Las palabras se oscurecen y el aire sigue frío
aún después de que el invierno como pájaro que vuela
hacia el confín del norte ya no esté aquí bordando las paredes
de escarcha, los huesos y la carne ateridos igual que un árbol
en el corazón de la intemperie, lo mismo que la helada sombra
que aún cubre de inclemencia el papel de las habitaciones;
y este silencio que cuelga como un carámbano de mis labios
a los que no basta para abrirse el sol que enciende la mañana.
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