Perdido en la sombra del presente acicalo mis cabellos
para volver al fugaz idilio de la secreta magnitud del crisoly el oro, de la pálida creencia en el hechizo que asusta
a la memoria con las guirnaldas del desdén en los iris
moteados por las huellas de la nocturnidad, proclive
yo al arrabal que muere en las acequias del devenir
con himnos que acompañan la inclinación del agua fiel
por los corredores en barbecho de la senectud, sin sintonía
ni cauce, ni niñez ni barcos desnudos como espigas en el mar
azul, en alabanza y música de la clara ola mordida por el viento
y la sal que deja en la piel del dique la espuma de un árbol
marino con sus ramas de nadador extendidas por la cordillera
de un diálogo escrito con las interrogaciones que el humo y la fe
esparcen como páginas grises de perdón enroscadas en ondas
fértiles para así resplandecer bajo el imperio de una luz
que ilumina, a la vez, todas las letras de un nombre hostil
que no me permiten oír el eco de tu olvidado trino.
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