplido
Porque quería ser algo más que palabra, pupila
que ansía compartir la doblez de dos sombras
fugaces, carnalidad de mano que necesita dibujar
tu cuerpo en los vidrios húmedos, lentitud al posar
mi huella en los arcos sutiles de tu piel en calma,
un crisol de sentidos más allá de la astucia de los
verbos latentes, una opacidad que se diluya
bajo los pómulos al dulce contacto de la sed
innombrable. Quería, en fin, la vida de otro.
que ansía compartir la doblez de dos sombras
fugaces, carnalidad de mano que necesita dibujar
tu cuerpo en los vidrios húmedos, lentitud al posar
mi huella en los arcos sutiles de tu piel en calma,
un crisol de sentidos más allá de la astucia de los
verbos latentes, una opacidad que se diluya
bajo los pómulos al dulce contacto de la sed
innombrable. Quería, en fin, la vida de otro.
jueves, 17 de agosto de 2017
El hogar pasajero
Un haz de decadencia ilumina su vientre.
Puertas de cristal pálido que baten
- el níquel sucio-
como olas de aire en un túnel perdido.
Quiero anunciarme
al rostro anacrónico de una voz melosa
con la interrogación del desamparo
en las comisuras tímidas.
La escalera y su tapiz,
ya sin dibujo,
la araña melancólica de luz amarilla,
el olor a historia vencida, a humedad acre,
la correcta distinción de las paredes,
ascensores que chirrían
igual que viejos juguetes oxidados.
Y un pasillo que quisiera abrirse al presente
pero no consigue despejar la urdimbre
de su fiel opacidad.
Hace frío en la habitación abuhardillada,
el camastro quiere cantar el soliloquio de la herida,
un espejo voraz vislumbra
mi cuerpo enmohecido.
Hotel sin alma que vuelve del pasado
como una bruja que ríe.
Te olvidé y te olvido en mi recuerdo
que huye de ti y de tu noche entretejida de susurros azules.
Puertas de cristal pálido que baten
- el níquel sucio-
como olas de aire en un túnel perdido.
Quiero anunciarme
al rostro anacrónico de una voz melosa
con la interrogación del desamparo
en las comisuras tímidas.
La escalera y su tapiz,
ya sin dibujo,
la araña melancólica de luz amarilla,
el olor a historia vencida, a humedad acre,
la correcta distinción de las paredes,
ascensores que chirrían
igual que viejos juguetes oxidados.
Y un pasillo que quisiera abrirse al presente
pero no consigue despejar la urdimbre
de su fiel opacidad.
Hace frío en la habitación abuhardillada,
el camastro quiere cantar el soliloquio de la herida,
un espejo voraz vislumbra
mi cuerpo enmohecido.
Hotel sin alma que vuelve del pasado
como una bruja que ríe.
Te olvidé y te olvido en mi recuerdo
que huye de ti y de tu noche entretejida de susurros azules.
miércoles, 16 de agosto de 2017
La jauría
Hay en mí una nostalgia de paraísos invisibles.
Es lo perdido un agua vertida que ya no me roza.
Tu cuerpo ha dejado de ser hambre de labios húmedos,
táctil resurrección de areolas febriles en noches
sin meditar o mañanas en un jardín de piel cálida.
Lo que dijimos pobló segundos de serpentinas al aire,
lo que soñamos buscó la luz en las habitaciones
con espejos que devolvieran a la realidad su materia irreal.
¿Qué fue de los caminos, los lugares al sol, la aventura
de ser color, pájaro, tigres en la lejanía de una ciudad
poseída? Adentro, en nuestra casa rota, el tiempo muere
en el tiempo y ya no quedan dalias en un balcón tapiado
por la costumbre de abandonar la risa a una jauría sutil
que enarca el marchito estandarte de la edad.
Es lo perdido un agua vertida que ya no me roza.
Tu cuerpo ha dejado de ser hambre de labios húmedos,
táctil resurrección de areolas febriles en noches
sin meditar o mañanas en un jardín de piel cálida.
Lo que dijimos pobló segundos de serpentinas al aire,
lo que soñamos buscó la luz en las habitaciones
con espejos que devolvieran a la realidad su materia irreal.
