Salí muchas veces y nunca conté los pasos,
me daba un margen, a la izquierda los colores del mar,
a la derecha el ombligo absorbente de los bares
y siempre un eclipse acodado en mis ojos
como ventanas de antracita roja.
Nunca se piensa en los dormitorios que acechan,
tengo quince minutos de espuma en las venas
y flores en el vientre que han de ser regadas,
multiplico el desorden de un vestuario roto,
la senectud de los vaqueros,
la insolencia de una camisa rayada,
los goznes de la ausencia
forjando brillos de plata en las ingles,
y luego el acecho de los metros sin punta,
la infinitud de los portales,
la línea imperfecta de los globos de metano.
Es mi ciudad,
su boca presume de sal en los pechos
y yo soy un meteoro que surca su paciencia de niña,
empiezo el viaje por la memoria de los pulpos
cuando el amarillo escribe líneas sobre vasos de claroscuro,
los decorados del alcohol poniendo persianas en las risas,
la ruta de los despertadores marinos
que han desahuciado
tu sílaba de agu
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