Venid a mí con el fluir del arrullo en los labios de la templanza.
Oh! pájaros que habitáis la isla verde, oh! mineral negro
que forma crestas de betún en las playas de la noche.
Oh! cactus sin el agua del perdón en su raíz,
oh! sol que con tu anillo de oro nos iluminas con lumbre de paz,
oh! luna que nos regalas los rayos de la claridad entre sombras de silencio viril.
Oh! sí, venid desde el atardecer volcánico
donde el siena del color
viste las montañas de oscuro y el océano en los ojos
es una lámina que agita sus rizos de sal
para que el iris no conozca la quietud sin pausa de los jardines de piedra.
Ah! venid con el árbol del magma en ciernes, con el sedimento de la nostalgia
que exige una flor de luz en su ramaje fósil.
Oh! venid y ved como en el sur de la isla hay rosas de almidón
que brotaron de mí sin el ángel del olvido en las entrañas.
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