Creo en las obras de la palabra cuando es tu verbo quien enciende
los paisajes de mi vida, creo en los espejismos si al abrir de nuevo
los ojos tu carne y la mía se funden en un horizonte cercano de lunas
celestes, creo sin creer que hay un dios en los eclipses que dan sombra
a los espejos de la tristeza, creo en tu voz que acompaña mis susurros
al musitar las frases más antiguas que son las del perdón por la herida
que causó la inconsciencia de los actos, creo que nací para el olvido
porque mis huellas son de manantial y mis ecos no me siguen al volver
las esquinas del presente, creo en la tenaz lucha del árbol por alcanzar
la noche iluminada por satélites de cristal que solo son sueños de la raíz
en las hojas rutilantes de la primavera, creo, a veces, que has fingido
estar junto a mí con el coral de tu enagua tapando la silla donde el primer
ardid conquistó el alma ilusa del amor primigenio, creo en la perfección
fugaz de las horas que llenan de claridad los iris azules que me observan
después del silencio y antes de que la palabra brote en el cáliz de unos labios
rojos, creo, sin más, en vivir si tú sigues aquí como un fanal que enciende
la crisálida del futuro para que la noche nunca nos halle durmiendo a su lado.
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