¿Qué fue de los caminos, los lugares al sol, la aventura
de ser color, pájaro, tigres en la lejanía de una ciudad
poseída? Adentro, en nuestra casa rota, el tiempo muere
en el tiempo y ya no quedan dalias en un balcón tapiado
por la costumbre de abandonar la risa a una jauría sutil
que enarca el marchito estandarte de la edad.
martes, 15 de agosto de 2017
Feria en Ponte de Lima
Los automóviles descansan como islas de acero.
En la arboleda grandes hormigas circulan entre
el olor del cuero, los tejidos que morirán,
las voces que invitan al subterfugio de la falsa
verdad. Los pájaros huyen de los árboles hacia
un río en calma. Es firme la piedra del puente,
la torre almenada, el ejército secular que da
una razón a la persistencia y al origen. Quizá
en el recodo que imagina el horizonte un mar
altivo se yerga hacia la luz. Siento la quietud
de las horas del verano, su brillo de cáliz
sobre el agua tranquila, el sol que siembra
un oro candente y mortal, el aire vago
de una paz sin nombre.
lunes, 14 de agosto de 2017
Poema inconcluso
El silencio no acostumbra a mentir: deja
que la pupila hable con los labios sellados.
Como en una foto que busca lo eterno,
así la intención de atrapar el instante pálido.
Lo real fluye sin páginas blancas, escrito
el día, la luz, la corriente que ansía un remanso.
Inconcluso el poema de ser en mis dedos sin ira.
La paz, la hez, el caz que alimentan mi distraída
sombra. Y yo que renuncio al yo que fui.
que la pupila hable con los labios sellados.
Como en una foto que busca lo eterno,
así la intención de atrapar el instante pálido.
Lo real fluye sin páginas blancas, escrito
el día, la luz, la corriente que ansía un remanso.
Inconcluso el poema de ser en mis dedos sin ira.
La paz, la hez, el caz que alimentan mi distraída
sombra. Y yo que renuncio al yo que fui.
domingo, 13 de agosto de 2017
Como el árbol
Le debo al azar las preguntas del dolor,
la corola efímera de la alegría. Hasta aquí,
hoy que escribo evocando brumosos actos
sin remedio, la voluntad herida al no reflejarse
en el espejo de la luz, las decisiones cuyo fruto
fue el silencio de la incomprensión, el epitafio
de cada segundo que muere la vida; pienso
en la imagen del árbol, raíz que no se doblega,
tronco que resiste la humedad, el frío, el hostil
sol, ramas que han perdido el color aunque
en su piel siga brotando el brillo de la hoja,
el ramaje que orea el viento. Los años me
citan la memoria irreversible de este camino
sin vuelta. Soy roble que no teme a la estación
última. Cuando el hacha levante su sentencia
de sangre, yo ya me habré ido.
la corola efímera de la alegría. Hasta aquí,
hoy que escribo evocando brumosos actos
sin remedio, la voluntad herida al no reflejarse
en el espejo de la luz, las decisiones cuyo fruto
fue el silencio de la incomprensión, el epitafio
de cada segundo que muere la vida; pienso
en la imagen del árbol, raíz que no se doblega,
tronco que resiste la humedad, el frío, el hostil
sol, ramas que han perdido el color aunque
en su piel siga brotando el brillo de la hoja,
el ramaje que orea el viento. Los años me
citan la memoria irreversible de este camino
sin vuelta. Soy roble que no teme a la estación
última. Cuando el hacha levante su sentencia
de sangre, yo ya me habré ido.
sábado, 12 de agosto de 2017
La tozudez de la lluvia
Los días son así: manto gris, lentitud,
agua que sueña.
Recuerdo ayer
como la invitación de un labio herido de carmín
junto a la noche distraída.
¡Qué azul, rojo y malva en mi boca entreabierta
cuando el acento del neón
es un rayo de blancura ágil!
Silencio que no calla en mi interior,
palabras que se vuelcan en los posos de un vaso
sin el maullido de la ausencia.
Y el roce de un cuerpo entre los pilares
o la voz que se diluye en la música
y dibuja un conjuro fatal.
Afuera llueve bajo las hojas
de viejos robles enmudecidos.
Salir a la plaza como un sol tímido
en el amanecer hostil de la luna.
Todos los días que vendrán son así: cópula,
libros envejecidos, maquillaje entre los rostros,
juventud sin mañana.
