La música y el ritmo de la ola, coreografía de espuma
que bate en los cuerpos como dientes que se diluyen
hasta llegar a la frontera del sílice y el cuarzo, frío
en los músculos que agitan el velamen de los brazos,
extremidades que flotan y golpean la verde superficie,
avanza el cuerpo con el olor a sal y yodo, con la sed
presente en los labios, con el corazón que retumba
en su nido de alegría, con el pecho como proa de navío,
con la efervescencia de la ola en los ojos cerrados.
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