Los momentos inolvidables son como las flores de la nostalgia.
Independientemente de que sea una frase bonita
-o cursi-me parece una realidad.
Los juguetes que te trajeron los reyes
y que más te gustaron,
tu primer polvo con la chica que te gustaba,
el día de tu boda y el nacimiento de tu hijo,
hasta aquel verano en que por fin aprobaste
la oposición a la enseñanza.
Me refiero, claro está, a los momentos felices.
De los otros mejor no hablar.
Así que ahora que estoy próximo a la vejez
si cierro los ojos vienen a mí esas imágenes
como si fuesen las flores que pueblan el jardín de mi vida pasada
(otra vez me pongo en plan cursi).
¿Y qué flores son esas, me preguntarás?
Y yo te contestaré: ya te lo he dicho, son las flores de la nostalgia.
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