Miro el agua con su letanía de sombras
y callo como un niño que ve por primera vez
la líquida memoria del tiempo,
su infinita canción desvelada.
viernes, 11 de agosto de 2017
Dejarse ir
Es como dejarse ir hacia un sueño.
Sin un propósito,
nada más que risa y latidos de hambre
en la pulcritud del verano.
Existe la ciudad en tus ojos,
un equilibrio de puentes, fachadas rojas,
colinas de insólito verdor.
El auto es una nave espacial
que atisba los campos con alas de ángel.
Hay un gesto en tu boca
de armonía y misterio,
ilusión de metáforas para un futuro próximo
donde esperan la aventura, el descubrimiento y el asombro
de empaparse en la luz y revivir el aire
que anuncia la flor del deseo.
No hay excusa para el río que fluye con estrellas en su vientre,
solo hablar escondiendo las sílabas
como ladrones de un país olvidado.
Tú y yo en la magia de los relojes rotos
que desconocen el tiempo, la vejez y la muerte.
Así la levedad que nos une y nos traspasa
en un instante frágil como una pompa de luz
o un círculo de ceniza.
Sin un propósito,
nada más que risa y latidos de hambre
en la pulcritud del verano.
Existe la ciudad en tus ojos,
un equilibrio de puentes, fachadas rojas,
colinas de insólito verdor.
El auto es una nave espacial
que atisba los campos con alas de ángel.
Hay un gesto en tu boca
de armonía y misterio,
ilusión de metáforas para un futuro próximo
donde esperan la aventura, el descubrimiento y el asombro
de empaparse en la luz y revivir el aire
que anuncia la flor del deseo.
No hay excusa para el río que fluye con estrellas en su vientre,
solo hablar escondiendo las sílabas
como ladrones de un país olvidado.
Tú y yo en la magia de los relojes rotos
que desconocen el tiempo, la vejez y la muerte.
Así la levedad que nos une y nos traspasa
en un instante frágil como una pompa de luz
o un círculo de ceniza.
domingo, 6 de agosto de 2017
El despertar
Es la urgencia del sexo y la timidez en flor.
El vestido no puede ocultar la premura, el árbol
enhiesto de la sangre que anuncia el brote de la cadera,
los músculos alegres de la risa en labios de color,
libros dibujados con símbolos tabú que flotan en la noche.
Y los poemas azules que brincan en la profundidad
de los parques, mientras el joven-niño ejecuta su misiva
de amor bajo el sicomoro lánguido. Tiempo de colegio
y de fiebre, frenesí de una cópula solitaria en baños
de cerámica blanca, sueños que son sueños porque
nunca verán la luz opaca de las habitaciones clandestinas.
En mi carpeta el trazo invisible de un mensaje, la hoja
plegada con un dibujo de fantasía que la imagina mórbida.
Solo entonces el río incandescente de un volcán callado
que fue lava muda, hoy recuerdo de un grito que ilumina
mi vejez como un súcubo inútil.
El vestido no puede ocultar la premura, el árbol
enhiesto de la sangre que anuncia el brote de la cadera,
los músculos alegres de la risa en labios de color,
libros dibujados con símbolos tabú que flotan en la noche.
Y los poemas azules que brincan en la profundidad
de los parques, mientras el joven-niño ejecuta su misiva
de amor bajo el sicomoro lánguido. Tiempo de colegio
y de fiebre, frenesí de una cópula solitaria en baños
de cerámica blanca, sueños que son sueños porque
nunca verán la luz opaca de las habitaciones clandestinas.
En mi carpeta el trazo invisible de un mensaje, la hoja
plegada con un dibujo de fantasía que la imagina mórbida.
Solo entonces el río incandescente de un volcán callado
que fue lava muda, hoy recuerdo de un grito que ilumina
mi vejez como un súcubo inútil.
sábado, 5 de agosto de 2017
Desterrar la palabra
Se han ido las palabras sin peso que una vez conocimos.
El mar era mar no por nombrarlo, en su cercanía la densidad
pura de un olor acre, un brillo inmóvil de espejo caído,
la pátina de la sal sobre tu vello tibio. Todo en su símil
vestía la raíz de los sentidos, sin hablar, sin la razón
metálica de las frases ni el dialogo invisible al deseo.
