Sean largos o cortos tienen un principio y un final.
Se abren a puertas:
la habitación del hijo,
la de invitados
la alcoba principal,
la del baño,
o la que tiene salida a la calle.
O a ventanas de patios interiores.
En todos hay objetos que permanecen
en la memoria como huellas vivas del pasado:
¿aún duran la flor en el jarrón, el reloj latiendo,
los paisajes al óleo, el teléfono a punto de sonar
en la mitad de la noche o el balón que rompió
aquel espejo tan caro?
Diré que sí, mientras cada día los recuerde.
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