Tiene la luz un aire de derrota al atardecer como de niña
triste que sabe que por el patio del día volarán las sombras
con su fluir de marea en las habitaciones donde la claridad
aún palpita, como nube el crepúsculo que, lentamente, arroja
su vaho oscuro sobre la juventud del sol, de pronto envejecido,
viajero que esparce su siembra de luz y después prosigue la aventura
de otorgar vida allá donde las sombras con fugaz armonía ceden
su espacio, ventanas del tiempo que se rozan como antiguos amantes
para que el claroscuro sea un hijo efímero del alba y la noche.
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