Sin firma, igual que la postdata de un dios,
sin las palabras del duende en tus labios de papel.
Con el oro de un lápiz que marcó las negras cejas del amor,
con el ejército de las palabras en la retaguardia
de un sentimiento oscuro.
Sin la voz próxima que murmura frases de niebla,
con el breve silencio que emiten los renglones blancos
de las confidencias amargas, me llega tu misiva
que ahora enciende el fuego que da calor al olvido.
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