Decir el misterio no seduce el alba, escribir adjetivos
con la pluma rota de la imposibilidad, un “te quiero”
sin la flor de la carne entre los labios, la lógica
que no consigue encerrar el tiempo vago, la lujuria,
el espasmo imprevisto en la noche fría. Nuestra
verdad se palpa en el silencio como un ácido dulce
o una lágrima nunca viva en los iris vencidos por los flecos
de un amor insensato. Hoy la mentira es la palabra, invoca
el recuerdo ausente de sentidos, entregado a la plegaria
de rumiar la sed ya saciada, el resplandor escondido
entre la sintaxis y la pasión, la naturaleza animal de la luz
salvaje sin una mañana ni un presente que cumplir. Pesa
la medida de la voz cuando tú pliegas las llagas del tiempo
en cortas metáforas que un eco repite. ¿Dónde el refugio
que eriza la piel, la muda línea que incomoda el sexo,
la sensación de que un filo candente es la exacta imagen
de la vida? Hablemos, pues, mientras adentro oscurece la noche.
El mar era mar no por nombrarlo, en su cercanía la densidad
pura de un olor acre, un brillo inmóvil de espejo caído,
la pátina de la sal sobre tu vello tibio. Todo en su símil
vestía la raíz de los sentidos, sin hablar, sin la razón
metálica de las frases ni el dialogo invisible al deseo.
Decir el misterio no seduce el alba, escribir adjetivos
con la pluma rota de la imposibilidad, un “te quiero”
sin la flor de la carne entre los labios, la lógica
que no consigue encerrar el tiempo vago, la lujuria,
el espasmo imprevisto en la noche fría. Nuestra
verdad se palpa en el silencio como un ácido dulce
o una lágrima nunca viva en los iris vencidos por los flecos
de un amor insensato. Hoy la mentira es la palabra, invoca
el recuerdo ausente de sentidos, entregado a la plegaria
de rumiar la sed ya saciada, el resplandor escondido
entre la sintaxis y la pasión, la naturaleza animal de la luz
salvaje sin una mañana ni un presente que cumplir. Pesa
la medida de la voz cuando tú pliegas las llagas del tiempo
en cortas metáforas que un eco repite. ¿Dónde el refugio
que eriza la piel, la muda línea que incomoda el sexo,
la sensación de que un filo candente es la exacta imagen
de la vida? Hablemos, pues, mientras adentro oscurece la noche.
viernes, 4 de agosto de 2017
Mis cosas marcadas
He perdido todas las cosas que me nombraban.
Recuerdos de niñez, libros de páginas ajadas,
cuadros que dibujé con la pluma de padre,
los discos comunes que alguien se llevó
como una voz secuestrada. Mi habitación
ya no existe, mi huella es la memoria de imágenes
cálidas y miedos íntimos en días de sol o de lluvia
arrastrada por un aire frío y salvaje contra el ventanal
desportillado. Ya no hay espejos donde morar,
los muebles son heridas de caoba, falsos artificios
en el corazón de los salones desnudos. Nada guardo
que me lleve al recuerdo de los juegos, al refugio
de las comidas familiares, a la música onírica
que me permitía ser otro. Mis cosas no quieren
una historia detrás, aman el olvido como yo amo
el tacto invisible de su materia irreal, la firma
que un día tracé sobre su piel anónima.
Recuerdos de niñez, libros de páginas ajadas,
cuadros que dibujé con la pluma de padre,
los discos comunes que alguien se llevó
como una voz secuestrada. Mi habitación
ya no existe, mi huella es la memoria de imágenes
cálidas y miedos íntimos en días de sol o de lluvia
arrastrada por un aire frío y salvaje contra el ventanal
desportillado. Ya no hay espejos donde morar,
los muebles son heridas de caoba, falsos artificios
en el corazón de los salones desnudos. Nada guardo
que me lleve al recuerdo de los juegos, al refugio
de las comidas familiares, a la música onírica
que me permitía ser otro. Mis cosas no quieren
una historia detrás, aman el olvido como yo amo
el tacto invisible de su materia irreal, la firma
que un día tracé sobre su piel anónima.
