Tú me enseñaste a vivir la aventura.
A los quince años descubrípor primera vez
lo que es
la libertad.
Recogíamos tornillos caídos de la vía del tren,
cartón de los supermercados,
para su venta y así conseguir
un poco de dinero.
Tenías veleidades de escritor,
de drama y de comedia
tus obras de teatro
-hoy al leerlas de nuevo
me parecen de una ternura casi ridícula-.
A ti se te ocurrió disparar a las ratas
que infestaban las rocas del acantilado.
Al final me convenciste para que comprara
aquella escopeta de balines
de la que mis padres
nunca tuvieron noticia.
Nos comunicábamos por las noches
con destellos de luz
de ventana a ventana
como espías
de una novela cutre.
Hoy te he visto después de mucho tiempo
y me has explicado lo difícil
que es tu situación económica.
También yo te conté de mis problemas.
La aventura se ha convertido
para nosotros en un simple
recuerdo de adolescencia.
Con una parte de la familia aún por mantener,
con deudas que pagar,
con la salud de ambos delicada
nuestra única aventura
ahora mismo
es sobrevivir.
A ti se te ocurrió disparar a las ratas
que infestaban las rocas del acantilado.
Al final me convenciste para que comprara
aquella escopeta de balines
de la que mis padres
nunca tuvieron noticia.
Nos comunicábamos por las noches
con destellos de luz
de ventana a ventana
como espías
de una novela cutre.
Hoy te he visto después de mucho tiempo
y me has explicado lo difícil
que es tu situación económica.
También yo te conté de mis problemas.
La aventura se ha convertido
para nosotros en un simple
recuerdo de adolescencia.
Con una parte de la familia aún por mantener,
con deudas que pagar,
con la salud de ambos delicada
nuestra única aventura
ahora mismo
es sobrevivir.
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