Hay en la naturalidad de las rosas un susurro leve de amor a la vida.
Dejas en el espacio del que te apartas el viento de una espuma
con miríadas de flores que bailan en la paz del aire.
Jamás el artificio será tu bandera ni la cromática canción de los jueves
cuando la juventud busca el bautismo de los sexos
encontrará en ti el flujo de tu voz entre el coro de las voces fugitivas.
Y es que en la lejanía te nimba un ángel de alas cortas,
bajo su luz la primavera florece allí
en el lugar hospitalario
que bendice tu casa.
A menudo hay en tus manos jardines prohibidos
que dejan caer pétalos blancos por los rincones de la noche,.
Pétalos que brillan como luciérnagas de abril
en los cristales rotos de mi calle.
Igual que un río pasas junto a mí y te alejas mansamente
como un haz de luna que se borra, con lentitud, cuando llega el día.
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