Y tú que escribes con tinta de almidón las palabras de la niebla
sobre el agua en calma, y tú que no conoces la turbia cicatriz
que en el remanso del río nuestro fue un delirio de espuma,
ni dejas que el ramaje acote en sombra tu cortina de flores
caídas en los lunares silenciosos del aljibe, y tú que en hilo
de manantial fluyes desde el rumor antiguo de la pétrea canción
del origen, y vas con mayestático paso hacia la boca de un mar
que sorbe el brillo de tu iris acuoso con la sed ancestral de la duna,
y tú que desde la catarata de un nombre mojaste mis orillas y después,
como el río, fugaz cometa de la ilusión en los cauces de abril,
te convertiste en eco de lluvia, cáliz de rompiente que deletrea
las sílabas del olvido si a mi estuario no arriban las anchas formas
de tu desembocadura como una ofrenda líquida de amor verdadero.
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