Un padre cronometra
lo que tarda su hijo
en dar una vuelta a la plaza
corriendo
como un galgo.
No es mi padre
pero podría serlo,
no soy su hijo
pero podría serlo.
Desde aquí los oigo hablar.
“Bravo, dice el padre,
has batido otra vez tu récord:
dos minutos y cincuenta segundos”.
Al niño le calculo unos diez años.
A su edad yo nunca bajé de tres minutos.
Siempre hay alguien que nos gana,
sea en el presente
o en el pasado.
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