Yo con mi ropa un poco gastada,
mi modestia de siempre,
mi piso alejado del centro
y mi coche de catorce años.
Tú con tu ropa de marca,
tu eterna jactancia,
tu finca en una zona residencial
y tu coche último modelo.
Somos muy diferentes, pensé.
Mi felicidad no coincide con la tuya.
Tu felicidad se viste de oro,
se enseña como un trofeo.
Mi felicidad carece de pretensiones:
una hermosa puesta de sol,
un amigo con quien charlar,
una mujer que te quiera y a la que quieres,
un poco de lectura y una película de vez en cuando.
Cada cual es feliz a su manera.
Pero hay una gran diferencia:
tu felicidad es esclava del dinero,
la mía, no.
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