El tren de la melancolía es un tren sin presente.
Palomas de juventud en plazas maquilladas por la luz de los años,
las ciudades sin el misterio de un tesoro que refulge en los ojos de la niñez,
el deseo en las ventanas como párpados insomnes que observan los arco iris de la vida,
la ilusión de ser libre como el agua de un río que abandona su destino
y se derrama a la busca de un nuevo mar en el confín del crepúsculo.
El tren de la melancolía lleva siempre a los mismos pasajeros.
Allí estáis tú y los rostros tenaces que son cicatrices en la piel de la memoria,
palabras repetidas como un salmo entre oraciones caducas que calman la sed
de unos labios heridos por las flechas del tiempo, el festival de las noches
sin pudor entre vasos de alcohol y música de jazz, los pájaros de mi aurora
aún sueñan con mañanas azules de resplandeciente luz.
El tren de la melancolía circula por las estaciones de mi cuerpo una y otra vez.
Sin remedio.
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