Aquí estoy entre espinos y broza,
inmóvil como raíz,pero los brazos rompen telarañas
y entra la luz de la memoria,
y reviven los sueños mientras los ojos se cierran
y en el revés de los párpados retornan las colinas y el mar,
la casa y sus paredes, la mirada azul de la hermana.
Apenas un claro en el bosque y ese espacio de luz
que ambiciona dejar de ser nube negra,
las palabras se repiten en un eco de campanas,
el corazón vuelve a su reflejo en el cristal,
el lugar de los juegos ya no es urna de latidos alegres
aunque los trinos de la infancia nos hayan transformado en pájaros
sedientos de alegría y fulgor, ríos y puentes como palomas vivas
en las oscuras ciudades del norte.
Lirios blancos engarzados coronan sus cabellos color miel,
la lluvia forma hilos de plata en las ventanas,
mi voz antigua reverbera sin que las pérgolas añoren
las rosas y las glicinas, la buganvilla bajo el balcón
que el sol de la tarde tintaba con el púrpura del crepúsculo,
la efímera cicatriz del tiempo.
Me arrullan paredes invisibles, es ahora este claro de luz
quien viene a mí y me abraza como amigo
y me habla como padre, receptor del coral
que los recuerdos dejan bajo las olas de este mar
que soy yo algunas veces.
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