Álzate a la luz,
que no sea misterio tu voz,
descubre la armonía bajo la piel de la palabra.
Tú que desdeñas mi nombre y mis apellidos,
mi pasión y mis anhelos
no finjas resplandor cuando eres penumbra.
No me ciegues con tu sol ambiguo
si son de escarcha las letras que te visten,
desnúdate de ritmos,
del engaño que asombra como fuego de artificio,
de la vanidad que quiere ser
-como en el célebre título-
tu canción desesperada.
Sé, tan solo,
mi pequeña luz,
mi reducto de paz,
mi única flor de abril.
Eso es lo que espero de ti, poema.
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