jueves, 3 de agosto de 2017
¿Por qué tendría que cuestionar la vida? No quiero volver la mirada a un pasado que no duele en la piel ni palpita en el corazón, estoy a gusto en la incertidumbre del hoy que llega con sus ropajes nuevos, indiferente a todo mi existir, al antiguo y al que vendrá, dándome su mano etérea de fuego o de frío, fósil como la eternidad, vívida como un tránsito de pájaros sobre un cielo efímero. Luz y sombra, sueños y mentiras, el desnudo amargo de una decepción, el ósculo del amor, la fantasía y la ternura de los films añejos, las calles que he dejado de reconocer, las personas que han muerto sin morir, las que han llegado para quedarse en mis ojos y me dan su calor, su amistad, sus temores que reconozco míos, aunque sienta que un día pueden partir sin que yo sepa por qué. Y, también, todo lo que me ata a los días sin hambre, oscuros, neutros, repetidos en albas y ocasos, rutinarios, con su mecánica de reloj sumiso, mi trabajo, mi familia, este papel donde escribo sobre minutos que no volverán, en plenitud, consciente de la muerte, del sin valor de estas palabras, de mi respiración, de la imagen que vive ahora en mi retina y se extinguirá antes de que sea capaz de decirla. ¿Por qué, entonces, tendría que cuestionar la vida si me da a la vez memoria y olvido, un presente y un mañana sobre el que nada espera mi consciencia?
miércoles, 2 de agosto de 2017
Visillos
Me salvan de la luz como ángeles de sombra.
En la ternura del tejido se enciende la claridad
con luces de insolencia, besan la desnudez del día,
el cielo que rompe la noche con mandíbulas de hambre,
el disco rojo de un amanecer sin luna. Hay una paz
ignota en su voluntad entregada a la cópula del sueño,
a la sinrazón de la melancolía. Elijo el color y el dibujo
-beige, azul, púrpura, payasos y globos de infancia-
para que nada sea ajeno a mí, para que el tatuaje
de su piel me proteja de la ínclita luz.
martes, 1 de agosto de 2017
Enamorarse de una sombra
Tal vez perseguí una sombra que miraba.
Como necesidad de un reflejo
así la música de los gestos,
la coincidencia en el vientre de los días,
el terrible azar de los caminos sin meta.
Alma joven que sucumbe al mito del color y los abrazos
cuando el reverso del hoy
son maquillajes en las noches bárbaras,
diálogos que inventé como lazos inservibles,
detritus de una ilusión que resultó nostalgia del humo,
parabrisas que limpian la candidez
entre vínculos de niebla.
Se aprende poco de la inicial derrota,
en los espejos su imagen se superpone
y la sonrisa potencia la luz de la dualidad única.
Y no te das cuenta que es descubrir un adiós
-aunque su rostro escriba palabras de futuro
y las manos saluden en la distancia-
o imaginar un vida donde el corazón estalle
en burbujas de canto,
en globos que vuelen hacia un sol asesino.
Se tardan años en retratar la verdad que huye,
dejo al fin que su voz, su perfil, su cuerpo turbio,
me abandonen, porque ahora que la miro
-gastada igual que yo-
no reconozco el aura de mi infantil delirio,
ni la destreza,la gracia de su andar alado.
Como necesidad de un reflejo
así la música de los gestos,
la coincidencia en el vientre de los días,
el terrible azar de los caminos sin meta.
Alma joven que sucumbe al mito del color y los abrazos
cuando el reverso del hoy
son maquillajes en las noches bárbaras,
diálogos que inventé como lazos inservibles,
detritus de una ilusión que resultó nostalgia del humo,
parabrisas que limpian la candidez
entre vínculos de niebla.
Se aprende poco de la inicial derrota,
en los espejos su imagen se superpone
y la sonrisa potencia la luz de la dualidad única.
Y no te das cuenta que es descubrir un adiós
-aunque su rostro escriba palabras de futuro
y las manos saluden en la distancia-
o imaginar un vida donde el corazón estalle
en burbujas de canto,
en globos que vuelen hacia un sol asesino.
Se tardan años en retratar la verdad que huye,
dejo al fin que su voz, su perfil, su cuerpo turbio,
me abandonen, porque ahora que la miro
-gastada igual que yo-
no reconozco el aura de mi infantil delirio,
ni la destreza,la gracia de su andar alado.
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