Te sentías libre como un pájaro
que cruza solitario el confín de la noche.
Era tu juventud la yesca
de un fuego que encendiste
poco a poco
con el transcurrir
de los años.
Así calcinaste una a una,
lentamente, las ilusiones.
Quedan la débil luz que aún te invoca
y el recuerdo de haber sido
una vez joven
como dos heridas
imposibles
de cerrar.
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