De niño, al doblar aquella esquina,
tan próxima al mar, un golpe de viento
me enviaba en dirección contraria.
Así una vez tras otra.
Era un presagio de lo que vendría después:
una terrible lucha por mantenerme de pie
a toda costa.
Con una diferencia
aquel viento lo podía prever,
el de la vida, no.
A vida sempre regida pelas Moiras.
ResponderEliminarAsí é. Grazas pola visita e polo comentario. Unha aperta.
ResponderEliminar