Las ciudades con río son una metáfora de la vida,
por sus aguas fluye el tiempo, a veces sin prisa,
otras corren raudas henchidas por el aguacero
sin recordar el pasado, sin adivinar el futuro,
con el adiós al presente bajo un ritual de eterna
fugacidad. Las ciudades con mar se dejan querer
por el oleaje, son pasivas igual que una amante
mimosa, pero cuando llega el temporal temen
al viento, a la espuma salvaje, a la ola que estalla sobre
su vientre como un látigo que se agita y golpea, feroz.
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